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Chile, un país con gallinas y becerros de oro

Por: Pablo Varas Pérez | Publicado: 08.02.2024
Chile, un país con gallinas y becerros de oro Imagen referencial | AGENCIAUNO
Al modelo, que en algún momento se sintió asustado, ya se le pasó el miedo, y ahora  vuelve a sus andanzas entre aplausitos y rapsodias.

En Chile a las gallinas de huevos de oro se les cuida.

Para entender los negocios en salud, educación y otros como la ley de pesca por ejemplo, necesariamente hay que volver a los oscuros años de la dictadura militar.

Fue durante aquel periodo que el Estado expropio el derecho a la educación y lo convirtió en un lucrativo negocio expresando hasta ese momento que el ingreso del mundo privado mejoraría la oferta, y con ellos se elevarían a niveles superiores la educación en Chile, argumento fundamental para alcanzar el tan anhelado desarrollo y parecernos a otros países.

Fue un desastre. Los maestros no tuvieron la más mínima posibilidad de confrontar aquellas ideas que provenían de lo militar y empujados por la elite económica que veía en un derecho inalienable, ganancias, lucro, dinero.

En Chile siempre ha existido educación privada, incluso de la mano con la iglesia. Bajo el precario argumento que deben ser los padres quienes elijan la educación de sus hijos, se fueron levantando pequeños círculos de poder e injerencia en los contenidos. Se debe recordar que en los libros de historia de los años ochenta, Chile llegaba solamente hasta 1970 como el último gobierno democrático. No se decía nada de la nacionalización del cobre de la cual sacaron el 10% para la compra de juguetes militares y que además posibilitó el robo a manos llenas de dineros fiscales.

Los colegios fueron traspasados a las Municipalidades donde los alcaldes no eran elegidos, sino que designados por los militares. Muchos alcaldes de esos tiempos dictatoriales han sido ministros de los gobiernos de Piñera por ejemplo, también parlamentarios. La existencia de comunas ricas y pobres es un asunto que viene desde muchos años donde la educación es pancarta para la política.

Con ello la llegada de dos becerros, AFP/ISAPRES, que fueron diseños en su esencia perversos. Sus creadores José Piñera y Büchi no eran tarotistas locales, provenían de una escuela donde su fundador Milton Friedman dijo alguna vez: el almuerzo de hoy no es gratis.

Las consecuencias son una tragedia, y en ese marco la derecha -y no sólo ellos- se aferran a sus dioses, a su becerro más amado, al hijo más querido. Para qué tapar el pozo que está permanentemente llenándose con monedas de oro. Todo debe mantenerse. Que el Estado compre el bastón para los cojos, se ha escuchado en el parlamento.

Las AFP no se tocan y aceptar alguna alteración es negar el modelo, destruir una de sus columnas fundamentales. TODOS reconocen que el modelo AFP social no funcionó, que sus inventores les mintieron a los chilenos. Fue un mal diseño para los ahorrantes obligados, pero un brillante experimento que, hasta en los tiempos actuales, ha hecho imposible la lectura de tantos ceros obtenidos como ganancia de algunos en condiciones de ilegalidad extrema.

Su permanencia en el tiempo ha sido posible por la incestuosa relación entre la elite económica, diputados y senadores. La bestia a vencer son las AFP, esa es la batalla determinante. Natural es el rechazo político de la derecha a un nuevo sistema, allí está su ideología. Uno de los pilares de su modelo es el robo sistemático, silencioso y con perfil de legalidad al cual también adhieren parlamentarios de la más variada ralea. Desde furibundas izquierdistas hasta los amigos de los mercaderes el templo.

Para que matar a esta gallina que entrega oro, si hasta sus plumas son doradas. Una catedral benefactora como premios de consuelo para dignatarios de partidos políticos. Desde 1990 hasta la fecha no se hicieron esfuerzos para alterar esta injusticia que tiene carácter de tragedia histórica. Es un macabro juego donde se fueron comprando entre ellos, cambiando sus nombres y los colores. Finalmente todo igual y en horarios de oficina.

Entonces la dignidad para los mayores deja de ser relevante. Los hijos del rigor soportan todo, firma la derecha.

Allí está el mejor de sus becerros, las ISAPRES, en todo su esplendoroso fracaso. En sus orígenes se encuentran los ya conocidos Piñera y Buchi, verdaderos chupasangre que lograron incluir un modelo de empresa para enfermos donde sólo se atienden las personas sanas. Nuevamente el lucro paseándose pavoroso sin importarle a los que se les va la vida, la única que tienen.

Los beneficios superan ya lo racional, los ceros no están uno al lado del otro, sencillamente se amontonan. Ya no es tu platita, escribe Daniel Matamala, es de ellos. La ISAPRES robaron tanto que se empobrecieron y no pueden devolver lo esquilmado. Los tribunales de justicia durante años le dieron la razón a las víctimas de lo perversos aumentos en los planes de salud. Pero el negocio seguía creciendo.

Bajo la monserga de la libre elección, durante años fueron transformando ciudadanos en prisioneros de un modelo que solo hace crecer a algunos actores en la elite económica chilena. El fracasado modelo se convierte en víctima, y los senadores entonces proponen que se transformen en algo parecido a una mutual, solución nunca antes vista, donde los que ya pagaron ahora deben pagar una vez más para sencillamente salvar a los empresarios de la salud.

La amenaza y el miedo se convierten en actores, sus programas de salud y tratamientos serán suspendidos, no hay fondos. Los enfermos han sido vistos por las ISAPRES como una carga de la cual hay que abandonar, una especie de lastre que impide desplegar las velas rumbo a otros mares más profundos y con mayores beneficios.

Allí están los becerros adorados y las tantas gallinas que colocan huevos de oro para la elite económica y también para la política. Para los enfermos están los palos del gallinero. Entre debate y reuniones el tiempo marca su presencia donde nuevamente la elite política senatorial entrega una solución que salva a la ISAPRES negando a aceptar lo dictado por la Corte Suprema, respecto a que se deben devolver los dineros robados a los enfermos.

Al modelo, que en algún momento se sintió asustado, ya se le pasó el miedo y ahora  vuelve a sus andanzas entre aplausitos y rapsodias.

Pablo Varas Pérez
Escritor.