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Asalto a la embajada: Ni Pinochet lo hizo… pero, lo intentó

Por: Cristián Pérez | Publicado: 12.04.2024
Asalto a la embajada: Ni Pinochet lo hizo… pero, lo intentó Dictador Augusto Pinochet | AGENCIAUNO
El militar chileno quiere revisar las cajas que los cubanos cargan en un vehículo, estos se niegan. Llama a Patricio Carvajal quien lo comunica con Augusto Pinochet –los cubanos escuchan la conversación radial- el oficial le cuenta que están sacando las armas en cajones. El Comandante en Jefe lo reprende diciéndole que deje que los cubanos se vayan porque lo más importante es controlar totalmente el país.

En la noche del viernes 5 de abril de 2024, policías ecuatorianos fuertemente armados ingresaron por la fuerza a la Embajada de los Estados Unidos Mexicanos en Quito. Golpearon al responsable del recinto, y detuvieron ilegalmente a un político que había pedido refugio a las autoridades de esa nación. Los ecuatorianos violaron, entre otros, el Artículo n°22 de la Convención de Viena sobre Relaciones Diplomáticas adoptado en 1961, que dice: “Los locales de la misión diplomática son inviolables. Los agentes del Estado receptor no podrán penetrar en ellos sin el consentimiento del jefe de la misión”.

Para condenar el hecho, Andrés Manuel López Obrador, presidente de México, expresó: “Fue un acto autoritario, increíble, es malo a veces usar ejemplos, pero ni Pinochet, ni el temible Pinochet y otros se habían atrevido a eso (…)”.

Con esa frase, el mandatario manifestaba que ni el símbolo universal de los dictadores había invadido alguna de las embajadas que, tras el Golpe de 1973, dieron refugio a miles de chilenos, por lo que el Gobierno de Ecuador lo había superado. Pero, eso no es tan cierto, porque Augusto Pinochet y sus hombres intentaron tomar una embajada, como veremos a continuación.

Una calurosa y apacible noche de mediados de agosto de 1973, un todoterreno frena bruscamente frente a una mansión de Miramar en La Habana. Del vehículo baja un oficial del despacho de Fidel Castro Ruz, que pide hablar con Patricio de la Guardia Font, cuando este sale a recibirlo, le expresa: “mi General, el uno quiere verlo inmediatamente”.

Minutos después, el alto oficial se reúne con el jefe de Estado en una sala en la que hay un mapa detallado de Santiago. Fidel Castro le dice: “Jimagua [mellizo], en Chile un golpe militar es inminente. Te vas para allá con 30 hombres de Tropas [comandos del Ministerio del Interior], para proteger la Embajada de Cuba. Si Allende te pide ayuda, se la das”.

Enseguida, el jefe de Estado acompaña al oficial hasta la puerta del despacho. De la Guardia recuerda que no había alcanzado a dar un par de pasos cuando escucho la voz del Comandante y, al voltearse, vio que lo apuntaba con el dedo mientras le decía: “Jimagua, la Embajada de Cuba es territorio de Cuba y se defiende. ¿Entendiste?”.

Algunas semanas después, el martes 11 de septiembre de 1973 no amaneció apacible ni cálido en Santiago de Chile. Una llovizna fría mojaba la Embajada de Cuba en la comuna de Providencia. Temprano el local fue rodeado por militares, carabineros y civiles armados con brazaletes y banderas de Patria y Libertad. En la sede más de cien personas comandadas por el general Patricio de la Guardia tomaron posiciones de tiro, emplazaron algunas ametralladoras y alistaron lo cohetes antitanques soviéticos RPG-7.

A media mañana, soldados del Ejército chileno ubicados en departamentos al frente de la Legación, sin que existiera alguna provocación, dispararon hacia el interior. La respuesta no se hizo esperar. Más de cien fusiles AK y un par de ametralladoras hicieron fuego con balas trazadoras, dejando centenares de estelas luminosas en el cielo gris de aquella mañana. La respuesta armada duró solo algunos segundos, lo suficiente para mostrar que la Embajada de Cuba sería defendida.

Minutos después suena el teléfono de la representación cubana, llama el vicealmirante Patricio Carvajal, Jefe del Estado Mayor de la Defensa Nacional y coordinador de los militares golpistas. Lo atiende Mario García Incháustegui, embajador cubano. El oficial naval se queja porque durante el tiroteo los caribeños han usado armas prohibidas por las Naciones Unidas.

El diplomático le recuerda que, según la Convención de Viena, la Embajada es territorio de Cuba, le exige terminen con los ataques y los intentos de penetración en el recinto, y le anuncia que el lugar será defendido con todos los medios disponibles. El alto mando chileno entiende que la Embajada del país caribeño no podrá ser ocupada sin un gran costo humano y material. Desisten de volver a intentarlo.

Como vemos, la acción decidida del personal cubano asignado a la embajada, siguiendo las instrucciones de Fidel Castro, frustra el asalto y toma de su embajada en Chile.

Algunas horas después, el embajador de Cuba y la Junta Nacional de Gobierno llegan a un acuerdo para que el personal diplomático y sus familiares abandonen el país. Para supervisar la maniobra, se presenta un alto oficial del Ejército en tenida de combate, acompañado por varios militares como escoltas.

Con gesto altanero y mirada fría típica de su formación prusiana, pide autorización para ingresar. Poco ha avanzado cuando un cachorro de pastor alemán lo muerde a la altura de la rodilla ocasionándole una herida que sangra, por lo que durante el día el oficial se queja constantemente.

El militar chileno quiere revisar las cajas que los cubanos cargan en un vehículo, estos se niegan. Llama a Patricio Carvajal quien lo comunica con Augusto Pinochet –los cubanos escuchan la conversación radial- el oficial le cuenta que están sacando las armas en cajones. El Comandante en Jefe lo reprende diciéndole que deje que los cubanos se vayan porque lo más importante es controlar totalmente el país.

Al otro día, el personal de la Embajada de Cuba y sus familiares abandonan Chile. El recinto diplomático queda en manos del Reino de Suecia.

Cristián Pérez
Historiador