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Anticomunismo: La obsesión de los autómatas del mercado

Por: Pablo Salvat | Publicado: 22.04.2024
Anticomunismo: La obsesión de los autómatas del mercado Imagen Referencial | AGENCIAUNO
Quizá por eso es que un escritor como Thomas Mann, afirmaba que “la mayor imbecilidad del siglo XX es el anticomunismo”, porque nos quita libertad. Libertad para qué, dirá usted, lector/lectora? Pues, libertad para poder discutir y deliberar entre todos sobre alternativas al presente factual; sobre un futuro más allá del capitalismo globalizado y neoliberalizado, que cada día que pasa, amenaza directamente las posibilidades de vida para el conjunto de la humanidad.

Una vez más, para las élites en Chile, y en otros lugares de nuestra América y del norte “civilizado”, la idea del comunismo planea como un espectro y, para ellos, como una amenaza siempre latente.

Hoy acá, cada cierto tiempo, vuelven los ataques a líderes del PCCh, ahora Daniel Jadue; así como a la Agrupación de Detenidos Desaparecidos o a la tumba de Víctor Jara. Son muchas las situaciones de expresión de odio recurrente. ¿Es algo de ahora, lector/lectora? No pues. Viene de muy lejos en nuestra historia.

Recuerde organismos como TFP (Tradición, Familia y Propiedad, fundado por Plinio Correa da Olivera), o la misma ACHA, que cada cierto tiempo hace su irrupción con alguna acción en los medios (Acción chilena Anticomunista). Estas elites políticas y de poder económico-financiero viven, con sus “intelectuales” orgánicos, intentando desprestigiar y denostar a aquellos que desde el PCCh ocupan cargos públicos o participan de un gobierno. En particular si miembros, o simpatizantes de esa colectividad, pueden tener buenos resultados electorales o participar de cargos.

Las derechas acá, y en los otros países del continente, digitados por la internacional ultraderechista, tienen los medios financieros suficientes para manipular poderes judiciales o ejecutivos, elaborar fake news y lawfare varios. Pero en este punto, no podemos dejar de mencionar uno de los episodios más tristes en la historia nacional respecto al anticomunismo. Me refiero a la confección e implementación de la famosa Ley de Defensa de la Democracia, mejor conocida como Ley Maldita, implementada por González Videla.

Esa Ley ilegalizó al PCCh (1948-1958), hizo relegar y deportó a muchos de sus militantes a campos de concentración. Hubo uno, el de Pisagua, que se hizo conocido por que uno de los oficiales a cargo fue un tal Augusto Pinochet U., capitán de ejército en aquel entonces.

No solo eso. González Videla (GV), obligó a borrar de los registros electorales a unos 30.000 ciudadanos. Ahora bien, estas decisiones no fueron expresiones de originalidad de ese gobierno. Como lo reconocen historiadores diversos, para esto fueron fundamentales las presiones que ejerció la derecha y en particular, la dependencia respecto a los EEUU, que mostraba ese gobierno.

Este es un ejemplo histórico, para no hablar de la inmisericorde represión de los servicios de seguridad después del Golpe de Estado, que llevó a asesinatos, desapariciones, exilio, de militantes y/ eventuales simpatizantes del PCCh.

El uso del espectro del anticomunismo y del terrorismo siguen estando muy vigentes en el lenguaje y el accionar de gobiernos, medios de comunicación, élites y partidos de derecha para seguir intentando justificar guerras, golpes blandos, persecuciones, ajustes y manipulaciones de diverso tipo de la opinión pública (desinformación+desinfodemia).

Ahí tenemos a los Milei, Boluarte, Bolsonaro, Noboa y el Departamento de Estado, por cierto. Anti-comunismo y terrorismo, la nueva amalgama y demonología social que usan las elites de poder para intentar autojustificarse en su accionar depredador.

Por cierto, hay que diferenciar entre los no comunistas, los adversarios del comunismo como ideología, y los anticomunistas. Lo distintivo de la obsesión anticomunista es su conversión mitificada como el enemigo absoluto a liquidar, por cualquier vía, lícita o no.

La obsesión anticomunista, la mayor parte de las veces, refleja un temor irracional hacia los cambios sociales (obviamente insuflado también por los medios de comunicación adalides del globalismo neoliberal) y, al mismo tiempo, funciona como pantalla para ocultar los reales intereses de las minorías privilegiadas y más ricas -conectadas siempre con sus homólogos en otros países- que influencian de manera decisiva los destinos del país y de cualquier gobierno.

Como bien lo expresa un F. Hinkelammert, la ideología neoliberal es, al mismo tiempo, anti-intervencionista y anti-utópica, porque ella se presenta como realista y pragmática, y también, en cuanto tal, anti-terrorista. El terrorismo es una resultante o del intervencionismo o del utopismo.  Ahora, como consecuencia de todos esos anti, como no, ella es también anticomunista. Dicho de otro modo: al intervencionismo, al terrorismo o al utopismo los quiere ver como resultados del comunismo.

El comunismo es considerado, nos señala Hinkelammert, “como el centro de la conspiración mundial en contra de la sociedad perfecta del automatismo del mercado”. Y por lo tanto, en cuanto ideología del mercado pierde todo contenido concreto. Además agrega que “Al emanciparse de la realidad, ya no tiene nada que decir sobre la realidad. Para todos los problemas urgentes solamente tiene una respuesta, deducida de principios y completamente dogmática: más mercado”.

Como nombre para esta nada, usa la palabra libertad. Pero, y esto se vuelve hoy muy decisivo “(…) el contenido de esta palabra no es más que la suma de los anti pronunciados en nombre del mercado. La Libertad está allí, donde el comunismo no está”.

En verdad, lectores/lectoras, si uno se da el trabajo de leer o escuchar a los libertarios nuestros, a Milei, u otros “líderes” similares esparcidos por el Occidente dicho cristiano, quedará sorprendido por esta nadificación y vaciamiento de la política que practican sus adalides, a favor de intereses de poder minoritarios, guerreristas y clasistas .

Quizá por eso es que un escritor como Thomas Mann, afirmaba que “la mayor imbecilidad del siglo XX es el anticomunismo”, porque nos quita libertad. Libertad para qué, dirá usted, lector/lectora? Pues, libertad para poder discutir y deliberar entre todos sobre alternativas al presente factual; sobre un futuro más allá del capitalismo globalizado y neoliberalizado, que cada día que pasa, amenaza directamente las posibilidades de vida para el conjunto de la humanidad.

Cómo siempre digo: ¿estaremos aún a tiempo? De todos nosotros depende que exista otro mañana para los jóvenes de hoy y las nuevas generaciones no nacidas aún.

Pablo Salvat
Licenciado en Filosofía y doctor en Filosofía Política. Profesor del Departamento de Ciencia Política y Relaciones Internacionales de la Universidad Alberto Hurtado.