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Tragedia planetaria de los comunes

Por: Paul Le Saux | Publicado: 28.04.2024
Tragedia planetaria de los comunes Imagen referencial | AGENCIAUNO
Deberíamos aplicar cuanto antes el principio de precaución para tratar de evitar lo peor, cueste lo que cueste. Porque lo peor costará muchísimo más que los grandes sacrificios que podrían atenuarlo. Convencer de ello al mundo entero obliga a decir esta verdad.

El año 1776, en Escocia, James Watt mejoró radicalmente la máquina de vapor y Adam Smith publicó La Riqueza de las Naciones. La máquina de vapor transforma el calor en energía mecánica, permitiendo bombear el agua en las minas de carbón y aumentar considerablemente su extracción. Así se reemplaza el carbón vegetal para producir mucho más acero. De este modo comienza la sociedad industrial.

Por su parte, Adam Smith demuestra que la producción de bienes y servicios se maximizará si cada uno es libre de producir lo que puede y consumir lo que quiere. El máximo será óptimo sí y sólo sí los recursos naturales son ilimitados.

En cambio, si varios usuarios tienen un acceso ilimitado a un recurso limitado, la misma economía clásica reconoce que la libertad de cada uno provocará su agotamiento. A ese agotamiento se le llama la Tragedia de los Comunes. Para evitarla, los economistas proponen la propiedad privada o Estatal. Pero ninguna de estas dos soluciones se puede aplicar al mundo entero.

El calentamiento global y el próximo agotamiento de los recursos energéticos fósiles son nuestra Tragedia de los Comunes a escala planetaria.

En efecto, toda nuestra civilización está basada en el consumo abundante de energía, que es fósil en un 85%. A fin de sobrevivir a la escasez de energía y atenuar el calentamiento, se requiere rebajar tres veces el consumo en promedio mundial y cinco a veinte veces en los países más desarrollados.

Cada país o individuo enfrenta ahora el dilema de creer o no que todos reducirán también sus emisiones anuales de seis a dos toneladas de CO2, resultado sin el cual todo sacrificio habrá sido vano. Es un dilema entre confiar o desconfiar, llamado Dilema del Prisionero en la Teoría de los Juegos. Cada participante actúa según su evaluación de ganancias y pérdidas posibles en función de sus alternativas y de las acciones de los otros.

La solución matemática de este dilema, llamada equilibrio de Nash, demuestra que la desconfianza es más segura porque no se expone al engaño, sean cuales sean las acciones de los otros. Es entonces muy improbable que una parte suficiente de la humanidad reduzca voluntaria y rápidamente su consumo.

Otro factor del dilema es el tiempo. Los sacrificios tendrían que empezar cuanto antes, pero los beneficios aparecerían veinte o más años más tarde. Sin embargo, el modelo matemático demuestra también que, si todos confiáramos mutuamente, nuestros descendientes perderían mucho menos. En cambio, si no lográramos una baja ordenada del consumo global, su reducción postergada sería catastrófica.

El cambio climático provocaría inundaciones, sequías, temperaturas mortales, y los recursos primarios se agotarían aún más rápido. Los conflictos se multiplicarían, agravando aún más las penurias. Muchos gobiernos perderían la capacidad de mantener el orden y proteger la vida de sus ciudadanos. La esperanza de vida disminuiría en decenas de años y la población en miles de millones de personas, por falta de alimentación, remedios, vacunas y protección contra la intemperie.

Las personas estarían obligadas a organizarse en comunidades autárquicas, por ende de muy baja productividad. Estas comunidades estarían a merced de grupos armados organizados para robar sus pocos excedentes productivos. En el mejor de los casos, les dejarían el mínimo vital para poder seguir explotándolos.

Nadie quiere el fin de la democracia, pero va a ser difícil salvarla. Nadie está a favor del decrecimiento económico, pero es inevitable.

Por lo tanto, deberíamos aplicar cuanto antes el principio de precaución para tratar de evitar lo peor, cueste lo que cueste. Porque lo peor costará muchísimo más que los grandes sacrificios que podrían atenuarlo. Convencer de ello al mundo entero obliga a decir esta verdad.

Paul Le Saux
Ingeniero civil (jubilado) del European Southern Observatory. Docente, Universidad Abierta de Recoleta.