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Opinión

Muerte, poesía y medicina

Por: Rodrigo Vergara Fisher | Publicado: 05.05.2024
Muerte, poesía y medicina Imagen referencial – Hospital | AGENCIAUNO
Mediante la lectura y posterior discusión de escritos que se refieren al dolor, el sufrimiento y la cercanía de la muerte, los estudiantes tienden a comprender al otro en estos procesos y logran, de alguna manera, posicionarse desde la perspectiva del que sufre.

Desde hace años, en un curso electivo de medicina narrativa, y luego en algunas sesiones del currículo obligatorio, los alumnos de medicina de la Universidad de Valparaíso experimentan, con diversos recursos, otra manera de comprender lo que viven los pacientes.

En algunas de estas sesiones se les envía una selección de poemas, la mayoría de ellos relacionados con la salud, la muerte o procesos difíciles, para que los lean y presenten posteriormente a sus compañeros. De alguna manera, la lectura individual, y más tarde compartida, facilita entender mejor el sufrimiento de otros y como sobrellevarlo.

Muerte, poesía y medicina, palabras que no parecen muy relacionadas, se encuentran con frecuencia en la voz de varios poetas, chilenos y extranjeros. Quizás lo más conocido por nosotros, porque su autor es chileno y es uno de los grandes poetas nacionales, es el “Diario de Muerte” de Enrique Lihn.

Como señalan los responsables de la edición de su libro, Lihn escribió estos poemas pocos meses antes de su muerte, algunos los alcanzó a mecanografiar y corregir mientras que otros quedaron en letra manuscrita, todos reunidos en un mismo cuaderno por el autor, los que fueron ordenados y luego publicados por su amigo Pedro Lastra y su pareja Adriana Valdés.

Si bien vale la pena leer el libro completo, citar algunos de sus poemas puede servir para entender la profundidad alcanzada en pocas palabras, como en “Buenas Noches Aquiles”: Ahora si que te dimos en el talón – La muerte de la que huyas – Correrá acompasadamente a tu lado – Buenas noches Aquiles; y en el comienzo de “Hay solo dos países”, que contiene un guiño a Susan Sontag: Hay solo dos países: el de los sanos y el de los enfermos – por un tiempo se puede gozar de doble nacionalidad – pero, a la larga, eso no tiene sentido.

Por otra parte, a los futuros y actuales médicos, siempre nos será de ayuda leer y releer “Recuerdos de un cirujano”, donde nos dice: Pero el suyo fue un problema de estadísticas – en el mundo de las probabilidades – parece una estupidez confiar en las estadísticas – y el mío, el de la inhibición frente a los charlatanes – la necesidad de confiar en ellos para deshacerse del miedo.

Otro chileno, Gonzalo Millán, también en sus últimos meses, después de enterarse que estaba enfermo de cáncer, comenzó a escribir un “diario de vida y diario de muerte”, titulado “Veneno de Escorpión Azul”, el que comienza con el siguiente poema: Diario morir / Diario vivir – Diario de vida / Diario de muerte – Hechos consumados / Desechos consumados – El día a día. Células grandes.- En el umbral de la muerte / Cerca del fin – Poemas a la muerte / Poemas de despedida de la vida – Ji sei – Adiós al pasado – Testamento / Preparación para el viaje.

Y más adelante, después de la siguiente confesión en prosa: Trato de acostumbrarme a la idea de que ya no emprenderé aventuras nuevas. En adelante solo retoco y corrijo lo escrito, completo los libros inconclusos. Me faltará seguramente el tiempo. Recibirán esos libros la marca de lo incompleto y lo truncado, nos regala el siguiente poema: Diario de vida y de muerte, bitácora – terminal, caja negra que sobrevive – al desastre, las últimas palabras. – Un género sobreviviente postrero. – Los borradores de un epitafio. – Los altibajos gráficos de una ficha clínica. Así avanza este libro, entre poemas y pequeñas prosas que relatan acciones, pensamientos y observaciones de un moribundo.

Alejada de la poesía, pero en clara relación con el dolor y la enfermedad, Susan Sontag, en su ensayo de 1978 sobre el cáncer y la tuberculosis, “La enfermedad y sus metáforas”, nos permite entender lo que le ocurre a una persona enfrentada a un cáncer y a todo lo que conlleva.

En el prólogo, omitido en la versión en español, nos repite como Lihn, pero con años de anticipación: La enfermedad es el lado nocturno de la vida, una ciudadanía más onerosa. Todo aquel que nace tiene doble ciudadanía, en el reino de los sanos y en el reino de los enfermos. Aunque todos preferimos utilizar sólo el pasaporte bueno, tarde o temprano cada uno de nosotros está obligado, al menos por un tiempo, a identificarse como ciudadano de ese otro lugar. En este libro, Sontag nos presenta imágenes de la enfermedad, en particular de la tuberculosis y el cáncer, ambas alguna vez consideradas intratables, como anticipos diferentes de la muerte.

Como ella, la premio nobel polaca, Wislawa Szymborsca, pero esta vez un poco jugando y un poco en serio, nos muestra la muerte desde un punto de vista más irónico en su poema “Un gato en un piso vacío”: Morir, eso no se le hace a un gato. – Porque qué puede hacer un gato – en un piso vacío. -Trepar por las paredes. – Restregarse entre los muebles. – Parece que nada ha cambiado – y, sin embargo, ha cambiado. – Que nada se ha movido, -pero está descolocado.

Escrito tras la muerte de su pareja, este poema ha suscitado múltiples interpretaciones, quizás la que mejor refleja mi parecer, es que cuestiona el carácter implícito y el poder de la muerte, que todo ser humano tiene que aceptar. “Ya verá cuando regrese, – ya verá cuando aparezca. – Se va a enterar – de que eso no se le puede hacer a un gato”.

Así, mediante la lectura y posterior discusión de escritos que se refieren al dolor, el sufrimiento y la cercanía de la muerte, los estudiantes tienden a comprender al otro en estos procesos y logran, de alguna manera, posicionarse desde la perspectiva del que sufre.

Rodrigo Vergara Fisher
Pediatra e infectólogo del Hospital Carlos Van Buren, docente de Pediatría y Microbiología en la Universidad de Valparaíso. Fundador del Laboratorio de Medicina Narrativa de la Universidad de Valparaíso.