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Lucía Hiriart, la reina caída

Por: Jonathan Mardones | Publicado: 16.12.2021
Lucía Hiriart, la reina caída Lucía Hiriart |
Parecía condenada a una vida sin trascendencia social, sin embargo la trama golpista le presentó una oportunidad única y no lo dudó. «Ella influye para que Pinochet se sume al Golpe”, asegura Alejandra Matus, su biógrafa. Como Primera Dama vivió sin límites, desató sus delirios de realeza y tuvo a Manuel Contreras, creador del sistema de asesinato y tortura de la Dictadura, como principal aliado. “Con mi padre tuvieron una relación de amistad”, recuerda aquí Manuel Contreras hijo. Los juicios levantados contra ella y su familia, ya en democracia, la dejaron al descubierto: junto a Pinochet, construyó una estructura de enriquecimiento ilícito con el Estado como fuente inagotable. Tras la muerte de su marido se convirtió en el último símbolo del pinochetismo y cuando pidió ayuda económica para costear su modo de vida, recibió el apoyo de las más altas cúpulas empresariales, interesados en perpetuar el legado del ex dictador.

– Hay un aspecto de la señora Lucía muy importante, algo desconocido.

Manuel Contreras Valdebenito hace una pausa antes de continuar el relato, como recopilando y ordenando rápidamente los recuerdos de adolescencia. En esa etapa de su vida su padre, Manuel Contreras Sepúlveda, fue el director de la policía secreta del Régimen Militar chileno, labor por la que fue condenado a cadena perpetua por diversos crímenes de Derechos Humanos.

– Un día del año 78’ mi padre llegó temprano a la casa, tipo dos de la tarde, vestido de uniforme y nos dice “me echaron”. Yo con mi hermana nos quedamos helados. Lo habían acusado por el asesinato a Orlando Letelier (ex ministro de Salvador Allende). Cuando llegó el fiscal a la casa para la detención, mi padre se negó rotundamente. Ellos se desesperaron. Colocaron militares afuera de la casa. Más tarde comenzaron a llegar oficiales para apoyar a mi padre. Poco menos que querían hacer otro golpe de Estado. Le decían “mi general, ordene. Ordene”. Ese era el nivel de división en ese momento. Eran militares contemporáneos a mi padre, lo conocían bien.

Manuel Contreras padre estaba encerrado en su oficina. Contreras hijo, de 15 años, junto al resto de la familia esperaban con incertidumbre en el living de la casa. Cuando el diálogo entre ambos bandos se había agotado y la tensión era máxima, llegó Lucía Hiriart. 

Reunió primero a los hijos y a la esposa y les dijo que ella tenía que convencer a Contreras de irse preso, que estén tranquilos porque va a ser algo rápido, no le va a pasar nada a su padre, Augusto no lo va a extraditar a EEUU, es más, cuando termine el juicio lo va a reincorporar al Ejército y lo enviará al norte al mando de la 6° división del Ejército.

Lucía Hiriart, luego de tranquilizar a la familia, entró a la oficina de Manuel Contreras.

– Yo la conocía desde antes del golpe, pero nunca la había visto así, totalmente integrada al poder, al mando militar. Si Pinochet hubiese llamado a mi padre, no me cabe la menor duda que lo hubiese mandado a la cresta.  En ese momento, con 15 años, la percibí a ella como alguien con mucho poder.

Tras la conversación, Contreras salió de la oficina y se entregó. Fue llevado hasta el Hospital Militar para comenzar la prisión.

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Fue en 1941, en un encuentro espontáneo en una plaza de San Bernardo, cuando Augusto Pinochet y Lucía Hiriart se conocieron; ella una estudiante de 16 años, él un subteniente de 26.

La familia Hiriart, sin embargo, no estuvo de acuerdo con la relación. Para la hija mayor deseaban un hombre con más prestigio, alguien a su altura: el padre de la familia, Osvaldo Hiriart, era un influyente miembro del Partido Radical, parte de la aristocracia chilena, que fue Ministro del Interior, del Trabajo y senador. Augusto Pinochet venía de la clase media, de familia sin ninguna tradición, no era un alumno brillante y sus aspiraciones no eran altas.

Así recordó esa época Lucía Hiriart en una entrevista:

– Nací cerca de personas muy importantes, viví siempre cerca de los presidentes. Entonces casarse con un militar era una cosa absolutamente impensada, podría haber sido a lo más ministro de Defensa.

En 1942 Augusto Pinochet le pidió matrimonio a Lucía Hiriart. Sin embargo, había otro importante problema a parte de la resistencia familiar: el Ejército le exigía una solvencia económica para autorizarlo a casarse y Pinochet no la tenía. Con este escenario, le pidió a un amigo que le transfiriera una residencia a su nombre para acreditar una propiedad ante la institución. Así lo hicieron.

Fue la primera operación inmobiliaria ficticia de los Pinochet-Hiriart. Un año después se casaron.

Alejandra Matus, autora de la biografía más completa sobre Lucía Hiriart, asegura que “el camino que tomó Lucía era el que se le ofrecía a las hijas de familias tradicionales chilenas, que era casarse lo mejor posible. Ella partió mal en esa carrera porque se casó con Pinochet”.

Junto con el nacimiento de los hijos, comenzó la carrera militar de Augusto Pinochet. Esa que no estaba en sus planes. “Pinochet es la gran creación de Lucía Hiriart. Transformó a su marido en el hombre que le correspondía a ella por orden social”, dice Matus. De hecho, Osvaldo Hiriart intervino para que Pinochet ascendiera de grado en el Ejército.

Lucía Hiriart estaba relegada a la casa, al cuidado de sus hijos. El matrimonio tuvo cinco. A pesar de crecer absorbiendo las dinámicas de la política, ahí casi no existía espacio para ella. (La primera vez que las mujeres votaron en una elección presidencial en Chile fue en 1952, nueve años después de casarse). No era una gran lectora, ni mucho menos intelectual, ni había cursado una carrera universitaria de prestigio para la época- tuvo estudios de educadora de párvulos-. “Un elemento para comprender a Lucía Hiriart es su frustración de no participar en política”, explica Matus.

En enero de 1972 Augusto Pinochet fue nombrado Jefe de Estado Mayor, el segundo cargo más importante del Ejército. Lo nombró Salvador Allende por ser un hombre de confianza. Ya en su nuevo cargo, Pinochet fue en búsqueda de sus propios hombres de confianza.

El mismo mes que asumió, Manuel Contreras fue enviado a Osorno como director del Regimiento N°4 de Arauco junto a su familia. Manuel Contreras hijo, de nueve años, tomó rápidamente el hábito de andar en bicicleta en el regimiento, su nuevo hogar.

– Un día mi padre me dice ‘no quiero que mañana andes en bicicleta, llegará un helicóptero’- recuerda Manuel Contreras Valdebenito-. Al otro día salí a mirar y vi bajar a un hombre que yo no conocía: Pinochet.

En la cena de esa noche, Pinochet le dice a Manuel Contreras, delante de su familia, que lo quería a su lado el próximo año. Contreras respondió que había llegado recién a Osorno y el trabajo duraba cuatro años. No, dijo Pinochet, el otro año estarás al lado mío. A sus órdenes, contestó Contreras.

 – No creo que Pinochet supiera que él iba a terminar como jefe de Estado cuando habló con mi padre, pero sí presentía que algo podía pasar. Por eso quería rodearse de gente que conocía. Mi papá era el más bravo que tenía.

 A comienzos de 1973, Contreras y su familia se trasladaron a Tejas Verdes, recinto del Ejército ubicado en la región de Valparaíso. Meses después fue el golpe de Estado.

– La relación de mi padre con Pinochet cambia tras el 11 de septiembre porque cambia la autoridad. Había una relación de mando. En cambio, Lucía Hiriart fue bastante cercana a mi padre, tuvieron una relación de amistad. A ella la vi varias veces en mi casa.

Tejas Verdes, el nuevo hogar de Manuel Contreras y su familia, se convertiría en el principal centro de capacitación para la tortura de la Dictadura, ahí se experimentaron técnicas con seres humanos y se prepararon a los primeros equipos de torturadores.

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Foto: Revista Cema Chile

Lucía Hiriart se caracterizaba por ser carismática y conversadora en las reuniones sociales, incluso más que su marido. Sin embargo, antes del golpe siempre estuvo limitada al rol de esposa de militar. “No hablaba de sí misma, como buena mujer de la época. Hablaba de nosotros, o de Augusto”, describe Alejandra Matus.

Cuando la operación golpista estuvo en marcha, Augusto Pinochet no figuraba entre los planificadores. Salvador Allende creyó hasta el día antes del golpe que Pinochet estaba de su lado. “Si Lucía Hiriart le hubiese dicho a Pinochet que siguiera leal a Carlos Prats (Comandante en Jefe del Ejército), él le hubiese hecho caso. Ella inclina la balanza. Influye para que él se sume y para que luego se convierta en el personaje central”, dice Matus.

Con Augusto Pinochet como líder de la Dictadura, Lucía Hiriart asumió el rol de Primera Dama. Y llevó el cargo a lugares solo comparable con las realezas. Pasó de ser dueña de casa y esposa de un militar, a una reina sin título oficial, quizás la mujer que ha llevado más lejos los delirios monárquicos en la historia de Chile, sin límites entre lo estatal y lo privado.

Lucía Hiriart caminaba escoltada por hombres uniformados que la rodeaban y avanzaban a su paso, al ritmo que le permitían los zapatos de lujo que llevaba puestos, exclusivos en Chile, recomendados por su asesora de imagen. Un sombrero a tono con el traje, al estilo reina Isabel o Margaret Thatcher. Ella sonreía y brillaba, con perlas en sus orejas, saludando a la gente que la reconocía cada vez más a donde quiera que fuese. Su voz dulce, con gusto a ingenua inocencia, salía de unos labios pintados de rojo. Cuando esa voz sonaba, todos callaban.

Tuvo oficina propia en el edificio de gobierno. Tuvo peluquero personal, asesores y chofer. También  máxima exclusividad: ella debía ser la primera persona mencionada por Pinochet en actos públicos; y la vestimenta que usaba no podía estar a la venta en Chile hasta la temporada siguiente.

En su casa se vivía sin límites. Y todo lo pagaba el Estado. La familia Pinochet llegó a tener sesenta empleados, entre cocineros, guardias, jardineros, guardaespaldas y más. Parte de esos trabajadores vivía en las mismas dependencias.

Ya avanzada la Dictadura exigió vivir en otra casa que estuviera a- eso que ella creía- su altura. Y mandó a construir un palacio moderno: en Lo Curro, un sector exclusivo de Santiago, compraron 80 mil hectáreas para construir una mansión de seis pisos (dos en el subterráneo), con azulejos, mármoles traídos de Europa, cocinas que en conjunto podían atender a seis mil personas al mismo tiempo, 250 estacionamientos, canchas de tenis y fútbol, y la construcción de un puente para acceder al lugar. Todo esto pagado por el Ministerio de Obras Públicas que gastó, por lo bajo, el 5% del presupuesto anual en el año de su construcción. Solo el terreno costó un millón de dólares de la época. La investigación que reveló el caso la realizó la periodista Mónica González para la revista Cauce. Gracias al escándalo nacional que ésta produjo, la familia Pinochet-Hiriart no pudo habitar la mansión.

La periodista Mónica González realizó una investigación para la revista Cauce.

Todo el poder que tuvo en sus manos lo canalizó a través de Cema Chile. Tomó una organización más bien secundaria en la sociedad chilena- creada en 1954 y dirigida siempre por las Primeras Damas- y le dio el estatus no oficial de ministerio de Estado.

Cambió la estructura, con ella a la cabeza y las otras esposas de generales secundándola. Habían encargadas regionales, provinciales, comunales y de sede. Todas voluntarias, la mayoría esposas de militares que ocupaban cargos en Cema según la posición de sus maridos en el Régimen. Era un espejo femenino de la Dictadura.

En una entrevista hecha por la revista Cema Chile (edición n°8), Lucía Hiriart habló de sus metas con la organización:

– Mientras más se trabaja y se conoce la realidad de un pueblo, mayores problemas surgen; mi deseo es solucionarlos en gran medida, en la medida en que me sigan apoyando.

Foto: revista Cema Chile

No existió ninguna otra organización civil tan grande, con tantas personas inscritas, con tanto poder económico y político en Dictadura: fueron casi diez mil sedes de Cema en todo el país y en 1983 se contabilizaban 230 mil socias inscritas- sin contar a las personas que fluctuaban-, según un estudio de Flacso publicado ese año. En el cotidiano era una organización que capacitaba en oficios a mujeres pobres, sin ocupación remunerada formal, que se aferraban a esta ayuda por supervivencia. Sin embargo, Cema también se utilizó para lo que Flacso definió como “adoctrinamiento” y “organización política”. Y dan ejemplos del porqué:

–Durante 1981 se han dictado charlas referentes a las reformas de la Constitución, además de charlas cívicas y educativas en aspectos generales, observándose la asistencia de sobre el 75% del voluntariado y socias de la Región Metropolitana. Actualmente continúan entregándose charlas acerca de la nueva Previsión (AFPs).

La compañía de teatro Síntoma investigó el cotidiano de la organización. De ahí nació la obra Bello Futuro (2013). “La mayoría de las mujeres que conocimos estaban indignadas con Cema Chile, pero era su única forma de salir adelante, de obtener trabajo”, explica una de sus actrices. Las mujeres debían pagar por los hilos y los útiles, si no cumplían metas de trabajo tenían consecuencias económicas, se restringían los permisos para ir al baño, para fumar. A cambio obtenían beneficios para conseguir casas, cursos, dinero. También hubo casos donde a algunas socias de Cema las llevaron en buses hasta los actos públicos de Pinochet, a aplaudir y vitorear al dictador, a cambio de una bandeja de huevos.

Escena obra Bello Futuro, gentileza teatro Síntoma.

Lucía Hiriart consideró a Cema su gran obra, su legado. Le gustaba controlar los detalles en la organización. Y en eso tuvo un gran aliado: “Manuel Contreras era su orejero. Le informaba sobre el actuar de las esposas de otros generales y lo que pasaba en Cema Chile”, asegura Alejandra Matus.

Mi padre me contó que la veía muy seguido– recuerda Manuel Contreras Valdebenito-, Lucía Hiriart le pedía que fuera a conversar con ella al Diego Portales (edificio de gobierno). Mi padre siempre se refirió a ella de muy buena forma. Fue más cercana en lo emocional, con Pinochet era más racional la relación.

Manuel Contreras padre viajó a España a comienzos de la Dictadura. Allá se reunió con Francisco Franco, dictador que gobernó entre 1936 y 1975, uno de los máximos exponentes del fascismo europeo del siglo XX. Franco le envió un mensaje a Pinochet a través de Contreras: “Que no entregue nunca el poder hasta la muerte. Que se mantenga como él. Y mi padre se lo transmitió a Pinochet”, revela Manuel Contreras hijo.

Augusto Pinochet, con los años, no siguió el consejo de Franco. Fue Lucía Hiriart la gran convencida de esta idea. Contreras también. Hiriart y Contreras fueron aliados ideológicos: el poder hasta el final, la democracia es un peligro.

En 1975 Francisco Franco murió sin haber entregado el poder. Manuel Contreras organizó una comitiva que llevó a Augusto Pinochet y Lucía Hiriart al funeral de Franco en Madrid, España.

Allá Lucía Hiriart conoció a Carmen Polo, la esposa de Franco, una de sus mayores inspiraciones. Llama la atención las similitudes entre ambas: a Carmen Polo la apodaban la “Collares”, estaba obsesionada por el lujo, sus gastos no tenían límites y solo podían equipararse a las posesiones de la realeza española. Si le gustaba una pieza artística o estatua religiosa dentro de una iglesia católica, las pedía para adornar sus propiedades. Fundó el Patronato de la Mujer, “reformatorio para mujeres que se salían del camino del ideal católico, a imagen y semejanza de Carmen Polo”,  describe una investigadora en un reportaje realizado por En el punto de mira de la televisión española.

A la vuelta a Chile luego del funeral, Hiriart y Contreras estaban más seguros de sus convicciones, considerando a Franco un ejemplo de cómo gobernar. Así lo confirma Manuel Contreras hijo:

Si tú haces un golpe de Estado y eres una dictadura no puedes entregar el poder democráticamente. No puedes comprometer a las Fuerzas Armadas en una elección. Si se dejaba el poder quedaban expuestos a una venganza. Franco jamás lo hizo. Mi padre creía en esa idea.

Manuel Contreras hijo insiste y usa como ejemplo una conversación entre su padre y Pinochet. Cuando el dictador le contó a su padre que haría una Constitución, Contreras respondió que para qué. Es necesario, respondió Pinochet, viene la democracia. Claro que va a venir, dijo Contreras, pero en estos momentos imagínese que usted es un potro, campo abierto, yegua, agua, comida, pasto. Y usted mismo se pone un cerco y quedó adentro solo,  y la yegua y todo lo demás afuera.  Esto va a ser la Constitución para usted, le dijo.

Alejandra Matus asegura que la idea de que Pinochet no debía soltar el poder incluso generó discusiones en el matrimonio. “Lucía le decía piensa en nosotros, piensa en tus hijos. Ella creía que fuera del poder estaba en peligro”, relata.

Luego de los primeros años de Dictadura, Pinochet estaba en tensión: el asesinato de Orlando Letelier significó la pérdida del apoyo de EEUU; casi nadie quería prestarle dinero a Chile, no había formas de hacer negocios. “Pinochet se transformó en el problema para la oligarquía chilena. Además, las familias más ricas de Chile miraban con desprecio a los Pinochet, los encontraban unos rotos. El que le ofreció una solución intermedia fue Jaime Guzmán con la salida democrática y la Constitución. Todo esto a Lucía Hiriart le sonaba a traición. Para ella era algo personal», agrega Matus.

 En 1978 Contreras se entregó a la Justicia Militar creyendo en la promesa que Lucía Hiriart le hizo a solas en su escritorio, de que en un año estaría libre y reincorporado al Ejército. Pero eso nunca pasó.

El modelo económico neoliberal ya en proceso de instalación necesitaba la democracia para validarse. El país debía transitar hacia ella. Y un paso importante en esa dirección fue botar a Manuel Contreras, el creador del sistema estatal de asesinatos y torturas, acusándolo de planear la muerte de Orlando Letelier en EE.UU.

– Mi viejo se fue un año preso. Yo entré a la Escuela Militar y mi padre no pudo estar en la ceremonia. Cuando salió libre Pinochet no lo recibió. Creo que Lucía Hiriart pensaba en serio que Pinochet cumpliría su palabra, pero no lo hizo. Después de eso lo dejaron solo.

Tiempo antes del plebiscito de 1989, Manuel Contreras junto a tres generales en retiro visitaron a Pinochet en su casa. Querían convencerlo de frenar la elección. Le dijeron que iba a perder. Él respondió que no, que ganaría. Luego de ese día, Contreras comenzaría un proceso que su hijo define como de preparación para la prisión en democracia.

Lucía Hiriart, por su parte, se anticipó a la llegada de la democracia: cambió los estatutos de Cema Chile, la institución que presidía, especificando que la persona apta para dirigirla ya no sería la esposa del Presidente, sino que la esposa del Comandante en Jefe del Ejército.

Augusto Pinochet ocuparía ese cargo los primeros ocho años de democracia.

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Irónicamente, un 11 de septiembre marcó un hito en la caída de la familia Pinochet. Tras el ataque a las torres gemelas en EE.UU., el 11 de septiembre de 2001, el Senado de ese país comenzó a investigar los rastros del financiamiento al terrorismo internacional. Así llegaron al Banco Riggs, de alto prestigio en EE.UU. Inesperadamente, en esas revisiones se toparon con una sorpresa: Augusto Pinochet tenía 125 cuentas bancarias secretas y el mismo banco lo habría ayudado a crear dos empresas en las Islas Bahamas con identidades falsas.

La justicia chilena abrió una investigación que se conoció como caso Riggs. Según los primeros rastreos, la familia Pinochet guardaba unos 20 millones de dólares. Pinochet fue acusado de enriquecimiento ilícito, aunque en la sentencia final se incluyó un monto muy inferior a los manejados al inicio.

Ciper Chile ha dedicado varios reportajes para investigar a la familia Pinochet y su fortuna. Su actual director Pedro Ramírez, aseguró en una entrevista televisiva que “en Dictadura Pinochet creó una estructura de enriquecimiento ilícito, a la cual le hemos prestado poca atención como país, porque el conflicto principal ha sido entre los defensores de Derechos Humanos contra los defensores del pinochetismo. Por ejemplo, Pinochet ganaba comisiones con la venta de armas del Ejército”.

La familia Pinochet se especializó en operaciones inmobiliarias ficticias para zafar de la justicia, al más puro estilo de la mafia. Cuando los tribunales investigaron al ex dictador, gran cantidad de los bienes se transfirieron a nombre de Lucía Hiriart y sus hijos. Y cuando la seguían a ella, buena parte fue traspasada a los nietos.

Un ejemplo: dos meses antes de finalizar la Dictadura, Pinochet compró un terreno en La Dehesa y construyó una casa con dineros del Ejército. No el palacio, otra. Con Pinochet preso en Londres (1998 a 2000) la familia se sintió amenazada y las propiedades se traspasaron a la esposa e hijos. Pinochet le vendió a Lucía Hiriart la propiedad de La Dehesa por 214 millones de pesos. Años después Hiriart la revendería en 1.351 millones.

Otro ejemplo: el terreno familiar de Los Boldos, donde están las cenizas del ex dictador guardadas en una capilla y donde se construyeron cinco inmuebles, Hiriart y sus hijos se lo vendieron a los nietos por 60 millones de pesos, justo cuando la justicia investigaba a Lucía. Según un experto consultado por Ciper, en el año de la venta la propiedad estaba avaluada en alrededor de 13 mil millones.

Si Pinochet enriqueció a la familia utilizando al Ejército, Lucía Hiriart lo hizo con Cema Chile. Se apropió de la organización como si fuera su emprendimiento, a pesar de que Cema logró tal magnitud porque el Estado le cedió gratuitamente más de 200 terrenos en Dictadura, además de financiarla. Ya en democracia Lucía Hiriart volvió a cambiar los estatutos de la fundación, quedando ella como la eterna directora.

Buena parte de esos terrenos de Cema los vendió, recaudando millones de dólares. Cuando la justicia investigó a la organización encontró actas contables eliminadas, otras con alarmante falta de transparencia, otras profundamente incompletas. Nunca se determinó con precisión cuánto dinero robó Lucía Hiriart. Sí se estableció que la familia usó Cema como fuente de ingresos en distintas épocas, utilizando en ciertos casos la fórmula de servicios prestados que nunca se realizaron.

La forma de operar de Lucía Hiriart, esas fórmulas de enriquecimiento, se hicieron costumbre también en parte del empresariado chileno. El hecho más emblemático fue el caso Penta: los dueños del holding empresarial, Carlos Alberto Délano y Carlos Eugenio Lavín- cuya sociedad nació y creció en Dictadura- financiaron ilegalmente campañas políticas durante años. Y lo hacían a través de supuestos servicios prestados que nunca se realizaron. El caso Penta tuvo un enorme impacto público que dinamitó la confianza en las instituciones. En un audio clave usado como prueba en las investigaciones, apareció el nombre de Lucía Hiriart: “dinero en efectivo para la señora Lucía”, decía Hugo Bravo, ex gerente general de Penta.

A pesar de su fortuna, la antigua vida de reina sin límites de Lucía Hiriart ya era imposible de costear. Luego de la muerte de Pinochet el 2006, poca gente quería aparecer vinculada a ella públicamente. Pero Hiriart insistía en mantener esa vida que merecía. “Tras la muerte de su marido, en cuanto se sintió con ánimos para recibir visitas, comentó con el estrecho grupo de personas a quien siente leales que su situación económica era apremiante”, explica Alejandra Matus.

Ahí aparecieron los fieles. Los fieles al pinochetismo y a su último gran símbolo, Lucía Hiriart. “Un grupo de personas nos preocupamos del tema y, me consta, que en al menos en dos ocasiones se le hizo un fondo para pagar las deudas”, le contó a Alejandra Matus un ex ministro de Pinochet. “Lo que ha ocurrido son donaciones de empresarios por cariño, de quienes han estado con ella”, le dijo a El Mostrador el general (r) Guillermo Garín.

Empresarios de las más altas cúpulas se preocuparon, también, de que el legado del ex dictador no muera. Ese legado lo canalizó la fundación Augusto Pinochet que recibió aportes millonarios. Un reportaje publicado en el año 2013, especifica que 113 empresarios donaron recursos a la fundación desde 1996 a 2004. En la lista, figuran dueños de las más grandes cadenas de alimentos, dueños de puertos en todo Chile, dueños de bancos, de farmacias, de universidades, de un canal de televisión, entre muchas otras áreas. Incluso la Municipalidad de Vitacura también donó dinero entre 1998 hasta 2013.

Escasas fueron las entrevistas dadas por Lucía Hiriart, sobre todo en democracia. Según Alejandra Matus, en sus últimos años de vida le detectaron síntomas de demencia senil. Poco antes de que le diagnosticaran la enfermedad, visitó en 2014 una actividad de Cema Chile en Melipilla, en su calidad de presidenta de la organización. Ahí conversó con un medio local:

– Procuro leer cosas entretenidas y nada de los horrores que veo de repente (en Chile). A veces hay horrores. Lo que me da mucha preocupación, porque el Ser Supremo al que nosotros veneramos se va a aburrir de las cosas que pasan. Ha cambiado mucho, mucho.

Luego de años de investigaciones judiciales, la fundación Cema Chile cerró en 2018, devolviéndole al Estado las propiedades que todavía tenía. No hubo cargos penales contra Lucía Hiriart.

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