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Campañas negativas y fake news: La estrategia intoxicadora de Kast y la ultraderecha

Por: Talía Llanos Chacón | Publicado: 18.12.2021
Campañas negativas y fake news: La estrategia intoxicadora de Kast y la ultraderecha Redes sociales (referencial) | Agencia Uno
¿Qué son las campañas negativas, y qué rol cumplen las fake news dentro de ellas? Expertos en comunicación, informática educativa y lingüística, repasan en conversación con El Desconcierto las distintas conclusiones que surgen del actual proceso eleccionario, marcado por ataques personales, información engañosa y difusión de falsedades, aun después de ser desmentidas. Pese a que indican que no se puede asociar un sector específico de la política al ejercicio de impulsar campañas negativas, sí hay estudios que respaldan que sectores de la derecha y ultraderecha tiende a difundir noticias falsas como práctica. Para probar esta premisa, ejemplifican con casos internacionales y nacionales, mencionando tanto a diputados electos como a un candidato presidencial en particular.

A días de la segunda vuelta de las elecciones presidenciales de este 2021, en donde se enfrentan el candidato de la centroizquierda Gabriel Boric, y el presidenciable de la ultraderecha José Antonio Kast, las redes sociales se han inundado de información cuestionable, negativa, calumniosa y, confirmadamente, falsa. La práctica de enfocarse en relevar los aspectos presuntamente negativos del otro candidato no es nueva, pero en tiempos del auge tecnológico y del uso constante de las distintas plataformas disponibles, toma protagonismo uno de los fenómenos que más polarizan la opinión pública e intoxican a la población: la difusión de fake news.

Por otro lado, pese a que expertos y académicos indican que no se puede asociar un sector específico de la política al ejercicio de impulsar campañas negativas, sí hay estudios que respaldan que sectores de la derecha y ultraderecha tiende a difundir noticias falsas como práctica. En ese sentido, las y los adherentes a la derecha política serían más propensos a creer y difundir fake news, aunque, reconocen,  estudios han revelado que de 100 personas, el 80% ha leído fake news, y el 50% ha compartido en sus redes alguna fake news involuntariamente.

Pero, ¿qué son las campañas negativas? Utilizadas desde hace muchos años en Chile y el mundo, el doctor en Percepción, Comunicación y Tiempos, y magíster en Informática Educativa, Luis Cárcamo Ulloa, explica que su definición más simple es que se enfocan en “centrar el ejercicio de discurso de debate en resaltar elementos negativos del otro candidato, más allá de presentar sus propias ideas”. Básicamente, es una estrategia destinada a desprestigiar al otro candidato, aunque no necesariamente para conseguir adherentes propios.

Patrones repetitivos de saturación

“Casi cualquier campaña tiene algún elemento de resaltar negatividad de las propuestas de otro candidato”, indica Cárcamo, asegurando que su efectividad solía ser “muy difícil” de comprobar, pero que con la aparición de las redes sociales “se pueden observar patrones repetitivos de ejercicios de fake news y de campañas negativas saturando a una audiencia determinada”.

El doctor en Comunicación y Medios, y profesor asociado del Departamento de Sociología de la Universidad de Cambridge, Jorge Saavedra Utman señala que “las campañas negativas siempre han existido”, agregando que instalan conceptos y actores asociados a una realidad específica que quieren construir. «Una de las cosas que hacen las campañas es figurar el yo, el otro, y el nosotros. En este caso, el otro siempre va a tener una serie de características que son negativas para lo que el ‘nosotros’ entiende como el colectivo válido”, complementa.

Saavedra ejemplifica con la propaganda realizada durante la Segunda Guerra Mundial, la campaña realizada por Donald Trump en Estados Unidos, y la difundida por la dictadura de Augusto Pinochet. “Se me viene a la cabeza la imagen del general Gustavo Leigh hablando de erradicar el ‘cáncer marxista’ de Chile… el títere del comunismo es una cosa que, por más vieja que sea, sigue operando”, indica. En ese sentido, el profesor de la Universidad de Cambridge destaca otra característica de las campañas negativas: “la derecha chilena ha operado habitualmente a través de ellas”.

“La derecha chilena siempre ha operado desde el miedo, desde la amenaza, y creo que allí también ha existido un votante que, en las últimas décadas, ha sido bastante apelado de esa manera”, explica. Cuando Sebastián Piñera fue electo el 2017, corría el rumor sobre que Chile se convertiría en ‘Chilezuela’ de ganar Alejandro Guillier, recuerda el académico, como un ejemplo de las operaciones de la derecha, mismo caso la afirmación de que ‘los comunistas se comen a las guaguas’. “La derecha opera mucho desde la construcción de una campaña negativa, del miedo, más que de la propuesta de una ensoñación de país”, señala.

Pedro Santander Molina, doctor en Lingüística de la Pontificia Universidad Católica de Valparaíso (PUCV) y director del Observatorio de Comunicación de la PUCV, coincide y recuerda al respecto dos momentos claves de campañas negativas, en ambos casos impulsadas por la derecha. “En Chile hemos tenido dos momentos claros de campañas sucias, que es el plebiscito del ’88, del Sí y el No, donde la campaña sucia que usaron los partidarios del pinochetismo fue evidente, brutal y escandalosa. Pienso que hoy estamos por segunda vez en nuestro país viviendo una campaña sucia, y protagonizada por los mismos que en el fondo apoyan la constitución de Pinochet, apoyan las posturas pinochetistas, la derecha chilena que apoya estas posturas ha hecho una campaña sucia contra Gabriel Boric en redes, en medios tradicionales, en diversas partes”, asegura.

Y no sólo la chilena. En Brasil, por ejemplo, el derechista Jair Bolsonaro fue acusado múltiples veces de realizar campañas enlodando a su contrincante de las elecciones del 2018, Fernando Haddad del Partido de los Trabajadores (PT), compartiendo mediante WhatsApp, principalmente, mentiras sobre el candidato, como que Haddad pensaba crear un “kit gay para niños de seis años”, además de legalizar la pedofilia. Bolsonaro también atacó instituciones democráticas en estas difusiones, según consignó la Policía Federal de Brasil este viernes, hecho que podría costarle su habilitación política para participar de las elecciones presidenciales.

En Estados Unidos, por otro lado, el asalto al Capitolio del pasado 6 de enero por parte de adherentes al ahora expresidente Donald Trump, fue impulsado desde la falsa premisa, levantada por el republicano Trump, de que habría ocurrido fraude electoral en las últimas elecciones. “La gente que sufrió los ataques (al Capitolio) decía ‘si tienes un tipo como Trump diciéndote que se hizo trampa, y él es tu líder, es muy probable que tú vas a creer que esto es así’, y esto es bien interesante en términos de la responsabilidad”, destaca Saavedra, para apuntar al rol que cumplen las autoridades dentro de las campañas sucias.

En ese aspecto, los tres expertos mencionan un político del Partido Republicano que ha difundido noticias falsas en reiteradas ocasiones: Gonzalo de la Carrera.

Responsabilidad de las figuras públicas

“Hay personeros en la política chilena que se han vuelto recurrentes movilizadores de fake news, y más aún, hoy en día han ganado puestos en el parlamento, como el caso de Gonzalo de la Carrera, que es muy interesante de investigar pero muy preocupante para la política chilena, como alguien que instala una suerte de trayectoria de nodo desinformativo, y más aun, llega al parlamento donde va a tener más tribuna para eso”, explica Cárcamo Ulloa.

Para el director del Instituto de Comunicación Social de la Universidad Austral, es necesario hacer una distinción entre quienes comparten información engañosa involuntariamente, y quienes toman la decisión de difundir fake news a propósito, porque “cuando vemos reincidencia en un sector político, o en un agente político en particular, sin duda podemos llegar a la conclusión de que hay una intención abierta de engañar, y que no se trata simplemente de cometer un error una vez”.

Santander Molina, por su parte, indica que el diputado electo lleva “años difundiendo fake news”, aun desde su rol de comunicador. “Él hace dos, tres años atrás, afirmó que la diputada Camila Vallejo estaba promoviendo y quería legalizar la pedofilia. En su momento escribí una columna en El Mostrador, lo titulé ‘De la carrera o el periodismo canalla’ porque esas son actitudes canallescas, él relacionaba a la diputada Camila Vallejo con la pedofilia”, cuestiona.

“Llevamos un tiempo en esto, pero en el marco de la campaña presidencial de la segunda vuelta esto se ha extremado”, añade el periodista. Para Jorge Saavedra, Gonzalo de la Carrera “disemina algo que es evidentemente falso, y no tiene problemas en hacerlo. Me parece que es de una irresponsabilidad terrible, y me parece que cuando se está en ese territorio, se está en un territorio muy complejo del abuso, del todo o nada, muy propio de lo que hizo Trump y de una actitud que no habla muy bien de la política, de términos dialógicos, del entendimiento”.

El candidato presidencial de la ultraderecha, por su parte, ha sido «inteligente» al momento de embarcarse en compartir fake news, señala Cárcamo, asegurándose de mantener una postura de cuestionamientos a hechos sobre los cuales no tiene prueba, sin mentir explícitamente. “Él mismo decía, por ejemplo, ‘yo no creo que Gabriel consuma drogas, pero sería bueno que…’, reforzando siempre esta idea, sabiendo además que dentro de las redes sociales y dentro de sus partidarios circula, a diario, una cantidad de contenido relacionado con esta idea que él inocentemente plantea como un efecto de reforzamiento sobre las campañas negativas y de noticias falsas que han circulado en redes sociales”, explica.

De todas formas, Saavedra indica que no todos los intentos de José Antonio Kast han sido fructíferos, o al menos no han tenido el alcance que se podría haber esperado desde ese sector. Afirma que Kast “ha tenido problemas para encontrar un chivo expiatorio que por ejemplo tuvo Piñera último con ‘Chilezuela’, y me parece que eso no ha resultado ahora. Lo de Leopoldo López por ejemplo, no resultó muy bien, ahora esta configuración de Boric como un ‘joven y alocado, abusador’ me parece que tampoco”.

Con la masificación de las campañas negativas en el último tiempo, y el desborde de noticias falsas, surge el cuestionamiento respecto a quiénes caen, y quiénes no, en la trampa de la información calumniosa. Por un lado, las personas que se identifican con sectores de derecha tendrían menos reservas a la hora de difundir fake news, y las personas de mayor edad son más propensas a creer en ellas. Aquí juega un rol el alfabetismo digital, ya que los nativos digitales tendrían “mayor habilidad, talento, mejor ojo” para darse cuenta cuando algo es falso y cuando no, explica Santander.

De todas formas, todos podemos caer en noticias engañosas, especialmente compartidas en el marco de un proceso eleccionario, en donde suelen impulsarse con mayor frecuencia las fake news. De acuerdo con Cárcamo, “los estudios señalan que todos hemos reconocido alguna vez haber posteado una fake news, de 100 personas entrevistadas, el 80% reconoce que ha leído fake news, y el 50% que ha reposteado alguna fake news involuntariamente”.

Las consecuencias de operar bajo el miedo

Tiene lógica pensar que las campañas políticas impulsadas por un candidato, en términos generales, buscan que éste logre aumentar el número de partidarios que se suma a su proyecto, para finalmente votar por él. Sin embargo, las campañas negativas se impulsan con otro propósito, que guarda relación con la imagen del contrincante en la opinión pública. En palabras de Santander, “las campañas sucias o negativas no buscan generar adhesión a un candidato, más bien buscan desmovilizar al electorado en función del otro candidato”.

Lo anterior, ya que el bombardeo constante de información falsa, difamaciones, mentiras y ataques personales tiene costos en la salud mental de las personas, lo cual termina cansando cognitivamente. “Un adherente que no es militante, o que no está 100% comprometido, prefiere ‘apagar la tele’ y no seguir escuchando este tipo de cosas, y no seguirse informando, y en ese sentido puede generar efectos desmovilizadores. En términos de contenido, la campaña negativa lo que hace es reforzar al que está convencido, y poner en duda al que no está tan convencido del otro lado, pero al ser tan intenso efectivamente lo que hace es, en buena parte, cansar y apostar por la desmovilización”, complementa Cárcamo.

En términos del contenido mismo, las noticias falsas apelan al “escándalo y a las emociones negativas, tienen esa mezcla que hace que uno casi que naturalmente le preste atención”, indica Santander, lo cual las hace tentadoras de creer. También, añade, apuestan “mucho al sesgo de confirmación, es decir, buscan mucho confirmar prejuicios. Si previamente se han intentado instalar prejuicios, las fake news apuesta a esos prejuicios y se basa sobre ellos”.

“Las fake news más potentes suelen explicar casi todos los problemas de tí y de la vida tuya, en términos muy amplios, y ratifica certezas que uno pueda tener frente a problemas de la vida, te los entrega en bandeja”, señala por otra parte Saavedra, explicando cómo las noticias engañosas, cuando surgen desde tu propio círculo, ratifican percepciones personales.

Rol de los medios: la importancia de fiscalizar

Ante los constantes intentos de desinformación, los expertos coinciden en la necesidad de velar por la integridad en el rol comunicacional, en donde los medios de comunicación deberían tener un rol activo. “Una parte importante del periodismo en los medios no se autofiscaliza, se hace parte de esto, impulsan las fake news como lo de la ficha clínica falsa, como lo del carrete constituyente ‘desenfrenado’, entonces es complicado. Para que una fake sea potente y tenga efectos políticos, tiene que estar legitimada de alguna manera por personas del mundo institucional, como pueden ser diputados y senadores famosos, o por los medios, por periodistas”, reconoce Santander.

El experto lamenta que no exista una forma de fiscalizar estos actos cometidos por los medios tradicionales, afirmando que, al menos, debería existir “una suerte de chequeo periodístico”, pues “elementos básicos de chequeo” deberían poder frenar la difusión de noticias falsas. Para Cárcamo, se debería ir más allá, y establecer modalidades que permitan sancionar la divulgación de información confirmadamente falsa, para detener esta práctica.

Parece ser que es más fácil reportear lo que está pasando en Twitter que buscar noticias nuevas, los medios parecen ser muy buenos amplificadores de lo que sucede en redes sociales, cuando en modelos anteriores las redes sociales amplificaban lo que decían los medios. Ante eso se requiere en particular de una suerte de postura ética, democrática, de parte de los medios de comunicación para comprender este fenómeno y tomar acciones al respecto”, asegura el experto.

Así, Cárcamo enfatiza en que los medios son, en parte, responsables de la desinformación, y que, al caer en la difusión de noticias engañosas, algunos no hacen “nada por desmentir una vez que comprueba que hay otra información», ni «pedir disculpas”. “Mientras el fenómeno se siga abordando como ‘hay muchas fake news, hablemos de las fake news que hay’ no estamos ayudando en nada a la población, la idea es que las audiencias sean, de base, más críticas», ya que «las audiencias deberían aprender a contrastar información, a elegir medios de cabecera que les den confianza, a contrastar fuentes, y a reconocer el valor de la fuentes al interior de una noticia”.

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