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Carolina Rojas: «Mi situación de mujer mapuche de ciudad, de mestiza, es muy privilegiada»

Por: Talía Llanos Chacón | Publicado: 09.10.2022
Carolina Rojas: «Mi situación de mujer mapuche de ciudad, de mestiza, es muy privilegiada» Carolina Rojas |
«Corazón de Weichan» se llama el último libro de Carolina Rojas Neculhual que recopila los testimonios de lucha de ocho mujeres mapuche. En diálogo con El Desconcierto, la periodista repasa el largo viaje para adentrarse en sus territorios y cómo ha vivido su propio proceso identitario del que se sentía distanciada.

Carolina Rojas Neculhual lleva más de 10 años viajando al sur de Chile para investigar y escribir acerca de los territorios mapuche, trayecto que dio como resultado a “Corazón de Weichan”, su segundo libro de no ficción, que retrata las historias de ocho mujeres mapuche en resistencia. La periodista recogió los relatos de Griselda Calhueque, las hermanas Gricel y Nora Ñancul, Ada Huentecol, Vania Queipul, Onésima Lienqueo, Millaray Huichalaf y Emilia “Bau” Herrera Obrecht, para visibilizar a quienes han estado siempre presentes en la lucha mapuche, pero que han preferido no tomar protagonismo, ya que, según ella, asumen que “la lucha es colectiva”. El Desconcierto conversó con Carolina Rojas Neculhual, quien detalló cómo fue el viaje para adentrarse en esta obra, el escenario para el periodismo independiente en el Chile actual, su experiencia fundando La Otra diaria, y cómo ha vivido su propio proceso identitario como mujer mapuche criada en la ciudad, y distanciada de esa parte de su vida.

-Háblame del título, “Corazón de Weichan”, ¿Qué motivó ese nombre?

Pasamos entre muchos nombres, pero principalmente este parte de un encuentro en Temucuicui, donde en un momento escuché a la abogada Manuela Royo referirse a las ñañas, y la invisibilización que existe muchas veces de su lucha, donde resistir es su única verdad. Muchas de las lamgen, cuando sus maridos son apresados, son las víctimas desconocidas de la relación que existe en el Wallmapu. Ellas son las que juntan el dinero para pagar los abogados, las que llevan la comida a los presos, las que se organizan. Desde ahí, desde ese amor en resistencia, me parecía que era importante combinar una palabra en mapuzungun y una palabra en castellano. “Corazón de Weichan”. Weichan es lucha, y allá la lucha no es una elección, es la única forma de vida.

-¿Cuándo decidiste embarcarte en la escritura de este libro?

La historia es súper larga. Llevo investigando sobre comunidades en resistencia hace mucho tiempo, particularmente siempre me centré mucho en Temucuicui, tras el asesinato de Camilo Catrillanca. Muchas veces investigué sobre la infancia, este daño “colateral” que es súper invisible. La represión afecta mucho a niñas, niños y mujeres. Por eso también me interesó entrevistar a Onésima Lienqueo que es la defensora de la infancia mapuche. También esto partió cuando muy generosamente el historiador y académico Martín Correa me dijo que tenía que escribir sobre mujeres mapuche. Yo hablaba muy poco de mi situación como mujer mapuche, porque me parecía que desde mi privilegio era casi como una apropiación cultural, pero llevaba 10 años investigando y tenía todos estos retratos íntimos de muchas mujeres, pese a que ellas son bien reticentes a hablar de sí mismas, porque su lucha es colectiva. Ellas tienen un protagonismo muy grande dentro de sus comunidades, y eso se ha invisibilizado. De ahí surge esta idea de escribir de ellas, de visibilizarlas. Pese a que hay mucha investigación académica al respecto, me faltaba una crónica de ellas.

Ser mapuche, ser feminista y ser antirracista

-Escribes acerca de una distancia, sentimiento de orfandad, de tu madre con su familia, vinculándolo de cierta forma a tu propia distancia con tu origen mapuche. ¿Escribir este libro te ayudó a sanar esa desconexión?

Sí. Creo que siempre hay una generación que habla, que sana una herida transgeneracional. En mi caso creo que quise ser honesta desde el lugar en que escribo, me parece que eso es un gesto político. Con total honestidad, siempre he comentado —como dicen otras periodistas y feministas— que la objetividad masculina se nombró a sí misma como objetividad. Para mí es súper importante hablar desde lo que a mí me parecía importante, y no hablar por ellas. Yo soy feminista, me interesa el feminismo antirracista, y creo que, tal como manifiesto en el libro, hablar de feminismo blanco igual me parecía colonialista, cuando las lamgen la primera opresión que sufren es por el racismo. Desde ahí hubo todo un aprendizaje. Aprendí de sus saberes, entendiendo también por qué una escribe lo que escribe, y los intereses que tiene, que van más allá y son más profundos. Como dice la lamgen Griselda Calhueque, “la sangre tira”. Yo creo que uno no puede hablar sobre cómo se vive en otros territorios y en ciertos cuerpos. Creo que uno no puede hablar por ellas. Por eso también soy honesta al decir que mi situación de mujer mapuche de ciudad, de mestiza, es muy privilegiada. Es colateral lo que yo vivencio, pese a que igual he vivido situaciones de racismo, respecto del sufrimiento que viven ellas. Como me reconozco como feminista, para mí era muy importante entender que ellas promueven un concepto de igualdad; ellas creen en la dualidad entre hombres y mujeres, pero también no dejar sus luchas fuera. Ellas luchan por la lengua, por la cultura, por la defensa de la naturaleza, y también creo que era importante visibilizarla desde lo que yo veía en estos 10 años, cómo ellas son el sustento de sus hijos cuando se quedan solas. A pesar que es muy lejano para mí, en términos que yo valoraba mucho lo que hacían, también lo veía en mi propia familia, en tías que dejé de ver, es una vida de mucha fuerza y valentía, una vida que se vive con mucha dignidad. Ahí empecé a entender muchas cosas de mi propia familia y de mi propio proceso identitario.

-El caso de Emilia Bau, joven trans que fue baleada en Panguipulli, cierra “Corazón de Weichan”. ¿Cómo fue la experiencia de relatar un caso tan reciente?

Tenía muchas ganas de relatarlo porque no estaba presente en la historia al inicio del libro, y en todo este planteamiento de interseccionalidad que hay, que es esta definición que ciertos elementos sociales, culturales y de clase están relacionados, y en ese sentido cuando empiezo a hablar con las lamgen sale mucho el caso de Macarena Valdés o de Emilia Bau. Ella se transformó en un referente, ahí hay sororidad. Me pareció súper importante relevar esta historia, porque principalmente, hablando con la abogada Karina Riquelme, es una nueva forma de violencia. Si bien tú puedes ver, más hacia el sur, una violencia que tiene que ver con los proyectos inmobiliarios, y esta especie de sicariato que ha salido, no solo en este caso, sino en otros más recientes, me parecía muy importante la búsqueda identitaria de Emilia; una chica trans que se va interesando por la cultura mapuche, por los saberes, también feminista.

Cuando ella está a punto de irse a vivir a la comunidad es víctima. Eso es súper elocuente de lo que se vivencia allá, y justamente es conocido porque ella tiene familia allá. Eso me llamó mucho la atención, pero también cómo se construía el proceso de ella en la búsqueda de su identidad, cómo es acogida en la comunidad, y también toda esta lucha que tiene que ver con la defensa de los territorios y de la vida en la ruralidad, la violencia con la que habitan esos lugares. El caso de Emilia es muy representativo de la violencia brutal que se vive desde este capitalismo que es tan voraz. Yo había recibido la carpeta de investigación, había tomado contacto con su madre, Denise Obrecht, y habíamos tenido la posibilidad de conversar harto sobre el tema. Además, me preocupaba este retrato que hay, quería profundizar, centrarme en sus vidas a fondo, no quedarme en las noticias o con lo que salía en la prensa hegemónica. Muchas veces se construyen historias dejando de lado a quiénes se quedan acá. Desde el feminismo también me interesaba cómo estaba su mamá respecto de un asesinato que ocurre de forma tan violenta, de este sicariato.

-Este es tu segundo libro, ¿Qué tan distinto fue el proceso de escribir esta obra, versus “Abandonados”?

Creo que son parecidos respecto de la criminalización a ciertos grupos que han sido vulnerados históricamente en Chile, la infancia invisible, la infancia pobre, la que no le importa a nadie. Por otro lado, no fue tan distinto en lo que yo quería como libro, como resultado, en términos de bucear en las historias a partir de la crónica, que es lo que me interesa. Siempre me ha gustado entender cómo se habita en ciertos territorios y espacios sin hablar por ellos. Esta frase de “darle voz a los sin voz” me parece sumamente clasista, entonces siempre he querido que mis entrevistados hablen por sí mismos y ocupen un lugar protagónico dentro de los libros. Hace mucho tiempo venimos hablando de lo que pasó con la machi Millaray Huichalaf, de lo que ha pasado con la machi Francisca Linconao, de lo que pasó con la lamgen Lorenza Cayuhan, o con Macarena Valdés, que nos preocupan hace mucho tiempo. Yo quería hablar con las lamgen desde la profundidad, y de habitar esos espacios por harto rato. Viajé cuatro veces a Wallmapu, había viajado muchas veces antes en esos 10 años, pero sentía que en la historia, las mujeres mapuche en general figuraban como lideresas; ellas están muy presentes en lo político, y muchas de esas voces son desconocidas, aunque siempre han formado parte de los procesos políticos y sociales de sus comunidades. Me pasó que la machi Millaray Huichalaf fue la historia que más me costó abordar, porque ella dice “mi lucha es colectiva, y no me gusta hablar de mí, porque yo soy la defensa del río Pilmaiquén, soy la historia de mi comunidad”. Ahí, en términos de los capítulos, quedó el rostro y la historia también, porque sus propios procesos emocionales eran algo que me importaba rescatar.

La Otra diaria

-También eres la fundadora y directora de La Otra diaria. ¿Qué te impulsó a formar este proyecto?

Soy parte de la Red de Periodistas Feministas hace un tiempo, y la verdad es que siempre me interesó mucho lo que se hacía hacia afuera, respecto de cómo escribir. Soy colaboradora de Cosecha Roja, Revista Anfibia, siempre miraba hacia afuera cómo se abordan ciertos temas respecto de la violencia hacia la mujer. Salimos un 8 de marzo, y también me interesaba empezar a visibilizar más a las mujeres, porque sentía que siempre acá en Chile quedaban como en el ámbito de la víctima. Por eso en La Otra diaria cubrimos mucho el tema de las mujeres mapuche, hacemos muchas columnas escritas solo por mujeres y disidencias, y además tenemos embajadoras que están siempre enseñándonos sobre las cosas que tenemos que aprender —el feminismo está constantemente en deconstrucción—, porque algunas veces los periodistas creemos que estamos haciendo las cosas bien y hablamos de los cuerpos y vidas de otros. Por eso me interesaba que las columnas fueran mujeres y disidencias, para no hablar por ellas, entendiendo que somos puras mujeres cisgénero y no podemos hablar por otras mujeres, o mujeres trans. Desde afuera miraba eso, me interesaba mucho el proyecto de Cosecha Roja. Nosotras somos como ahijadas de Cosecha Roja. En ese sentido, la respuesta de la audiencia fue súper buena, y ahí nos dimos cuenta que hacía falta un medio feminista. Hay otras compañeras que también tienen sus proyectos, evidentemente, pero nosotras también estábamos tratando de impulsar harto la investigación periodística. Trabajo en general con mujeres jóvenes, de las que aprendo mucho también, y son mujeres muy conocidas en lo que hacen, entonces ha sido una experiencia súper bonita, donde he aprendido bastante del proceso. Así nace, nosotras nos fuimos de un proyecto digital fallido, con algunas periodistas, y decidimos formar otro medio donde pudiéramos escribir las notas que escribimos anteriormente en otros medios.

-¿Cómo dirías que es la vivencia de encabezar un medio independiente con perspectiva de género, en el Chile actual?

Creo que es muy necesario, creo que el periodismo feminista está adquiriendo mucha relevancia, no solo en Chile sino en toda Latinoamérica. Ya no es hora de los lobos solitarios, sino de un periodismo que reúna distintas voces, del periodismo colaborativo. Además tenemos contextos que son muy parecidos, el estallido de Chile, el estallido de Colombia —donde hubo mucha violencia sexual a compañeras latinoamericanas—, la lucha por el aborto… son cosas que nos unen. Eso lo hemos entendido muchas compañeras. He sido becaria varios años de la Fundación Gabo y esas amistades quedaron por siempre, entonces desde ahí se ha ido pensando… El oficio nos delata, cada vez que me reúno a conversar con amigas terminamos elaborando algún proyecto. Ahora estamos en un proyecto con Alharaca, que vamos a sacar pronto, que son de compañeras de El Salvador. Así de repente estamos haciendo cosas con Cosecha Roja, con Cerosetenta u otros medios feministas.

-Justamente te quería preguntar si tienes algún nuevo proyecto en mente…

Estamos con el proyecto con Alharaca, pero no puedo adelantar mucho. Es sobre feminismo, evidentemente, y ahí participan medios de El Salvador, México y Chile. Creo que también está Uruguay y Argentina en veremos. Así que nada, estamos muy contentas, sobreviviendo evidentemente como lo hacen todos los medios digitales hoy en Chile, que no es fácil, pero la verdad es que a nosotras nos motivan nuestros seguidores, la audiencia que tiene una respuesta muy positiva, principalmente a los reportajes de investigación. Son súper largos y mucha gente nos dice que debiéramos agilizar más la home, pero los reportajes de investigación son los más leídos. En medio de la desinformación que hemos visto desde el estallido hasta ahora, y que vimos durante el proceso constituyente, creo que los medios, y sobre todo los medios feministas, se han convertido en una apuesta. Estamos bastante esperanzadas en seguir manteniendo esta audiencia cautiva que hay, esperemos, y a seguir creciendo.

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