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Andrés Zaldívar: «Hay que retornar al espíritu de los tiempos de la Concertación»

Por: Joaquín Castro Mauro | Publicado: 10.12.2022
Andrés Zaldívar: «Hay que retornar al espíritu de los tiempos de la Concertación» Andrés Zaldívar | Foto: Agencia UNO
En sus memorias, el exsenador revisa las decisiones que tomó en el pasado. En diálogo con El Desconcierto, reconoce que su posición frente al Golpe fue «un error», pero defiende el legado de la transición y llama a retomar la política de los acuerdos. Sobre la crisis de su partido es tajante: «Yo voy a quedarme en la DC, aunque sea el último».

En plena década de los 50, Andrés Zaldívar Larraín (86) era un lozano dirigente socialcristiano que se había titulado recientemente de abogado y que bregaba por un nuevo referente político. Así se volvió en uno de los más jóvenes protagonistas de la fundación de la Democracia Cristiana hace exactamente 65 años.

Pocos años después, Eduardo Frei Montalva gana la Presidencia de la República «con una mayoría absoluta, abrumadora, con un programa de reformas profundas. En parte por la votación de la derecha que estaba atemorizada con la posibilidad de un gobierno de izquierda. Pero cuando la derecha ofrece darle su apoyo, Frei les dice que él no va a modificar ni por un millón de votos los cambios fundamentales de su programa».

«Cuando ganamos, me fui a despedir de él. Le dije: Don Eduardo, yo seguiré colaborando con usted, pero desde el ejercicio de mi profesión. Pero él vino y me dijo: Mire, yo le quiero pedir que usted se integre a mi gobierno y me propuso que trabaje en La Moneda en lo que hoy se llama segundo piso», recuerda.

Bajo esa administración, Zaldívar fue nombrado subsecretario con solo 27 años. Tres años después, se convirtió en el ministro más joven del gabinete de Frei al asumir la cartera de Economía primero, y la de Hacienda después.

Portada libro Andrés Zaldívar

Así comienza una vida pública de más de medio siglo que quedó resumida en sus memorias: «El Chile que he vivido» (Catalonia, 2022). En ellas, el exsenador y exministro hace una revisión de su pasado, incluida su posición frente al Golpe de Estado.

«La inmensa mayoría de este país estaba convencido que el Golpe venía por la situación que había de violencia, movilización callejera, la inflación desatada, la situación de inestabilidad, la falta de respaldo de Allende de su propia coalición, el desabastecimiento, el mercado negro, la desestabilización que se estaba haciendo desde Estados Unidos, de Kissinger y Nixon, para sacar al Presidente del gobierno, no querían tener otra Cuba como ocurrió con Fidel Castro», enumera Zaldívar.

– ¿Hay alguna autocrítica por la postura que tuvo en 1973?

Nosotros no apoyamos ni aprobamos el Golpe. Incluso propusimos días antes la posibilidad de hacer un plebiscito. Después supimos, por la información que nos entregó Carlos Briones, que era ministro del Interior en ese momento, que Allende iba a anunciar el plebiscito el día martes. Y Pinochet el día antes le había dado plena seguridad a Allende que no había ningún riesgo de intervención militar.

Cuando se produjo el Golpe, nosotros cometimos un error. Hubo dos posiciones dentro del partido, una fue encabezada por Frei y Aylwin, yo participé en ese grupo, en el que reconocimos que el Golpe era inevitable. Pensábamos que las Fuerzas Armadas iban a restituir el poder a la gente en un período corto de tiempo, e iban a llamar a elecciones. Mientras que otro grupo rechazó y condenó el Golpe sin ninguna muestra de confianza hacia lo que había hecho el mundo militar. Ese grupo, que se hicieron llamar los 13, tuvo la razón. Nosotros fuimos más ingenuos, cometimos un error.

«Frei Montalva cometió un acto de ingenuidad»

– ¿Cómo definiría el rol de la DC en dictadura?

La relación entre nuestros camaradas, el grupo de los 13 y la dirección oficial del partido, se mantuvo estrecha. Hubo polémica, discusión y diferencias, pero no hubo división. Todo el partido se estructuró en un bloque crítico del gobierno, denunciando a la dictadura por los temas de derechos humanos y respaldando a la Iglesia en la labor de la Vicaría de la Solidaridad.

En parte importante, encabezamos la lucha contra la dictadura, puesto que la gente de la Unidad Popular había sido eliminada físicamente. El régimen se declaró en guerra contra ese mundo, muchos murieron o desaparecieron y varios miles terminaron en el exilio. Eso nos llevó a nosotros a rellenar ese vacío y mantener relaciones en la clandestinidad con muchos de ellos. Terminamos buscando un entendimiento con el mundo del socialismo democrático, incluso con sectores liberales que estuvieron con el gobierno militar.

– ¿Cómo se podía mantener la política viva en esos años? 

En el mundo demócrata cristiano y socialdemócrata en Europa nos abrieron espacios y nos permitieron hacer en Chile una política semi-clandestina. La DC no fue ilegalizada hasta el año 76. Previamente, nos permitieron solo la administración del patrimonio del partido.

Yo terminé en el exilio, aunque mucha gente nuestra se quedó en Chile. A Frei le costó su vida, yo estoy convencido que lo mataron. No me cabe la menor duda.

– En el libro usted relata que le advirtió de esta situación…

Don Eduardo pasó un día por Madrid, nos juntamos y me comentó que tenía una hernia en el esófago, y que se iba a operar. Yo me acuerdo después de haberlo llamado por teléfono para decirle que no se operara en Chile y que lo hiciera en el extranjero. Yo estaba disponible, había hablado con dirigentes nuestros italianos y alemanes, para que pudiera trasladarse a Estados Unidos o Europa.

Y ahí él me dice: «Mire, me voy a operar en Chile, tengo mucha confianza en quien me va a operar, que es un primo tuyo, que es el mejor especialista en la materia». Yo le dije que estaba expuesto a cualquier brutalidad allá, pero él no quería molestar. Siempre fue un hombre muy modesto. Yo estuve convencido que algo iba a pasar, y sucedió. Bastaba con que un artículo infectado se lo pasaran al médico y se produjera un cuadro.

– ¿Qué razones cree que tenía la dictadura para asesinar a Frei Montalva?

Después del discurso en el Teatro Caupolicán el año 80, Frei era el gran opositor. Por eso creo que el autor intelectual fue el régimen de Pinochet. Manuel Contreras y la DINA hicieron operaciones sucias en todo sentido. Para ellos era muy importante eliminar a Frei y sacarlo de cuadro.

No nos olvidemos que el gobierno de Pinochet estaba en caída libre, con una crisis financiera inmensa el año 82. Había un desprestigio tremendo, una sensación de repudio muy grande, que solo se contenía por la fuerza y al represión.

Yo creo que don Eduardo cometió un acto de ingenuidad, y la consecuencia fue pagar con su vida. Lo digo en el libro, después del plebiscito del año 80, Pinochet hizo un discurso en el Club de la Unión donde amenaza derechamente a tres personas: Eduardo Frei, que murió el año 82; Tucapel Jiménez, que murió poco tiempo después; y yo era el tercero. Creo que me salvé porque estaba en el exilio.

Andrés Zaldívar junto a Ricardo Lagos en lanzamiento de sus memorias

Andrés Zaldívar junto a Ricardo Lagos en el lanzamiento de sus memorias. Foto: Agencia UNO

«Lo que se hizo era lo que podía hacerse»

– ¿Cómo considera que se llevó a cabo la transición? ¿Se pudo haber hecho algo más?

Tomo las palabras del Presidente Boric, lo que dijo cuando se inauguró el monumento de Patricio Aylwin: Era lo que podía hacerse para hacer el tránsito a la democracia. Cuando Aylwin asume su gobierno, la estabilidad democrática era muy débil. Pinochet tenía pleno respaldo de las Fuerzas Armadas.

– ¿Fue la Constitución la principal deuda de los gobiernos de la Concertación?

Lo que se hizo era lo que podía hacerse. Primero, hubo una negociación con el mundo de la derecha encabezada por Onofre Jarpa. Fueron 54 reformas que se sometieron a un plebiscito legítimamente llamado, con una gran participación ciudadana.

Sin embargo, se mantuvo presente, y se hizo ver en los gobiernos de Aylwin, Frei y Lagos, que la Constitución adolecía de enclaves autoritarios. Solo se logró modificar la Constitución en forma sustancial el año 2005. Yo era presidente del Senado cuando empezaron las negociaciones y tuve que encabezarlas. Ahí se sacaron los enclaves autoritarios, salvo el sistema binominal.

Pero se eliminó, por ejemplo, el Consejo de Seguridad Nacional, que era un elemento determinante, donde las Fuerzas Armadas tenían mayoría para dar cualquier golpe de fuerza. Lo intentaron sobre todo cuando Pinochet estaba en Londres detenido, tuvimos situaciones muy tensas. Cuando se modifica el Cosena, los comandantes en jefe quedan sujetos al poder civil.

Pese a ello, siempre consideramos que era necesario buscar, en el tiempo largo, una nueva Constitución, que es en lo que estamos ahora.

– ¿Cómo interpreta la crítica que se hace a los 30 años?

El Presidente Boric, cuando inaugura el monumento de Aylwin, hizo un reconocimiento histórico diciendo que él cree que fue el gran hombre de la transición y hoy día estamos viviendo en democracia gracias al proceso de los gobiernos de la Concertación. Junto a las reformas políticas, hubo reformas sociales, éxito económico, desarrollo, se eliminó la pobreza.

Creo que la historia va a demostrar, y lo está demostrando, que la Concertación sentó las bases de una democracia sólida. Hoy día el país no es el mismo que se recibió después de la dictadura. Pudo haber errores, pero hay democracia y hay libertad.

Este es un país que tiene capacidad de salir adelante, y va a seguir teniéndola siempre que terminemos con algo que nos está destruyendo, que es la dispersión política y la disgregación de los partidos. Hay que entender de una vez por todas que la democracia necesita partidos fuertes. No lo que está sucediendo hoy día, que hay más de 20 partidos y terminan haciendo imposible el gobierno de cualquier signo político.

Ojalá las nuevas generaciones, que no vivieron los gobiernos de la Concertación, asuman la experiencia como lo ha hecho el propio Boric.

Andrés Zaldívar encabeza reunión de bancada de senadores DC

Andrés Zaldívar encabeza reunión de bancada de senadores DC, año 2012. Foto: Agencia UNO

«El arte de la política es precisamente lograr acuerdos»

– En esos años, usted tuvo cierta «rivalidad» con Ricardo Lagos. El año 89 usted le ganó el cupo senatorial, y después él le ganó las primarias presidenciales…

Pero todo eso fue una cosa dentro del juego democrático. Yo le gané estrechamente a Ricardo Lagos, pero nosotros estábamos convencidos de que era posible lograr el 67% de la votación y que saliéramos electos los dos. Sin embargo, salió elegido Jaime Guzmán, que sacó un 20%. Nos faltó medio punto para tener dos senadores en la Región Metropolitana, y derrotar el sistema binominal.

Diez años después, en una justa democrática como una primaria, con todos los resguardos de seriedad, Ricardo Lagos me ganó ampliamente. Y esa misma noche, yo estaba en su comando apoyándolo.

– En su libro dice que, tras los gobiernos de Frei y Aylwin, se inicia un nuevo ciclo político, y destaca que se producen escándalos, entran los medios y hay sensacionalismo. ¿Comenzó ahí la «degradación de la política» que menciona?

No, yo creo que viene más tarde. Por ahí por el año 2010, cuando se produce la alternancia en el poder, con Sebastián Piñera. Fue un hecho muy negativo que la Concertación no pudiera proyectarse más allá del primer gobierno de la expresidenta Bachelet.

Deberíamos haber ganado, y no ganamos por errores de mucha torpeza. Frei perdió apenas en la segunda vuelta porque hubo gente de nuestro sector que se desligó de la campaña. Hubo otros candidatos, como Jorge Arrate o Marco Enríquez-Ominami, y eso generó dispersión de votos, lo que favoreció a la derecha.

– ¿Por qué cree que la política se comienza a degradar desde ahí?

Porque después viene el tema del financiamiento ilegal de la política. Ese tema se había intentado solucionar en el gobierno de Ricardo Lagos, en el acuerdo Longueira-Insulza, donde se estableció un sistema de financiamiento público. Pero se empezó a criticar por los aportes reservados, que era una manera de financiar la política con gente del mundo empresarial. Eso trajo consigo un financiamiento negro que terminó destruyendo la política.

Junto con ello, hubo falta de disciplina partidaria y se comienzan a desintegrar los partidos. Hoy estamos ante un cuadro más dramático, hay 20 partidos políticos, cada parlamentario hace lo que estima conveniente desde su perspectiva. No acompañan a su gobierno, como le ocurre al Presidente Boric, donde hay gente de su propia alianza que no lo acompaña y tiene que estar apoyándose en la votación de la oposición.

– ¿Cuál es su diagnóstico del gobierno? 

Estamos con problemas gravísimos. La gente se siente atemorizada, no vive tranquila en su barrio. Inseguridad, inflación, la cesantía que va a ser mayor en los próximos años. Después está toda la dispersión interna, con un problema constitucional no resuelto y un gobierno sin mayoría. El país está en una situación muy compleja.

Yo creo que hay que retornar al espíritu que se fundó en los tiempos de la Concertación, de la búsqueda de los acuerdos y los entendimientos. Eso no es renunciar a lo que uno cree, sino hacer todo lo que sea posible. No es quedarse conforme, sino que hacer el esfuerzo.

Además, este es un gobierno que tiene dos almas, una que representa el Presidente Boric de buscar entendimientos sin renunciar a lo que cree, y otra gente que dice que hay que apurar el tranco pase lo que pase, sin hacerle caso a la oposición. Yo espero que se abra el camino.

– ¿Falta lealtad en la política actual?

Uno siempre tiene que ser leal con sus ideas, pero también tiene que darse cuenta que las ideas de uno pueden hacerse eficientes si logran adhesión y apoyo de otros que muchas veces piensan distinto. El arte de la política es precisamente eso, lograr acuerdos que van más allá de lo que uno quisiera.

Hay que aceptar la discrepancia. En los tiempos de Allende, la descalificación entre el gobierno y la oposición era brutal, y terminamos en una crisis frontal y gravísima. Y ahora estamos usando un lenguaje agresivo, que el que piensa distinto se considera un enemigo.

Yo por lo menos aprendí que la amistad cívica es fundamental. Y eso significa respetar al que piensa distinto, no considerarlo un enemigo, sino que un adversario. Aquí en Chile debemos retomar ese ánimo democrático, ese espíritu republicano, que está en todos, no solo en un sector.

Andrés Zaldívar en Junta Nacional DC

Andrés Zaldívar en Junta Nacional DC, año 2017. Foto: Agencia UNO

«Yo voy a quedarme en la DC, aunque sea el último»

– ¿Cómo ve el actual momento de la Democracia Cristiana ante el éxodo de militantes históricos?

Estamos en una crisis que seguramente es más grave que otros partidos, por historia y potencial. Esa crisis hay que abordarla, pero yo le he recordado a la gente que se ha ido, que son mis amigos, que cuando a uno se le está incendiando la casa, uno hace todo el esfuerzo por salvarla, pero no se va de la casa.

Cuando uno está en un partido, tiene que salvar esas diferencias, porque terminan fortaleciendo al partido una vez que se erradican.

– ¿Cómo explica esta fuga militantes?

Yo he escuchado a varios. Unos van a crear partidos, otros se incorporan a Amarillos, otros se van a mantener independientes. Pero todos ellos tienen en el fondo el espíritu de la Democracia Cristiana y pueden reencontrarse con ella. La DC es casi una cosa de tipo cultural. No quiere decir que no pueda llegar el ocaso, porque sí puede llegar si no sabemos afrontar la crisis.

Pero yo les he recordado que se fue el MAPU, que fue una escisión más fuerte que la de hoy día, con dirigentes de primer nivel. ¿Y en qué terminó el MAPU? Después se fue la Izquierda Cristiana, que se llevó gente de gran calidad, muy valiosa, como Luis Maira o Juan Bosco Parra. Nos provocaron un efecto negativo muy crítico. ¿Y en qué quedó?

– ¿Hay futuro para la DC?

Yo tengo fe en la Democracia Cristiana y creo que somos capaces de persistir en nuestro proyecto político. Podemos salir adelante. Tenemos más alcaldes y concejales que todos los partidos de Chile. Habrá que renovar los espacios que han dejado los que se fueron, que creo que están cometiendo un error. Yo por lo menos me voy a quedar aquí, aunque sea el último.

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