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Sociólogo Manuel Canales: “Estamos en un momento de desfundación neoliberal”

Por: Claudio Pizarro | Publicado: 01.05.2023
Sociólogo Manuel Canales: “Estamos en un momento de desfundación neoliberal” |
La irrupción de los derechos económicos y sociales, según el académico de la Universidad de Chile, ha instalado un debate que ha puesto en tela de juicio el modelo neoliberal. Son estas demandas las que deberían incorporarse en el nuevo proceso constituyente y que vendrían a poner el acento en algo que la transición nunca se hizo cargo: el fenómeno de la desigualdad. “En esa perspectiva se pone en juego el balance trabajo-salario-capital”, explica.

El doctor en sociología de la Universidad Complutense, Manuel Canales, ha estado presente en el debate sobre el destino de las demandas sociales post estallido y su eventual incorporación en el nuevo proyecto constitucional, a partir de los derechos socio-económicos. Entre medio, ha escrito ensayos y libros.

Una etapa de al menos tres años que le ha permitido reflexionar sobre Octubre, sus razones y sentidos, asumiendo que no tuvo “organización, ni proyecto político, ni ideología”. Su sostenimiento, admite, se fundaría en un sentimiento colectivo “vinculado a la vida cotidiana popular en tiempos neoliberales”.

¿Por eso pasamos desde un actor extrainstitucional, como el movimiento social de octubre, a retomar la lógica del poder capturado por las élites?

No es tan contradictorio que el proceso posterior a Octubre no tenga a los octubristas como sus protagonistas. Esto no significa que no se haya levantado una posibilidad de actor, aunque nunca hubo un actor propiamente tal. Por eso a mí no me sorprende que la dirección del proceso ahora la tomen otros distintos. Lo que cabe preguntar entonces es si esos actores, en todas sus travesías y travesuras, responden o no a la demanda de Octubre. Y si acaso pueden entender lo que está ocurriendo, como forma de entender la deuda social que codifica Octubre.

-Y que en un momento se asimiló como refundación.  

Refundación no hay. Pero reproducción de una normalidad y retorno al orden, en ese ir y venir de Bachelet-Piñera, en un pimponeo sin camino ni norte. Un esquema que se reproducía pero estaba en una crisis continua.  Yo diría entonces que estamos en un momento de desfundación o desfonde neoliberal de lo que fue fundado como tal. Porque José Piñera lo que hizo fue fundar una sociedad.  Hoy día se espantan con la palabra fundación, pero el mérito de esa capacidad, de esa clase, fue dirigir esta sociedad. Con trompeta y  con metralleta, pero con un proyecto que no era sólo meter susto. Traían una propuesta de sociedad que apuntaba a las raíces mismas de la vida cotidiana.

-¿Octubre fue el inicio de ese desfonde, entonces?

No, Octubre es el momento en que ese desfonde se hace realidad. Se hace incuestionable. Es cuando ya la cuestión social del neoliberalismo -o la nueva cuestión social chilena-, se hace un incuestionable, un dato de la realidad, una deuda, a la que el sistema político sí o sí debe responder. Y eso no existía. Antes era el malestar, como un excedente subjetivo. Evanescencias psicosociales que empañaban la prosperidad, pero no más que eso. Hoy día es un código real. Por eso es que uno puede entender todo lo que está pasando, o lo central, separando al menos dos temas centrales de la discusión constituyente que hemos visto aparecer, la que te llega como ecos de ecos.  La cuestión del Estado Social y los derechos económicos sociales.

-Y hoy con un énfasis también fuerte en seguridad.

Es la segunda voz, porque el énfasis en seguridad tiene que ver con el extra constituyente.  O sea, con la vida cotidiana, con la noticia, con el matinal. Es muy interesante que la derecha, en su titubeo, intente introducir el derecho a la seguridad como un equivalente paralelo a los derechos económicos sociales. La señora Hutt, en su panfleto propagandístico, habla de la seguridad para vivir. La seguridad para emprender. La seguridad en salud. Fíjate cómo a la hora de hacer su planteamiento constitucional, apele al antiguo concepto del patrón del fundo. Y por eso que está en la Constitución el derecho a la mano dura.

-¿Qué tipo de nuevo orden emerge después del estallido o todavía no se vislumbra?

Después del estallido no ha emergido un nuevo orden. Yo veo a los actores tratando de responder a Octubre.  La derecha de Kast, por ejemplo, es la negación de Octubre. Para ellos fue una agresión, un ataque que no debió permitirse y que ojalá cese. Para ellos este proceso constituyente nunca debió haber empezado. O sea, la negación total de Octubre.  Pero para la clase dirigente quedarse con ese supuesto es muy atrevido porque tendrá que vivir eternamente en la guerra contra el mal. Y eso es Bukele.  No es una clase dirigente que quiere liderar un proyecto complejo de una sociedad como la nuestra.

-¿Y la otra derecha para dónde va?

Sabe que tiene que abrirse, de algún modo, a atisbos de nuevos fundamentos. Por eso es que es arriesgada la salida. Por eso está Juan Sutil en la constituyente.  Porque saben que están en juego cuestiones esenciales, como el Estado Social de Derecho que incluye derechos económicos y sociales. Y que en esa perspectiva se pone en juego el balance trabajo-salario-capital. Pues los derechos económicos sociales son derechos humanos, como todos los otros.  Pero al mismo tiempo, a diferencia de los otros, son intereses de clase.  Y todo eso debe salir de alguna parte. O lo pagan más en salario o lo pagan en impuesto. Y ahí tienes a Sutil hablando en esos códigos. Si no hubiera existido Octubre, no tendríamos esa partición en la derecha.  O respondes a la demanda o la niegas. La centro izquierda hace algo parecido.  Un sector dice sí, hay demanda -lo único aceptable de octubre-, y otra parte que no quiere también hace su distinción política.

-En cualquier caso, nadie al parecer ha estado a la altura de la aparición de octubre, como planteas en “El aguijón de octubre y la constitución de la deuda”.
Claro…¿Es posible, por ejemplo, una convivencia en una sociedad donde la masa de trabajo son jornaleros y la repartición de oportunidades se hace según pautas de linajes, etnias y colores?  Y, al mismo tiempo, todos jugando a ser individuos.  Yo digo que esa es una pregunta que no puede olvidarse.  Tiene sentido que los jóvenes sigan saliendo de cuarto medio en masa, siguiendo estudios superiores en carreras que sabemos los llevarán a un lugar que no hay.

-Eso que usted denomina los “destinos sacrificiales”,  como parte de una estructura de abuso, que termina determinando la vida de las personas.

Y ni siquiera como abuso, porque las generaciones anteriores como nuestros abuelos, por ejemplo, entendían la vida como un sacrificio. Porque así era concebida para la clase trabajadora desde la tradición religiosa. Y eso tenía un pago, una segunda vida, lo que no es poco. Ahora te dicen sacrifícate, aunque nunca llegues. Pero juega a que puedes, aunque el destino esté ya determinado.

-¿Cree que la consolidación de los derechos sociales y económicos en la nueva Constitución puede modificar esta situación? 

La consagración requiere palabra plena y clara. Acá tú verás cómo queda dicho, así a la pasada, y con 20 condicionantes más que restringen su alcance enunciativo. Lo que me parece impropio para la declaración de un derecho.  ¿Lo vas a declarar o no lo vas a declarar?  Estamos abiertos a un cambio que no para.  No hay regreso a la normalidad. Hay que reconstruir un pacto. Y en eso están.  Viendo si pueden o no ofrecer salud digna, salarios que no sean sacrificiales,  para que la gente pueda proyectarse y no sólo vivir al día.

-El problema de la desigualdad, como aseguras en el ensayo, comparándolo con el olvido de la izquierda durante toda la transición. Da la impresión que aún perdura ese temor de ser engañados nuevamente, ¿o no?

A mí el tema de la desigualdad me impacta porque todos sabemos que es el problema más antiguo de Chile, el más estructural y el más marcado. Y, sin embargo, para cualquier niño de los años 60 era obvio que la imagen del Chile que dolía eran las poblaciones callampas. Entonces todos entendíamos que había dos Chile y que había que suturar eso. Después, durante la transición, vino ese gran olvido. La izquierda nunca dijo pueblo en 20 años. Ricardo Lagos nunca dijo pueblo, Bachelet tampoco.

-Le llamaron gente…

Gente, pero ni siquiera gente trabajadora, el tema era olvidarse de la desigualdad. El asunto se resolvió a través de políticas sociales focales y políticas socioculturales progresivas. Pero la desigualdad socioeconómica, esa no se tocó. Paridad sí, pero lo socioeconómico no. Fue el gran pacto de la transición y de ese tema no hablamos.  Octubre nos hizo recordar que éramos dos Chile. Los que estaban en las marchas, el Chile popular, y los otros que eran la elite. Estaba todo claro y en la constituyente se volvió a fugar. Empezaron con una serie de ideologías en vez de hablar de la desigualdad, los derechos económicos-sociales, que al final quedaron para el último. Mi impresión es que la desigualdad, el asunto más grave, más antiguo y estructural de Chile, no está en la conversación.

-¿Cree que la clase dirigente va a ser capaz de canalizar estas demandas a través de los derechos socio-económicos?  

La clase dirigente no ha dicho una palabra respecto a cómo responder a la demanda de octubre. Yo hacía ver que hay un segmento que se hizo fuerte, precisamente, por negarse a hablar. Lo que es francamente arriesgado en cualquier proyecto de dirección de clase.  Y, hay otra parte, que se abre a hablar pero no tiene repertorio, ni proyecto, sólo sabe que tiene que ir a encontrarse con alguien de la centroizquierda para intentar formar un nuevo centro político que dirija esta sociedad.  En la Constitución del ’80 es muy importante la familia, los órganos intermedios y que el Estado sea chico. Los individuos son todo, la sociedad no existe.  Hoy día vamos a hablar de otros, de un Estado social y ellos saben que eso cambia la matriz del ethos.

-¿Y cree que se puede dar esa discusión, ese debate, entendiendo los bordes que se han instalado?

Lo interesante es que estos marcos no pudieron evitar dejar abierta la pregunta. Yo en 2005 escribía, a propósito de la lucha de los pingüinos, los temporeros y los contratistas que había aparecido un pueblo nuevo, que ya no habla ni lucha en nombre de la pobreza. Es un pueblo que habla en nombre de un derecho, de una dignidad. De ahí los derechos económico-sociales. No están pidiendo un beneficio, están pidiendo lo que merecen.  Ya no aceptan el beneficio para los pobres; lo sienten como una indignidad.  Y eso es extraordinario, porque eso es lo público. El que ya no está en una situación de pobreza, reivindica una dignidad que le quedan debiendo. Y esa es una deuda. Una deuda que el mismo esquema neoliberal crea en su éxito.

-¿Y qué piensas de las etapas en que se ha dividido este proceso constituyente, marcada por los expertos y un consejo determinado por los partidos?

Es una sobreinstitucionalización que, hasta en lo simbólico, viene a conjurar el pavor desinstitucionalizante de octubre. Uno puede leer toda esa rocambolesca forma de contener, como lo que no pudiera filtrarse o desbordarse en ningún sentido. Y es precisamente en los derechos económicos y sociales donde está el desborde que temen.  Al feminismo y a la ecología nunca le temieron.  ¿Se entiende?  Octubre en el fondo codificó la demanda. Esa es su fuerza.

-¿Hay esperanza, entonces?  

No, yo creo que la esperanza se la llevó la constituyente. Después de octubre hubo una suerte de disconformidad con esperanza.  En 2005 había una conformidad con desesperanza. En el 98 había un conformismo con malestar, pero en prosperidad.  Y en el 91, una suerte de conformismo con algo de esperanza, muy gradual. Yo creo que ahora estamos en una suerte de disconformidad impotente. Y, en ese sentido, hay como un hastío. Lo peor no es que los propios no estén representados, si no que los que están no saben cómo sacar esto adelante. La gente empieza a ver que ellos son parte del problema y lo único que esperan es que saquen el barco para adelante.

-¿Crees que el litio permitirá, en el fondo, cumplir con los derechos económico-sociales y garantizar la paz social? 

Me complica un poco porque no le tengo gran esperanza que eso genere complejidad productiva por sí misma.  Ni siquiera con la cadena de valor agregado, aunque pareciera que ahí hay temas interesantes que yo no manejo bien. Pero, por otra parte, la estrategia que propone el presidente Boric es hacerte sentir dueño del litio.  O sea, nuestro litio, como se dijo en su momento con el cobre, aunque somos dueños del salar y eso puede efectivamente poner muchos recursos que hoy no están. Y respecto a la paz social, harto le deben las clases dirigentes al cobre y al litio como estabilizadores del ánimo popular. Porque sin ello esto sería mucho más crudo; eso es claro. Sin embargo, creo que no cambian en lo esencial: ¿cómo alguien cree que una sociedad que está basada en trabajos de extractores de fruta va a tener contento a la segunda, tercera y cuarta generación de temporeros?

-¿Si no se logran consolidar estos derechos sociales y económicos crees que se vuelva a repetir una revuelta social?

No sé, pero sí creo que octubre queda como esa demanda impostergable. Acaso impagable, pero tampoco innegable. Y ahí estamos. Por eso a esta Constitución le llamo  la Constitución de la deuda. Porque la sociedad reconoce que está mal y, esa negación del principio neoliberal, es el reconocimiento incuestionable de la demanda popular. Por eso es que a nadie se le ocurre sacar eso.

-Has comentado que la posibilidad de Boric es construir el puente entre la demanda popular de octubre y el nuevo espacio público institucional.  ¿Qué piensas ahora tras un año de gobierno? 

Bueno, si uno mira cosas como las 40 horas o las propuestas de reforma progresiva en salud o en la AFP, creo que intenta acercarse a ello. Pero está absolutamente ahogado en la contingencia que le instala la cultura del peligro, porque la agudeza de ese discurso es que pretende ser el único tema del presente. Y en eso yo creo que el gobierno de Boric no ha tenido mucho margen. Pero creo que con nociones como la empresa nacional del litio, las 40 horas, la renta básica, la propuesta de reforma tributaria que se está conversando, empiezan ya a resonar, creo, en sintonía con los intereses populares. Creo que Boric ha mostrado flexibilidad en un campo muy acotado, administrando una crisis y siguiendo a flote con cierta altura…Hoy día no hay propuestas ni modelos, solo hay una demanda popular establecida. Las clases dirigentes son las que tienen que responder. El pueblo dijo en octubre esto es lo que quiero y quiere saber cuándo se ponen.

-¿Y si no responden?  

Si no responden, la deuda sigue acumulándose y puede generar las condiciones para que la cobren. Lo que está en juego es quién tiene una respuesta para las demandas económico-sociales. La pregunta es si logrará el nuevo espacio ganarse una legitimidad como orden nuevo, en que las personas alcancen cierta conformidad. Y yo eso es lo que veo pendiente.

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