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Suicidio en Chile y por qué hablar del tema salva vidas

Por: Felipe Avendaño | Publicado: 07.01.2024
Suicidio en Chile y por qué hablar del tema salva vidas Un abrazo contenedor puede ayudar | Agencia Uno
La conducta e ideación suicida es algo que ha existido siempre en la raza humana, sin embargo, en la sociedad chilena existen mitos y temores en los que se cree que hablar del tema puede contribuir al aumento de las muertes. Si bien hay una multiplicidad de causas y distintos factores de riesgo, estudios y expertos señalan que el objetivo de las personas que tienen conductas y pensamientos suicidas no es poner fin a su existencia, sino que terminar con su sufrimiento, muchas veces insoportable e invisible para los demás. De ahí la importancia de hablar, preguntar y acompañar sin subestimar el padecimiento del otro.

“El silencio mata, el preguntar no mata”, dice Paulina del Río sobre los prejuicios y temores que existen respecto a hablar del suicidio y lo crucial que es tocar el tema, más si se tiene la sospecha de que la persona que se tiene al frente puede tener intenciones de atentar contra su vida.

Paulina es la presidenta de la Fundación José Ignacio, una red de apoyo para personas que han perdido a un ser querido en estas circunstancias.

José Ignacio hijo de Paulina del Río

FOTO: «José Ignacio, hijo de Paulina del Río». Cedida a Felipe Avendaño.

El nombre de la organización es en memoria de su hijo, quien en 2005 y a la edad de 20 años se quitó la vida, hecho que significó un terremoto para Paulina y su familia. Tras años sumida en una profunda depresión, cruzada por la culpa y la recriminación, Paulina logró salir a flote gracias a terapias psicológicas y el apoyo de otras madres que habían vivido lo mismo.

Hoy trabaja incansablemente por ayudar a todo aquel que esté pasando por una situación similar, como también prestar apoyo, compañía y comprensión a quien esté pensando en partir.

“Lo empecé a tomar como el legado que dejó José Ignacio, que me ayudó a entender el problema, me ayudó a abrirme a otras personas que estaban sufriendo. Eso fue muy potente para ir saliendo de mi duelo”, dice en conversación con El Desconcierto.

El suicidio tiene múltiples causas y no hay una sola explicación. Lo que sí está claro es que las personas que atentan contra su vida, no es que quieran morir, sino que buscan terminar con su sufrimiento (físico o emocional) que se vuelve insoportable, donde la muerte se vislumbra como la única solución, tal como planteó Edwin Shneidman, considerado el padre de la suicidología moderna, quien propuso que el suicidio es producto del dolor psicológico.

“El suicidio es por definición un acto voluntario, es una muerte voluntaria. Es consciente y es deliberada”, explica Álvaro Jiménez, académico de la Universidad San Sebastián y parte del equipo de investigación del Núcleo Milenio para Mejorar la Salud Mental de Adolescentes y Jóvenes.

El profesional explica que el suicidio supone reflexividad, lenguaje. “Desde ese punto de vista, yo diría que el suicidio es un fenómeno humano. En tanto acto consciente, deliberado, reflexivo, que supone una experiencia de sufrimiento que es particular, distinta al dolor”.

Tasas de suicidio en Chile

En 2022 el Ministerio de Salud publicó el “Informe de Mortalidad por Suicidio en Chile: 2010-2019”, donde se observó una tasa de 11,17 por 100.000 habitantes de edad mayores a cinco años y una tasa estandarizada de 10,47 en el mismo periodo, siguiendo la tendencia mundial a la baja. De hecho, comparando el periodo 2010-2014 con el 2015- 2019, hubo una disminución del 7%.

El promedio de edad fue de 43 años; 44 años en el caso de los hombres y 40 años para las mujeres. Sin embargo, el grupo etario que presentó mayor cantidad de defunciones fue el que va entre los 25 a 29 años, seguido por el grupo entre los 20 a 24 años.

“Algo que hemos aprendido a lo largo de las últimas décadas de investigación es que no hay una causa. Sí hay distintos factores de riesgo, lo cuales se entrecruzan”, señala Jiménez.

“El factor de riesgo más importante es un intento de suicidio previo. Por eso a las personas que han intentado suicidarse es importante brindarles apoyo, acompañamiento, seguimiento. Están en mayor riesgo que la población general”, agrega el investigador.

Mientras que no hay una sola causa, tampoco debe verse como una problemática individual, sino que un tema social. En esa línea, en el año 2003 la Organización Mundial de la Salud (OMS) y las Naciones Unidas declararon el suicidio como un problema de salud pública.

“Hemos ido perdiendo el sentido de comunidad y también eso es lo que postulamos en la Fundación José Ignacio. Tenemos que reconstruir la comunidad”, dice Paulina del Río.

“No tenemos dónde dejarnos caer. Estamos muy solos. El mal de hoy probablemente es la soledad. Incluso rodeados de gente estamos solos. Es un sentimiento interno”, agrega. Del Río cita a Humberto Maturana quien decía que “hay que ver al otro como un legítimo otro”, validar su dolor sin subestimarlo. Intentar comprender su sufrimiento interno, el padecimiento que lo puede llevar a la ideación suicida.

“Tenemos que aprender a estar más que a qué decir. No hay ninguna forma en la que tú me puedas aterrizar y que yo quiera dejar de morir con lo que tú me puedas decir”, explica Francisco, quien intentó terminar con su vida en dos ocasiones y que muchas veces se sintió subestimado e incomprendido respecto a su padecimiento.

La última vez que intentó quitarse la vida fue en enero de 2013, después de las fiestas de fin de año y a tres meses del fallecimiento de su madre. Francisco, en ese entonces de 22 años, tuvo que hacerse cargo de sus seis hermanos menores, arrastrando además una profunda depresión a raíz de la inestabilidad y violencia al interior de su familia que, sumado a otros factores que influyeron en que su salud mental se deteriorara.

Como ocurre en la mayoría de las veces, Francisco intentó atentar contra su vida cuando no había ningún familiar cerca. “Sólo pensaba ‘al fin, al fin dejo de sentir, al fin ya no voy a sentir nada´’. Yo sentía paz, mucha tranquilidad”, explica cuando tomó la decisión.

Afortunadamente fue encontrado por su familia, quienes inmediatamente lo trasladaron al hospital. Al despertar, sintió mucha rabia, ya que le habían quitado ese momento de paz donde por fin había dejado de sufrir.

“Lo único que te voy a asegurar es que en cuanto salga de aquí lo único que voy a hacer es intentarlo hasta que me resulte”, le dijo furioso a la enfermera que tenía al lado cuando despertó y que le preguntó, sin mucho tino, si es que iba a intentar de nuevo terminar con su vida. Su reacción hizo que lo internaran en un hospital psiquiátrico, sin embargo, su idea suicida seguía en su mente. Eso hasta que se cruzó con Paulina del Río.

“Al final lo que Paulina hizo fue estar. Eso me llamaba cada vez más la atención. Estar al lado de una persona que me escuchaba y me hacía sentir entendido y que no me daba ningún juicio. Me contó su historia, me contó de su hijo, me contó de ella”, recuerda Francisco.

Suicidio en la tercera edad

El estudio “Las Personas Mayores en Chile: Resultados Preliminares de la Aplicación del Protocolo Armonizado de Evaluación Cognitiva”, publicado en 2020 por la Subsecretaría de Previsión Social en conjunto con el Centro de Encuestas y Estudios Longitudinales de la Facultad de Ciencias Sociales de la Pontificia Universidad Católica de Chile, arrojó que el 39,8% de las personas mayores de 60 años presenta depresión.

Según el Ministerio de Salud, el grupo etario que presentó la tasa de suicidio más altas por 100.000 habitantes es el de 80 años o más, en gran medida por el aumento en la tasa de los hombres desde los 70 años. En tanto en las mujeres, las tasas observadas más altas se encontraron distribuidas de forma pareja entre los 35 a 59 años.

“El trastorno depresivo es el más frecuente entre las personas mayores, pero eso no es un factor único que lleva a una persona al suicidio y no quiere decir que todas las personas que tienen depresión se van a suicidar”, dice Ana Paula Vieira, directora de la Fundación Míranos, organización que trabaja en la promoción de la salud mental y la prevención del suicidio en personas mayores.

Para Vieira, hay una necesidad de derribar algunos mitos en relación con la vejez como, por ejemplo, la creencia de que las personas llegadas a cierta edad no son autovalentes. “Eso no es verdad. 85% de las personas mayores son autónomas”, afirma la especialista en gerontología, el estudio de la salud, psicología e integración social y económica de las personas que se encuentran en la vejez.

“Esto que llamo edadismo o viejismo, es la forma de pensar en base a estereotipos. La forma de sentir son los prejuicios y la forma de actuar es la discriminación respecto a los demás o a nosotros mismos en relación con nuestra edad”, dice para explicar cómo la estructura social y sus prejuicios perjudican la calidad de vida de las personas mayores e incluso su propia percepción.

Vieira también se refiere a la tendencia de infantilizar a las personas mayores. En una sociedad centrada en la productividad y el exitismo, donde al ciudadano se le ve sólo como fuerza laboral desechable, la tercera edad pareciera ser una etapa a la que nadie quiere llegar, donde se activan los prejuicios y la percepción de que se es una carga para la comunidad.

“En gerontología lo llamamos profecía autocumplida. Eso afecta mi autoimagen, mi autoestima, porque me convence que por mi edad ya no estoy apto para realizar cosas en nuestra sociedad, entonces eso me lleva como persona mayor a una pérdida de autonomía, a un aislamiento social, el cual es un factor de riesgo muy importante.

Problemas de salud que incluso afecta a mi salud física y mental, que puede disminuir la expectativa de vida y puede llevar a una muerte anticipada”, explica.

Para Vieira faltan políticas públicas que garanticen el bienestar integral de las personas mayores, el que tiene relación con acceso a servicios de salud, un fortalecimiento de los programas de salud mental, que actualmente está al debe para este rango etario de la sociedad.

“El Programa Nacional de Prevención del Suicidio del Ministerio de Salud habla que las personas mayores tienen una tasa alta de suicidio, pero no tiene acciones preventivas específicas”, apunta.

Vieira explica que hay un maltrato estructural, donde la sociedad impone una carga sobre los hombres mayores, donde su rol de “macho proveedor” lo perjudica al entrar a la vejez, lo que explicaría en parte por qué los hombres se suicidan más que las mujeres.

“La jubilación tiene una carga potente, en cuanto al valor simbólico. Hay cambios de esa persona mayor, de ese hombre mayor en diversas aristas de su vida cotidiana, la organización de su rutina diaria. La ruptura de las relaciones sociales, donde ese hombre mayor construyó su entorno en el trabajo, pero cuando pierde este entorno, hay una pérdida de identidad personal”, explica Vieira.

Preocupación por las tasas de suicidio post pandemia

El modelo de riesgo de suicidio, del psicólogo y académico estadounidense, Thomas Joiner, propone que hay diversas dimensiones en el comportamiento suicida como es el sentimiento de pertenencia frustrada, es decir, de no pertenecer a un grupo social, institución o comunidad. La otra dimensión es la carga percibida, que es cuando la persona tiene la impresión de que no está aportando a la sociedad y, por el contrario, se percibe como una carga para el resto de su comunidad, por lo que piensa que el mundo estaría mejor sin su presencia.

Producto del confinamiento prolongado durante la pandemia, muchos niños y adolescentes no tuvieron la oportunidad de socializar con sus compañeros en la escuela, lo que impidió que desarrollaran sus habilidades blandas y de vincularse con sus pares.

“En el caso de los adolescentes, hemos visto que una dimensión muy relevante de este modelo tiene que ver con la desconexión. Están en un momento del desarrollo, del ciclo de vida, donde están en un proceso de consolidación de su propia identidad, de su imagen de sí. Eso ocurre en un proceso de identificación con otros, con otras. La identidad es el resultado de múltiples procesos de identificación. Eso lo necesitas hacer con otros. Por eso la pandemia fue tan nociva, particularmente para el grupo de adolescentes y jóvenes que necesitan ese contacto”, explica Álvaro Jiménez.

El estudio “Suicidio y cuarentena durante la pandemia del Covid-19 ¿Sabemos todo?”, de los autores Fabian Duarte y Álvaro Jiménez, y publicado en la revista Social Science & Medicine, arrojó una disminución en tasas de suicidio y las hospitalizaciones por intento de suicidio, bajando de 18% a 5,8%. Sin embargo, no pudo concluir si esta diferencia en el número de suicidios y hospitalizaciones fue producto directo de la emergencia sanitaria.

Si bien durante el confinamiento hubo una disminución de las tasas de suicidio, superada la pandemia las cifras han vuelto a subir a niveles previos al 2020, por lo que, aunque nadie quiere sacar conclusiones apresuradas, los expertos miran con atención esta curva en ascenso por la posibilidad de que siga la tendencia y superen a las tasas registradas antes de la emergencia sanitaria del coronavirus.

Prevención y acompañamiento ante conductas suicidas

“No hay más que un problema filosófico verdaderamente serio: el suicidio”. Así comienza El mito de Sísifo de Albert Camus, donde el novelista y filósofo francés intenta responder si la vida vale la pena ser vivida, sabiendo que todos inevitablemente caminan hacia la muerte.

En el ensayo, Camus toma el personaje de Sísifo como metáfora de la rutina sin sentido y el esfuerzo inútil del ser humano, ejemplificado en el castigo que le fue impuesto por los dioses y que consistía en empujar una enorme roca colina arriba, la cual siempre rodaba hacia abajo, obligándolo a comenzar el trabajo una y otra vez. Algo similar a la rutina diaria que todo ser humano tiene durante su existencia.

Camus encontró que Sísifo no realizaba la tarea como si se tratara de un castigo, a pesar de que ese era el objetivo de los dioses, sino que supo hacer suya la tarea aceptando las circunstancias, lo que le permitió finalmente liberarse al tomar consciencia de lo absurdo de la tarea impuesta. “Lo que cuenta no es vivir lo mejor posible, sino vivir lo más posible”, dice Camus, reconociendo las consecuencias de lo absurdo que son rebeldía, libertad y pasión. “Uno debe imaginar a Sísifo feliz", concluye el filósofo francés.

Ochenta años después de la publicación del ensayo del filósofo francés, Francisco ya no piensa en acabar con su vida. Más allá del sufrimiento y el sinsentido que por años inundó sus pensamientos y su sentir, hoy reflexiona sobre cómo mira su vida y cómo el dolor dio paso a la paz, lo que le ha permitido percibir su existencia desde otro punto de vista. “Si bien hay muchos momentos difíciles, tu primera solución ya no es dejar de existir, porque no estás viviendo por otros, sino que tú lograste un poco de felicidad y paz y no encontraste esa paz que te iba a dar morirte, sino que encontraste una paz quedándote”.

Si tú, un familiar o un ser querido tiene conductas o pensamientos suicidas, no dudes en pedir ayuda profesional. A continuación, dejamos links de contacto de personas y profesionales que pueden ayudarte.

– *4141, disponible de lunes a domingo, las 24 horas del día.

– Fundación José Ignacio: contacto@fundacionjoseignacio.org o conéctate al chat

todos los lunes de 19:00 a 22:00

– Fundación Míranos: contacto@fundacionmiranos.org

 

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