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Mayores factores de riesgo ante catástrofes: Ser mujer, de etnia y estrato social bajo

Por: Felipe Avendaño | Publicado: 25.02.2024
Mayores factores de riesgo ante catástrofes: Ser mujer, de etnia y estrato social bajo Incendio Forestal Chile | Agencia Uno
Por los incendios de Viña del Mar, Quilpué y Villa Alemana se habló de supuestas planificación y/o intencionalidad. Si bien más del 90% de los incendios son provocados por el ser humano, un grupo de investigadoras apuntan a condiciones de vulnerabilidad producidas por el modelo de desarrollo. “El desastre es el resultado de aquello que se hizo inadecuadamente. ¿Quién vincula el desarrollo con los desastres?”, dice Claudia Cárdenas en conversación con El Desconcierto.

A los pocos días de que comenzaran los devastadores incendios forestales en Viña del Mar, Quilpué y Villa Alemana, medios de comunicación, clase política y diversas autoridades, comenzaron a hablar de una intencionalidad que habría detrás del origen de los siniestros y una supuesta planificación que se escondía detrás de la tragedia.

“Hay indicios de que en los orígenes de estos mega incendios, hay patrones de comportamiento de que hubo una planificación, algo orquestado y organizado”, dijo el Jefe de la Defensa Nacional, el contraalmirante Daniel Muñoz.

Muñoz, quien tras ser designado como Jefe de la Defensa Nacional se convirtió en la autoridad militar en la zona teniendo bajo su mando las Fuerzas Armadas, de Orden y Seguridad Pública por un periodo de 90 días, habló de la tesis de intencionalidad a sólo tres días de iniciados los incendios.

Sin embargo, hasta el momento no hay antecedentes de peso respecto a intencionalidad y el supuesto plan que habría detrás de los incendios. Lo único ha sido la detención de dos personas en las cercanías del Jardín Botánico, las cuales fueron puestas en libertad por falta de pruebas.

Jardín Botánico

Agencia Uno

Expertos en la materia van más allá y hablan de las causas estructurales de las tragedias, en este caso, los incendios forestales, las cuales superan cualquier acción individual u orquestada, ya que tienen relación con los múltiples factores de riesgo como el cruce o intersección entre varias dimensiones, las cuales son fuente de discriminación, tanto por género, etnia o estrato social.

La intersección como fuente de vulnerabilidad

En marzo de 2015, durante la Conferencia Mundial sobre Reducción de Riesgo de Desastres de las Naciones Unidas se firmó entre los países miembros el Marco de Sendai, documento que identifica tres dimensiones del riesgo de desastre: exposición a amenazas, vulnerabilidad y características de la amenaza.

El objetivo del acuerdo era tener un marco para poder prevenir la creación de nuevos riesgos, reducir los existentes y aumentar la resiliencia. Sin embargo, no todos los grupos de una población se enfrentan de la misma manera a un desastre, ya sea un terremoto, una inundación o como ocurrió en la región de Valparaíso, incendios forestales.

Actualmente más del 50% del mundo vive en zonas urbanas y de los más de 4 mil millones de personas que viven en ciudades, cerca de 1.000 habitan en barrios marginales.

Según el estudio “Miradas sobre la desigualdad, el riesgo y la resiliencia en tres ciudades de América Latina”, Latinoamérica es el continente austral más urbanizado, donde más del 80% de su población vive en pueblos o ciudades.

La contribución de las ciudades al Producto Nacional Bruto (PIB) es, en promedio, más de 60%, lo cual es 1,5 veces lo que ocurre en las ciudades en Europa. En otras palabras, en América Latina todo pasa por las ciudades.

El estudio, realizado en mayo de 2023 por la Red de Estudios Sociales en Prevención de Desastres, analizó cómo las ciudades de Barranquilla (Colombia), Lima (Perú) y San José (Costa Rica) hicieron frente a la pandemia del Covid-19.

El artículo, que tomó la perspectiva de la construcción social del riesgo, desarrollados teórica y conceptualmente durante las últimas tres décadas, concluyó que la desigualdad incide en estar más o menos expuesto a un desastre y sus consecuencias.

“La desigualdad comienza y se expresa a través de la falta de oportunidades debido a las restricciones en el empleo y los ingresos. Luego se extiende a la desigualdad en el acceso al suelo, los servicios, el reconocimiento, la voz y el voto, la protección social”, señala.

Imagen de una UCI con un paciente grave de COVID-19

Agencia Uno

El estudio agrega que el proceso espontáneo de segregación socioespacial urbana ha sido en muchos casos “consolidado por procesos elitistas de planificación urbana en las ciudades de América Latina”.

“Los riesgos de desastre resultantes, cuando se actualizan a gran escala, o pérdidas, daños continuos y repetitivos a pequeña escala, retroalimentan los diferentes procesos y expresiones de desigualdad en las ciudades y, por lo tanto, los patrones relacionados de pobreza y exclusión. Esto tiene como resultado común un efecto de bola de nieve”.

En ese sentido, cabe recordar que, en abril de 2021, durante los meses más duros de la pandemia, un estudio reveló la exposición al riesgo de morir por Covid según el lugar donde se vivía. Según el análisis realizado en la Región Metropolitana, los adultos mayores de San Ramón fallecían hasta 12 veces más que sus pares de Vitacura.

La investigación señala que este crecimiento urbano y poblacional, que exige nuevas viviendas, entra en contradicción con el escaso suelo urbano seguro y de baja pendiente, por lo cual, “la nueva demanda de vivienda conlleva a la población a asentarse en sitios que no debieron ser urbanizados y, con ello, se generan nuevos riesgos de desastres. En especial, donde las familias más pobres tienen que acceder a un suelo de alta pendiente o peligroso”.

Lo descrito en el documento se podría aplicar perfectamente a lo ocurrido en los cerros de Viña del Mar, Quilpué y Villa Alemana, donde los más desposeídos y con menos recursos disponibles son los que terminan con sus viviendas destruidas y lamentando la muerte de seres queridos.

La cuestionable planificación urbana, sumado a la amenaza de la crisis climática que aumenta las probabilidades de incendio, forma una ecuación que evidencia que estos desastres seguirán ocurriendo.

Incendio en Viña del Mar y Quilpué.

Agencia Uno

“Estamos ante la combinación climática y una problemática social, que multiplicó los asentamientos informales que no respetan normativas de trazado, de ubicación, de acceso de zonas de riesgo y habitualmente están expuestos a riesgos socio naturales”, dijo hace algunos días, Alberto Texido, académico de la Facultad de Arquitectura y Urbanismo de la Universidad de Chile.

Texido enfatizó en que “si estas zonas vuelven a ser ocupadas informalmente, vuelven a ser taponadas las vías de acceso, esta problemática la vamos a seguir repitiendo”.

Prevención con identidad de género

En la década del ´90 se comenzó a reconocer en el ámbito académico y la literatura la necesidad de diferenciar e identificar el impacto de los desastres según sexo, a raíz de la desigualdad al acceso de recursos.

Según el documento “Metodología para el análisis de riesgos de desastres locales desde una perspectiva interseccional”, existe una falencia en la comprensión del género como una categoría que interactúa y se intersecta con otras categorías sociales propias de las identidades de las personas.

“Las condiciones de vulnerabilidad de las personas muchas veces son el resultado del cruce (o intersección) entre varias dimensiones, que son fuente de discriminación (género, etnia, estrato social, nivel educacional, etc.). Todas las anteriores son determinantes a la hora de estimar el nivel de exposición y de afectación ante un riesgo de desastre”, señala el documento.

El análisis elaborado por Claudia González Muzzio, Claudia Cárdenas Becerra y Sofía Durán Cárdenas, miembros de la ONG GRID Chile, señala que es necesario avanzar hacia un análisis de los desastres desde una perspectiva interseccional, considerando el impacto diferenciado de los desastres en relación al género y en su interacción con otras categorías sociales. Se recomienda profundizar en conocer los diversos grupos de población presentes en el territorio (en particular a la hora de realizar los diagnósticos de riesgo locales), ya que poseen necesidades y capacidades diferenciadas frente a la probabilidad de daños y pérdidas por la ocurrencia de un evento peligroso, así como inciden en cómo responden en momentos de una emergencia.

Esta diferencia del impacto del desastre según la identidad de género quedó en evidencia en los incendios forestales de la Quinta Región. Según señaló la propia ministra de la Mujer y Equidad de Género, Antonia Orellana, -basándose en el catastro de la Ficha Básica de Emergencia (FIBE)-, al menos 55% de las familias que se han visto afectadas por los incendios están a cargo de mujeres.

“Los desastres no son naturales”, afirma Claudia Cárdenas en conversación con El Desconcierto.

La investigadora, quien lleva más de 20 años trabajando en gestión de reducción de riesgos y desastres en América Latina y el Caribe, explica que no es natural que haya desastres.

“No es natural que haya daños y pérdidas (desastres). Lo que existe es territorios con amenazas de origen natural, socionatural y antrópicas que al ocurrir en un espacio vulnerable, pueden afectar las infraestructuras y a las personas que viven ahí”, agrega.

Cárdenas explica que es fundamental tener una mirada hacia lo local, donde las municipalidades y las comunidades tengan los recursos, herramientas y conocimientos necesarios para hacer frente a un desastre y principalmente ayuden a evitar generar condiciones de riesgo en el desarrollo cotidiano de las localidades.

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Cedida

En ese sentido, señala que cada persona tiene particularidades que la hacen estar más o menos expuesta al riesgo de desastre. “El riesgo o probabilidad de desastre en un territorio es diferenciado también para las poblaciones. Esa mirada hay que tenerla”, señala y explica que las políticas públicas deben responder y atender de manera diferenciada a hombres, mujeres, personas con discapacidades, personas migrantes o de la población LGBTIQAN+, por ejemplo.

“El tema es más complejo de lo que se cree y por eso cuando viene un desastre una empieza a hacer el análisis para atrás, empiezan a salir todos los elementos que debieron haberse considerado en tiempos “normales” del desarrollo de las localidades: regulación de la ubicación de las viviendas, conocimiento sobre los riesgos del territorio, identificación y condiciones de vida de los diversos grupos de población, etc.”, explica.

Lamentablemente, el último Censo con todas las de la ley, se realizó hace 20 años, por lo que esta mirada más fina, conociendo cuántos somos, pero principalmente quiénes somos y dónde estamos, no está muy clara.

“El último censo completo que tenemos es el del 2002. El exprés (Bachelet 2) hizo muchas menos preguntas. Por ejemplo, no consultó por las personas con discapacidad. Hoy día tenemos distintas estimaciones, las personas con discapacidad podrían ser el 10% o incluso más”, señala Claudia González.

La investigadora agrega lo que ocurre con otra de las causas estructurales del desastre: los campamentos. “La pandemia generó un retroceso súper importante respecto de las metas que se habían ido estableciendo para reducción de asentamientos irregulares. Por ejemplo, se generaron muchos campamentos y tomas, a lo cual también se sumó el aumento de la migración”.

“Mujeres, migrantes, personas mayores, con discapacidad o población diversa”, dice Claudia González, se encuentran entre los grupos sociales que están más expuestos a los desastres como los incendios forestales.

En definitiva, tomando lo expuesto en los estudios por la pandemia del Covid-19 en Latinoamérica y la guía para prevenir desastres locales con una mirada interseccional, apuntan a lo mismo: el modelo de desarrollo y su vínculo con los desastres.

“La manera en cómo estamos generando el desarrollo está produciendo una serie de vulnerabilidades y riesgos en la sociedad. El desastre es simplemente el resultado de aquello que se hizo inadecuadamente”, dice Cárdenas y se pregunta «¿quién vincula el desarrollo con las causas estructurales de los desastres?»

«Si ese vínculo no se tiene a la mano, es difícil comprender que la temática de los ‘desastres’ es un tema de desarrollo. Profundizar en los llamados ‘factores subyacentes del riesgo’ de desastre nos lleva a comprender las causas estructurales y sociales del impacto negativo de una amenaza en un territorio”, cierra.

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