Alrededor del Ángel de la Independencia la gente se aglomera. El gobierno progresista de la ciudad, a sabiendas de la necesidad de circo, ha cerrado la avenida Reforma. Al comienzo parece más una protesta que una celebración: se avanza como si fuera llegar a un lado. Hay gritos para el Tri, se ensalza al portero, vitriólicas palabras para referirse a Neymar, incluso alguno entona una loa al Piojo Herrera, el DT hasta hace tan poco vilipendiado y que ahora ha devenido en el estratega divino, el sabedor de las canchas y las tácticas, cancerbero del orgullo nacional y gladiador mexica en las tierras carnavalescas. Sí, cosas del fútbol (mañana, quizá, la desgracia caiga sobre Ochoa, sobre el Piojo, porque a fin de cuentas, ellos son héroes y, a pesar de sus manos momentáneas, no son dioses. Y los héroes han de caer –y he ahí la fuerza de su grandeza. Pero no aún. Y ojalá que no aún. Y viva México. Pero aún nada se ha ganado, recuerda una voz sensata que llama a la calma).
Ochoa aparece en todos los noticieros. El héroe del momento: ese cabezazo que le ha sacado a Neymar recuerda, dicen los sabios y los conocedores de tantas batallas, al que Gordon Banks le arrancara a otro brasileño que también llevaba en sus espaldas el número diez y el deseo hipnotizado de un pueblo. La historia se repite: la primera como tragedia, la segunda como farsa. ¿Será así también en esta ocasión? Capaz que sí: Ochoa no es Banks; Neymar no es Pelé (y también es cierto que yo ya no soy yo ni mi casa es ya mi casa, porque recordemos que las cosas de la poesía a veces se asemejan a las del fútbol—el vuelo celestial del alado Van Persie dará pie a las más encumbradas metáforas, las comparaciones más alocadas e inverosímiles, las odas más elementales, los sonetos más furiosos, las coplas más sentidas).
Alrededor del Ángel la policía conversa. La gente pasa alegre o casi. Una brisa refresca los rostros de defeños y defeñas. La batalla no ha terminado. Alguien me susurra escéptico que ahora el pinche gobierno va a pasar un chingo de leyes mientras no nos damos ni cuenta. Pero él también celebra. Él también se ríe y el también cree que Ochoa tiene, al menos por hoy, manos divinas. Vamos a ver qué pasa. Hay que estar alertas. Y yo no sé si se refiere al próximo partido con Croacia o a las movidas parlamentarias.
Sí, hay que estar alertas y hay que festejar. La felicidad no quita lo valiente; los sueños no quitan la realidad. Cosas del fútbol, vuelvo a pensar, mientras la señora que hace los mejores jugos en la ciudad me pregunta cómo le va a ir a Chile contra España. La miro y sonrío. El jugo es de naranja y guayaba. Está exquisito. Dos a cero, le digo. Chile gana. Cosas del fútbol.