225 años atrás, un 14 de julio de 1789, en Paris Francia, un pueblo sometido, abusado, expoliado y ninguneado se rebeló al poder establecido. Arrasó con reyes, cortes, nobleza e iglesias y alcanzó su liberación. Surgió así una nueva estructura de sociedad, un poco más humana, justa e igualitaria.
En el siglo XXI, en Santiago, otro pueblo endeudado, abusado, custumizado, marginado y enajenado busca romper sus cadenas postmodernas. Este pueblo tuvo una revolución a la chilena el 4 de septiembre de 1970. Allí se buscó cambiar por la vía pacífica y democrática el orden imperante; pero la reacción lo impidió y se impuso una contrarrevolución neoliberal que nos gobierna hasta estos días.
Acá en Chile el poder económico y político lo detenta una aristocracia de cinco familias que determinan nuestras vidas a través de la salud, educación, cultura, pensiones, energía, recursos naturales, medios de comunicación y vivienda.
¡Pero hay más en juego! El nuevo orden social, político y económico que se debe construir no sólo es para liberarnos de la actual forma de esclavitud, sino que es para lograr, lisa y llanamente, la supervivencia del planeta.
Desde el 2011, en esta larga y angosta faja de tierra, el pueblo movilizado se empezó a cansar del orden establecido. Indignados, estudiantes, profesores, clase media, minorías sexuales, medioambientistas y ciudadanos salieron a las calles a exigir libertad y un cambio a las reglas del juego en la educación, política y economía.
Ayer los jacobinos de la revolución francesa fueron el dique de contención frente a los conservadores que deseaban restaurar los privilegios del antiguo régimen. Hoy nace esta plataforma colectiva que busca poner ideas y prácticas políticas transformadoras que logren cambios profundos, fundamentales, estructurales y democráticos para nuestra sociedad y mundo
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