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El Chile actual y la vigencia de la discografía de Los Prisioneros

Por: Vanessa Vargas Rojas | Publicado: 20.10.2014

Los-PrisionerosGran parte de la generaciones nacidas y criadas durante los 90’ tuvieron como primera dosis de realidad y reflexión política las canciones de Los Prisioneros. Para Chile. fue una época gris, de resignación, letargo social y reacomodo del orden tras la larga interrupción de la dictadura, pero las melodías no se añejaron.

Años antes, nuestros padres y sus amigos bailaron La Voz de los 80 en sus fiestas clandestinas. Por aquellos días, juntarse a celebrar una noche cualquiera estaba tan prohibido como moverse al ritmo de las melodías pegajosas y las letras resentidas de Jorge González.

Pero eso no fue todo: Los Prisioneros siguieron sonando durante los 90’, sobrevivieron a la rareza de los 2000 y hoy los escuchan, como si nada, pingüinos y universitarios. Personas que, cuando la banda ya daba sus últimos suspiros de vida tras la presentación de Corazones y el retiro de Claudio Narea, todavía ni se asomaban al vientre materno. Y, sin embargo, hoy canturrean el mensaje directo y sin adornos que el conjunto sanmiguelino logró inmortalizar, sin la moda retro como excusa.

 ¿Por qué? Las canciones de Los Prisioneros no fueron celebradas por su técnica musical, sino por lo que dijeron. Muchas de las situaciones que describieron hoy se mantienen intactas y crisis políticas como las del 2011 remiten a himnos tan clarificadores como vigentes como El Baile de Los que Sobran, al que llaman segundo –aunque debería ser el primer- himno nacional. Vamos por parte.

 

la voz de los 80La voz de los 80 (1984)

Si Los Prisioneros hubieran aparecido en la escena musical para dejar un disco como La Voz de las 80 y luego desaparecer, habría estado bien de todos modos. Disco imprescindible para el rock y el inventario de la música nacional, marcó un antes y un después en el desarrollo de la canción de protesta tal como la conocemos, quiéralo o no su líder.

 

 1. La voz de los 80: En específico, esta canción le puso sonido y potencia a la reflexión de una generación que ya se manifestaba hastiada y cansada de observar.

Sangre latina necesita el mundo, roja, furiosa y adolescente”, cantaba González, uno de los pocos pero grandes referentes latinoamericanistas de la música chilena. Su canción, sin embargo, no contenía solo quejas, una diferencia del tono de los inspiradores punk de la banda: “No te conformes con mirar, en los 80 tu rol es estelar. Tienes la fuerza, eres actor principal. De las entrañas de nuestras ciudades surge la piel que vestirá al mundo”, rezaban los sanmiguelinos haciendo una explícita invitación a dar un paso más allá del hastío.

 ¿Pudo alguien escribir más tarde una canción tan característica de una generación? No. Lo cierto es que todavía tiene sentido escuchar a Jorge González criticando a los hippies y los punks por haber tenido la oportunidad de dar un salto y dejar que “en las garras de la comercialización” muriera toda la buena intención. Hoy, parece interesante observar el mismo bichito de cambio que animó a los liceanos a empujar los límites de la dictadura en las generaciones más jóvenes que, después de tanto y tanto letargo neoliberal, vuelven a buscar el protagonismo.

 

2. Latinoamérica es un pueblo al sur de EEUU: Dicen que esta es una de las pocas composiciones obsoletas de la banda. Durante años, Chile y la mayoría de los países subdesarrollados de Latinoamérica miraron hacia el norte y culparon al Imperio de comerse todo. Desde hace unos meses, sin embargo, China destronó a Estados Unidos como potencia mundial y su liderazgo, sobre todo en la industria, es avasallador. No obstante, más allá del intercambio de opresores, el mensaje que reflexiona sobre el imperialismo y sus implicancias se mantiene intacto y se consolidó como una de las canciones latinoamericanistas más coreadas por la región.

 

3. Nunca quedas mal con nadie: Una composición completa escrita sangre chilena. ¿Qué más chileno que aquellos que nunca quedan mal con nadie? Durante años y hasta el día de hoy, las hipócritas lógicas del mundo cultural, político y mediático han impulsado a miles de seres a encontrar un refugio en el resentimiento de esta canción, himno de himnos. “Contradices toda tu protesta famosa con tus armonías rebuscadas y hermosas. Eres un artista y no un guerrillero, pretendes pelear y sólo eres una mierda buena onda”, entre tantos otros cariñosos epítetos nos animaron a dedicársela a los o las chantas/hippies/políticos/músicos de turno. ¿Qué más chileno que querer cantársela a tipos como Nicolás Eyzaguirre? ¿O a Manuel García, sin miedo no más?url

 

Mención especial: Paramar (porque también nos acordamos de Los Prisioneros cuando nos rompen el corazón y todos pasamos por ese invierno), Mentalidad Televisiva (porque el resentimiento social también puede dirigirse contra esos amores incompatibles) y la gran No Necesitamos Banderas (para los y las anarcos de corazón).

 

Pateando piedras (1986)

El resentimiento del trío sanmiguelino no se había vaciado por completo en su disco debut. Esa fue una buena noticia para los fanáticos de la banda, que encontraron en la honestidad y en las composiciones viscerales de Pateando piedras una buena forma de seguir tirando dardos a lo más detestable de la identidad nacional.

 

pateando1. Por qué no se van: Un palo para los artistas arribistas y extranjeristas, con adoración a flor de piel por todo aquello que se fabrique/use/cante/baile o concrete de cualquier forma fuera del país. Durante un largo tiempo, los antifans de Los Prisioneros han sacado en cara esta canción a su propio creador, Jorge González, y ha sido el argumento de trinchera para tratar a la banda de inconsecuentes. Diagnóstico: no entendieron nada.

 

2. El baile de los que sobran: Se ha escrito mucho de esta canción, pero se podría decir tanto más. En medio de las protestas estudiantiles del 2011, al ser consultado sobre la vigencia de esta canción, González respondió “me da mucha pena que esa canción todavía describa lo que me pasó al dejar el colegio”. Pocas composiciones podrían describir de manera tan sencilla y directa lo que ocurre, tras la dictadura, con la educación en Chile y el futuro de los más jóvenes.

Pocos no pensamos en estas estrofas al salir del colegio y quedarse mirando de pronto el futuro incierto: “Mis amigos se quedaron igual que tú. Este año se les acabaron los juegos, los doce juegos…” o “a otros le enseñaron secretos que a ti no, a otros dieron de verdad esa cosa llamada de educación. Ellos pedían esfuerzo, ellos pedían dedicación. ¿Y para qué? Para terminar bailando y pateando piedras”. Pura lucidez y calle. Ladridos de perro, patear piedras y unirse al baile de los que sobran, porque todavía, a más de 30 años, no queda de otra.

 

3. Por qué los ricos: Derroche de resentimiento juvenil, poco pretencioso pero sincero: ¿Por qué los ricos tienen derecho a pasarlo tan bien si son tan imbéciles como los pobres? No somos mejores, pero queremos lo justo. Un golpe al clásico discurso de clases.

Mención especial: Quieren dinero (“el caso es que mi papá debe pegarle a tu papá porque en la mesa no cabemos todos”), Muevan las industrias (de las pocas obsoletas, pues la industria chilena ya fue ampliamente reducida durante la dictadura, pero testimonial) y Una mujer que no llame la atención (primer manifiesto de la banda en contra del machismo nacional: “Nada de igualdades entre mi damita y su señor. Ella en la casa y yo en el trabajo, eso es lo mejor”).

 

La cultura de la basura (1987)

culturabasuraprisionerosPara el lanzamiento del disco, durante el 88, Los Prisioneros anunciaron más de 40 fechas de gira por todo Chile. Sin embargo, después de que González anunciara que votarían no en el plebiscito sobre la continuidad de Pinochet, sus conciertos se redujeron a siete. Ejemplo gráfico de lo que significaba ser Los Prisioneros bajo dictadura.

 

1. Pa pa pa: Esta canción ha sido históricamente incomprendida por su grosera dosis de ironía jorgegonzaliana. “Un poquito de amor puede cambiar al mundo, muchachos, ¡cambiémoslo con esta canción!”, se burla el compositor en una serie de estrofas que hoy bien sirven para ridiculizar al artista sensible en exceso, hippie y sin mucho contenido político más allá de sus llamados a la paz. En la tele y las radios todavía abundan.

Mención especial: Usted y su ambición (“Sus mil obreros le saludan y le dan la mano, pero le quisieran devorado por gusanos”, canta Jorge y dicen que se la dedicó a Pinochet), Jugar la guerra (plenamente vigente para los milicos y sus falsos honores: Ejército chileno casi completo), Maldito sudaca (dando cara por el “horrible boliviano” y el “inmundo chileno”) y Que no destrocen tu vida (un primer acercamiento de González a la descripción de los dramas familiares y los conflictos con los padres).

 

Corazones (1990)

La salida de Claudio Narea de la banda y el romance entre su ex exposa y Jorge González son parte de los antecedentes que marcaron a este disco como una producción especial, distinta, pero no por eso menos brillante. Para muchos, este doloroso harakiri musical implicó el fin oficial de Los Prisioneros, aunque las nuevas generaciones se apropiaron de sus canciones buscando, como todos alguna vez, consuelo a la amargura del desamor. Con dramas incluidos, resultó estar convertido hoy en una de las grandes obras de la música chilena de los 90, una década musical para el olvido.

 

1. Corazones rojos: Podría ambientar los inicios del programa Morandé con Compañía o los concursos y momentos misóginos de los matinales de la TV. En días en que el feminismo retoma fuerza y contenido para las nuevas generaciones, el “seguirá esta historia, seguirá este orden, porque dios así lo quiso, porque dios también es hombre” resume a la perfección el escenario patriarcal en que nacemos y crecemos las mujeres chilenas.

2. Cuéntame una historia original: Una forma de entender las cosas y dinámicas familiares de los barrios, haciendo un guiño al sufrimiento albergado en el corazón de la rutina: “Diez portazos por minuto en las manzanas que nos rodean, mientras caminamos por San Miguel…» Cosas de pueblo.

Mención especial: Amiga mía (para sufrir, llorar y enamorarse con escándalo) y Tren al sur (obligado para todo aquel pobre que viaja como pobre y es feliz igual, qué tanto).

Manzana (2004) no es un disco con el que nos hayamos encariñado. Para muchos, la historia de Los Prisioneros ya había terminado cuando ellos decidieron intentarlo, quizás por plata, quizás por nostalgia. La cosa es que esa aventura dejó grandes canciones para los fanáticos, como Concepción o San Miguel, donde el líder parece pretender reencontrarse con su barrio y los amigos de ahí. Sin embargo, Ultraderecha fue su último rasguño al alma del cuico y facho chileno: «Libertad, para vivir en la miseria, para morir en la cárcel por deudas, para torturar al esclavo, para proteger al millonario, para globalizar el hambre, para dejar hecho mierda el planeta …» ¿Les suena?

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