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La cultura de la muerte: ¿Cómo nos relacionamos los chilenos con los fallecidos?

Por: admingrs | Publicado: 31.10.2014

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El ajo para los vampiros

“Siempre dicen que están mejor que acá, yo pienso que es una manera de consolarse”. Rubén Neyra convive con la muerte, es su sustento de vida. La familia Neyra Hahnemann es la más antigua de las 50 familias que hacen lápidas en Chile. El oficio de tallar por última vez el nombre de una persona comenzó como el oficio del abuelo de Rubén, quien era escultor.

Son cinco generaciones de la familia donde todos trabajan en el local al frente del Cementerio General de Santiago; el padre talla los nombres, el hijo pinta y el nieto hace hermosos diseños de ángeles, vírgenes o retratos de los fallecidos. Un negocio familiar que vive la muerte como un cotidiano. Mientras trabaja, Rubén corta un ajo y los desliza por encima del mármol donde trabajará, “Uso el ajo para poder escribir encima, sino no pinta el lápiz, pero algunos dicen que en verdad es para ahuyentar a los vampiros”.

Rubén comenta que la mayoría de las personas cree en el más allá, como un consuelo ante el dolor y el miedo. La creencia de que existe una vida después de la muerte es un constructo de la cultura judeo-cristiana, que a pesar de creer que existe un paraíso después de la muerte, quienes se quedan en vida deben vestir el luto. Esto nos habla de una relación paradójica ya que nos enseñan a sufrir y sentir dolor por quienes se van “a un lugar mejor”.

Mientras dibuja una paloma sobre una lápida de mármol, Rubén cuenta que para él la muerte es algo natural, “cuando uno se muere, muere no más”. Sin embargo, aquel hombre que hace -probablemente- la mayoría de las lápidas del Cementerio General no quiere mirar una en particular: “A mi hija la perdí, hago cuenta que fue de viaje. La enterré y nunca más volví a donde está”.

“Si se va, se muere”

-Disculpe, ¿dónde queda el patio 29?
-Un poco más allá, si quiere le indico. Mami, quédese ahí, vuelvo altiro.

Pedro trabaja desde pequeño en el Cementerio General, hace arreglos y mantenciones. Su madre siempre trabajó ahí cuidando las lápidas a cambio de propinas. El oficio es de familia; Pedro comenta que no le da miedo ya que desde chico ayudaba a sacar los féretros. “Acá es tranquilo, uno ya está acostumbrado, aunque a veces salgo cargado, porque hay mucha pena y salgo con malas energías”. Pedro es una persona amable, conoce de memoria todas la callejuelas del Cementerio General y tiene una estrecha relación con su madre, la cuida. Cuenta que a pesar de que está vieja, sigue trabajando, “nooo, ella no va a dejar de trabajar, si ve va, se muere ya”.

Juguetes y Fútbol

A veces no es muy comprensible cuando los familiares adornan la tumbas, en Navidad llevan árboles de pascua y si son niños, les llevan regalos, juguetes, peluches. Otras familias van más allá y a cada celebración que existe adornan con su respectiva decoración, incluso por estas fechas de Halloween se pueden ver tumbas decoradas ad hoc a la festividad. En tanto, quienes en vida fueron hinchas de algún equipo de fútbol, su lugar de descanso no escatima en develarlo. A veces podría parecer exagerado, pero la verdad es que las ofrendas a las personas fallecidas es un ritual tan antiguo como los inicios de la civilización.

Se cree que comenzó a gestarse en China o Egipto. Más tarde, el arte de ofrendar a los muertos fue continuado por los árabes y luego importado por los moros de la Península Ibérica, que le dieron una influencia particular a la cultura occidental cristiana que nos llegó posteriormente, pero que comparativamente hoy se ve con menos tristeza y más desapego.

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