¡Como si no fuera así!
Blaise Pascal, en el siglo 17 escribió que «si la nariz de Cleopatra hubiera sido más corta, la historia del mundo habría sido diferente», aludiendo a la belleza que sedujo a Marco Antonio pero no hizo mella en modo alguno en Octavio, su sucesor. Y según el mito cristiano, mucho, mucho antes ya Eva había hecho lo suyo.
De que se trata? Simplemente de que el atractivo sexual ha estado siempre presente en las grandes y pequeñas decisiones, sean estas de la vida doméstica o del estado. Ya sea heterosexual, homosexual o lésbico, de modo consciente o sin traspasar las barreras de la represión inconsciente. El sexo siempre ha tenido que ver con la política, porque al sexo le encanta el poder y cuando lo tiene no requiere la fuerza, porque el poder mismo es afrodisiaco. Y, créanme, no discrimina ideologías, a no ser que para alguien esta sea un estímulo necesario para el apareamiento.
Nadie discutiría que la política está relacionada e influida por la inteligencia, la emocionalidad, la capacidad retórica, empática, etc y varias otras habilidades propiamente humanas. Bueno, de la misma manera está la política relacionada con el sexo: porque es propio de los seres humanos y salvo casos graves, no se pueden desligar de él.
Y si es legítimo que se pueda convencer con sofismas retóricos, con manipulación emocional, con presiones sutiles, con técnicas goebbelianas de manipulación de masas, etc, por qué no seria legítimo o al menos igual de ilegitimo convencer con una bella sonrisa, un halago oportuno, un escote, unos brazos musculosos o un irresistible despliegue de feromonas?
Ojalá fuera esta la única relación entre el sexo y la política, tal vez habría mejores acuerdos para vivir en paz.
Lamentablemente la relación más fuerte es otra: es la que establece el machismo y la represión sexual. Y aunque por más de dos mil años este absurdo ha sojuzgado a las mujeres, daña gravemente a ambos, también a los hombres.
Del machismo, tanto se ha dicho y se ha demostrado, que el hecho de que pese a ello poco mejore el tema e incluso se agrave en algunas latitudes, nos lleva inmediatamente a la política: desde los tiempos bíblicos y a causa de ellos, vivimos gobernados por la dictadura de un gran pene conceptual, cuyos vicarios en la tierra son hombres y por lo tanto ellos tienen el poder y ellos hacen la política. Y bueno, es de niños saber que nadie que tenga el poder y las manos ensangrentadas lo entrega voluntariamente.
Desafortunadamente, las pocas mujeres que se sientan a la mesa del poder, casi nunca lo hacen en la cabecera, y cuando acceden a ella pagarán el precio de un menú animal y colesterólico, diseñado para fuertes mandíbulas masculinas y aprenderán a masticar como ellos: el machismo en la política, barnizado de aceptación y tolerancia, nos priva del aporte de necesarias y sorprendentes características femeninas, como son el mayor contacto emocional consigo mismas y con los demás, mayor capacidad intuitiva y empática, mayor flexibilidad en las relaciones interpersonales, mejor manejo de detalles en tramas complejas multivariadas, etc. (*)
En cuanto a la represión sexual y más allá de los foros especializados y congresos de psicología, mucho menos se ha dicho.
El sexo no siempre ha sido tal como lo conocemos hoy, tuvo épocas mejores, más libres. Desde culturas ancestrales y tribales de diferentes partes del mundo, hasta el tremendo Imperio Romano y el breve experimento hippie, las percepciones del cuerpo, de la desnudez, de los genitales, de la mestruación, de cuándo, cómo y con quién o quiénes tener sexo, no tuvo la pesada carga de culpas y vergüenzas que le imprimió el cristianismo.
La privacidad misma fue diferente, no se ocultaban necesariamente los cuerpos y menos aún se acallaban los gemidos y placeres, el atractivo por diferentes objetos sexuales, el incesto, las prácticas sadomasoquistas o de dominación-sumisión, el sexo entre personas de edades muy diferentes o menores, etc, etc, todo fue diferente, mas libre, psicológicamente más sano. Ni hablar del simple y básico deseo masturbatorio o de la cópula heterosexual, ambos eran de tanto prestigio y naturalidad como comer, dormir o beber agua.
Pero el cristianismo encarceló todo esto, lo reglamentó, le puso un cinturón de castidad a la vida sexual tal como se expresa libremente, convirtió sus normas en divinas, el aburrimiento sexual en mandato, el deseo en culpa y pecado, los genitales en vergüenza y ocultamiento, y todo esto en mandato divino, su transgresión en ofensa a su Dios y legitimó así la represión y el castigo, no solamente con su sadismo mental característico, sino con prisión, tortura y muerte.
Se sabe, siempre se ha sabido de un modo u otro, que la represión sexual produce problemas psicológicos, físicos, inseguridad, temores, agresividad, problemas emocionales y de relación. Las personas sexualmente sanas, que fluyen en sus deseos y los pueden realizar, son más seguras de sí mismas, menos agresivas y se relacionan mejor con los demás.
Y es esta la más fuerte relación entre el sexo y la política. La represión sexual genera tres cosas que el poder y la política necesitan para gobernar y perpetuarse: miedo, agresividad y obediencia, personas manipulables de acuerdo a las necesidades del consumo, de la patria o del control megalómano de quienes tienen el poder.
Al lado de esto, «usar el sexo para trepar», como dijo nuestra Claire Underwood criolla, tal vez sea irrelevante y distractivo.
_____
(*) Estas diferencias son en relación a la media, especialmente en los extremos, pueden no ser biológicas sino culturales y no significan que no haya hombres que presenten lo mismo en mayor medida que muchas mujeres.