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Barón rojo: en busca del metal perdido

Por: Fabio Salas Zuñiga | Publicado: 20.04.2016
Barón rojo: en busca del metal perdido BARON ROJO |
Hace un año atrás en este mismo espacio comentaba una presentación del metalero inglés Glenn Hughes en el Teatro Nescafé de las Artes. Ahí concurrieron numerosos amantes del heavy metal, pero de condición ABC1, bien vestidos, de cortes de pelo formales y en general de evidente condición burguesa acomodada.

Hace un año atrás en este mismo espacio comentaba una presentación del metalero inglés Glenn Hughes en el Teatro Nescafé de las Artes. Ahí concurrieron numerosos amantes del heavy metal, pero de condición ABC1, bien vestidos, de cortes de pelo formales y en general de evidente condición burguesa acomodada.

La noche del pasado viernes todo era distinto en el Teatro Cariola. Multitud de fans uniformados de negro, chaquetas de cuero, bluyines, poleras y por lo general melenudos y los mayores, bastante ajados por el carrete. Un contingente evidente de metaleros proletarios, grasas como diría un argentino, alguno de ellos patibularios y de muy mal aspecto. Pocas mujeres vestidas igual de negro y todas en evidente actitud de “acompañante de…”. Es impresionante como una misma música puede convocar públicos donde el sesgo de clase queda tan evidenciado y donde la visión de ghetto- todas las subculturas rockeras lo son- tan a la vista.

Con todo, el Cariola se repletó de un público adepto y dispuesto a aplaudir cual fuera la entrega del grupo sobre el escenario. Con un retraso de quince minutos, Barón Rojo apareció en el tablado con la conocida obertura de su tema homónimo que el público coreó con fervor. A poco andar y después de una serie de temas de su período tardío, es decir, de fines de los noventa y comienzos del dos mil el grupo gustaba, pero no convencía, pues los hermanos de Castro han perdido casi por completo su capacidad vocal y las letras, sumergidas en un telón de sonido indistinto que hacía imposible captar la separación de instrumentos, eran casi inaudibles y no se podían seguir con claridad. Tanto Carlos como

Armando siguen siendo unos guitarristas cuya alta técnica instrumental permanece inalterada pero sus voces suenas cascadas, bajas e incapaces de lograr tonos altos.

Todo cambió para mejor después de media hora cuando el grupo arremetió con uno de sus grandes himnos: “Las Flores del Mal”, y ahí sí que el sonido acompañó y lo que era hasta ese minuto un grupo competente se mutó en el Barón que todos conocemos y admiramos. De ahí en adelante, una seguidilla de temas clásicos: “Incomunicación”, “Hermano del Rock and Roll”, “Cuerdas de Acero” le dieron realce y brillo a un concierto que tardó en despegar pero que al compás de las canciones clásicas de la banda alcanzó un nivel más que aceptable.

De particular brillo fue el solo de armónica y el largo dueto de guitarras que el grupo desplegó en el interludio instrumental de “Incomunicación”, tal vez el punto más alto de la noche. Barón Rojo es sin duda, la banda metalera más importante de la historia del Heavy en castellano, supera con largueza a cualquier otro referente argentino, mejicano o latino al respecto. Y la reputación del grupo se construyó entregando canciones que en los ochenta fueron verdaderos himnos de batalla y que todos los rockeros hispanohablantes asimilamos como propias.

En una época como la actual, el heavy se ha fragmentado en tantos micro estilos que es difícil admitir una banda nueva que suela ser transversal aún dentro del mismo espacio de público. Barón Rojo pertenece a una época donde los grupos para imponerse tenían que entregar buenas canciones y este conjunto destiló brillo y calidad desde su primer lp, “Larga Vida al Rock and Roll” (1981) hasta su producción donde comienza el declive “En un Lugar de la Marcha” de 1987. A partir de ahí, los hispanos no lograron producir ni otro lp memorable y la seguidilla de grandes himnos cesó.

Hoy, los hermanos de Castro ya no están acompañados por Hermes Calabria y José Luis Campuzano y eso, quiérase o no, señala una diferencia de calidad, de alcance y de identificación con lo que el grupo actualmente ofrece.

A pesar de eso, Barón Rojo transita por un presente que, aunque venido a menos siempre enciende a su público con los sonidos de sus grandes canciones pretéritas. El público del metal es uno solo en cualquier parte y la reunión del pasado viernes fue una constatación de que por más que el tiempo pase, el heavy metal posee un rango memorial y cultural insoslayable de sus propias raíces. Algo así como la búsqueda del metal que en algún momento del camino se bifurcó y que no ha podido re-editar sus glorias originales.

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