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Más de sí, de Condemarzo

Por: El Desconcierto | Publicado: 14.05.2016
Más de sí, de Condemarzo masdesi |
Los contextos históricos y contingentes como la asquerosa política nacional, los cataclismos de la naturaleza de nuestro bipolar Chile y las impurezas de nuestro chistoso sistema que aún lame las botas de la Constitución de 1980, nos dan alimento suficiente para tener escenarios poéticos ricos y empoderados como MÁS DE SÍ.

“La empresa resultó grata, me educó sobre demonios, parece que babilonios (son muchos más que don Sata). Es tanto lo que relata es tanto en su desvarío, es tanto y tanto el gentío, que se entreteje y amasa / Condemarzo aquí repasa de lo nuestro, tuyo, y mío.” (…) Ramón Leo Fuentes.

Así señala la nota de corrección de MÁS DE SÍ, libro de poemas escrito por Cristian Condemarzo, donde nos zambulle sin permiso en una piscina de décimas cerdas y mensajes que nos asaltan una y otra vez, donde la picardía, el barroco, los términos señoriales y la cordialidad pierden sus definiciones y concepciones.

MÁS DE SÍ no es un libro de poemas; es una experiencia que cojea y se pone de pie, es un polvazo, es una náusea con néctar, y es una invitación explícita a sentarse con un set de maquillaje; gótico, de insecto junkie a lo Almuerzo Desnudo, de hooker, de bufón marchito, de negrata con collar de perlas al cuello y de reina enajenada con botas moradas y lustrosas salpicadas de barro penquista; con las vísceras colgando como gónadas, frente a un espejo todo un fin de semana con una botella de whisky al lado y dejar correr el Windows Media Player con un soundtrack ecléctico que vaya desde la Paloma San Basilio hasta heavy-metal, para interrogar y hacer declaraciones políticas y sociales de antología a los amigos, a los amantes, a los imbéciles que se hacen los ciegos, los sordos y los ‘no sé nada yo’, a la Historia, a los obispos, a los gobernadores, al proletariado y a los bromistas de siempre.

“Importa la poesía, no el poeta”, reza en una de sus páginas. Y si bien pareciera que es un tirón de orejas subterráneo, lo cierto es que sí importa un poco la poesía; como los amantes, lo que importa es la dedicación y no hablar de tiempos de duración empíricos ni arquitecturas tajantes del deseo; es hablar de cavilación, de espera, de paciencia, de palpar terreno como hurgar con gracia y humor negro una masa viva o muerta, pero muerta de borracha o de sexo carnavalesco.

El deseo es una actividad latente y en eso se parece a la escritura muchísimo, y es una sabiduría ancestral de todo quien padece la adicción de las letras (y del sexo): se desea como se escribe, siempre, aún cuando no tengamos las mejores herramientas de léxico, ni las ganas de siempre, ni la copa llena, ni la sangre en su lugar, ni las pestañas hechas, ni la ropa más atractiva. O como dice Henry Miller, para cantar no es necesario saber mucho de música o de partituras, sino solo abrir la boca, gesticular, balbucear tal recién nacido bastardo y empezar a cantar la gracia divina.

“Soy un hombre lobo. El monstruo de tu Lago Ness, la insania, un vampiro en Transilvania, invisible hombre sin rostro, la menarquia y el calostro que se asoma por la teta (…)”. Condemarzo no sólo adopta el rol de bufón de la Corte de las injurias o de todas las maldiciones y abanicos humanos posibles (degradación, olvido, fascismo, sexismo, bajezas, materialismos, injusticias, aversión, fastidio), o aquel payaso de maquillaje corrido que puede estar caminando en puntillas frente a la habitación del castillo donde se cuelga el letrero con la sigla FUCK (Fornication Under Consent of the King), sino que también se pone el ropaje de humano más descompuesto y sacro posible: el que tenemos dentro cada vez que nos sentimos mortificados por un todo a nivel macro.

“Importa la poesía, no el poeta”, reza en una de sus páginas. Y si bien pareciera que es un tirón de orejas subterráneo, lo cierto es que sí importa un poco la poesía; como los amantes, lo que importa es la dedicación y no hablar de tiempos de duración empíricos ni arquitecturas tajantes del deseo; es hablar de cavilación, de espera, de paciencia, de palpar terreno como hurgar con gracia y humor negro una masa viva o muerta, pero muerta de borracha o de sexo carnavalesco.

La décima se hace insistente toda vez que repite y nos dice que “lo soy todo, soy tu código y tu RUT, un gigante en Lilliput, un pez sapo en tu acuario, la noticia en el diario de la crónica de hoy”, allí nos reafirma que nos acompaña a diario como un ángel de la guarda… O como uno de los diablitos rojos con cachos y báculo con puntas en el hombro de uno de los personajes de ‘Tom & Jerry’ cuando alguien quiere hacer algo ¿perverso?, ¿reprochable?, ¿ilícito?, ¿maligno? ¿O escuetamente humano?

En palabras de Bataille, en cada hombre se halla un animal encerrado como en una prisión, y hay una puerta. Si la entreabrimos, el animal se precipita fuera, como el forzado, encontrando su camino; entonces muere el hombre. Y la bestia se conduce como bestia, sin ningún cuidado de provocar la admiración poética del muerto; así pues, la extrema seducción raya, probablemente, con el horror. MÁS DE SÍ se encuentra en un espacio colindante; de bestial y humano, de cándido y prepotente, de triste y libertino.

“Corazón nunca he tenido, y he perdido la cabeza, son mis dudas tus certezas y tu cruel desdén mi nido”, recita en otra página. Y nuevamente nos muestra un tejido que se transforma casi en patrón durante toda la lectura: no saber qué diablos se aparecerá en la próxima página. ¿Habrá más bestias o humanos? ¿Se escuchará un chillido milenario, con ganas de espantar el horror, o sencillamente el lamento aparentemente blando de un erótico felino?

En “Cógito”, quizás se manifiesta uno de los discursos más explícitos de esa tergiversación, dudando de todo y de todos, santos, historia, biología, geografía y numerología, hasta de él mismo. “Por joder, creo incorrecto los axiomas generales, leyes gravitacionales, todo número perfecto (…)”

Y sigue disparando como cowboy. Condemarzo nos hace un favor al hacer una confesión que, como lo inicié, raya con todas sus dicotomías: lo femenino, lo masculino, el trans, el mestizo, el loco, el alumbrado, el colérico, la enclenque, el nostálgico, el inquisidor, el que duda, el que vomita y el que reafirma un estado del mundo pavoroso y exquisitamente seductor como lo es el país donde vivimos gobernados por lobos con piel de ovejas y nuestras jerarquías están eternamente subyugadas por ancestrales cerdos en filas indias (con el debido respeto a la especie animal). “Lo que sobra son poetas en los bares eructando poesía sin sentido, lo que sobra son pintores malheridos en sus trazos de colores militares (…)”, clama en otro pasaje. Críticas y palmetazos en la nuca que van y se revuelcan en la tierra de la paradoja.

Los contextos históricos y contingentes como la asquerosa política nacional, los cataclismos de la naturaleza de nuestro bipolar Chile y las impurezas de nuestro chistoso sistema que aún lame las botas de la Constitución de 1980, nos dan alimento suficiente para tener escenarios poéticos ricos y empoderados como MÁS DE SÍ. Vegetamos en un país cáustico, un país pelotudo, fascista, ingrato, extravagante, machista, dogmático, castigador, vigilante, surrealistamente patógeno; un país de paja zombie, de pasteles, de cuerpos sin cabezas, de sexos sin alma y de cabezas sin cerebros.

Detenerse un buen momento y detener el ritmo enfermizo de la billetera y de la emoción maquinal, rechazar y buscar(se), plantearse nuevas materias, vestigios de esperanzas cuajando lentamente al nuevo sol y redescubrir nuestros propios credos y relaciones humanas por muy inhumano que todo el hábitat sea, cultivarse y re/armarse; marchar contra la corriente ayuda a re/significar el porqué de TODO esto; y leer poesía como ésta, y no (sólo) a los poetas, lo pone de manifiesto.

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