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Actor Ignacio Achurra: “Los gobiernos de centro izquierda no creen que los artistas tenemos las capacidades o el derecho de administrar la cultura y sus recursos”

Por: El Desconcierto | Publicado: 17.05.2016
En el marco del Día Nacional de Teatro que se conmemoró el pasado 11 de mayo en honor a la figura del destacado actor y dramaturgo Andrés Pérez, el Desconcierto conversó con el actor Ignacio Achurra sobre los orígenes de este día histórico para el mundo del teatro y las artes.

Ignacio Achurra es actor, académico, dramaturgo y director teatral de la Universidad de Chile; director artístico y fundador de la compañía de teatro La Patriótico Interesante, con la cual ha realizado desde el 2002 una intensa investigación en el ámbito del teatro callejero. Es uno de los actores que jugó, junto a Rosa Ramírez y un grupo de artistas, un rol fundamental para la instauración de esta fecha en nuestro país, la cual después de un par de episodios fallidos finalmente es decretada por el Senado en 2006 y celebrada por primera vez un año después.

¿Cómo surge esta idea de celebrar un Día del Teatro que conmemorara el natalicio del Andrés Pérez?

-La primera vez que participé en una actividad vinculada con el natalicio de Andrés fue alrededor del año 2003, en los Carnavales Teatrales. El Gran Circo Teatro, comandado por la gran Rosa Ramírez, había realizado una primera versión. Yo participé en la segunda. Era un carnaval que salía desde la antigua sede del Gran Circo Teatro, al costado de la Plaza Baquedano, el actual Museo Violeta Parra. Ahí teníamos una pequeña construcción, bastante precaria, construida en base a recortes, maderas, etc. Estábamos muy vinculados con el Circo Teatro y nos invitaron a participar en los carnavales, que tenían como objetivo conmemorar el natalicio de Andrés Pérez, el 11 de mayo.

Siempre existió la voluntad de relevar esta actividad como un día nacional del teatro. Cuando se realizaba la cuarta versión del carnaval el grupo organizador consideró que se debía dar un marco más institucional y jurídico a este autoproclamado día, pero para eso requeríamos contar con la complicidad del entonces Ministro del Consejo de la Cultura, José Weinstein.Decidimos que debíamos enviarle una carta contándole de esta actividad y solicitándole el apoyo del Consejo de la Cultura, sin tener demasiado claro todavía cuál podía ser la estructura legal con que actividades de estas características podían convertirse en el Día Nacional del Teatro. Lo hicimos y recibimos una sorprendente y poco auspiciosa respuesta, en donde Weinstein -con dos argumentos- señala por qué no le parecía pertinente conmemorar ese día: uno tenía que ver con un tema climático, no era conveniente para hacer un carnaval callejero u otras actividades conmemorativas en invierno; y segundo, no le parecía propicio personalizar ese día en la figura de Andrés.

Se le envió una carta respuesta la cual escribí y que iba visada por distintos actores y gente del mundo del teatro y la danza. Se le hacía ver al ministro su ignorancia respecto de cómo se producía arte en Chile: con frío, con malas condiciones climáticas, y que si esto nos detenía en la producción seguramente no existiría la cantidad de grupos haciendo teatro y artes escénicas en el país que había. Además, estaba la experiencia de varios años de carnaval, con bastante éxito de asistencia de participantes y público, lo que le quitaba aún más valor a sus argumentos. Y sobre su segundo argumento, nos parecía tanto o peor que el primero, ya que le recordábamos que precisamente las fechas conmemorativas emblemáticas a nivel mundial descansaban precisamente sobre la base de hechos históricos. Nos parecía innegable que Andrés Pérez era uno de los más destacados hombres de teatro de la segunda mitad del siglo XX en Chile. Terminaba la carta diciéndole irónicamente: “lo esperamos el próximo 11 de mayo en el carnaval teatral con su mejor disfraz”.

Yo no sé si fuimos justos o injustos con Weinstein, si su respuesta era independiente o respondía a una visión del gobierno. Digo esto, porque hace poco tiempo se había muerto Andrés Pérez; hacía poco había sido expulsado de los galpones teatrales de Matucana 100, lugar que él descubrió, habilitó, reivindicó, legitimó e incorporó e inventó como un lugar para la cultura y las artes escénicas particularmente. No hace mucho tiempo había sucedido todo eso y no eran pocas las voces que señalan hasta hoy que una de las cuestiones que terminaron por darle el golpe final, anímico y emocional a Andrés, fue precisamente este despojo.

Yo me imagino que no tiene que haber sido visto con muy buenos ojos por los entonces políticamente conservadores gobiernos de la Concertación la solitud de Andrés, y la de otras compañías como La Tropa, de administrar y abrir un espacio para compañías jóvenes. Él estaba en un ámbito contracultural y de tensión con los gobiernos concertacionistas, particularmente contra la figura de Jaime Ravinet, que se había referido en términos groseros y descalificadores contra él a propósito de la solicitud. Había un proyecto de administración que Andrés había conocido en Europa, y su discurso en ese entonces, que terminó con una dolorosa e impactante performance, hacía que Andrés Pérez fuera visto como un elemento poco cómodo para las autoridades y particularmente para las autoridades culturales. Por lo tanto, en ese entonces yo no sé si el ministro respondió solo o de alguna manera hizo voz y eco de una visión más arraigada en el gobierno.

¿No te parece paradójico que una figura como Andrés Pérez, que contó con mucha ayuda estatal en un primer momento, pase posmorten a ser una molestia para las autoridades, siendo que esas mismas personas usufructuaron y establecieron vínculos con lo que él significaba?

-Yo creo que, generalmente, los gobiernos se sirven de las figuras de la cultura y las artes por la llegada y cercanía que tienen con la ciudadanía, por la credibilidad que generan, por la capacidad de impactar con su creatividad y calar profundamente en la gente; se sirven cuando les son útiles. Efectivamente Andrés, de hecho fue una de las cosas que le dolió particularmente, fue una persona absolutamente comprometida con el retorno a la democracia. Se sentía bastante cercano al movimiento político que recuperó la democracia, sin alinearse políticamente con la concertación era muy cercano a la figura de Gladys Marín. De algún modo fue una figura reivindicada o legitimada por todo lo que significaba: un hombre que viene de la raíz popular chilena. Fue una figura usada en los primeros años de los gobiernos de la transición, pero cuando los artistas ejercen la característica que los define, que es la libertad de creación, de crítica y juicio, se les vuelven peligrosos para el poder y los gobiernos. Y eso pasó con Andrés.

Yo pienso que su figura era valorada, pero hasta cierto punto. O sea, una cosa era que lo legitimaran como artista y otra que le otorgaran derechamente la administración de un espacio de jurisdicción estatal, lo que de alguna manera instalaba un cierto modelo de administración cultural que no era en ese entonces, ni lo es hoy día, el modelo en el que haya creído la Concertación ni lo crea la Nueva Mayoría.

La manera cómo se ha empujado el desarrollo de la cultura en Chile no ha pasado precisamente por empoderar a los artistas de los medios de producción. Han terminado siendo financiados a través de fondos concursales que los limitan, que los coaptan muchas veces en las posibilidades de profundizar los proyectos, los grupos y colectivos creativos, pero en ningún caso generado subvenciones permanentes o renovables. Esto hace pensar que los gobiernos de centro izquierda no creen realmente que los artistas tenemos las capacidades o el derecho de administrar la cultura y sus recursos.

Todo pasa a ser mediatizado por el agente estatal, es decir, pueden facilitar un centro, pero que está mediado por gestores o productores con cierta agenda específica…

-Efectivamente, lo que vemos, y sólo hay algunas excepciones, es que casi la totalidad de los centros culturales y los departamentos culturales de los municipios, que son básicamente los que administran espacios más cercanos a la población, están administrados por operadores políticos del color del alcalde de turno. Eso lo ves cuando te toca trabajar con las comunas, ahí te das cuenta que es gente que tiene una agenda absolutamente política, en que la prioridad son los minutos que va a tener el alcalde antes de la función, dónde irán las sillas para los concejales, la gente que se convoca y no la calidad de una presentación artística. Te das cuenta que los criterios son absolutamente políticos, ni siquiera de visión ideológica de mundo, sino política-partidista-electoralista. El interés es generar una plataforma y un espacio de difusión de los intereses propios de reelección de alcaldes y concejales. Muchas veces a cargo de gente que ni siquiera tiene la formación profesional ni las aptitudes para administrar el uso de esos espacios. Así, te encuentras con enormes festivales comunales con un nivel artístico que deja mucho que desear; con grandes gastos en infraestructura y con muy poca atención e intención de otorgar condiciones propicias a los artistas ni al público asistente.

Volvamos a la historia del ministro. Envían una segunda carta, ¿qué sucede?, ¿cómo se logra retomar la importancia de este 11 de mayo y asociarlo al día del teatro?

-Para ser franco y transparente, la que asume la batuta de esta demanda como una cruzada absolutamente personal es Rosa Ramírez. Es ella la que logra, en la memoria de Andrés y lo que significaba para diputados o congresistas de ese entonces, activar apoyos y redes en el parlamento. Quienes formamos parte de este movimiento nos enteramos sorpresivamente cuando ya estaba bastante avanzado el tema. Ella había logrado conseguir apoyo entre algunos diputados para generar una iniciativa de proyecto de ley que contara con los votos suficientes para declarar legalmente su natalicio como el Día Nacional del Teatro. Lo cierto es que el 11 de mayo, como una celebración oficial de Chile, se lo debemos a la Rosa Ramírez, y no sé si la historia y los registros han sido lo suficientemente claros y justos para hacerle ese reconocimiento.

¿Hay una presión interna en el gobierno para rectificar esta primera posición negativa con respecto a la implementación de ese día?

-Yo creo que el ministro se vio atrapado en un muy incipiente Consejo de la Cultura, en ese entonces con menos recursos que los que hoy tiene, con un rango ministerial, pero con una estructura de consejo. La verdad, tengo muy buena impresión de Weinstein, creo que es una muy buena persona, que no es un político, es un tipo del mundo de la academia, y creo que se vio atrapado y representó una postura a priori del gobierno que debe haber entendido que esto podía ser un bumerán y un mal negocio, conociendo además la historia luchadora de la Rosa. Y bueno, luego creo que pensaron que una manera de reivindicar la memoria de Andrés y paliar en algo lo que había sido esta historia nefasta del despojo de los galpones teatrales de Matucana 100, era instaurar el Día del Teatro en su natalicio.

¿Cómo fue ese primer día oficial? Porque originalmente se celebraban estos carnavales con pequeñas compañías y con gente más cercana al Gran Circo Teatro, se deduce que luego comenzaron a sumarse una serie de productores culturales, principalmente de las artes escénicas y compañías, con visiones quizás lejanas al ideario de Andrés.

-El primer año un cambio importante fue que SIDARTE se abrió a esta celebración. Siempre hubo recursos de parte del Consejo de la Cultura para el Carnaval Teatral, pero eran muy pocos. Hace unos seis años me llamaron para dirigir las conmemoraciones del 11 de mayo en la Plaza de Armas. Hice una cuestión que se llamó acto público, donde convoqué, junto con el Sindicato de Actores, a gente de diversas escuelas para que mostraran diversos fragmentos de obras. Hice un almuerzo comunitario de profesores y alumnos en el Museo de Arte Contemporáneo y terminamos con la muestra de una obra en la Plaza. Esa actividad fue una de las primeras oficiales de celebración de esta fecha, ya absolutamente organizada desde el Consejo de la Cultura y en la que yo ví participar activamente a las universidades. Lo recuerdo muy bien porque le escribí en varias oportunidades a la U. de Chile para que participara y no tuve respuesta. Lo paradojal fue que cuando vieron toda la organización y difusión que se estaba haciendo con 10 universidades, circulaba un documental y todo un despliegue mediático, entonces ahí preguntaron por qué no se les había invitado. Entiendo que de ahí en adelante la U. de Chile ha mantenido un interés muy vivo por ser parte de esta organización. Se fueron sumando de apoco las organizaciones. A los dos o tres años prácticamente todas las universidades y escuelas teatrales lo tomaron como una celebración propia. Me empezó a dar muchísimo gusto ver cómo teatros, compañías que no necesariamente tenían afinidad con Andrés, empezaron a sentirlo cada vez más cercano y a encontrar sus propios mecanismos conmemorativos.

Es muy bonito ver cómo un anhelo tan personal de la Rosa en su momento, y que un grupo de personas hicimos propio, hoy se convierte en un hecho que les pertenece a todos. Esto es un primer paso de registro de una cuestión que tuvo un origen muy particular y muy poca gente lo conoce hoy.

¿Por qué es necesario conmemorar, no sólo desde la gente vinculada a las artes, sino desde la comunidad?

-Yo creo que es importante porque ninguna actividad humana, y menos creativa, es espontánea. La historia del ser humano se construye como un devenir en que, para bien o para mal, estamos determinadas por las condiciones materiales, afectivas, culturales, políticas y económicas que han ido provocando las generaciones anteriores. La historia para mí se construye a propósito de acciones y decisiones de seres humanos. Las acciones y decisiones que nosotros tomemos hoy van a ir determinando el futuro, los marcos jurídicos y públicos para el desarrollo de las culturas y las artes. Es importante entender cómo uno se sitúa en ese devenir histórico, en esas tradiciones y cúmulo de trabajo y de esfuerzo, sangre sudor y lágrima de tantos artistas como Andrés Pérez que vivieron para el desarrollo de las artes escénicas y, por tanto, para quienes creemos que estas artes alimentan el alma de un país, hacen de Chile un mejor lugar. Reconocer, conmemorar y valorar esas acciones para encontrar estímulo, fuerza e inspiración para seguir construyendo y desarrollando la cultura en Chile son fundamentales. No hay presente sin la memoria, pero una memoria no sobre la base de nostalgia, sino como un acto de sabiduría, de comprensión de cómo los tejidos y tramados sociales se van construyendo en la acumulación de los aportes que hacen los ciudadanos, los individuos que forman parte de una sociedad, y en eso Andrés Pérez fue un personaje fundamental de la historia cultural de nuestro país para entender las condiciones del teatro y las artes escénicas hoy

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