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El otoño de la juventud

Por: Claudio Guerrero | Publicado: 28.03.2017
El otoño de la juventud gam |
Comentario a la exposición «Primavera de la juventud», la cual es curada por Matías Allende. La obra se presenta hasta el 9 de abril en el Centro Cultural Gabriela Mistral (GAM).

La juventud parece una categoría agotada. Durante los años sesenta la demografía y la política sustentaban un aura de energía, cambio y pureza en la juventud, espíritu que se manifestaba en los movimientos revolucionarios del tercer mundo, en quienes se levantaron en mayo del 68 y en los hippies. Todo podía y debía cambiar y eran los jóvenes los llamados a realizar la utopía, a tomar el cielo por asalto. Luego vinieron las dictaduras, la caída del muro y el neoliberalismo. La juventud como una categoría que cifraba la potencia revolucionaria comenzó a parecernos una caricatura distante, más bien parecía un estrato apático y un apetitoso segmento de mercado. Visto así, la juventud parece un concepto perfecto para articular una exhibición de arte contemporáneo, que tanto gusta de realizar autopsias de conceptos y paradigmas agotados.

Con estas expectativas visité la muestra Primavera de la juventud, curada por Matías Allende en Centro Cultural Gabriela Mistral (GAM). Según ya había leído por la prensa, los artistas habían sido seleccionados por un jurado entre los participantes de la feria Art Stgo 2016: Caiozzama, Pitzi Cárdenas, Josefina Concha, Beatrice di Girolamo, Vicente Matte, Matthew Neary, NETO, Isidora Villarino y Maite Zubizarreta. Todos rondan entre los 25 y los 35 años. También gracias a la prensa tenía indicios acerca del programa curatorial, que propuso a los artistas trabajar con el universo simbólico y el despliegue histórico de la juventud durante la “Revolución en libertad” y la “Vía chilena al socialismo”, es decir, durante los gobiernos del democratacristiano Eduardo Frei Montalva (1964-1970) y del socialista Salvador Allende (1970-1973), con hitos tales como la Marcha de la Patria Joven, el desarrollo de la Reforma Universitaria o la construcción del edificio de la UNCTAD III (que tras diversas remodelaciones y reconstrucciones hoy alberga al GAM).

Lo ambicioso de la curatoría resulta inversamente proporcional a la extensión de los textos del muro, que constituyen la única advertencia para un visitante desprevenido, pues no existe catálogo de la muestra. El texto parafrasea a Frei Montalva cuando comparó al independentista Ejército Libertador de Los Andes con la Marcha de la Patria Joven, una épica peregrinación de sus adherentes desde diversos lugares de Chile que culminó con un masivo acto en Santiago, en el marco de la campaña electoral de 1964. El mismo texto de muro sugiere que el gobierno de Frei Montalva es un periodo “poco concurrido de nuestra historia” en comparación con el de Salvador Allende, que sería “en exceso” revisitado. Aunque el propio texto diga lo contrario, se trata de un gesto revisionista, interesante sin duda, pero completamente fuera de lugar. No existe ninguna posibilidad de sustentar alguna hipótesis histórica en un texto de dos párrafos ni de transmitir estos referentes a un espectador no suficientemente informado de nuestra historia reciente y menos a un turista extranjero, que resulta un público muy relevante para un centro como el GAM.

En este contexto, el gesto revisionista deviene en un voluntarismo difícil de asimilar para el público, pero también para los propios artistas de la muestra. Convertir en obra una hipótesis histórica así de específica no era tarea fácil ni necesariamente compatible con los intereses y metodologías de los artistas seleccionados. La mayoría de los trabajos exhibidos transitan entre la insignificancia respecto al complejo guion curatorial y un formalismo ilustrativo. Varios de ellos utilizan delicados juegos de formas, técnicas y materiales que resultarían más interesante- y honestos -sin el histórico pie forzado. La muestra incluye dos acciones anexas que eventualmente podrían tener algo más relevante que decir respecto a la curatoría: Baila como quieras, del colectivo Gamera, y El peso de la nación, a cargo de Luna Acosta y Paula Baeza.

En el desparpajo del collage de Caiozzama, lo ilustrativo al menos se comprende como  el resultado de un registro callejero y de un procedimiento alegórico que nos narra la historia del edificio a través del cuerpo de Gabriela Mistral. La pintura de Matte desarrolla de una manera un tanto más dialéctica la épica de los referentes históricos propuestos. El tótem de NETO es una propuesta sugerente en sus materiales y símbólos, pero resulta un tanto críptico respecto a tan expresa curatoría. Caso aparte es el trabajo de Mathew Neary, quien nos muestra su peso específico en la escena local con un video que es por lejos lo más interesante de la exhibición y el más orgánico abordaje que en ella veremos a la idea de juventud, al mito sesentero y al actual, todo en clave de un inquietante registro documental y de un agudo sentido irónico. Los elementos: una deslavada fiesta realizada en la misma sala de la exhibición termina en escenas de cierto desenfreno alrededor de un colchón, todo filmado en alta definición con pulcros encuadres y un fino montaje. Lástima que se encuentre proyectado en el rincón visualmente más contaminado de toda la sala.

Allende, el curador de la muestra, ya tiene una trayectoria como investigador, en particular de la historia del propio edificio que aloja al GAM, y en ese marco se entiende el revisionismo histórico de su propuesta. Pero cabe preguntarse si este grupo de artistas y las estrategias exhibitivas que se desplegaron eran apropiados para llevar a cabo una revisión histórica como la que se intentó. Por sobre todo, cabe preguntarse qué es lo que pretende el GAM con su programación de artes visuales. Alguna vez su línea editorial en este ámbito estaba guiada por la fotografía y este espacio recibió algunas exhibiciones excelentes, como la inolvidable e impecable muestra de Koen Wessing del año 2011. No obstante, la falta de una línea de publicaciones que acompañen a sus exhibiciones ha sido siempre un indicador de que no existe realmente una visión acerca de lo que implica una programación de artes visuales en un espacio de esta importancia. La extraviada programación de artes visuales del GAM resulta más notoria si consideramos que en el caso del teatro y la danza, este centro cultural se ha constituído en un verdadero referente metropolitano.

Quedarse con una programación definida por la fotografía documental era una opción cautelosa para el GAM. Optar por una línea de artes visuales implica tomar riesgos operativos e ideológicos mayores, algo que no todos están dispuestos a asumir. Sin embargo, si el GAM decide tomar riesgos, que sea por exceso de decisión, y no por falta de la misma. Que sea por convicción y no porque cayó en una extraña aventura que reúne a una feria comercial, a la revista ED y a la Cámara Chilena de la Construcción. Probablemente se trata de instituciones serias y respetables, pero ninguna posee una destacada trayectoria en lo que respecta al arte contemporáneo ni parece tener una visión de cierta densidad al respecto, tal como el propio GAM.

Tras ver la muestra, la juventud parece una categoría más agotada que nunca. Cuesta entender, sin embargo, cómo podemos articular este agotamiento con la retórica que rodeó a las movilizaciones estudiantiles del 2006 y del 2011, que constituyen la más importante actualización del mito político de la juventud en la historia reciente de Chile. Si el 2011 se vivió la “primavera chilena”, como se la llamó, ¿será que otra vez estamos ante un otoño de la juventud?

Primavera de la juventud

Curador: Matías Allende

Artistas: Caiozzama, Pitzi Cárdenas, Josefina Concha, Beatrice di Girolamo, Vicente Matte, Matthew Neary, NETO, Isidora Villarino y Maite Zubizarreta

Hasta el 9 de abril de 2017 en el Centro Cultural Gabriela Mistral

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