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La leyenda del Cabro Carrera: Adelanto de novela sobre el más famoso narco chileno

Publicado: 15.08.2018

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I

No alcanza a escuchar con claridad qué es lo que grita el muchacho de los diarios. La gente se aglutina alrededor, peleándose las noticias del día. El Cabro se pregunta qué estará pasando. La mañana está soleada y fría: es una jornada invernal temprana que aún se aferra al sol, aunque con un rebaño de nubes que parece prometer lluvias. El movimiento por el centro de Santiago es intenso. Hombres de negocios se encuentran y caminan a algún café; otros ya están reunidos, sorbiendo de sus tazas, comiendo sándwiches y pasteles. Él está masticando un fósforo, royéndolo entre los dientes, esperando que la calle le avise quién, en qué momento. Tiene el pelo corto y desordenado, pantalones de tela azul gruesos, una camisa a cuadros, un chaleco gris a maltraer, y sobre el pelo un jockey irlandés con los bordes deshechos de tanto uso. Está desteñidos a punta de sol, de lluvias, de llevarlo todos estos años.

—¡Cinco muertos en pelea en la Chimba! —grita el canillita.

El Cabro quiere comprar un diario y se tienta, para imitar al resto que lee con ansiedad las páginas. Pero para qué, se dice, si no va a entender nada y la vergüenza y la frustración lo van a carcomer otra vez, como siempre, igual que todas las veces que lo ha intentado, creyendo que va a aprender solo mirando, descifrando por pura intuición y porfía.

Entonces la ve doblando por calle Compañía hacia la Plaza de Armas.

La ve y se encienden todas sus alertas, pero el Cabro disimula bien; no ha ocurrido nada, todo sigue igual.

La mujer tiene alrededor de cuarenta y pese a conservar su forma esbelta se ha robustecido por la edad, supone. Lleva vestido azul y sombrero del mismo color, impecables, con los pliegues perfectos. La mujer camina firme y el Cabro piensa que debe dirigirse hacia la Catedral; tal vez quiera aprovechar para rezar antes de reunirse con alguna amiga, o con su marido, o quizás con su madre. Todas estas cosas pasan por la cabeza del Cabro, y mira alrededor, por si alguien más está observando a la mujer, por si alguien va a ir a su encuentro. Mientras, él decide que va a perderse por Puente, seguirá hasta la Estación Mapocho y ahí puede desaparecer y perderse de nuevo por Bandera o enfilar hacia la Chimba, dependiendo del devenir de las cosas. La mujer, observa el Cabro, lleva su cartera firme colgando del antebrazo y este pegado al costado derecho del abdomen. Todos estos detalles están estudiados por el Cabro justamente para agarrar las asas de cuero de la cartera y tirarla con todas sus fuerzas.

Quiere correr de inmediato, pero descubre que la realidad es más compleja que cualquier teoría: la mujer ofrece dura resistencia, con una fuerza que el Cabro no se esperaba.

—¡Me están robando! —grita desesperada.

—¡Suelta, mierda!

El Cabro le habla con severidad, en voz baja, mirándola a los ojos, intentando provocarle miedo. La mujer sigue gritando y el Cabro se ve en la disyuntiva de salir corriendo o continuar. Decide lo segundo: aplica fuerza y tironea, pero la mujer sigue oponiendo resistencia y las personas que a esa hora caminan por la Plaza de Armas los observan, se acercan, y el Cabro entonces lo intenta nuevamente en sentido contrario, la mujer cae al suelo y el Cabro comienza el escape, sin soltar la cartera. El forcejeo dura pocos segundos, en realidad hasta que ella cae al suelo violentamente, y ahora sí él puede correr a toda velocidad, perdiéndose por calle Puente, esquivando a la gente, hasta llegar al tranquilizador sonido de los trenes en la estación.

Matadero Franklin se lanza este jueves 16 de agosto, a las 19:30 hrs en el Centro Cultural de España. Presentan Pablo Toro y Álvaro Bisama.

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