El año 1981 sería testigo, del hasta entonces, mayor hito de la TV chilena: el capítulo final de la teleserie “La Madrastra”.
Luego de su estreno, el melodrama se instaló rápidamente entre las preferencias de la audiencia. El escenario televisivo y político era muy distinto al que vivimos el día de hoy. La TV cumplía un rol aglutinador, representaba para la gran mayoría, la única ventana para distraerse, aprender y informarse. No existía la TV por Cable y las únicas referencias de dramaturgia televisiva extranjera venían de Argentina y recién comenzaban a conocerse las novelas Brasileñas. Vivíamos en el ostracismo de un país en dictadura, con exhaustivo control de los medios, sin referencias ni oposición a un modelo dominante.
En este contexto La Madrastra representaba aire fresco, en términos de dramaturgia televisiva, en el contexto de una industria con muy pocos bríos de creatividad.
El tono melodramático, propio del género, sumado a unas pinceladas de crónica policial consiguieron conquistar, en poco tiempo, las preferencias de una audiencia que apenas tenía como oferta a 2 ó 3 canales de TV (Solo Televisión Nacional de Chile se veía en casi todo el territorio. El año 81 Canal 13 llegaba solo a algunas regiones y Canal 11 y UCV apenas cubría la Región Metropolitana y la Quinta Región).
El desenlace de La Madrastra inspiró portadas de diarios y revistas, incluso el matutino La Tercera organizó un concurso para dar respuesta a la clave del drama: ¿Quién mató a Patricia?
Para proteger el desenlace de la novela, los ejecutivos de Canal 13 ordenaron grabar varios finales para evitar que se filtrara la clave del último capítulo. Ni siquiera la protagonista de la novela, Gloria Munchmeyer, conocía el final.
El capítulo fue transmitido el 17 de agosto de 1981. El país se detuvo en todas las localidades donde llegaba Canal 13. Fue el primer gran hito de la teledramaturgia televisiva nacional y el puntapié inicial de la guerra de las telenovelas que se extendería por más de dos décadas.
El contrapunto entre el pasado de la realidad televisiva, atomizado y con escasa oferta contrasta con el presente donde la oferta audiovisual es enorme y todos los medios tienden a la convergencia.