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El rockstar olvidado: Sergio Del Río (1946- 2019)

Por: César Tudela | Publicado: 28.06.2019
El rockstar olvidado: Sergio Del Río (1946- 2019) SERGIO 2 |
La de este miércoles podría haber sido una jornada dolorosa para del rock chileno, desde el momento que se comunicó la muerte de Sergio Del Río, ocurrida la mañana del martes. Y “podría haber sido” porque en realidad no lo fue, no por el suceso en sí, sino por lo poco que significó para nuestra alicaída escena rockera. El ingrato olvido a su figura, clave en el devenir de los primeros años de la conformación de la cultura rock en este rincón del planeta, llevó a Del Río a morir pobre y en el anonimato, donde ni el tiempo, ni la historia, ni la bibliografía disponible han alcanzado para hacerle justicia a uno de los responsables de mostrarle a nuestra sociedad el fulgor del rocanrol como un Rolling Stones.

Sergio Belarmino Del Río Escalona comenzó siendo un rockstar a muy temprana edad. Nacido el 8 de marzo de 1946, ya a los 17 años tenía su primera banda de rock, The Tigers, un grupo sin trascendencia que imitaba canciones de los ingleses The Shadows y de Cliff Richard. Era 1963, una época vertiginosa, en donde el rocanrol fue una tendencia virulenta que poco a poco fue otorgándoles a los jóvenes un lugar en la sociedad adultocéntrica como sujetos sociales activos. También, fue el año en que las radios chilenas por primera vez programaron a The Beatles con el (no tan) inocente single ‘She loves you’, abriendo las puertas a toda la invasión británica. Justamente, fue un tema de The Yardbirds –‘I ain’t got you’ – el que despertó el hambre a Del Río por interpretar el nuevo canon rockero. «Cuando escuché ese solo de guitarra fue igual que si me hubiera fechado una mina. Me dije “tengo que hacer esto”. No me cabía en la cabeza que podía existir una banda tan buena. Eso cambió mi vida. Llegaba del colegio a tocar toda la noche», le confesó el guitarrista al periodista Gonzalo Planet en el libro “Se oyen los pasos” (2007, Cápsula Libros).

Para 1964, el grupo conformado por Alan Ferreira –un admirador de Elvis– en voz, Gustavo Serrano en bajo, Fernando Letelier en batería (luego reemplazado por Peter Burckdof), y Mario Pregnan y Del Río en guitarras, cambian su nombre a Los Jockers y adoptan la indómita filosofía del rock inglés. Afinan sus guitarras escuchando a The Troggs, The Animals, a los mismos The Yardbirds y, sobre todo, a The Rolling Stones, que para la prensa británica eran, en aquel entonces, la respuesta rebelde al fenómeno de la beatlemanía. «Nos identificábamos más con ellos porque eran más locos, más desordenados», cuenta Del Río, quien además de la música, queda atónito por la vestimenta de Jagger y los suyos, admiración que lo llevó a confeccionar sus propias camisas llenas de colores y diseños extravagantes. «Nadie nos quería hacer ropa. El dueño de una tienda en Tenderini nos dijo que hacía camisas para hombres, no para maricones. Tuvimos que ir donde costureras», le comentaba a inicios del milenio a David Ponce, para dejar su testimonio en el fundamental libro “Prueba de sonido” (2008, Ediciones B).

Desde su génesis, hasta su fin en 1968 –con 3 LPs y 10 singles editados–, todo en la historia de esta banda pionera del rock nacional tuvo que ver con romper esquemas, con conectar a los jóvenes –y a todo un país– con el lado más salvaje y fulgorante del rock. Era la onda de Los Jockers, que con el ímpetu arrogante para hacerse un nombre en la prístina escena local, trajeron a nuestra conservadora capital de finales de los 60 la rebeldía que solo había sido vista en el cine, gracias a películas de Elvis Presley, James Dean o Marlon Brando. Un dato empírico es que fueron ellos –y no los ingleses– los que popularizaron en Chile la famosa ‘(I can`t get no) Satisfaction’ (1965), piedra filosofal de la leyenda rolinga, que un año más tarde de su publicación original la graban y editan como single de 7”, consiguiendo vender más de 80 mil copias, según cita la bibliografía disponible. Su fama subía como espuma, y antes siquiera tener su primer LP, el legendario Ricardo García los contrata como acompañantes del show que el humorista Jorge Romero “Firulete” daría en el VIII Festival de Viña del Mar. Fue así como en febrero de 1967 se suben al escenario más importante del país, causando un impacto tal que el mismo alcalde de la ciudad jardín los invita a cerrar las últimas cinco noches del certamen. Hablemos de popularidad.

Su actitud desafiante y lúdica, más el poder y el volumen de las novedosas distorsiones de versiones de temas de The Kinks, The Who, y el furor por ‘Satisfaction’ (la que llegaron a tocar cinco veces en una misma noche), los llevó a cerrar trato con RCA Victor para editar su primer larga duración, un álbum de 12 canciones con versiones principalmente de sus patriarcas Rolling Stones, además de algunos temas de The Troggs y The Beatles. Fue Sergio Del Río el ideólogo de la fotografía que usaron para la portada de este debut, un registro que es una de las postales más emblemáticas de la memorabilia de nuestro rock nacional. Tomada un sábado a mediodía en plena Alameda, a la altura de la Biblioteca Nacional y el desaparecido Teatro Santiago. Detuvieron el tránsito, les gritaron de todo, llegó Carabineros, se los llevaron detenidos y fueron portada en los matutinos del día siguiente. Datos de una anécdota invaluable, donde cinco melenudos vestidos con pantalones apretados, camisas amasadas pintosas, y con paraguas floreados, desafiaron no sólo a automovilistas y microbuseros, sino al corazón mismo del conservadurismo imperante.

Así, podemos seguir narrando las peripecias de Los Jockers en su corta carrera, que para ser justos, se han contado en muchas ocaciones, cada vez que se quiere novelar la historia del rock chileno (aunque no parecen ser las suficientes para situarlos en un lugar privilegiado de aquel relato). Como la madre de todas las historias de nuestro rock, cuando Los Jockers baten el récord Guinness en septiembre de aquel mismo 1967, tras tocar más de 53 horas sin parar en el segundo piso de la Feria del Disco de calle Ahumada –pleno centro de Santiago–, pulverizando la marca anterior de 52 horas y convocando hasta al mismísimo Don Francisco para ver la hazaña, y posteriormente siendo invitados a La Moneda por el Presidente Eduardo Frei Montalva. En todos estos hitos contraculturales estuvo Sergio del Río, como artífice –esperamos– de una bomba de efecto retardado para la cultura rock nacional.

Luego de Los Jockers, Del Río también formó parte de Destruction Mac’s, Largo y Tendido, Aguaturbia y Tumulto. Para cualquier entendido medianamente en la historia del rock chileno, las bandas fundamentales de toda la primera generación rockera. Detalles más, detalles menos de quien, además, le cargó los amplificadores a Jimi Hendrix, en uno de esos trabajos por día que se consiguió estando en EE.UU. Por todo lo anterior, causa impacto que tal figura haya fallecido en el anonimato, en la soledad del abandono en un viejo cité de Santiago Centro. Sergio Del Río fue un prócer del rock chileno, que le dio mística y volumen a una época donde las manifestaciones de la música pop se concentraban en la seducción a través de la interpretación de la performance y las canciones.

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