Alejada de las historias de los cómics creados por Alan Moore a mediados de los 80 y de la película de Zack Snyder de 2009, HBO estrena este domingo la esperada serie Watchmen, uno de los eventos televisivos más esperados de este semestre. Esta nueva historia sobre los vigilantes, es una versión alternativa a la novela gráfica, que dará continuidad –o intentará hacerlo– a lo narrado en el cómic: transcurre en el mismo universo con una diferencia temporal de 34 años después (por lo que todo lo que pasó ahí es el relato pasado de la serie).
Esta reinvención de Watchmen solo recupera algunos de los personajes clásicos, por lo que la mayoría de los personajes principales de la serie son nuevos. Conocida por la complejidad de sus personajes y arcos argumentales, y también por tener el raro privilegio de ser considerada un acercamiento seminal al concepto del poder en el cómic.
El argumento se centra en la tensión racial en la ficticia ciudad de Tulsa, una zona próspera de estadounidenses de origen afroamericano, tres años después de un ataque racista coordinado por The Seventh Kavalry, un grupo de supremacistas blancos (que recuerda poderosamente al Ku Klux Klan) contra la policía y sus familias, momento que se conoció como “La Noche Blanca” o “La Masacre de Greenwald”.
Después de aquel ataque, los oficiales de policía comenzaron a usar máscaras amarillas para proteger sus identidades, mientras que, forzados a las sombras, el grupo detrás del ataque utiliza máscaras manchadas en blanco y negro, que hacen alusión a Rorschach, uno de los personajes clave del cómic. Por otro lado, Watchmen también es un drama sobre «héroes” muy humanos, que lidian con cuestiones personales y éticas detrás de una máscara, así como también con la línea a veces borrosa entre el bien y el mal.
El responsable de esta adaptación es Damon Lindof (productor ejecutivo y guionista), el creador de Lost, la exitosa serie de la primera década del siglo XXI, junto a su socio Stephen Williams como director general.