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#EspecialÁngelParra| Los expertos hablan de «Canciones Funcionales»

Por: Cristofer Rodríguez | Publicado: 12.03.2020
#EspecialÁngelParra| Los expertos hablan de «Canciones Funcionales» |
Segunda nota de nuestro especial a Ángel Parra entorno a su esencial disco de 1969. En esta nota, conversamos con cuatro investigadores de nuestra música popular –Marisol García, David Ponce, Ilich Rojas y Tito Escárate– sobre el valor de «Canciones Funcionales / Ángel Parra interpreta a Atahualpa Yupanqui».

Marisol García, periodista. Autora del libro Canción Valiente. 1960-1989: Tres décadas de canto social y político en Chile, entre otros.

Es valioso como disco incomparable con ningún otro, con una identidad bien definida, desde la imagen de portada hasta el repertorio y por supuesto los versos de las canciones, los focos de atención sugeridos en ellas y también la convivencia de la propia obra de Parra con las canciones de Yupanqui (uno de sus principales maestros en el canto, con quien llegó a relacionarse muy estrechamente, cosa que quizás hoy se ignora). Es un disco atípico para la música chilena de la época, más allá de los géneros. Me interesa, sobre todo, como crónica social, como despliegue de pistas muy ricas en torno a qué se debatía y observaba en Santiago hacia fines de los 60, y la irreverencia, sarcasmo y agudeza con que Ángel Parra está dispuesto a registrarlo. No sé si él era consciente entonces de estar haciendo un documento de época, pero así ha quedado.

¿Cómo ubicas este disco dentro de la discografía de Ángel Parra?
Es tentador describirlo como una curiosidad en el total de la discografía de Ángel Parra, un cantor usualmente asociado a la canción política, a la cueca o a la animación bohemia, con su gusto por el tango y el bolero. Pero la verdad es que sí hay algo que marca a su discografía, es por un lado su extensión y por otro su diversidad. Ya sólo detenerse en sus discos de los años 60 es elocuente, con trabajos que van desde colaboraciones con Manuel Rojas hasta canciones para niños y ese vaivén entre géneros, formatos y temas continuaría durante el resto de su vida. Es un disco estupendo para entender cómo cierra su juventud más curiosa, quizás, antes de los proyectos profundos, políticos y dramáticos que iban a seguir en la década siguiente.

David Ponce, periodista. Autor del libro Prueba de Sonido: Primeras historias del rock en Chile (1956-1984), entre otros.

Intentando ponerse en el lugar de la escucha de este disco en su tiempo, cuando recién salió, encuentro que es precioso y valiosísimo en el propósito de romper fronteras artificiales que existen en la música, ahí está su trascendencia. Yo aprendí desde chico que no tenía nada de raro que un señor que se llamaba Ángel Parra grabara un disco tan rockanrrolero. Con toda la poca cultura de rock que yo tenía en ese tiempo de niño, me parecía que era una cosa eléctrica, media audaz, media pecaminosa. Un sonido atrevido. Y era completamente natural, su forma de cantar o que tocara con esa guitarra que le da esa sonoridad. Que dijera “Escucho a los Rolling Stones / Amo la velocidad”, una canción totalmente adictiva. Qué bueno que existiera ese disco en ese momento, para que la gente de distintas edades, desde un niño como yo hasta los adolescentes y los más grandes, tuvieran la noción de que era posible hacer esos cruces. En definitiva, que Ángel Parra pudiera grabar un disco rockero. Como gesto me parece valioso.

Además de la actitud y sus significados para el contexto artístico ¿qué hay de rockero en la sonoridad del LP?
Más allá de que es un disco increíble en sus canciones, en su forma de tocar y en la producción musical impecable, es que con sólo un par de guitarras obtiene un timbre único al agregar cuerdas metálicas. La guitarra de Julio Villalobos con una técnica fresca, incluso con notas falsas en los solos como en la canción ‘El tuerca’, que nunca supe si fue un accidente o no, pero quedó tan bien que pareciera deliberado, a medio andar entre un bending y una cuerda seca que golpea el diapasón sonando como un latigazo. Un gesto de carácter mayúsculo. Probablemente, la mitad de lo singular del sonido de ese disco es la guitarra acústica de Villalobos, que la toca como un endemoniado.

¿Por qué escogiste el diseño de este disco como imagen de portada para tu libro Prueba de Sonido?
Es una imagen que resume que Prueba de sonido es un libro sobre rock, pero sobre rock chileno. Parra es un índice de chilenidad de reconocimiento universal y que haya hecho un disco con esa carátula, que tal vez sea más psicodélica que muchas portadas de bandas de la costa oeste norteamericana de los años 60, habla de las rutas impensadas que tomó el rock en Chile en aquellos años. Qué más icónico que ese arte que hicieron los hermanos Larrea, con esa foto psicodélica que probablemente para la gente de mi generación (que hoy bordeamos los 50 años) sea la primera foto psicodélica que realmente vimos en nuestra vida y la vimos en un disco de Ángel Parra, no en un disco de Led Zeppelin.

Ilich Rojas, investigador. Autor del libro El Proclive Necesario: La biografía de los Blops (próximo a editarse).

Es un disco que se adelanta a El derecho de vivir en paz (1971) como disco que fusiona el rock con el folclor y se adelanta de una manera súper interesante, porque es con guitarra acústica, como lo que hacía Tanguito en Argentina. Sin duda, es un disco que influyó al menos en sus cercanos, porque el medio era pequeño y todos eran amigos: Víctor Jara, el Gitano Rodríguez. Los viajes también influyeron. En ese sentido, la vida de Ángel es similar a la de Víctor, con sus oportunidades de viajar a Europa y conocer las sonoridades del rock. Parra decía que los cantautores debían dar el paso desde la canción protesta a la canción constructiva o propositiva, para lo que la electricidad o el rock podían ser un aliado. Desde esa experiencia que fue Canciones Funcionales se desprende el germen de lo que será el segundo álbum de los Blops, una especie de Pet Sounds chileno, pero con guitarra acústica. Un disco super sofisticado y complejo donde Parra jugó un rol clave como músico y productor. Ambos son discos únicos. Los escuchas en cualquier parte de mundo y sabes que son chilenos. La guitarra de Julio Villalobos es una manifestación del campo chileno profundo, pero rockera.

¿Tienes algún antecedente del impacto mediático del disco?
Para una época en donde la población en su mayoría escuchaba música por los singles que ponían las radios, por sobre los LP comprados que eran más caros, ‘El drugstore’ fue la cara B del single promocional de la campaña presidencial de Salvador Allende en 1970, lo que ya nos habla de un cierto impacto e incluso resonancia mediática. A pesar de tener poca prensa, no es un disco que haya pasado completamente desapercibido. Lamentablemente, desconozco si es que las canciones fueron incorporadas al repertorio en directo de Ángel en sus presentaciones, pero según los recuerdos de Julio Villalobos, no hay mayores antecedentes de haber presentado alguna vez el álbum frente a público.

 Tito Escárate, músico e investigador. Autor de Canción Telepática. Rock en Chile, entre otros.

Las canciones de este álbum son un manual de cómo hacer canción crítica sin evadir la poesía. Por el contrario, es la muestra de cómo generar una poesía popular de alto vuelo, que active preguntas sobre el poder, la marginación y la naturaleza humana. Todo esto, en un momento en que los procesos sociales de reivindicación de las estéticas del pueblo se perfilan como modelos expresivos validados y vitales.

¿Qué nos puedes decir respecto a la cara Ángel Parra interpreta a Atahualpa Yupanqui?
La interpretación llena de vigor de la obra de Atahualpa que aporta Ángel Parra tiene que ver con la juventud y la manera de sentir de esta nueva generación de la Nueva Canción Chilena, que venía con una convicción de lucha irrevocable. Ángel Parra busca un grupo de canciones con impronta social como ‘Meta bala’, ‘Las preguntitas sobre Dios’ y otras plenas de sabiduría campesina y popular que se adentran en temas existenciales, como ‘El aromo’, y las convierte en un mini álbum lleno de fuerza, en donde recorre los géneros musicales cono-sureños que visten estas piezas poéticas, con una eficacia sin igual, sumando un espíritu declamativo distinto al del autor. Este álbum corrobora, a su vez, la alta dosis de latinoamericanzación de la Nueva Canción y el reconocimiento de temas comunes, siendo parte de un proyecto estético mayor que alcanzaba a Chile y Argentina, portadores de una raíz cultural compartida en muchos aspectos. Un proyecto estético que apela vectores similares. Es un disco que confirma la relación entre la Nueva Canción Chilena y el Nuevo Cancionero Argentino. La canción arte (ligada a la contemporaneidad crítica), la canción con raíz e identidad, todos estos son elementos que introduce la obra de estos dos pilares de la canción latinoamericana y que recogen y proyectan.

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