Tipos Móviles

Ignacio Molina, autor de ‘Historia del trap en Chile’: «En el trap son todos bienvenidos, no hay una barrera o una distinción de clases sociales»

Por: César Tudela | Publicado: 23.04.2020
A través de numerosas entrevistas a los protagonistas de la escena –cantantes, beatmakers, fotógrafos, productores–, el periodista construyó este relato oral con una historia que se viene entretejiendo desde hace una década en el underground de la música urbana local y que hoy se alza como uno de los estilos que más dinero factura dentro de la industria musical.

Una fotografía: es marzo de 2019, Lollapalooza. La explanada del lejano escenario Lotus Stage –que se ubica en la esquina sur del Parque O’Higgins– no da abasto para los miles de fanáticos que se agolpan para ver el show de Paloma Mami. El espacio está colapsado, la polvadera que se levanta es asfixiante y no deja ver. Poco importa, todos quieren estar ahí.

Aquella tarde, el trap –hasta entonces un estilo denostado hasta decir basta– dejó de ser un mito de internet. El fenómeno de la música urbana comenzó a ser visto en serio. Antes de este hito, el periodista Ignacio Molina ya había comenzado a documentar la escena con algunos reportajes y entrevistas para medios digitales que daban cuenta que algo estaba pasando con esta música, sobre todo en ciertos suburbios de la capital.

De alguna forma, las poblaciones marginales fueron terreno yermo para que grupos de amigos con afinidades cercanas y en las mismas situaciones de precariedad encontraran en el trap una vía de escape. O, por lo menos, un medio para retratar su realidad tal cuál la viven, sin maquillaje. Y ocurrió lo impensado: desde esos barrios castigados por años de políticas de segregación y de indeleble desamparo, se dio vida al trap chileno. Un nuevo modo de hacer y ser música nacional.

Ignacio Molina. Foto: Paulo Peña

Con la idea de dejar testimonio de lo que está pasando en la escena, que se encuentra en un momento de envidiable producción, Molina toma el desafío de profundizar su ya iniciada investigación –desde mediados del 2018– y va en busca de los protagonistas de esta historia. Así, con más de 70 entrevistados entre los que encontramos cantantes, beatmakers, productores y fotógrafos, entre otros, se arma el relato oral que le da vida al libro Historia del trap en Chile (editado por Alquimia Ediciones). En Babel, conversamos con su autor.

– ¿Por qué hacer ahora una historia de un estilo que está en pleno proceso de ebullición, en vez de esperar un poco más para tener el objeto de estudio más lejos y tener mayor espacio para el análisis?
– Lo principal, es que el trap lleva hartos años en Chile y eso es algo que se desconoce. Hay una escena anterior a los exponentes que ahora están escuchando las personas a nivel mundial –Pablo Chill-E, Young Cister, Princesa Alba, Gianluca–, con exponentes anteriores como el Marlon Breeze de Nación Triizy que lleva más de 10 años haciendo un sonido pre-trap. Entonces, si bien lo que nosotros estamos viendo es la punta del iceberg, de lo que están más pegados actualmente, pero hay muchos que vienen de abajo. Por otro lado, ya que existe esa parte histórica, el libro no tiene una pretensión académica, no teoriza al respecto ni postula alguna idea a partir de un fenómeno como este que culturalmente es muy llamativo, como una escena completamente independiente, autogestionada entre los mismos beatmakers, cantantes, fotógrafos, empieza a tirar para arriba con la misma energía y talento, y con los cruces que se producen entre ellos. Entonces, llegué a registrar eso, a contarlo. Además, ¿para qué dejar para después algo que está pasando ahora?

– Es más como tener la fotografía de este momento en que está «todo pasando», ¿no?
– Tal vez, de alguna forma es ayudar para que esto se empiece a masificar más. Que muchos jóvenes que conocí en el reporteo, o anterior por otras notas, tengan la posibilidad de vivir de la música y encontrar un escape a la realidad en la que crecieron. Muchas veces vienen de poblaciones adversas donde hay mucha guerra entre traficantes. también son marginados por nosotros mismos –los periodistas–, por su color de piel o por su forma de hablar y les cerramos las puertas, no lo dejamos entrar al mundo de la cultura. Entonces es bueno que la gente se de cuenta ahora de algo que está pasando con harta fuerza y que todo apunta que se va a expandir. Quizás, hacerlo después perdería esa intencionalidad.

Francisco Farías

– Si bien el trap es un movimiento musical, una de las cosas que llama la atención del texto es que en el relato integraste a otros actores como los fotógrafos, quienes le dan una identidad estética al movimiento y, bueno, el libro parte con un set de más de 30 fotos.
– Ocurre algo puntual, que no lo había pensado, pero se me ocurre justo ahora: en un evento que se llama Upgrade Fest (que sale mencionado en el libro), me llamó mucho la atención que Young Cister ocupara dos o tres vestimentas distintas en el mismo show, primero con Polimá Wescoast y después aparece cantando solo unos temas de él y se cambia de ropa en el backstage. Recordemos que estos cabros son independientes, entonces no hay nadie detrás como asesorando, y eso me llamó la atención. Hay mucha pasta de artista, una intención estética importante en él de marcar esa diferencia, que uno ni siquiera ve en festivales grandes.

– Es como del Festival de Viña…
– Claro, quizás el lo tenía en su inconsciente y lo imitó. Pero todo esto viene por el rol de dos fotógrafas muy importantes como la Daniela Beltrán, que fue de las primeras en empezar a trabajar con estos cabros, haciéndoles sesiones de fotos profesionales, mostrándoles que había una estética del trap gringo original, de Atlanta y Chicago, al que ellos estaban apuntando (musicalmente) con sus posibilidades, y ella le empezó hacer fotos similares. Entonces, ya no eran las selfies que subían a Instagram. La otra fotógrafa importante es Loretta Castelletto, que comenzó hacer videos como el de ‘My blood’ (canción de Pablo Chill-E con Polimá Westcoast), donde ella lo dirige e incluye su estética y su background cultural, y se mezclan dos mundos ahí, el más callejero, del trap de barrio, de población, con contenidos que, si bien vienen sobre todo de Estados Unidos, eso hizo que agarró una distinción importante. Si no tuviera este elemento, esa preocupación, esa intención estética (de usar ciertas marcas, las poses en las fotos, etc.), creo que el movimiento no tendría la misma fuerza. Es la ayuda de muchas personas diferentes juntas, hacen que sea una cultura diferente y que puede explotar a nivel masivo. Cada estilo está marcado por una estética, el punk, el reggaetón, el grunge, y después se empieza a masificar y volverse popular. Incluso, ciertas ropas las puedes adquirir en un retail.

Por la pobla te hago un tour

Una de las características del trap chileno –y que le ha sido generador de prejuicios– es que trasparentan a través de las letras de sus canciones y de los videoclips, sin ninguna censura, el de dónde vienen y quiénes son. Las poblaciones desamparadas por el Estado son el paisaje de estos registros audiovisuales, con cantos cargados de AutoTune en donde van retratando cómo es convivir a diario con la delincuencia, el narcotráfico o la prostitución. Dicho de otra forma –y parafraseando a Pablo Chill-E– la cercanía que tienen con “el Chile feo, dónde el niño nace solo pa’ ser reo, pa’ ser de la constru’, pa’ ser de la calle”, como canta en ‘Facts’. Esto, ha conllevado a una odiosidad y crítica feroz por parte no solo de cierta audiencia, sino que de artistas que incluso vienen de estilos «hermanos» como el rap.

– En el libro, se deja entrever también, dentro de esta historia de independencia, una historia de clase, donde no solo aparecen los artistas de poblaciones marginales, que tal vez sean los más llamativos, sino otros sin necesidades y con otro capital cultural. ¿Cómo se te fue presentando todo eso?
– Algo que tiene el trap, a diferencia de lo que se generó, al menos, en el rap chileno de los noventa, es que en el trap son todos bienvenidos. No hay una barrera o una distinción de clases sociales. Si bien el trap original es muy estricto con eso y muy representativo de los barrios, se puede ver cómo alguien como Gianluca, que tuvo acceso a estudiar dos años Arte en una universidad privada (Universidad Diego portales) o la Princesa Alba que estudió Comunicación en la U. Católica, o el Ceaese que parece estudió Diseño y pudo viajar al exterior cuando chico, como al caribe cuando se hizo el corte de pelo que sale en la portada del disco Utopía (2018). Estas son personas que vienen de otra realidad pero que se integraron a este movimiento y si ellos se muestran reales en lo que hacen, si tienen talento, son bienvenidos en la escena.

Rodrigo Pérez

– Y ahí se van produciendo cruces, y hoy podemos ver colaboraciones como la de Gianluca junto a Pablo Chill-E.
– Claro. Otros ejemplos, Gianluca y Princesa Alba tuvieron ayuda de beatmakers que ya eran respetados acá en Chile, como Rehm; el Ceaese tenía un grupo de rap que era de Las Condes y se llamaban KSN FAM pero empezó a trabajar con Wildcat, un beatmaker que venía de la escena más underground; entonces tuvieron estos cruces y nunca hubo discriminación. La única firma en que haya discriminación, usando un término trap, es si uno de ellos “dobla pantalón”, que es como si uno de ellos los traiciona o se contradice en su actuar.

– Otra de las características del movimiento, y es algo que ha hecho el Pablo Chill-E, es la inclusión de artistas inmigrantes en su misma obra, algo que ha sido súper potente. En ‘Flyte’, con El Futuro Fuera de Órbita, dice “los flyte y los domi haciendo money”.
– El Pablo desde muy chico tuvo el apoyo de un cantante español que se llama Yung Beef, que es muy respetado a nivel mundial en la escena. De hecho, hace poco estrenaron tema a través de un canal estadounidense (World Star Hip-Hop) y cuando vino a Chile lo apadrino en su sello, que fue algo más bien simbólico porque no es un sello que tenga distribución física, pero le dio ese respaldo. Después grabó con Duki, un argentino que ahora está muy pegado, y cada vez más empieza a grabar con exponentes latinos y él también empieza hacerse internacional, si bien representa mucho lo que pasa en los sectores de más riesgo social del país, empieza también a representar a barrios sudacas. De hecho, la gracia del video de ‘Flyte’ (dirigido por Eloahim Ra) es que se grabó en la Población Santo Tomás de La Pintana, en vez de ir a grabar en otro sector con edificios o lujos. No, se grabó en un sector marginal de donde nace esta música con un músico neoyorkino, y ahí se juntan estos dos mundos.

«En el libro hay un capítulo que se llama T.R.A.P., que significa en esta subcultura “take, risk and prosper”, en español: hazlo, arriésgate y prospera», nos cuenta el autor. La sigla, aparte de tener similitud con el “rhythm and poetry” del rap, parece guardar también un secreto que tiene que ver con la identidad de quienes han decidido hacer carrera en este estilo. «En ese capítulo, habla un cantante que se llama Ben Weapons, que justamente relata como hay algunos cantantes y beatmakers que tienen un orgullo por ser flaite, pero reivindicando el término. Como que hay un orgullo de su origen, de sus amigos, del barrio en el que crecieron –a pesar de la marginalidad– y eso mismo le da una identidad de la que no se quieren despojar, a pesar de los prejuicios. Siguen manteniendo una esencia flaite que tiene que ver, más que nada, con salir adelante y buscársela como sea para obtener lo que quieren», complementa Molina. Esta ética es otra de las cosas que los separa de los raperos de los noventa, de los cuales el trap toma distancia, quizás, por tener una especie de moralina que lo alejó, en su momento, de corrientes como el gangsta rap, donde se reflejaba el ambiente precarizado y delictual de los suburbios, donde aparecen las armas, las drogas, las joyas y otros lujos costosos y que son parte de la estética barroca del hampa. «Por tratar de imitar a Public Enemy, empezaron a fijarse mucho en el rap comprometido con lo social de sus letras. Ahí tenemos a Makiza, que citaban con nombre y apellido a ciertos políticos. Pero también tenemos el caso, por ejemplo, de los Tiro de Gracia, que actuaron en La Moneda cuando estaban derogando la detención por sospecha y cantaron ‘Malasya’ al frente de Frei… algo que igual fue muy raro», sentencia el periodista, dando otro argumento del por qué existe esta distancia entre rap y trap en Chile: «en Inglaterra, como el 2003 sale el grime, que es un precedente al trap, que tenía base electrónica y que era bien callejero; después salió el crunk, que era más de fiesta; entre medio está el rap gangsta, pero los raperos chilenos se quedaron en lo mismo, cerrando las puertas a los que hacían algo nuevo. Se quedaron en su zona de confort».

No te enamores de mi

En el collage de la portada del libro destaca la imagen de Paloma Mami al centro. Los más puristas han declarado en redes sociales que ella no hace trap, lo que podría ser. Sin embargo, en la mayoría de las cosas que se pueden leer se deja entrever un sesgo machista. No solo ella ha tenido que demostrar el doble. Otras exponentes como princesa Alba, desde su irrupción, ha tenido que dar explicaciones por lo que usa, por lo que no; por lo que muestra o por lo que no, como si su cuerpo y lo que quiera hacer con él es parte de una discusión pública. «La sexualización de las mujeres en los videos de artistas femeninas, es una forma que ellas tienen de mostrarse libres con su cuerpo, resueltas. Si quieren ir a la disco a bailar con vestidos cortos, no significa que tenga que llegar un hombre a “perrear” atrás, o si quieren andar por la vida con las tenidas que usan en los clips, es cosa de ellas y no por eso significa algo más», dice Molina. Curioso es que, a décadas de la llegada del reggaetón, y con el precedente de la cantante portorriqueña Ivy Queen con la hoy clásica ‘Quiero bailar’ (“Yo quiero bailar, tu quieres sudar / Y pegarte a mi el cuerpo rozar / Y yo te digo si tu me puedes provocar / Eso no quiere decir que pa la cama voy”), siga siendo tema.

– En el libro están las voces de artistas y fotógrafas, cuyos testimonios dejan muy en claro la relevancia que han tenido las mujeres en esta historia del trap en Chile. ¿Cómo viste tu el tema de igualdad de género en la escena?
– Hay una evolución actualmente a nivel mundial que tiene que ver con la ideología machista que tenemos los hombres y que hemos venido cargando durante generaciones y que nos estamos dando cuenta lo equivocado que estábamos como género, y eso ha generado todo tipo de cambios en las expresiones artísticas. En el trap, en sus comienzos estuvo marcado por letras muy misóginas donde la mujer era vista como un objeto, algo que responde a una situación de contexto social desde donde surgió el trap en Atlanta, donde los traperos cantaban sobre las prostitutas de los stripclubs, que eran las mujeres a las que reconocían en los sectores donde se movían, o sea, estaban las prostitutas que andaban con los narcotraficantes de sus barrios o las que contrataban para que salieran en sus videoclips, entonces, de alguna forma, ellos estaban cantando sobre su realidad. Ahora, cuando el trap llega a Chile, algunos traperos adquieren esas mismas temáticas porque lo que hacen es una adaptación de esto al ámbito local, pero manteniendo varios de estos elementos que son característicos de ese trap original.

– ¿Y cómo lo ves ahora?
– Actualmente, las temáticas se han ampliado y encontramos que se habla de cosas cotidianas o más personales, como por ejemplo ‘Siempre triste’ de Gianluca, que marca un hito del trap en Chile porque se muestra como un joven sencillo, que no tiene grandes aspiraciones ni llegar a la cima, que toma distancia de esa cosa ególatra del estilo y muestra otra inquietud. A la vez, surgen exponentes como Princesa Alba o Paloma Mami que empiezan a tener una representación en esta nueva ola del feminismo.

–¿Cómo así?
– Por ejemplo, en ‘Diamante’, Princesa Alba se adelanta años a lo que patúdamente hizo Bud Bunny en ‘Yo perreo sola’; en esa canción ella expresa su independencia y libertad (“No necesito un hombre que me haga feliz / Estoy segura de mi misma, sabes que si”).  Hay otra chica, que se llama Sam Manson, que es de Iquique, también tiene esa libertad de expresarse, se jugar con lo sexy, de mostrar su cuerpo, sus tatuajes, looks, completamente resuelta.

Por cortesía del autor, por acá les dejamos un extracto del libro (que ya está disponible en algunas librerías y a través de BuscaLibre.cl), que pertenece al capítulo Siempre triste, que se centra en cómo Gianluca empezó a trabajar con Tyto Kush y al tiempo le dio vida a su primer hit.

DIRTYFINGAZ: En ese tiempo pasó una hueá chistosa. El Gianluca estaba grabando un tema y el Tyto Kush le dijo: “Oye, hueón, ¿por qué siempre cantai triste? Como que estái cantando triste”. Y a la semana el Gianluca saca “Siempre triste”. Y con esa hueá explotó. El Gian se inspiró harto en las cosas que le decía el Tyto.

YOUNG CISTER: “Siempre triste” [marzo de 2017] no fue su primera canción, porque tenía otras, pero sí fue el tema que le dio el impulso a su carrera, se hizo viral. La pista tiene un toque caribeño, algo súper sencillo y minimalista, le encajó perfectamente al Gianluca.

GIANLUCA: El Cister tenía las pistas en SoundCloud, tenía como cinco beats subidos y me acuerdo que el de “Siempre triste” se llamaba “Lil Boat». Lo escuché y me puse a escribir la letra al toque, y le dije al Cister que se la quería comprar. En ese entonces el Cister vendía sus pistas en quince lucas; así que le compré la pista, hice la maqueta y luego fui a grabarla donde el Matías. Primero la iba a mezclar yo y después le metió unas cosas en la producción el Malos Hábitos, y él exportó la canción final. La subí a YouTube con el video, que lo hice con un amiga de la U que hacía videoarte, entonces se manejaba bien con la cámara y me apañó. La piscina que sale es la del edificio donde vivía yo, en San Miguel.

TYTO KUSH: Siempre Triste no me gustaba al principio. No entendía bien la metáfora de la canción. Ahora la entiendo porque me la explicó. Es finalmente como que no importa lo que vaya pasando, la ambición es tan grande, que al final siempre estái aspirando un poco más y no podís. Es como una disconformidad frente a la ambición. Si me lo explicái así, me hace más sentido el “Sé que no voy a llegar a la cima”. Es por esa ambición de siempre querer más. Puede que estís viviendo como rico, pero nunca vay a llegar a la cima.

GIANLUCA: Antes de sacar “Siempre triste”, sabía que el tema era súper pegote, lo sentía así y lo mostraba. A cierta gente no le gustaba de repente, me decían que no entendían muy bien la onda. De hecho, el mismo Tyto lo encontraba bueno, pero no le gustaba. Yo estaba seguro  ue iba a pegar, y pasó un poquito y empezó a meter harto ruido.

LIZZ: El Gianluca habla de diferentes cosas. Es como más emocional y es bacán porque explora más la música y habla de su realidad. Cuando dijo: “No soy pobre, soy triste”, y mucha gente le tiró la pelá, pa’ mi fue como: “Está diciendo la verdad”.

TYTO KUSH: Gianluca siempre hizo sus letras en casa. Es muy obsesivo con eso. No duerme bien si no le gustó una letra, un pedazo. Él quería contar cosas de su vida, anécdotas, cosas cotidianas. Lo que rescatamos del trap con el Gian es ser real con uno mismo al momento de hacer la música. Cantar cosas tuyas.

GIANLUCA: Desde “Quemando billetes”, desde la primera canción que hice, quería generar algo. Porque yo sentía que en la escena todo era más calle, todo era más trap, súper relacionado con el drill, con cosas más duras; lo que venía haciendo el Ben [Weapons];, todos los cabros tenían una onda mucho más calle, el mismo Cister con el Miguel [Big Angelo]; entonces yo sentí que iba a hacer algo que iba a romper eso.

 

Déjanos tus comentarios
La sección de comentarios está abierta a la reflexión y el intercambio de opiniones las cuales no representan precisamente la línea editorial del diario ElDesconcierto.cl.