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Chile, falso paraíso del pop

Por: Adrían Araneda, explorador musical y conductor del programa Corania en Radio Manuel Rojas* | Publicado: 16.07.2020
Chile es más bien un paraíso de inspiración y creatividad espontánea, pero intermitente y no sustentable para el pop. No preserva la existencia de sus artistas. No salvaguarda la sustentabilidad vital y básica de sus músicos. ¿Entonces de qué paraíso estamos hablando?

En febrero del año 2011 la edición americana del diario El País publicaba el artículo “Chile, nuevo paraíso del pop”, mientras en abril del 2016 el medio digital Noisey music by Vice afirmaba que: “Si por algo ha sido conocido Chile en los últimos 10 años, es por producir constantemente nuevas bandas de pop, muchas veces creado con sintetizadores […]”. Las publicaciones internacionales se sucedían destacando la proliferación de artistas en la escena pop e independiente nacional, así como el éxito del género. En enero del 2019, el medio digital MQLTV.COM reafirmaba las publicaciones anteriores con su titular “Nuevo Paraíso del Pop: Medio español destaca ola de bandas chilenas”.

La nueva escena independiente en Chile fue parida después de la dictadura. “Recién a principios de 2000 surgieron artistas más jóvenes que no habían crecido en dictadura y no tenían todo ese rollo militante tan noventero de la generación anterior. Esto se manifestaba tanto en su acceso a la música (ya no compraban discos, los bajaban), como en sus influencias iconoclastas (desde el pop más mainstream hasta Violeta Parra). Al principio causó tirria en el ala más militante, pero luego tuvieron que rendirse a la evidencia. Los jóvenes venían escribiendo canciones mejores, y eso manda”, señaló Cristián Araya (director de Super45, web musical de referencia en Chile) a El País.

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La construcción de una realidad “mediática”, junto al desarrollo de un mundo que democratizaba la autoformación en la producción, acceso y composición musical a partir del auge de las redes sociales y medios de difusión gratuitos, construirían la idea de Chile como un país luz, lumbrera y propicio (paradisiaco) para la proliferación de nuevos músicos. ¿Pero dónde está ese paraíso?,  ¿existió en realidad? Para responder a estas preguntas debemos tener en cuenta elementos informativos (datos) y psicológicos. Ambos echan abajo la tesis de Chile como paraíso del pop.

En una entrevista publicada en junio de 2019 en El País el exalcalde de la localidad vasca Ordizia, Kepa Korta, señalaba que “cuando hay una crisis, las ciudades buscan auxilio en la cultura”. También el músico y exministro costarricense Manuel Obregón añadía en el mismo artículo que “la cultura no es gasto es inversión, está calculado que cada dólar genera un 12% de riqueza”.

De manera sostenida desde el año 1995 al año 2019, Islandia invierte el 3.04% de su PIB en cultura. Groenlandia el 2.31%. Las islas Feroe 2.29% de su PIB. Estonia y Hungría un 2%. Noruega, Dinamarca, Eslovenia y Letonia sobre el 1.6% de su PIB, secundados por Finlandia, Suecia, Bulgaria, Francia, Finlandia, Bélgica y Luxemburgo que invierten sobre el 1.3%. España, el 1.2% de su PIB. Y Chile, solamente el 0.4% de su PIB en cultura, algo así como $11.000 de gasto público por habitante. Y no consideremos una inversión las iniciativas privadas lucrativas como los festivales de música en Chile, tales como Fauna Primavera, Lollapalooza, Mysteryland, el desaparecido Maquinaria Rock, y otros. Siguiendo al anfitrión del festival EXIB Música, el portugués Pedro Pina, en su afirmación «¿De qué sirve tanto festival?», se debe considerar que los artistas y bandas llegan y se van, sin aportar a la identidad cultural.

El informe emitido el año 2016 por la Asociación Gremial de la Industria Musical Independiente de Chile denominado “La Industria Musical Independiente en Chile: Cifras y Datos […]” destaca el aumento de los ingresos globales por música grabada en un 3,2%. Por 5° año consecutivo Latinoamérica fue la región con mayor crecimiento en ingresos por música grabada representando un aumento del 11.8%. También señala que para el caso chileno el 19,1% de los artistas, técnicos e intermediarios del sector cultural son trabajadores de la música, siendo el tercer grupo más grande después de quienes trabajan en artes visuales y escénicas. El mismo informe demuestra la precariedad en la que se encuentran los músicos chilenos:

a.1 de cada 10 músicos es mujer.

b.El 60% son trabajadores independientes y más del 70% no cuenta con contrato o boletea.

c.El 39% de ellos no están afiliados a ningún sistema de pensiones

d.Dentro de los trabajadores dependientes el área de música tiene el promedio de remuneraciones más bajo del sector creativo con $596.768.

e.Casi el 50% obtiene la mayor parte de sus ingresos de la música, el otro 50% debe combinar sus actividades musicales con otras fuentes de ingreso.

f.El trabajador de la música en Chile, al igual que otros artistas, se desempeña en precarias condiciones laborales, marcadas por la informalidad y la dificultad para vivir de la actividad musical pese a que una mayoría se dedica exclusivamente a ella. Existe una baja asociatividad con fines gremiales y laborales, lo que puede dificultar una mejora en su situación.

No obstante, contra toda adversidad la producción de discos para el periodo 2011-2014 aumentó en un 65%. Este aumento se presenta como una tendencia sostenida en el tiempo. El problema de este “antiparaíso” es la “no sustentabilidad de la creación y producción musical”. Es decir, el nacimiento de proyectos novedosos pero con fecha de caducidad, que no perduran por más de 5 o 6 años. Artistas para la obsolescencia. Lanzan 2 o 4 EPs, les va bien y luego se precipitan a tocar en vivo y a intensas giras en horario 24/7, viviendo rutinas, mecánicas, convirtiéndose en reproductoras o grabadoras musicales de sí mismos, manteniéndose en esa dinámica «como monos o piezas de un motor» durante 2 o 3 años, ya que es la única forma de subsistir de la música. Al quinto año se encuentran aburridos, hastiados entre ellos y hasta con sus propios proyectos musicales. Para qué hablar de crear o componer en esas condiciones. Entonces es cuando deciden separarse y leemos declaraciones poco honestas como “terminó un proceso”, “terminó una etapa”. No falta por ahí el músico más sincero que dice “en verdad también sufrimos un periodo de desgaste grande y pospusimos proyectos individuales”. Podría nombrar a lo menos 10 proyectos musicales chilenos que brillaron en el periodo mal bautizado como “paraíso del pop” y luego sucumbieron ante el estrés, y el desgaste psicológico y emocional.

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Ya se acercaba a este punto Cristián Araya en la nota antes citada: «Durante los últimos 10 años han salido cantidad de bandas con un talento extraordinario, pero que apenas publican cuatro canciones en MySpace antes de desaparecer. Lo que están logrando los artistas que se empiezan a dar a conocer afuera es solo producto de un genuino amor a lo que hacen. Con tanto en contra, siguen y siguen hasta finalmente lograr algo». ¿Acaso el Estado chileno no podría subvencionar o remunerar a algunos de sus músicos exportadores de cultura? ¿Porqué no comenzar con proyectos experimentales para remunerar a nuestros músicos como ya a acontecido en Finlandia, Livorno en Italia, Utrecht en Holanda, Ontario en Canadá y en USA?

*Corania es un programa que presenta sonidos y tendencias poco visibilizados en la industria musical comercial. Se transmita todos los jueves a las 20 horas en Radio Manuel Rojas.
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