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Sebastián Calfuqueo, artista visual mapuche: «Al gobierno no le interesa la cultura, porque le da herramientas a la gente para pensar un mundo diferente»

Publicado: 08.12.2020

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Hijo de padres feriantes, nacido en Santiago y criado en Cerro Navia y Lo Prado, a sus 29 años Sebastián Calfuqueo se ha alzado como uno de los artistas contemporáneos con más visibilización a nivel internacional de los últimos años. De hecho, al ser consultado respecto a cuántos países ha recorrido gracias a su arte, derechamente responde «no lo sé», aunque estima se trata de una cifra cercana a la veintena.

Solo durante 2019 estuvo en Suecia, Canadá, Suiza, Perú, Miami y New York, sin contar los rincones del mundo a los que han llegado sus obras sin que su presencia fuera necesaria.

Etiquetado como artista mapuche, artista no binario, o incluso como artista homosexual (cuando él mismo no se ha definido así), su camino ha estado siempre marcado por la deconstrucción de discursos hegemónicos, por una lucha constante por no ser reducido a estas categorías, y por no ser leído solo bajo estos prismas.

En ese contexto, se ha escapado de los espacios cerrados del arte como la galería o el museo, llegando a espacios como colegios (gracias a los formatos en video principalmente) o incluso a círculos académicos, siendo contactado por docentes de universidades como Princeton, Stony Brook en Nueva York, la Universidad de Austin en Texas, y la Universidad de Ohio, que trabajan con él en distintos proyectos.

En conversación con El Desconcierto, Calfuqueo se refirió a las complejidades de ser un artista mapuche joven en el Chile del 2020, y a cómo las categorías que son usadas para definirlo, si bien lo limitan, a su vez son utilizadas por él mismo para entregar un discurso político. «Es político hablarlo en este momento, porque hay un régimen heterosexual instalado en nuestra sociedad», explica. 

– Comencemos por lo elemental, ¿es Sebastián Calfuqueo, en diciembre de 2020, un artista visual?

-Sí, yo me defino como una persona que hace artes visuales. Pero también me he estado metiendo en otras cosas que se escapan de las artes visuales. Específicamente con la educación, también mi trabajo más como activista, soy parte del  colectivo Rangiñtulewfü, también pertenezco a Yene Revista, que es una revista de arte, pensamiento y escrituras enfocada en el Wallmapu y Abya Yala, y allí distintas personas de distintos territorios van generando un entramado de diversas voces. Entonces no solamente hago arte, sino que también estoy ligado a otros procesos sociales, trabajo como profesor (en un colegio Waldorf de Santiago), entonces a grandes rasgos podría decir que soy artista visual, porque me dedico a eso, pero también he ido derivando en otras cosas en el último tiempo, porque siento que también los procesos colectivos y el vincularte con otros permite que las obras se expandan más allá de nuestros propios trabajos y oficios.

Así que me defino como un artista visual, pero muy poco convencional en el rol de artista, porque no únicamente cumplo ese rol ensimismado en mi obra, sino que trato de hacer otras cosas con otros, que creo que también es interesante.

– También te han categorizado como artista no binario y como artista mapuche. ¿Son esas las categorías que te definen hoy?

-Es que no me gustan las categorías al final. A mí no me importa tanto cómo me llamen hoy en día. Siento que el espacio de ser una persona no binaria es precisamente eso, no estar en la conformidad del espacio de lo masculino ni lo femenino, no estar en esas hegemonías. Entonces si me nombran como él o ella, no tengo tantos problemas, porque yo no me considero una persona en esos espacios. 

Pero el arte, y en general los medios, tratan de generar categorías que son sensacionalistas, o en general exotizantes para las personas, que la reducen un poco en sus trabajos. A mí, por ejemplo, me persiguió un poco la categoría de «artista, homosexual y mapuche», cuando yo nunca me he definido a mí mismo como una persona homosexual. El tema de las categorías es un problema en general, porque limita las obras de los artistas, limita las producciones, y hace creer al público que las producciones están enfocadas únicamente en un lugar, cuando probablemente no lo están, porque las personas no son únicamente su género, no son únicamente su sexualidad, ni con quién se acuestan; esos son los espacios personales y privados de cada uno.

Yo lo hago público porque creo que es político hablarlo en este momento, es político porque hay un régimen heterosexual instalado en nuestra sociedad. Vemos que hace cinco años recién el tema de las diversidades o disidencias está un poco más visible, pero hasta el día de hoy nos siguen atacando en la calle, nos siguen agrediendo. Mi forma de enunciarme va en ese sentido, de reclamo político a este régimen heterosexual tan marcado, donde lo masculino y lo femenino están tan solidificados en lugares tan fijos. Porque es una masculinidad o una feminidad la que se acepta, o un tipo de feminidad. Y para mí es importante que empecemos a romper esas lógicas, hoy creo que es políticamente importante enunciarse, pero hacia un futuro creo que las categorías deberían ir quebrándose

Al menos en este momento de mi vida yo siento que busco intentar escapar un poco de eso (de las definiciones de categorías). Me siento mucho más cómodo en el ‘entre’ que definiéndome, creo que es mucho más potente. 

Performance «Bodies in Resistance», Knowledge of Wounds, Performance Space, Nueva York, EE.UU. Enero de 2020.

– ¿Cómo es la vida de un artista mapuche en este Chile de hoy?

-Ya ser un artista en Chile es un lugar bien complejo. Pensemos que históricamente las personas que se han dedicado a las artes en Chile son personas que tienen poder adquisitivo, redes de contacto, medios, etc, para poder producir arte porque hacerlo es muy caro. Es un espacio super de élite, muy privilegiado, de personas con mucho poder adquisitivo, de una red de circuitos de coleccionismo muy específico. Yo antes de estar en este mundo no conocía esas redes, entonces para mí fue mucho más complejo entrar en este espacio del arte cuando no tenía ni un papá que visitaba un circuito cultural por ejemplo, mis papás no tenían esa vinculación porque eran personas que se dedican especialmente a trabajar en la feria, y mucho tiempo no hay para el espacio cultural.

Para mí fue complejo primero disputar ese espacio hegemónico de élite, donde algunos puede producir arte, donde las galerías de arte están también solo en cierto sector de la ciudad, donde no hay un gran coleccionismo, donde las mismas instituciones no les pagan a los artistas. Es muy complejo para los artistas jóvenes producir una obra, porque está siempre en la categoría de «arte joven», y allí podríamos entrar en otra discusión con respecto a las categorías, y preguntarnos ‘¿hasta cuando un artista es artista joven?’. Tiene que esperar hasta los 40 años para pasar a ser un artista en vías de consagración y llegar a los 60 para ser un artista consagrado, entonces en realidad el arte es un martirio.

En Chile los artistas jóvenes tienen muchas cosas en contra, que tienen que ver principalmente con las instituciones, con el Estado, que en Chile no tiene políticas culturales que funcionen para los artistas. Es super fuerte decir esto, pero creo que a mí no me pagan el 80% de las cosas a las que me invitan, siendo que soy un artista que tiene mucha visibilidad, y creo que mis primeros cuatro años de carrera no recibí ni un peso. 

– ¿No te pagan cuando te invitan a exponer?

-Cuando me invitan a exponer, o dar un taller, o una charla, siempre es como por la buena onda, etc. Siempre le tenemos que trabajar gratis a cualquiera, desde la instituciones, hasta la gente que te escribe y que te pide que por favor hables de esto, y siempre tenemos que estar un poco abiertos a eso, y obviamente que lo hacemos porque hay un compromiso político con ciertas cosas, pero los artistas no podemos vivir del aire, es absurdo pensar eso. Entonces ya ser artista en Chile es complejo, ser artista joven le suma una complejidad aún mayor, y ser artista indígena o mapuche ya es otra capa de complejidad, porque te deja nuevamente en un lugar muy situado. Para el Estado lo indígena sigue siendo algo exótico, algo funcional al mercado, cuando somos solamente voces usadas en su mera potencia estética, o en su espacio espiritual, pero nunca en su espacio de reivindicación política

Son muchas cosas que hay lidiar finalmente. Ser artista joven en un espacio que siempre te trata de reducir a un prejuicio y a una exotización que se tiene sobre el artista mapuche. El artista mapuche (es visto) como algo del pasado, como algo que no puede estar vinculado a las tecnologías, no puede estar vinculado a lo político, ese es un espacio en el que se nos cuestiona mucho. Y nadie le cuestiona a los artistas que no generan ningún tipo de crítica hacia algo, a esos artistas no se les cuestiona nada. Entonces es super complejo vivir estas condiciones en Chile, donde el Estado nos da cuenta de que para ellos el arte es un hobby, no es un oficio ni un trabajo. 

Mürke ko (Aguita con harina tostada) (2016)

– Y en la medida en que el Estado no se pone con los recursos, el arte lo hacen solo quienes ya tienen dinero, y se perpetúa el elitismo del que hablábamos al comienzo.

O sea, por ejemplo, yo puedo en este punto ser bien honesto y sincerar que yo sí estoy con una galería de arte, que es la galería de Patricia Ready, pero yo siempre pienso, si yo no estuviera en ese lugar, estaría un artista cuico, y prefiero estar yo a que esté otro artista cuico.

Para los artistas indígenas es un mundo complejo. Porque entrar al mundo del arte, cuando tú nunca has vivido del arte, es complejo. Comienzan a pensar que uno empieza a vender su pensamiento, pero en realidad si tú te vas a mirar los ingresos de los artistas, los artistas no reciben ingresos económicos, entonces cuando hablas de los artistas que están produciendo por sus propios medios, que van en vinculación con temas políticos actuales, creo que es importante que también se asuma esta otra vereda que es la precarización que tenemos los artistas.

– ¿Cuál crees que sea el motivo por el cual tu arte ha encontrado tanta difusión?

-Mi trabajo se ha difundido mucho a través de Internet. Mis producciones están casi todas liberadas, entonces yo creo que ese ha sido fundamental para la difusión. Y ha sido muy bonito que esté una obra mía exhibiéndose en una universidad con mucho prestigio internacional, o un museo muy importante, pero que al mismo tiempo esté conectado con un colegio municipal en un barrio donde se está pasando un video mío y que les chiquilles más pequeños –que son ahora todos no binaries, porque esta cosa del binarismo no funciona para las nuevas generaciones–, puedan verlo, para mí es muy lindo. 

– ¿Qué artistas mapuche históricos recomendarías a la gente?

-Hay grandes artistas, como Faumelisa Manquepillán, Eduardo Rapiman, Lorenza Aillapán, personas que han producido antes, que han estado ahí y que han realizado trabajos muy interesantes en las artes visuales, y también desde la poesía, Elicura Chihuailaf, la misma Maribel Mora, Leonel Lienlaf, etc.

– ¿Qué artistas contemporáneos recomendarías, y qué artistas te mueven a ti en lo personal?

-Del Chile contemporáneo a Paula Baeza Pailamilla, que es una gran artista de performance, que también ha tenido una visibilidad importante afuera, y viene llegando ahora de la Bienal de Berlín, y tiene un trabajo super potente, super interesante, que también no se le ha puesto el ojo porque es performance, y la performance en Chile ha costado digerirla más que otras técnicas, porque la gente no está relacionada tan bien con su cuerpo, yo diría. Otros trabajos que me gustan mucho también son el de Paula Coñoepan, está Pablo Lincura también, Rodrigo Castro Huechue, Francisco Vargas Huaiquimilla también. Y dentro de la escena general, a mí en lo particular me han inspirado mucho los artistas de la escena de avanzada, los artistas de performance en Chile, los artistas queer en Chile, que casi todos están muertos –hay que decirlo, porque no fueron valorados en su época– Carlos Lepe, Las Yeguas del Apocalipsis, Pedro Lemebel, Francisco Casas –que no está muerto, por cierto– y cientos de otras personas, Paz Errazuriz, la misma Hija de Perra, un amigo fotógrafo Diego Argote que también hace un trabajo super interesante sobre el VIH, Lorenza Böttner, que nunca fue considerada dentro de la historia del arte en Chile, y que es una artista trans –que no tiene brazos, que pinta con sus pies– que destacó en los noventa, pero que en Chile no conocemos mucho.

 

Kowkülen (Ser líquido, 2020).

– En temas más vinculados a la actualidad, ¿Qué te pareció la negativa de gobierno a firmar el Acuerdo de Escazú?

-Creo que la particularidad de este gobierno ha sido el ir en contra de los procesos sociales, democráticos, del respeto por las comunidades, del respeto por el medio ambiente. Hay mucho de eso, por lo que para mí no es sorpresa esto. No es sorpresa que el gobierno de Sebastián Piñera, el gobierno más nefasto que ha tenido este país, el gobierno más terrible que ha tenido, sea precisamente el que se negó a firmar el Acuerdo. Evidentemente hay una política que no está enfocada en los derechos ambientales, y menos en la participación política de la gente. Mientras menos participación política tenga la gente, para ellos mejor. Me parece lamentable por todas las situaciones ambientales y territoriales del país, que son muy preocupantes. Hay personas que no tiene agua, no solamente en el norte, como creen muchos, no, eso sucede en la VII Región, en la VIII Región, en la IX en la X, etc. Hay montones de zonas donde no llega agua, o llega agua una vez a la semana, y esa agua les dura dos días y las personas tendrán que ver cómo se vive.

– ¿Y qué te pareció el nombramiento de Cristián Barra, ex jefe del fracasado plan Estadio Seguro, como persona «con dedicación exclusiva» para La Araucanía por parte de gobierno?

-Bueno todos sabemos de la militarización de la zona, es cosa de ir a las comunidades mapuche y ver cómo están los tanques gigantes amenazando a las personas. No hay vida cuando todo el tiempo existe alguien amenazándote con una metralleta. La infancia mapuche es un claro ejemplo de vulneración de los DD.HH. en este país, y no hemos puesto el ojo en eso. No hemos puesto el ojo en cómo también las forestales en este país tienen impunidad total, que explotan el territorio, y son defendidas por el Estado, la policía y este grupo económico hegemónico. 

– Finalmente, ¿qué te pareció la disminución de presupuesto entre un 8% y 25% para las instituciones de la cultura en el presupuesto 2021?

-Lamentable, pero no me sorprende nuevamente. Esto no se viene repitiendo solamente con la pandemia, vimos esta situación hace dos años con la reducción que se estaba haciendo hacia Matucana 100, Balmaceda Arte Joven, Teatro a Mil, entonces hay un reducción de presupuestos del Estado porque al gobierno no le interesa la cultura, ¿y porqué no le interesa la cultura?, precisamente porque la cultura es un espacio que educa a la gente, que les da herramientas para pensar un mundo diferente, y porque precisamente, muchas de estas producciones están ligadas directamente a los procesos sociales que se están llevando, y el gobierno va contrario a todos esos procesos, entonces evidentemente no sorprende esta decisión. Al gobierno no le interesa que la gente tenga una reflexión, ni un pensamiento propio. Mientras más en la zona de confort pueda estar la gente para el gobierno, mejor para ellos porque pueden manipular mejor las cosas.

Revisa la entrevista completa a continuación: 

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