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Jesús Urqueta: “A Heiremans no se le ha dado la importancia que debería tener”

Por: Galia Bogolasky / Culturizarte | Publicado: 21.08.2022
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Entrevistamos al director de “El Mar en la Muralla”, obra protagonizada por Claudia Cabezas y Nicolás Zárate, quienes interpretan a una pareja que intenta reparar el duelo ante una pérdida. El montaje se está presentando en el Teatro UC hasta el 27 de agosto.

Un día, Rebeca y Octavio -un matrimonio que lleva años intentando sobrellevar la muerte de su hija- ven en su ventana «algo» que les devuelve la ilusión del pasado feliz. Amar, perdonar, olvidar y recordar se instalan como las principales acciones que articulan “El mar en la muralla”, la segunda parte de Proyecto Buenaventura, el cual contempla la realización de las obras de la trilogía homónima de Luis Alberto Heiremans, uno de los escritores y dramaturgos más prolíferos y representativos de la generación del 50, y que se inició en 2018, con Arpeggione (Premio Círculo de Críticos de Arte a la Mejor Dirección).

– ¿Cómo fue la idea de realizar esta segunda parte de la trilogía de la obra de Heiremans, con la obra “El mar en la muralla”, después de cuatro años desde Arpeggione?

Es una idea que viene casi de la misma forma que nació Arpeggione. Cuando nosotros tomamos la decisión de realizar la trilogía Buenaventura, estaba la expectativa de en cualquier momento hacer las tres obras. Desde ese lugar, nosotros venimos pensando El mar en las Murallas desde el año 2019, un poquito antes del estallido social. Es más, ese mismo año nosotros habíamos postulado a un proyecto Fondart para el 2020, el cual no lo ganamos. Después postulamos de nuevo en pandemia, del 2020 para el 2021, tampoco lo ganamos. Así que decidimos este año poder conseguir financiamiento y ahí fue donde nos acercamos a algunas instituciones y fue la fundación Teatro a Mil y la Universidad Católica los que mostraron interés en coproducción. Ahí, pudimos llevarlo a cabo.

– ¿Cómo fue este proceso creativo en esta segunda obra? Como ya habían pasado por el proceso, con los mismos actores y el mismo dramaturgo, para la obra anterior.

Es súper importante decirte que igual esta es una trilogía que es colectiva. Eso es un súper buen punto. Si bien, en el caso mío, yo tomo las decisiones de dirección, finalmente hay una decisión colectiva. Fue una muy buena decisión entender que Arpeggione era nuestro piso, y desde ese lugar fue muy simple entrar al universo de “El Mar en la Muralla”, porque sabíamos, más o menos, de donde partíamos. Entonces había puntos que eran súper claros. No íbamos a caracterizar personajes, sino que íbamos a trabajar con las personas que son el elenco, que se iban a establecer roles en la escena, que, finalmente, la idea que llegamos a acuerdo, era que esta trilogía se fuera expandiendo en magnitud. Porque la escenografía de “El Mar en la Muralla”  es una réplica más grande de la de Arpeggione; se agranda la tarima, se cambian los halógenos del lado chico por grandes, pero son la misma estructura. La idea del año repetido, es ampliarse aún más todavía. Entonces, en el colectivo logramos hacer una mirada con un punto de vista de la trilogía completa. Por lo tanto, desde ese lugar, fue super fácil. Llevamos trabajando harto tiempo juntos con Tamara Figueroa, Marcello Martínez, Claudia Cabezas y Nicolás Zárate. Ahora se incluyó al grupo Inés Bascuñán, que ha completado una parte que nos faltaba muy importante en el rol de la producción. Nosotros habíamos hecho Arpeggione en un mes. En ésta, fueron dos meses de trabajo. Pero creo que, si no hubiésemos pasado por el trabajo vertiginoso de Arpeggione, no podríamos haber logrado esto. De hecho, nos sentíamos bien holgados. Por lo menos diez días antes teníamos la estructura completa de la obra ya actuada. En Arpeggione, el día del estreno, probamos la escenografía, entonces llegamos mucho más acotados. Ahora no. También, los coproductores se portaron súper bien con nosotros en los plazos y tiempos.

Claudia Cabezas y Nicolás Zárate. Foto: Teatro a Mil

– En esta obra son los mismos actores interpretando a otros personajes. Es un drama bien rudo y difícil de trabajar, porque es la muerte de un hijo y una pareja que vive el duelo y trata de sobrevivir a eso ¿Cómo fue abordar una temática así de dolorosa en este proceso creativo de manera tan delicada?

En primer momento, estábamos todos muy asustados de cómo abordar el tema. En el grupo estábamos mitad y mitad. Tres son padres, en el elenco son padres ambos, pero Marcello Martínez, Tamara Figueroa y yo no lo somos. La decisión que tomamos fue no ponernos en juego a nosotros, sino que investigar a personas que hayan pasado por esto, lamentablemente. Yo investigué a unos familiares cercanos, Claudia también entrevistó a personas y Nicolás también. Desde ahí fuimos construyendo. Tratamos de no involucrarnos en estas cosas cabaleras, con los actores y todas esas cosas que nos pasan y de mantenernos alejados de ahí. Lo demás es trabajo, convicción y profesionalismo. En el fondo, es estudiar el texto, agarrarlo y transformarlo en propio. Ahí está la virtud que tiene Claudia y Nicolás.

– En cuanto a la puesta en escena, la iluminación y la escenografía ¿Qué otros elementos sientes que les sirvió haber tenido esa base y qué otras cosas les resultaron más complejas?

Estábamos asustados, porque nosotros, y con mucha humildad lo digo, no dimensionamos que le iba a ir tan bien a Arpeggione. Fue tan vertiginoso el proceso, ya que teníamos un mes para hacer la obra. No teníamos sala de ensayo, ensayábamos en el living de mi casa, montamos la obra y de repente le fue bien. Como que estábamos asustados de que ahora íbamos a tener mejores condiciones. Estábamos ensayando en el Campus Oriente. Igual, cabaleramente, ensayamos un mes en una casa. El primer mes ensayamos en la casa de Nicolás, solo por cábala, teníamos el espacio y todo. Después, al segundo mes, cuando ya teníamos la obra más armada, fuimos al campus de la U. Católica. Pero estábamos asustados. También creo que este proceso sirvió mucho para cohesionarnos fuertemente como grupo. Una de las cosas más positivas, es que nos hemos fortalecido como colectivo artístico. Ese es el triunfo más grande de trilogía, por sobre las obras en sí misma. Es un grupo de actores donde se mezcla una generación mediana mayor y otra mediana joven, transformando un grupo profesional que me parece que puede dar cosas bien interesantes. Lo difícil, yo creo que es tratar de no repetir las cosas, porque hay una base. Por ejemplo, desde el elenco, que no se pareciera en nada a los personajes de Arpeggione. Que no apareciera la risa de Lorenzo, la risa de Rosa, que no apareciera ciertas cosas. Estábamos todo el rato cuidando eso, tratar de hacer una obra independiente a Arpeggione, entendiendo que también hay un código de trilogía. La improvisación es un código que también tiene que ver con mi dirección, darle un carácter de humor negro a ciertas cosas, que también se repite. Por otro lado, la ambición que queríamos, a nivel sonoro, creo que era un lugar importante en esta obra y creo que se logró con creces. Yo recuerdo que cuando fuimos con Arpeggione a Frutilllar, al Teatro del Lago, con Marcelo Martínez, conversamos, viendo ese espacio y ahí se nos ocurrió que queríamos trabajar con un coro infantil. Partimos con el coro en escena y, por pandemia y esas cosas, igual logramos trabajar con ocho niñas. Las pudimos grabar y finalmente, parte de la música, son ellas. Hubo más producción en esto y creo que esa fue la logística. Por eso te digo que la inclusión al grupo de la Inés Bascuñán como productora, a nosotros nos simplificó mucho la vida, porque antes hacíamos todo nosotros. Con ayuda de nuestro productor anterior, de Matucana 100, lo resolvíamos nosotros acá, pero igual se agrega alguien que se dedica a eso, entonces nos libera trabajo al resto.

– ¿Qué sientes que mantienes del texto original? ¿Hiciste cambios?

El texto lo mantenemos, básicamente, el 90% entero, sacamos algunas cosas, hicimos una gran apuesta. Heiremans describe y apuesta mucho a la didascalia en las dos obras y siempre la apuesta ha sido trabajarla, a veces, y a veces no. Pero acá fue radical, acá hay una didascalia que era super importante, que era la presencia de la hija fallecida, Rebequita. De partida, nosotros le quitamos el nombre, se habla de la niña, lo hicimos más universal. Luego, sacamos todas las acciones, la obra está llena de acciones que hacían los dos personajes, que es poner una flor, sacar una flor, ponerle agua, sacarle el agua, poner la foto, darle un beso a la foto. Nosotros transformamos todo eso y fue una idea desde la dirección en un mundo interno, en una resistencia interna y, desde ese lugar, yo sentía que le otorgaba un carácter contemporáneo en la puesta en escena. Si bien, viene siendo la misma, se transformaba en algo mucho más psicológico y creo que ha funcionado. La otra apuesta importante fue lo de las cartas, que era otra cosa que no sabíamos si iba a resultar, pero que al parecer ha tenido buena aceptación por parte del público, se emocionan bastante. Tiene que ver también con ejercitar la memoria, darle vida a este señor que fue muy talentoso y murió muy joven y que yo siento que no se le ha dado la importancia que debería tener en la escena chilena contemporánea. Y lo que siempre digo, si yo te describo la primera didascalia, en la primera circunstancia dada de la obra, es una pareja que sufre la perdida de una hija y que se encuentra en una tensión en su relación producto de la deuda que dejó eso. Una obra que transitaba por los últimos 70 años de la historia de chile, entonces siento que desde ese lugar es muy pertinente.

– Es súper interesante el contraste de cómo estos dos personajes llevan el duelo, ¿Cómo fue el trabajo de desarrollo de personajes y de cómo van cambiando dentro de la obra? ¿Cómo se van intensificando y expresando las emociones?

Ahí fue mucho análisis y conversación. Fue entender que era casi una pieza de ajedrez. En un momento ella quería contenerlo a él, después él quería contenerla a ella, después ella quería que él se fuera, era todo el rato un trabajo muy meticuloso que hicimos de análisis de texto para dar esos viajes. El trabajo que es fundamental es cómo Claudia y Nicolás lo incorporan a la escena. Yo soy un director que, si bien tiene un punto de vista super claro de las puestas en escenas que quiere dirigir, doy, y sobre todo en este grupo, mucha libertad al trabajo autoral. No me gusta tener el control de todo y siento que hay parte ahí, que hay una relación que tiene que ver con los años que hemos trabajado que es vital y que yo no me meto. A veces dejo que ellos trabajen solos y que conversen y yo ni siquiera me entero de lo que están hablando. Desde ese lugar también se trabajó bastante.

– ¿Qué le podrías decir a la gente para que la vaya a ver?, ya que está en cartelera hasta el 27 de agosto.

Sí, hasta el 27 de agosto estamos en la sala del Teatro Universidad Católica en Jorge Washington frente a la Plaza Ñuñoa. Yo creo que es una obra sensible, que es una obra sincera, honesta y con muy buenas actuaciones. Es una obra de teatro que es un aporte para entender las artes escénicas, no como una muestra, sino como un acto de comunicación y siento que eso es fundamental. Creo que el público va a conversar con nosotros o nosotros esperamos que el público vaya a conversar con nosotros. Yo apelo a la emotividad que tiene la obra y solamente les puedo prometer que les van a pasar cosas al espectador que la ve. Con Arpeggione son cosas diferentes, hay muchas personas que las han querido comparar, pero son obras distintas en la misma trilogía. En ambas obras se plasma el universo de Heiremans, pero también hay una apronta contemporánea y el punto de vista emocional como proyecto Buenaventura. También contar que las primeras dos semanas de septiembre volvemos con Arpeggione al GAM, por si no la han visto o quieren repetírsela. Ahí vamos a estar en seis funciones, jueves, viernes y sábado de esas dos semanas.

Título: “El mar en la muralla»

Dirección: Jesús Urqueta

Elenco: Claudia Cabezas, Nicolás Zárate

Dramaturgia: Luis Alberto Heiremans

Diseño Integral: Tamara Figueroa AS

Música y Diseño Sonoro: Marcello Martínez Zúñiga

Diseño Multimedia: Tamara Figueroa AS y Marcello Martínez Zúñiga

Fotografía: César Pacheco Pino

Producción: Inés Bascuñán Pérez

Proyecto Buenaventura

Coproducida por la Fundación Teatro a Mil y Teatro UC

Coordenadas

Temporada

Sala Eugenio Dittborn de Teatro UC (Jorge Washington 26, Ñuñoa).

5 al 27 de agosto

Miércoles a sábado 20:30 horas

*Artículo publicado en alianza con Culturizarte.
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