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Crítica de teatro| “El Divino Anticristo”, el último contacto con un ícono de Santiago

Por: Javiera Hojman / Culturizarte | Publicado: 07.12.2022
Crítica de teatro| “El Divino Anticristo”, el último contacto con un ícono de Santiago Mateo Iribarren es el Divino Anticristo | Foto: Facebook MoriTeatro
La obra da acceso a la mente del excéntrico personaje chileno al que las calles de Lastarria extrañan desde su partida, aunque hay elementos que fueron sub-aprovechados, como la iluminación y los juegos de sombras.

La obra chilena El Divino Anticristo tuvo un comienzo duro: su estreno fue unos días después de la revuelta social, y tuvieron que detener las funciones. Ahora se estrenó nuevamente, en el centro de eventos Espacio Incluir, buscando una segunda oportunidad para enganchar al público y permitirnos dar una última mirada al Divino Anticristo, icónico personaje que vivió en las calles del barrio Lastarria hasta su muerte, el año 2017. Se movía por la ciudad siempre con la misma ropa, faldas hasta el suelo y un pañuelo en la cabeza, un carro de supermercado repleto de libros y objetos, y sus propios manuscritos autopublicados. Isabelísima, Extraterrestrísimo, el primer Hombre-mujer, Rey de la Macedonia, eran algunos de los nombres con los que se denominaba a sí mismo. Toda esta es información que hay que manejar para entender la obra en su totalidad, y que no se sienta como una avalancha de incoherencias.

En El Divino Anticristo hay una muestra de la vida del personaje, en forma de un diálogo con Lily, “la bailarina del Bella”, representada por Ana María Cárdenas. Es una conversación sobre drogas, sobre el contraste entre vivir en la calle por necesidad y hacerlo por elección personal, sobre sexo, política y religión; todos esos temas que fueron parte de la vida de ambos personajes. El Divino Anticristo habla desde la incoherencia, mezclando reflexiones intelectuales con algunos momentos de claridad, palabras técnicas con chilenismos callejeros. Lily muestra una sobreexplotación de la sexualidad femenina, y el Divino es la ambigüedad de género, pero una ambigüedad sexuada y con intereses eróticos. Más que una trama, la obra trata de seguir una corriente de la conciencia y mostrar el choque entre distintas dimensiones del pensamiento.

La obra empieza con Mateo Iribarren personificando al Divino Anticristo, con su carro, y con una voz en off en una especie de diatriba, hablando de su disgusto por las “tipiquísimas” y del gobierno, mientras el actor gesticula y se mueve y se utilizan las luces y sombras que complementan el discurso de locura. El tono del comienzo, sin embargo, se olvida a lo largo del resto de la obra. Es interrumpido estrepitosamente por esta mujer, Lily, que llega haciendo twerk y en una frecuencia totalmente diferente, cambiando el nivel del diálogo a algo mucho más cotidiano y básico. Si bien es claro que ambos personajes coinciden en algunas categorías, la incoherencia de él tiene sentido, pero la de ella es disonante y llega al ridículo.

El guion de la obra muestra muy claramente la esquizofrenia, la forma en que funciona la mente, y representa maravillosamente al icónico personaje que era el Divino Anticristo. El personaje de Ana María Cárdenas también está basado en una historia real, “la bailarina del Bella”, icónica por su personalidad intensa y amable y por su trágica muerte (a la que también se alude gráficamente en la obra). Ambos personajes funcionan en sus propios ritmos, que muchas veces no son compatibles y hacen que a ratos la obra se sienta como una rutina de stand up que no funciona realmente. En los diálogos hay un esfuerzo excesivo por incorporar todas las referencias posibles a las vidas de ambos, que resultan un poco forzadas.

Hay elementos en la obra que fueron sub-aprovechados, como la iluminación y los juegos de sombras. Algo que en los primeros minutos parecía prometedor, después no se retomó hasta cerca del final, y podría haber dado un complemento importante a la historia. También hay elementos sobre-utilizados, que rompen con la línea argumental: los repentinos momentos en que la protagonista canta canciones emotivas, las alusiones sexuales innecesarias, los comentarios asincrónicos que aluden a situaciones que ocurrieron después de la muerte del Divino, son cosas que nos recuerdan que estamos viendo una obra preparada para la actualidad y nos saca de cuadro que hace que los personajes sean convincentes.

Lily representa a las personas que viven en la calle por necesidad. Ella baila por plata, consume drogas, y su forma de entender la vida viene desde la ignorancia y la ingenuidad. El Divino Anticristo vive en la calle por su propia decisión, aunque su agencia es discutible porque va guiada por una condición psiquiátrica. Tiene una educación profesional, una familia, y hay una filosofía detrás de sus acciones que se puede interpretar como la locura de un esquizofrénico o como la sabiduría de un ser adelantado a su tiempo.

La obra El Divino Anticristo es un interesante esfuerzo por contrastar estas realidades en todas sus dimensiones, que, por ser excesivamente ambicioso, cae un poco en el exceso. Dicho esto, agradezco el acceso que nos dan a la mente del excéntrico personaje chileno al que las calles de Lastarria extrañan desde su partida.

 

Ficha técnica

Título original: El divino anticristo

Director: Vicente Iribarren

Estreno: 2019

Compañía: La teta izquierda

Elenco: Mateo Iribarren, Ana María Cárdenas

País: Chile

 

Artículo publicado en alianza con Culturizarte.

 

 

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