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Crítica de teatro| “Pulsión”, razones para ser feliz

Por: César Farah / Culturizarte | Publicado: 20.12.2022
Crítica de teatro| “Pulsión”, razones para ser feliz pulsion3 |
Se trata de una obra a cargo del Colectivo Sonámbulo, es decir, Francisca Márquez y Marcos Guzmán, que se sitúa en la borrosa frontera entre lo trágico y lo cómico. Funciones en teatro Zoco, una nueva plaza teatral que se abre en La Dehesa.

La distinción entre la comedia y la tragedia no tiene que ver con los contenidos que los distintos géneros trabajan, más bien se trata del modo de proferir la historia, de cómo se llevan a cabo las acciones, de cómo se constituyen los personajes. En el fondo, es un problema de modos y formas, no de tópicos… no hay ninguna tragedia que no sea risible en cierta dimensión, del mismo modo, no hay ninguna comedia en la que no subyazca una cruel tragedia.

Pulsión es, precisamente, una obra que se sitúa en esa borrosa frontera entre lo trágico y lo cómico, con funciones en Teatro Zoco, una nueva plaza teatral que se abre en La Dehesa. Teatro Zoco es un lugar que, ciertamente, se configura como una nueva sala de calidad, con espacio para 240 personas, espacialmente amigable y técnicamente sólida.

La dramaturgia de Pulsión, con un desparpajo clásicamente posmoderno, pero sin la superficialidad que caracteriza a esta pauta cultural (clásico y posmoderno son palabras que no conjugan bien, pero creo que a estas alturas puede decirse, dado que el posmodernismo parece algo de la edad de piedra), el texto se levanta con humor, ironía y también con una sutil y dolida mirada sobre las miserias humanas, dando cuenta de esta suerte de contaminación entre lo cómico y lo trágico, al mismo tiempo que erige una historia cuya cartografía de acción vincula las desventuras del día a día, pero con suficiente sensibilidad para mostrar personajes complejos y humanos, los que, por cierto, más allá del lugar físico que habiten (la obra sucede en Estados Unidos), son transversales a casi toda idiosincrasia occidental, en este sentido, el autor Neil LaBute, juega ese viejo juego de la literatura estadounidense: ver en la normalidad más pedestre, la anormalidad que se respira bajo la alfombra.

La dirección a cargo del Colectivo Sonámbulo, es decir, Francisca Márquez y Marcos Guzmán, sigue esa precisa línea de trabajo a partir del texto. Claro, la dramaturgia pone en juego relaciones de pareja que se cierran, se abren, se vuelven a cerrar, enredando emociones y vidas, como suele ocurrirle a la gente común y, precisamente por ello, a lo largo de toda la discursividad semiótica de la puesta en escena, los directores ponen de manifiesto que estamos frente a un mundo fabuloso y normal, exótico e igual a la esquina de mi casa, con seres grotescos y estúpidamente humanos. Colectivo Sonámbulo da cuenta de su perspicacia y experiencia escénica explotando aquello, dando espacio a que las situaciones acontezcan, precisamente, en esa extraña tierra donde lo ridículo y feroz emergen sin piedad, donde la sátira da paso al dolor y el drama se diluye en risa. Además, utilizan los espacios de forma creativa y eficaz, de manera que el escenario nunca se repite, nunca es lo mismo, por el contrario, siempre está configurándose nuevamente y dando potencia a la situación dialógica que en él acontece, precisamente porque el diseño escénico también es autoría de Márquez y Guzmán, logran con enorme calidad y vinculación con el montaje darle vida, se trata de un diseño integral de alta calidad, pleno de texturas, diversos lugares estéticos y en permanente relación con la dramaturgia y actuaciones.

Las actuaciones son, evidentemente, un mecanismo central de toda obra de teatro y, en este caso, sostienen con notable calidad este montaje. Moisés Angulo moviliza un personaje con diversas capas, niveles diría, que van abriéndose camino lenta, pero sólidamente, a través de la acción, hasta llegar a tocarnos con sutileza. De igual forma, Soledad Cruz despliega su calidad como actriz con remarcable potencia; interpretando a dos personajes, a los cuales dota de una cinética y voces diversas, cada uno de energía emocional distinta y, sobre todo, les da credibilidad a cada uno de los roles, generando que queden reverberando en la memoria de la audiencia. Finalmente, Benjamín Westfall es un actor que, a través de su carrera, siempre ha demostrado ser dúctil, con un amplio registro de construcción de personajes, a la vez que detallista y con mucha fuerza escénica, ciertamente, en este montaje, una vez más demuestra que su trabajo posee, efectivamente, todas estas características y, además, que han ido creciendo con los años, su actuación está llena de matices, diversas dimensiones y nos conduce por un viaje lleno de emociones a través de la acción.

El diseño de luces, ciertamente, es otro elemento que completa el círculo del montaje. Andrés Poirot es quien se encuentra a cargo de esta dimensión semiótica de Pulsión y, sin duda, lo hace con solvencia. Desde el inicio mismo del montaje, nos vemos embebidos por el elemento lumínico, ya sea por los juegos de colores, por las ilusiones ópticas, las atmósferas y sensaciones que los diversos usos de luz generan a lo largo de la acción, logrando que el público logre integrarse al mundo representado.

Definitivamente, Pulsión es una obra que vale la pena ver. Se trata de un mundo escénico que refiere a esa larga tradición textual que pone en tensión la tradicionalidad de las relaciones humanas burguesas, que enjuicia el permanente espectáculo anónimo de las vidas privadas, que realza -casi con obscenidad- la perversión naturalizada de la tradición burguesa tardo capitalista, pero que, sobre todo, nos permite reír (con una -escondida- lágrima en la garganta, como diría el desaparecido Gorrión de Conchalí) en el espejo de nuestra propia miseria, a menudo silenciada por esa enfermedad posmoderna que tendemos a llamar “sanidad mental”.

 

Ficha artística:

Dirección: Colectivo Sonámbulo (Marcos Guzmán y Francisca Márquez)
Traducción: Camila Le-Bert
Elenco: Benjamín Westfall, Moisés Angulo y Soledad Cruz
Dirección de arte: Marcos Guzmán y Francisca Márquez
Diseño de escenografía: Marcos Guzmán y Francisca Márquez
Diseño de iluminación: Andrés Poirot

Temporada: jueves 24 de noviembre al sábado 17 de diciembre de 2022.

Teatro Zoco, Avda. La Dehesa 1500.

Artículo publicado en alianza con Culturizarte.

 

 

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