«Humor en tiempos del COVID»: El Gato golpea de nuevo

El Gato, que firmó sus caricaturas principalmente en las revistas Apsi y Cauce, fue el más “atrevido” de los dibujantes de oposición, en el sentido que hizo las más insolentes caricaturas del dictador y –lo que era más peligroso– de la primera dama, en portadas y a todo color. A esas revistas se les prohibió publicar todo tipo de imágenes y otras veces fueron requisadas. Por algo sería.

Atención… Chile se llama el libro clandestino que dejó El Gato. Corría el año 1988. Y partió, por su seguridad y casi de un día para otro, a Barcelona.

En su mochila ya tenía estudios de Arquitectura y Urbanismo, que los siguió para desarrollar su capacidad de dibujo. Ya en Cataluña hizo a Super Mensaca, un súper mensajero-repartidor con moto, llamado delivery, cuya personalidad secreta era Max Soto. Se trataba de un seper antihéroe que representa al “chileno patiperro”, en tiempos de exilios y migraciones.

Lo publica en El Diari de Barcelona. A los mensajeros en moto, cuenta el Gato, les llamaban “mensacas” (mensajero sudaca) porque en eso trabajaban muchos “sudacas”, forma despectiva de tratar a los latinoamericanos en España. En este caso el sudaca-chileno debía publicar su tira en catalán: “Para hacer la traducción  tenía que ir al bar de abajo de mi apartamento donde el hijo del dueño me lo traducía al catalán”.

Y ahora, después de años sin saber de su vida, se conoce un nuevo libro de su autoría: Humor en tiempos del COVID, publicado por las Ediciones Ashram del Gato; o sea editado por él mismo desde su estudio llamado “Ashram del Gat” en pleno centro de Barcelona junto al Mercado de Santa Caterina. Es su plataforma desde donde desarrolla sus trabajos de diseño, exposiciones de arte y su web interactiva.

Del mundo digital vuelve al formato libro de viñetas de humor gráfico. Dibujos cómicos de tiempos tristes. Para leerlo con mascarilla. Poeta él mismo, cita a Nicanor Parra a modo de epígrafe: “…en resumidas cuentas / solo nos va quedando el mañana / yo levanto mi copa / por ese día que no llega nunca / pero que es lo único / de lo que realmente disponemos”.  Con esa desesperanza autoirónica retomó las plumillas de tinta y el papel couché para reaccionar a la pandemia cuando “la sonrisa de la muerte se hizo una realidad cercana” y quizás con Posada en la memoria convirtió a la muerte en personaje, con su guadaña, su capa con capucha y su maldito virus.

Son alrededor de 80 viñetas las que nos devuelven al Gato, y convierten en humor negro la contingencia desgraciada. Dibujos de emergencia, reflexivos, dirigidos a una humanidad individualista y ridícula que no ha sabido cuidar su planeta. Saludable la reacción del artista que se dibuja chuteando al virus y le mete un gol a la muerte dibujada como arquero. Total, la plumilla y la tinta son del artista. Nunca de la muerte.