Letras

Álex Saldías, escritor y profesor: “Es curioso lo del ministro de Educación, porque él no sabe nada de lo que pasa con los profesores en Chile”

Por: Cristian Hualcan, escritor | Publicado: 15.12.2020
Álex Saldías, escritor y profesor: “Es curioso lo del ministro de Educación, porque él no sabe nada de lo que pasa con los profesores en Chile” |
En su segunda novela «Profesor Sísifo» (La Pollera, 2020), Saldías describe las primeras andanzas de un profesor recién egresado, planteando la misma filosofía que alguna vez profundizó Albert Camus sobre la leyenda de Sísifo, personaje obligado a cargar hasta la cima de una colina una piedra que vuelve a caer constantemente.

El primer libro de Alex Saldías es Ecos (La Pollera, 2018), una novela de más de doscientas páginas en la que aborda el genocidio selknam y las ruinas de la identidad chilena que desborda prácticas racistas y antimapuche. Este segundo semestre acaba de publicar la novela Profesor Sísifo (La Pollera, 2020) sobre las primeras andanzas de un profesor recién egresado, planteando la misma filosofía que alguna vez profundizó Albert Camus sobre la leyenda de Sísifo, personaje a cargar hasta la cima de una colina una piedra que vuelve a caer constantemente. Al final, para Camus lo mejor es vivir cargando la piedra desde lo absurdo.

El narrador de Profesor Sísifo desborda en ironía sobre la docencia: la crudeza y precariedad de la educación pública, la burocracia sinsentido y el abandono que existe hacia los adolescentes. Saldías va más allá; al hablar de la educación chilena y el enfoque del mundo laboral precarizado, muestra el desolador futuro, pero de algo hay que reírse.

La neurosis que genera el SIMCE

-Tú eres profesor de Lenguaje. ¿Cómo surge la idea de escribir Profesor Sísifo

Profesor Sísifo nace durante mi primer año trabajando en un pequeño colegio de La Florida. Los otros profes no me hablaban mucho. Tampoco sabía aprovechar mi tiempo construyendo guías o PPTs, así que, durante esas horas de aburrimiento entre una clase y otra, escribía. Lo hacía tanto, que al final del semestre ya tenía como cincuenta páginas. Ahí se me ocurrió convertir todos esos pequeños textos en una novela sobre las millones de contradicciones entre lo que pensaba sobre la pedagogía en la universidad y lo que de verdad me encontré cuando llegué al mundo del trabajo. 

-Como narrador te interesan los temas relacionados a los márgenes y grupos vulnerados. ¿Cómo explicas el cambio que hubo entre el genocidio selknam a una novela sobre un profesor?

-Con Profesor Sísifo quise hacer algo completamente distinto a lo que había hecho en Ecos. Sin embargo, en términos discursivos, el ejercicio es más o menos el mismo: develar, a través de la narrativa, el sentido artificial y mutable de los discursos hegemónicos. En Ecos trabajé con la mecánica del montaje dentro de los discursos de “pacificación” indígena, mientras que en Profesor Sísifo quise problematizar el concepto de “vocación”. A pesar de ser dos temas completamente distintos, ambas novelas se construyen en base a la crítica social. Además de esto, pienso que en Ecos dejé muy de lado mi propia experiencia por temor a caer en la mentadísima autoficción, así que en Profesor Sísifo me quise dar aquella licencia. Creo que pensé: todos lo hacen ¿por qué yo no? 

-La novela narra temas como el abandono que sufren los adolescentes desde la institucionalidad educativa y familiar. ¿Por qué abordar un tema tan complejo desde el humor?

-Nunca he sido de la idea de que el humor y los temas serios no puedan mezclarse. Eso se lo aprendí más a las obras dramáticas que a la narrativa. Soy muy fanático de Aristófanes, Shakespeare y Molière. Creo en algo que Aristóteles llamó la “catarsis cómica”, aquellas verdades que surgen en el espectador después de reconocerse en la obra que acaba de presenciar. La tragedia hace lo suyo, es profunda y potente, pero la comedia ataca desde otros ángulos muchas veces impensados. En el caso de los adolescentes, creo que no me reí en ningún momento del abandono, ni lo tomé para la chacota. Es más bien una demostración de algo que funciona de manera tan absurda que termina siendo chistoso. La neurosis que genera el SIMCE, la inutilidad de la PSU, las evaluaciones sin sentido y un millón de cosas más.   

De pingüino a profesor

En toda la novela Profesor Sísifo tiene que autoevaluarse, planificar, cumplir objetivos y metas. ¿Por qué te interesó tensionar eso?

-Tanto en mi vida de estudiante como de profesor, siempre me he quejado de lo mismo. No confío en las pruebas estandarizadas y los métodos de evaluación cuantitativos. Creo que la nota le sirve a un proceso que no sirve. Es como regar el patio cuando está lloviendo. El estudiante que se saca puros sietes no es mejor que el que se saca puros rojos; solo ha tenido la suerte de nacer y criarse con una familia lo suficientemente estable, en el sentido financiero, como para asegurarle las condiciones de una buena formación. En ese sentido, la prueba, la nota, la guía, el promedio y toda esa sarta de cifras vacías de significado, no están ayudando a transformar nada. Son una pequeña cápsula de autosatisfacción de un sistema educativo que nunca se cuestiona a sí mismo.

A pesar de esto, creo que todos los profesores nos valemos de esos métodos para traficar nuestras verdaderas intenciones como docentes, es decir, no me importa que se memorice los personajes de una novela, sino que sepa interpretarla, sentirla y compararla con su realidad más cercana. Esto es fácil de ejecutar en un curso pequeño, pero con cuarenta estudiantes por sala se vuelve imposible, o por lo menos muy difícil. Entonces, la cuestión con los formatos de evaluación es que los odio, pero los necesito. El hecho de que los haya utilizado en mi novela para satirizarlos remarca esa falta de respeto que les tengo. 

[Te puede interesar]: Diego Riveros y su debut literario: “No cualquiera puede decir que lanzó su primer libro en medio de una pandemia mundial”

¿Desde el contexto abandonado educativo chileno, explicas que un grupo adolescentes pueda liderar una de las revueltas sociales más importantes de los últimos años?

No me parece extraño que los estudiantes hayan sido los líderes de la revuelta. Ya lo decía Violeta: son aves que no se asustan / de animal ni policía / y no le asustan las balas / ni el ladrar de la jauría. En el caso del año pasado, yo creo que influyen muchas cosas: es una generación mucho más política que la nuestra, están más informados, por lo tanto, tienen una perspectiva más amplia sobre la vida en sociedad de la que nosotros tuvimos. Por último, y lo más importante, creo que es porque la revuelta, como método de autodefensa del pueblo frente a las injusticias del sistema económico, ya se ha anquilosado en más de una generación.

No es un detalle menor que los estudiantes que vivieron las tomas, los paros y las marchas del 2006 y 2011, sean hoy los profesores de aquellos estudiantes que iniciaron la revuelta. Con esto no me atrevo a decir que los profesores hayamos incitado a la violencia ni mucho menos, sino que, al observar a nuestros propios alumnos haciendo barricadas, cortando calles y peleando contra la policía, los entendimos en el más amplio sentido de la palabra. Ya no existían las ganas de reprimir que mostraron nuestros profesores del 2006 y 2011. El sentimiento docente creo que fue incluso de admiración. 

Un ministro que no entiende

Entonces, ¿Qué pensaría Sísifo sobre los reiterados llamados del ministro de Educación para volver a clases en la pandemia este año?

-Es curioso lo del ministro de Educación, porque él no sabe nada de lo que pasa con los profesores en Chile y se supone que es el encargado de tomar las decisiones que guían nuestro trabajo y, por extensión, nuestras vidas. Afortunadamente los apoderados y la mayoría de los directivos no le han hecho caso a sus patéticos llamados. Nadie quiere arriesgar a sus hijos para que vayan al colegio. Es raro que un profe lo diga, pero en serio que no vale la pena. El proceso educativo es algo delicado. No es como que los niños aprendan matemáticas apenas cruzan el umbral de la sala. Se requiere cumplir con un sinfín de condiciones que el ministro no conoce y no está interesado en conocer.

Un profesor enseña, ejemplifica, ejercita y evalúa a través de un determinado período, y ese período, desde el principio de la pandemia, ya se vio afectado en su totalidad. Hay que asumirlo: por más que todos los colegios de Chile se esfuercen por hacer pasar este año como un año normal, no lo es, y está muy lejos de serlo. Ellos lo saben, pero igual insisten. Sísifo agregaría que el ministro no está pensando ni en la educación, ni en los estudiantes, ni en los profesores, ni en los colegios, sino en el costo económico que ha significado para la cartera el hecho de que las guarderías neoliberales para los hijos de los trabajadores se hayan cerrado.

Déjanos tus comentarios
La sección de comentarios está abierta a la reflexión y el intercambio de opiniones las cuales no representan precisamente la línea editorial del diario ElDesconcierto.cl.