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ENSAYO| Leyendo a Adrienne Rich: Son ellos la generación de cristal

Por: Rosario Velasco Castro, periodista | Publicado: 28.08.2021
ENSAYO| Leyendo a Adrienne Rich: Son ellos la generación de cristal |
Desde su trinchera, Rich señala que a mediados de los 70 empezaba a ver cómo los hombres iban perdiendo poder en el campo de la literatura y la poesía, y cómo nuevas voces, femeninas, disidentes, rupturistas, se hacían espacio entre lo tradicional y aceptable para exigir reconocimiento y no validez, para hacer ruido e incomodar, para ofrecer nuevas formas de ver la sociedad y a sus actores.

Los Libros de la Mujer Rota se ha destacado por poseer un catálogo reflexivo, dialogante y en algunos aspectos capaz de interpelar a la sociedad y a los propios lectores. Recientemente esto se ha materializado de forma más evidente con la publicación de cuatro ensayos de la poeta y activista feminista-lésbica Adrienne Rich titulados “La mujer antifeminista”, “Es la lesbiana entre nosotras”, “Maternidad en cautiverio” y “Cuando las muertas despertamos”. 

Ya de por sí estos nombres son potentes y preparan a las y los lectores para un análisis político, social, cultural, sexual e incluso económico sobre el rol y la presencia de la mujer y las disidencias en la esfera pública. Si bien estos escritos fueron publicados mucho antes del fallecimiento de Rich en 2012, este año llegan al papel en una edición en español gracias al esfuerzo de una editorial chilena independiente con la traducción de Melina Guzmán y un prólogo preciso de la mano de Romina Reyes Ayala. 

En las 76 páginas en las que se exponen con detalle, y siguiendo una suerte de camino forjado a través de la experiencia de Adrienne Rich, se destaca en primer lugar la representación, rol y participación de la mujer en la literatura, política y sucesos históricos contingentes, como los movimientos sufragistas o laborales en los que las calles fueron tomadas por las mujeres para exigir reconocimiento y equidad. Actualmente el mundo mediático internacional invita a reflexionar sobre los procesos de empoderamiento que se han visto en algunos países como Argentina, dado que el 14 de enero de 2021 fue aprobado el aborto libre hasta las 14 semanas de gestación, un hito que no solo resulta esperanzador para las mujeres, sino que para toda la sociedad, puesto que permite desarrollar otro tipo de imaginario social que rompa con los estereotipos de familia y maternidad. Ahora bien, esto visto desde el movimiento feminista implica un gran avance en materia legislativa y en lo que respecta al poder que se ejerce sobre los cuerpos.

Sin embargo, si se miran las noticias no todo es avance y progreso. En algunos casos el panorama es desolador y revela lo que siempre se ha temido, que solo basta con sacar una piedra para que todo el trabajo de mujeres se venga abajo. Bastaría con comparar la despenalización del aborto en Argentina y la situación que hoy enfrenta Afganistán, con poco más de una semana de la toma del poder por parte de Los talibanes, para entender que los derechos de las mujeres siempre están en constante conflicto. Este golpe de Estado no solo ha significado el pánico por parte de toda la población afgana, debido a que se han restringido las libertades de mujeres y niñas, sino que también se han llevado a cabo masivos intentos de huida del país para escapar de este régimen violento y patriarcal.

Es en medio de este contexto de incertidumbre en el que la prensa muestra situaciones contraproducentes en los que la teoría feminista hace eco y permite a quienes estén dispuestos a saber más a reflexionar sobre las formas en que el patriarcado se hace presente en la sociedad, y cómo incluso hoy, en pleno 2021, a más de 50 años de las primeras movilizaciones sufragistas, de disidencias sexuales y feministas, sigue normalizándose la violencia que ejercen los Estados, las instituciones sociales como la Iglesia, el colegio o el trabajo, y, por supuesto la familia. 

A partir de lo anterior, es posible hacer un desglose de los ensayos que escribió Adrienne Rich y que se encuentran entre las páginas de este libro con tapa morada y una fotografía en blanco y negro de una mujer sentada en unas ruinas, estos detalles no son pura estética, y no son usados por casualidad. El color morado ha sido tomado por parte del movimiento feminista latinoamericano y por agrupaciones argentinas como ‘Ni una menos’ para generar un símbolo de la lucha de mujeres por la equidad de género y para todo aquello que implica proteger, resguardar y garantizar el derecho de todas las personas, haciendo énfasis en las mujeres porque evidentemente ha sido uno de los grupos humanos violentados e invisibilizados de forma sistemática durante siglos. 

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Por otro lado, el tema de la fotografía no es menor: una mujer sentada sobre las ruinas, mirando hacia adelante, hacia arriba. Cuando una mujer se reconoce a sí misma como feminista pueden pasar muchas cosas. Puede que ese momento se convierta en el punto 0: el inicio de un empoderamiento social, cultural, político y económico. Puede que esa mujer sea vista de manera subversiva como aquel eslabón incapaz de adaptarse, o como algo que últimamente aparece mucho en las redes sociales, esa frase irónica que afirma que las nuevas generaciones son de cristal por no soportar los abusos a los cuales se sometieron y aguantaron sus propios padres. Se habla de ironía, porque lo cierto es que las generaciones de cristal son las más antiguas. Hay un miedo al cambio, a ver sus ideologías amenazadas por aquello que durante años se encargaron de minimizar. Bajo esa lógica no se podría suponer que todavía es viable reducir un movimiento como el feminista a una pequeña manifestación carente de poder y poco representativa, ¿o sí?

Es interesante el primer análisis que aparece en el libro, “La mujer antifeminista”. En este breve, pero reflexivo ensayo, la autora nos lleva a repensar el concepto feminista a través de su propia experiencia, de sus poemas, su vida, y de alguna manera invita a ver a esas mujeres que miran con desconfianza esta teoría no como una competencia sino más bien como una elección. Hay que entender que el patriarcado, el machismo y la misoginia, entre otras muchas corrientes ideológicas de este tipo, se encuentran profundamente arraigadas en el imaginario colectivo, y no solo en cuestiones de género, sino que también en lo que remite a las clases sociales, nacionalidades, religiones y grupos étnicos. 

En base a esto, Rich plantea sutilmente que aquella mujer adinerada al ver a un hombre denigrar a una mujer puede que no actúe ni diga basta, y es totalmente válido, porque seguramente esa mujer, ama de casa, madre, cuidadora, tiene miedo. Miedo de lo que pueda pasar si alza la voz o de perder ese reconocimiento que le otorga el patriarcado como un elemento útil dentro de la estructura nuclear familiar, y por ello prefiere quedarse dentro de los márgenes conocidos, donde su opinión puede tener un poco más de incidencia, donde claramente el dinero y el poder marcan la diferencia. Porque no es lo mismo ser una mujer con estudios y vivir en un sector pudiente, a ser una mujer sin estudios, con una familia numerosa, con un salario miserable y una casa en la que todos viven hacinados. 

Se quiera o no, en Chile el clasismo y el racismo son piedras angulares del patriarcado y elementos esenciales al momento de ejercer violencia y discriminación contra otros, especialmente si esa otredad son mujeres o disidencias sexuales. Ahora bien, sobre esta misma situación de subordinación a la cual se refiere Rich, quien utiliza una frase bastante interesante: “¿hay una mujer fantasma en cada hombre?”, a medida que va explicando lo que implica esta frase, entiéndase que lo escribió en 1972 en Estados Unidos, se adentra en aquellos roles de género impuestos a través de ramas sociales como la antropología, la religión y la psicología para llegar a una premisa conocida y recientemente abordada por el movimiento feminista latinoamericano, la diversidad de discursos y la doble militancia que las adherentes a este corriente de pensamiento puedan tener, haciendo de esta un fenómeno transversal que va más allá de lo evidente, es decir, de las diferencias de género.

Si antes era mal visto ser feminista y al mismo tiempo, por ejemplo, integrante de agrupaciones por los derechos raciales, hoy eso ya es parte del imaginario social, en el sentido de que si bien en primer lugar se es mujer también se es otras cosas. Se es indígena, madre, trabajadora, negra, latina, chilena, lesbiana, trans, creyente de alguna religión, jefa de hogar, cuidadora, amante, y así sucesivamente. Pensar que el contexto, el espacio geográfico, las edades, las preferencias o los gustos no permiten desarrollar un tipo de discurso feminista sería un grave error, por ello actualmente es posible hablar de una doble militancia y una diversificación de los discursos. Entonces, es a partir de estas etiquetas y espacios desde los cuales se erigen las voces de cambio que se puede hablar de una transversalidad y de una forma de combatir el patriarcado desde sus diferentes orígenes y tribunas de dominación.

Un par de años después, en 1976, Rich escribe “Maternidad en cautiverio”, un ensayo que en 2021 hace ruido, y no porque sea anticuado, sino que porque precisamente revela muchas de las problemáticas que en ese entonces eran asociadas a la maternidad y al rol de madres siguen vigentes en la actualidad. No por nada sigue la discusión legislativa en varias naciones sobre la despenalización del aborto. “Nosotros hablamos de mujeres como ‘no madres’, o ‘sin hijos’, no hablamos de los hombres como ‘no padres’ u ‘hombres sin hijos’. La maternidad es admirable, pero solo mientras la madre y el hijo estén ligados a un padre legal: la maternidad fuera del matrimonio, o bajo el sistema de bienestar, o la maternidad lésbica son acosadas, humilladas o negadas”. (P 41) 

Este párrafo sirve para poder ejemplificar lo anterior en el sentido de que en pleno siglo XXI, a casi 50 años de la publicación de este ensayo, aún se mide el nivel de desarrollo personal de una mujer en función de si ha formado o no familia, si ha contraído matrimonio, si tiene una casa, si cumple, en resumidas cuentas, con esa imagen del éxito femenino a partir de la presencia de un hombre, porque si esa mujer fuera exitosa laboralmente se diría que está obsesionada con su trabajo y en algún momento se va a dar cuenta de que está sola, que no se embarazó y eso es terrible, porque el embarazo es lo más lindo que le puede pasar a una mujer. 

Reconciliarse con la idea de maternidad no significaría entonces que hay que resignarse a ser madre y abrazar la idea de formar a otro ser humano, sino más bien entender que la maternidad es una elección que podemos o no tomar, y que cualquiera de las decisiones que se escoja es válida. De cualquier manera, hacer esta reflexión abre una nueva arista a considerar y que Rich vuelve a presentar, la sexualidad, en esta ocasión con un relato más íntimo, personal y literario a través de “Es la lesbiana entre nosotras”, escrito también en 1976, que aproxima a las y los lectores a un grupo frecuentemente invisibilizado, estigmatizado y convertido en un fetiche para el hombre heterosexual. Ser lesbiana se transforma en un viaje de autoconocimiento para la autora, puesto que plantea su identidad en función de aquellos que la leen, siendo el primero de ellos su padre. 

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Vuelve entonces la imagen de una familia nuclear en la que el patriarcado se hace parte como límite de lo aceptable y lo extraño. Rich quiere complacer a quienes la leen por eso en sus primeros años como escritora busca la validación de un otro siempre dentro de estos márgenes, dando pequeños atisbos de una sexualidad reprimida y vista con malos ojos, porque sumado a esto ella sigue siendo mujer, no desea ser un hombre, quizás desea la libertad de expresión de ellos, porque precisamente en la literatura y la poesía se discrimina por género, se establece una norma para que las mujeres puedan ser parte de este mundo aristocrático, siempre desde los sentimientos y la emotividad, mientras que el hombre tiene la posibilidad de ser racional y brillante.

La literatura se convierte en una verdadera muestra de evolución y empoderamiento para Rich. En la medida que se va desarrollando como activista feminista lésbica y poeta, hace relecturas de sus antiguos poemas y se cuestiona el por qué los escribió de esa manera, por qué dijo eso, qué quería decir realmente. Está demás decir que quienes hemos hecho el ejercicio de releer antiguos textos nunca sentimos lo mismo que la primera vez. Los seres humanos no son estáticos, son cambiantes, los discursos mutan con facilidad, por ello antes se hablaba de la transversalidad del feminismo en la sociedad en general, porque en un minuto todo cambió. Aquella que dijo ser feminista dejó de ver las cosas como eran, dejo de reírse de los chistes denigrantes, se replanteó sus relaciones personales con otros y otras, incluso con su propio cuerpo. Se dijo la frase “soy feminista”, y comenzó el “despertar”. 

De todos los ensayos que pudo haber escrito Adrienne Rich, se escogieron los mejores para dar cuenta del malestar y las temáticas centrales que envuelven al feminismo, cerrando de forma magistral con “Cuando las muertas despertamos”. En Chile la palabra despertar tiene una connotación especial por todo lo ocurrido a partir del 18 de octubre del 2019, pero en este caso particular es mucho más amplio el concepto. Como mujeres, el cambio se verá en pequeñas victorias que tal vez no se concreten de un día al otro, sino de una generación a otra, o quizás más, pero si hay algo cierto en lo que expone la autora al cierre de este ensayo es que en la medida en que las mujeres despierten de esa alienación en que las tiene el patriarcado, podrán unirse y los avances serán más profundos. 

Desde su trinchera, Rich señala que en esa época ya empezaba a ver cómo los hombres iban perdiendo poder en el campo de la literatura y la poesía, y cómo nuevas voces, femeninas, disidentes, rupturistas, se hacían espacio entre lo tradicional y aceptable para exigir reconocimiento y no validez, para hacer ruido e incomodar, para ofrecer nuevas formas de ver la sociedad y a sus actores. Vuelvo con esta idea a la generación de cristal; la fragilidad no viene desde los movimientos sociales, no es una victimización de la población, el miedo y la inestabilidad es de aquellos que se han mantenido cómodos en sus pedestales y al más leve temblor amenazan con caer y desatar su furia. Para quienes nos hemos vivido subyugados y oprimidos la furia no es de temer, levantarse es lo más sensato si los ataques se hacen más brutales, porque como dice uno de los lemas del movimiento feminista “Si tocan a una, nos tocan a todas”. El patriarcado es muy individualista para pensar en colectivo de la forma en que se plantean estas corrientes de pensamiento, por lo que en realidad es esta la figura que pende de un hilo. Son ellos la generación de cristal.

La mujer antifeminista y otros textos

Adrienne Rich

Los Libros de la Mujer Rota, 2021

85 páginas

Precio de referencia $9.000

Este ensayo fue producido en el Diplomado de Periodismo Cultural, Crítica y Edición de Libros del Instituto de la Comunicación e Imagen, Universidad de Chile
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