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A cuatro décadas de la desapareición física de Rodrigo Lira, se acaba de publicar doQ.mentos del anteayer, compendio de cuadernos del poeta.
Cuando estudiaba en el Pedagógico a finales de los noventa, tenía la sensación de vivir en una maqueta paralela a la imagen de país-jaguar construida desde el poder y los medios masivos. Se suponía que ya habían terminado los años más violentos y que la democracia plena estaba a la vuelta de la esquina. La cultura circulaba hasta cierto punto inocua para el sistema neoliberal, cuya experticia fagocita cualquier intento de transformación. Se cumplen 40 años de la desaparición de Rodrigo Lira, y vemos un Chile cabe completo en esa maqueta inconclusa. En ese proyecto truncado. No por casualidad Elvira Hernández en los 90 en un material de homenaje publicó que a Lira lo había matado el sistema.
En esos años, mi primera lectura de “4 tres cientos sesenta y cincos y un 366 de onces”, poema ganador del concurso de la revista La Bicicleta del año 1979, me permitió la posibilidad de seguir habitando en uno de sus versos, casi veinte años después. El título hacía referencia al tiempo de la dictadura sin nombrarla. Esto es, cuatro años y un año bisiesto, desde el 11 de septiembre de 1973. En este tipo de giros de la lengua, se asoma la poesía en mayúsculas: “parece que como que hubiera que hacer alguna cosa/Aunque cabe la posibilidad de que sea mejor/ no hacer nada/ nada hacia la izquierda/ nada/ hacia/ la/ derecha/ nada hacia adelante/ tampoco, más aun,/ especialmente, nada hacia adelante –está la inercia/ nada hacia atrás, no se puede,/ trate usted de nadar hacia atrás, no se puede, la historia/ no retrocede/ –está la historia/ – están las bayonetas de la historia bajo las banderas de la/ historia/ –está la sangre en las bayonetas de la historia bajo las banderas de la historia/ coagulada ya, reseca, más bien, como yesca!”.
En los 90 pareciera que no había nada hacia adelante, ni nada hacia atrás. La transición fue un tiempo en inercia, un paréntesis asfixiante y paralizante. El tiempo de la omnipresencia de la mano invisible del mercado que tuvo su nacimiento a través de la fundación del modelo neoliberal a finales de los setenta, período coronado el año 1980 con la Constitución de Pinochet. Realidad que es retratada por Lira magistralmente en “Historieta relato en prosa semen/ta / da”, texto fechado el año 1978, donde hay una critica la implementación del nuevo modelo económico. Cuando leo a Lira pienso en una época y en un modo de habitarla. Pienso en la poesía como esa ganzúa para adentrarme a la realidad o al menos abordar esas sombras del lenguaje.
A cuatro décadas de su muerte, y nuestra inquietud con la publicación de doQ.mentos, bajo el aura de Alquimia Ediciones no es otra que mostrar la elasticidad creativa de su proyecto poético y recrear los pliegues renovadores de una tremenda obra que rebasa lo estrictamente poético. Ya son más de veinte años de comerme ese poema encriptado del 79, pero me asombra su contingencia, la frescura y la actualidad de su poesía.
Sin querer ocupar el sitial de profeta en cuarenta años su poesía permanece intacta e inagotable. Como si viviéramos en el ocaso de los 80. Entonces, alucino cuando la lectura de un autor te permite dar saltos temporales. Poetas que funcionan como agujeros negros. Pienso en ese Chile dirigido desde El Edificio Diego Portales, pero cuyas ventanas estallan por el alarido de un poeta harto de que se intente arreglar la realidad repartiendo cebollas a la “gente pobre” “en la medida de lo posible”. Pienso en su carcajada, releyendo “Comunicado” en los matinales que son la versión simbólica de ¿Cuánto vale el Show? Ahora atestados las redes como Lavines repetidos y blanqueando a personajes siniestros. Pienso en la honestidad brutal de su biografía, porque habitó un país llamado Desolación sin alaraca, y su desolación de antes de ayer es un documento vivo, para leernos o mirarnos, de vez en cuando.
OFF THE RECORD
Sucede simplemente
que no tengo centro
el nockaut me dio justo al medio
y el vacío lo abarca todo
soy pura periferia
Perdí mi brújula en el trayecto
o en la comisaría. No lo sé.
(Siempre se quedan con lo que bulla).
Me desperté con los Hawker Hunter
La metralla perforó mis convicciones
los culatazos en los riñones
me introdujeron de lleno
en la economía social de mercado
como vil productor de escoria
Y aquí estamos. Poniéndole el hombro
hasta nueva orden.
