CRÍTICA| Un artista visual que vive de fondos públicos: «Piña» de Gonzalo Maier

Hay una tradición de escritores que viven en los mismos lugares, pero a la vez, en lugares de nadie. Una generación que fue movida a cierta clase media alta, que empezó a mostrar su realidad monótona y universitaria para construir un imaginario de cinco comunas del sector oriente. Ampliado en la experiencia del exilio o en los lugares que forzosamente tuvieron que estudiar, dependientes de una estirpe, un piño y un puñado de colegios.

Estos escritores de comunas chicas, pero mundos grandes, viajaron al extranjero, crearon personajes de su propia vida, estudiaron másteres en el extranjero y leen una cantidad de novelas que no son capaces de conectar con nada más allá de la autorreferencia artística. Incluso, varios escriben en medios y exaltan a ciertos escritores para venderlos como novedad, donde todos son más o menos amigos y en general hombres.

Hola Siri

Algo así pasa en Piña (Penguim Random House, 2022). Pero para reírse o quizás para mostrar, no se sabe bien, lo patético del estado del arte y la precariedad del trabajo en sus distintas dimensiones. El protagonista de la novela es Horacio Piña, un artista visual que vive de fondos públicos y pequeñas presentaciones en galerías alemanas y en otras del sector oriente chileno. Todo contado de la única manera de hilar una novela así, desde el humor, en que la narración se vuelve una triste caricatura al punto de conectar con la realidad, porque la sátira permite dar respiro a lo patético.

Esto sirve como motor para lo más interesante de la novela: la voz narrativa. La que da las impresiones, aclara los montajes y cuenta las divagaciones de Piña. Que de un momento a otro es sorprendido por una crítica de arte, que murió y volvió como un fantasma a molestarlo sin precisar la razón.

Un capítulo de Los Simpson podrían dialogar con este argumento, pero Maier da una serie de reflexiones que permiten componer un libro más profundo. El humor no es un mero recurso, sino que es un arma de doble filo. Las reflexiones en torno a Piña repercuten en la triste cara de las artes contemporáneas, que se tiñen de conceptos, contactos, de falsas promesas y sobre todo de una ilusión que solo puede ser un chiste.

Piña habla con Siri, como quien hablara con su block de notas. Le dicta pensamientos que le permiten mantenerse con claridad en sus ideas y divagaciones. La rutina de Piña es bien narrada, se crean proyectos culturales que le permiten sobrevivir, asiste a lanzamientos de espumante tibio donde solo hay conocidos para sobrellevar una vida más relacionada a la calma. Gonzalo Maier vuelve un acto artístico lanzarse al sillón para hablar con la inteligencia artificial de los Iphone y transforma el fracaso en literatura.

Un problema de la novela es que al parecer puede entenderse como otra novela sobre artistas y lo patético que es el mundo de la clase media alta en búsqueda de reconocimiento, temáticas que le interesan a un puñado de personas donde la contingencia también es un chiste gigante imposible de resolver.

En esta novela se esconde el Maier de otros proyectos, que se encarga de narrar un tipo de cotidiano que emerge en la cabeza de sus novelas. Nutridas de referencia y relaciones que al primer punto de lectura parecen ajenas. Sus buenas novelas vuelven de lo cotidiano. En un tipo de rutina que pasa en la cabeza de su voz narrativa, Maier piensa sus novelas como quien piensa un proyecto de divagaciones.

El punto alto de la novela son las citas e intertextos. Ahí es donde la reflexión captura al lector y el material humorístico se transforma en puntos interesantes de otras formas de narrar. La escritura de Maier puede ser un ensayo, un chiste largo, o una novela sobre la precariedad del trabajo artístico, una performance del mejor Felipe Avello, o todas juntas, y eso es lo que lo hace un escritor fundamental.

Piña
Gonzalo Maier
124 páginas
Precio referencial: $10.000