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Una relectura a “Piñen” de Daniela Catrileo, las texturas de la violencia

Por: Joaquín Pinto Godoy/Culturizarte | Publicado: 24.08.2022
Una relectura a “Piñen” de Daniela Catrileo, las texturas de la violencia Daniela Catrileo | Vía Twitter @diracchile
El libro de Daniela Catrileo se compone de tres historias, tres voces protagonistas y a la vez testigos, atravesadas por la marginalidad, la violencia y de estas como construcción identitaria. La marginalidad de vivir en un conjunto de blocks en la periferia de Santiago, de ser niña, adolescente y mujer mapuche creciendo en tierra de nadie.

Acostumbrados a la espectacularidad de la televisión, con la música de fondo y una voz “épica” en cada nota, nos acomodamos sin problemas para ser espectadores de balaceras, asaltos y violaciones, mientras el conflicto entre el Estado de Chile y las comunidades mapuche parece muy lejano a la capital; es la seguridad lo que más preocupa a los chilenos, dirían. Reconocemos la violencia como un problema, pero ésta, a través de la pantalla, se desliza fácilmente para dejarnos impolutos, limpios, sin una mancha. Muy por el contrario, Piñen de Daniela Catrileo, probablemente como una política estética de su narrativa, con un relato chocante –“como un chicotazo”, dice Selva Almada– y, al mismo tiempo, bellamente trabajado aferra la mugre y los golpes a nuestra sensibilidad; es la violencia lo que nos importa, tras la lectura de Piñen.

El libro de Daniela Catrileo se compone de tres historias, tres voces protagonistas y a la vez testigos, atravesadas por la marginalidad, la violencia y de estas como construcción identitaria. La marginalidad de vivir en un conjunto de blocks en la periferia de Santiago, de ser niña, adolescente y mujer mapuche creciendo en tierra de nadie. Y la violencia a través de las carencias de una infancia pobre, el estigma de la sexualidad femenina, su constante violación y el extrañamiento de sí en todo territorio, inclusive del propio cuerpo.

La primera historia, ¿Han visto cómo brota la maleza de la tierra seca?, comienza con una muerte y termina con otra. Ambas igualmente fatales, igualmente trágicas, se enlazan al compartir la ironía de un mismo nombre santo. Jesús, el traficante, muere con una bala en la cabeza y Jesús, el Jeshu, muere al ahorcarse con una cadena. La narración de la protagonista toma como principio y fin la muerte violenta y sin sentido de ambos personajes pero, al exponer otras agresiones, otras injusticias que vive la infancia en la población, logra contextualizar aquellos desenlaces. Desde esa vereda, la narradora comparte con sus vecinos su calidad de observadora. “La clandestinidad de los ojos en el transcurso de la fatalidad era parte de nosotros”.

El segundo título, Pornomiseria, inicia con el paso por la pubertad para comenzar a ser lo que más se teme: una mujer. El autoconocimiento y el despliegue de la sexualidad son dañados por el estigma hacia el cuerpo femenino y su vulneración constante. Valeska, vecina de la segunda narradora, también descubre su sexualidad, pero “porque su padre la penetraba incesantemente apenas llegaba al trabajo”. La narración es directa, cruda y estratégica al no retomar el impacto de la violación del padre, para abordar esas otras condenas que conlleva ser mujer, y por las que también se desea no serlo. La narradora se percata que tanto la humillación como los golpes recibidos, provocan que el cuidado doméstico de una madre se torne en una forma de venganza. Vive y escapa de un abuso sexual en la calle y, finalmente, concluye que la historia de su vecina se suma a las experiencias de su abuela y su madre. Lo que deja una incómoda sensación cuando la protagonista trata de responderse “¿qué era ser mujer?”

La última historia, Warriache, es la narración de la joven Calfuqueo y su amiga más antigua, Yajaira Manque. Ambas comparten una misma genealogía, algo difusa y fragmentada, de familias mapuche que migraron del sur de Chile para llegar a la capital. “Teníamos una historia común, incluso antes de conocernos”. La relación con este origen extraviado será lo que las mantendrá unidas y madurará al igual que su amistad.

El relato se hila a través de porciones de la memoria de la hablante, pasando por la infancia que asimila su identidad en sentido negativo –“Yo sabía desde niña que era mapuche, pero no lo había modulado como una diferencia”–; la adolescencia que tropieza “con los ojos cerrados, tratando de olvidar quien [es]”. Y la adultez que se reencuentra con ambos momentos para afrontar la necesidad de madurar y establecer su relación con el desarraigo: “un cuerpo itinerante cuya única ética es el desapego por cualquier residencia estática”; “lazos de amor dirían en Puelmapu”.

No hay manera de asegurar que en las tres historias las narradoras sean una misma y, sin embargo, se parecen. Bien pudieran reunirse bajo la mirada de la mujer adulta que medita y tiene algo que decir sobre su pasado. En ocasiones se percibe una narración que pasa por discurso y, aun así, es crítica con frases llenas de significaciones sobre las que hay que detenerse. Piñen es un libro que se sostiene tanto por la relevancia de sus temas, el modo en que los trabaja, como por su narrativa. La lectura toma texturas tan duras como la tierra sobre la que caemos y obliga a mancharse con palabras de las que difícilmente podemos salir intactos.

FICHA TÉCNICA

Título: Piñen

País: Chile

Autor: Daniela Catrileo

Género: Cuento

Editorial: Pez Espiral

Páginas: 104

*Artículo publicado en alianza con Culturizarte.
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