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Mónica González: «No me gusta la palabra reconciliación, lo único que hay que hacer es reconocer la verdad»

Por: Matias Rojas | Publicado: 12.09.2023
Mónica González: «No me gusta la palabra reconciliación, lo único que hay que hacer es reconocer la verdad» Premio Nacional de Periodismo 2019, Mónica González. | Editorial Catalonia.
En agosto de 1984, Andrés Valenzuela, alias «agente Papudo», le reveló a la periodista Mónica González la existencia de un órgano de inteligencia militar hasta ese momento desconocido: el Comando Conjunto. Este órgano represor rivalizaba con la DINA empleando métodos de tortura, asesinato y desaparición forzada. «Era un terror que te calaba a los huesos. En esos cuarteles (del Comando Conjunto) se despedazaban huesos, se violaban mujeres, se les aplicaba electricidad a los detenidos maniatados. Es un relato de una brutalidad, de tropas de ocupación, pero no en países extranjeros, sino que con sus propios compatriotas», afirma la Premio Nacional de Periodismo en entrevista con El Desconcierto, a propósito de la reedición de su libro que detalla la historia de este macabro órgano de la dictadura.

Agosto de 1984. Andrés Valenzuela está nervioso. Aprieta en una de sus manos la última edición de la revista Cauce, en la que asoma el titular en letras rojas: “Revelaciones increíbles del Caso Calama”, donde se entregan más detalles del robo a un banco perpetrado por agentes de la CNI. Busca a Mónica González, la periodista que escribió esa investigación.

Lleva varios días rondando la oficina y preguntando por ella. La respuesta de la recepcionista es siempre la misma: “está ausente”. Un momento en el que el periodismo se escribía al filo, y las amenazas constantes provocaron aumentar las medidas de seguridad.

Hasta que un día se encontraron. González vio de espaldas al hombre que la buscaba, un tipo delgado, alto y de pelo negro y le dijo “yo soy la persona que usted busca. ¿Qué desea?”.

Valenzuela se acercó y le entregó su tarjeta de identificación militar. “Quiero hablarle de cosas que yo hice, desaparecimiento de personas…”, afirmó en voz baja.

Luego de cerciorarse de que no tenía armas, ambos se dirigieron a una oficina de la revista Cauce. Ahí Andrés Valenzuela, alias “agente Papudo”, relató detalles de un organismo de inteligencia militar desconocido hasta ese momento, el Comando Conjunto, integrado por miembros de la Fuerza Aérea, Armada y Carabineros, y que competía con la DINA.

Una entrevista que se hizo pública primero en el Diario de Caracas, y luego en la revista Cauce con el titular: “Yo Torturé”, tras un profuso trabajo de chequeo en el que se involucró la Vicaría de la Solidaridad. Era la primera vez que un agente de la represión, a riesgo de ser asesinado, revelaba los crímenes que cometía la dictadura. Persecución, detenciones ilegales, asesinato y desaparición de personas.

“Valenzuela no mintió en una sola línea. Alguien que se atreve a arriesgar su vida o que quiere morir porque su conciencia no da más, no se le mutila la verdad. Y cuando tú eres periodista sabes que tu deber es ese, porque sólo así habrá otros soldados y torturadores que se atrevan a confesar”, afirma Mónica González en entrevista con El Desconcierto, a raíz de la reedición de su libro Comando Conjunto (1991) por parte de Editorial Catalonia y el Centro de Investigación y Proyectos Periodísticos (CIP) de la Universidad Diego Portales, en el marco de los 50 años del Golpe de Estado.

-Hace unos meses escribiste un artículo en la Revista Anfibia, titulado Manifiesto Contra la Duda, donde haces un repaso de cómo se ha instalado un clima de negacionismo en el país. Además, de lo que defines como “traidores a la patria”, los cómplices civiles en el derrocamiento del gobierno de Salvador Allende. ¿Cómo ves la conmemoración de los 50 años de golpe de Estado? La reconciliación se ve más difícil que hace diez años…

Nunca he creído en eso, no me gusta la palabra reconciliación, creo que lo único que hay que hacer es asumir la verdad. Es difícil reconocer que fuiste un traidor, cómplice de los asesinatos de un golpe de Estado que estaba programado y financiado por Estados Unidos. Somos iguales a Guatemala, Colombia, Honduras, República Dominicana, Bolivia. No somos Suiza, ni Inglaterra. Es muy duro asumir que las tropas del Ejército se comportaron como tropas de ocupación, nuestros valientes soldados.

Es muy duro para los civiles asumir que fueron cómplices, cómo le contestan a sus hijos o nietos cuando preguntan: ¿qué hacías tu abuelo? ¿qué hacías tu papá en esa época? Tienen que mentir y decirles, nosotros los salvamos de un país que iba hacia el comunismo. Una mentira porque Allende fue un demócrata hasta la médula de sus huesos.

Por ejemplo, Cristián Labbé y otros niegan los crímenes que cometieron, esos son los valientes soldados que fueron pagados por Estados Unidos. Es muy duro asumir esa verdad y esa es una de las razones de este negacionismo. Porque lo contrario es construir bajo el imperio de la verdad, porque los documentos, textos, voces y firmas son innegables.

-Parece ser más que nunca necesario recordar el horror de lo que pasó, como lo relataste en la entrevista a Andrés Valenzuela el año 1984 en la Revista Cauce ¿Qué provocó en ti la revelación de esa historia?

Brutal. Era un terror que te calaba a los huesos, en esos cuarteles donde se despedazaban huesos, se violaban mujeres, se les aplicaba electricidad a los detenidos maniatados. Es un relato de una brutalidad, de tropas de ocupación, pero no en países extranjeros, sino que con sus propios compatriotas.

Además de mucho miedo que sentíamos todos los que pertenecíamos a este grupo enorme que luchaba por la verdad, porque era mucha gente; grandes periodistas, familiares, la Vicaría de la Solidaridad, que hay que rendirle un homenaje cada día porque o sí no serían muchos más los muertos, los abogados, la psicóloga, los asistentes sociales, Monseñor Alvear.

-Además, Andrés Valenzuela relata la participación de militantes de izquierda, que después de un proceso de tortura, pasaron a ser parte de la represión ¿Qué implicancias tuvo esa revelación?

Andrés Valenzuela tuvo la valentía de hablar, y su verdad era una sola. De hecho, cada uno de los datos que entregó fueron corroborados en la justicia por jueces como Carlos Cerda y luego, Milton Juica.

Valenzuela no mintió en una sola línea. Alguien que se atreve a arriesgar su vida o que quiere morir porque su conciencia no da más, no se le mutila la verdad, y cuando tú eres periodista sabes que tu deber es ese, porque sólo así habrá otros soldados y torturadores que se atrevan a confesar.

La izquierda tiene que asumir que hay torturas que no se resisten. Revisando el testimonio de Valenzuela te das cuenta que una de las prácticas que usaban era torturar a esposas, compañeras e hijos. Incluso violaras frente al hombre que ellos pensaban que tenía información importante. Así los ablandaban como a Carol Flores y hubo otros que cambiaron la vida de sus seres queridos por colaborar. Esa destrucción del ser humano en sus valores más esenciales es lo que provoca un golpe de Estado, por eso el “nunca más” es tan importante.

He hablado con varios torturadores, empezando por el general Leigh, o Carlos Herrera Jiménez, Sergio Arellano Stark, te das cuenta que hay una máquina de muerte que se echa a andar y ya no se puede parar, y hombres campesinos como Andrés Valenzuela son prisioneros de ella. Nadie nace para ser asesino salvo los enfermos psicópatas.

Aunque si piensas en como torturaron y asesinaron en Chile, no creo que una persona normal pueda quemar huesos en un horno o pueda meter el corvo en el estómago de una mujer, que aún está viva, para lanzarla al mar y que sus tripas salgan y no flote.

-Por ejemplo, ¿por qué Miguel Estay “El Fanta” cambia de bando? ¿Qué lo hace cambiar? ¿Qué sucede en su psiquis?

El Fanta no sé lo que le pasó. Cambió la vida de sus hermanos y de sus cuñados. Tuvo un recorrido brutal y fue asesinando al que era. He leído algunos textos de psicólogos, psiquiatras, y dicen que las personas llegan a un momento que cambian brutalmente la identidad y tienen que asesinar al que fueron antes. Quizás el último zapatazo que le dio El Fanta a su antigua identidad fue cuando participó en el asesinato de sus examigos y excompañeros. Esos son los subproductos más brutales de un golpe de Estado.

Hay personas que logran salir después, aunque como verdaderos zombies. No se recuperan nunca. Es por eso que no son 44.000 víctimas, son muchos más. Partiendo por las que están en la parte rural de nuestro país, que siguen viviendo a unas cuadras del carabinero que los detuvo y mató a sus seres queridos, y por lo tanto nunca han denunciado el asesinato. Hay miedo todavía en el campo. Mucho más hoy día, en que hay gente que ha salido nuevamente a decir, por ejemplo, que las violaciones son de leyendas urbanas.

-La diputada Gloria Naveillan…

Y una mujer, qué impresionante. Esa mujer que tiene el corazón de piedra y está enferma, como María Lucia Cordero. Ese es nuestro Congreso. Qué horror y qué manera de graficar la pobredad y la miseria que hay ahí.

Imaginaba que pasaría si a ellos les hubieran asesinado familiares, que hubieran hecho desaparecer a dos, tres, cuatro, cinco hijos de distintas familias de las poderosas de este país. Todavía estudiamos escuchando los gritos y la exigencia de justicia, que ahí hubiera existido, porque se para un solo lado. Y eso lo que crea desigualdad, esa impunidad, crea un deseo de justicia fuera de los marcos legales, que es la que hay que combatir, porque si no nos convertimos en una selva.

-Durante la dictadura ser periodista era un riesgo constante que podía terminar en la muerte o la cárcel ¿Qué dificultades ves hoy en el oficio?

El tema ahora no es la libertad de expresión. Hay que cambiar el switch. Hoy lo que está en peligro es el acceso a la buena, veraz y oportuna información. A la información necesaria para vivir. Entonces, para poder investigar necesitamos medios independientes. Y el periodismo de investigación lo hemos pagado siempre los periodistas. Estamos en una revolución en que está en juego el rol del periodismo y los medios tradicionales. Lo que sabemos es que los periodistas no se van a extinguir, el buen periodismo. Pero hay otro que está trabajando para la industria de la desinformación. Tenemos que discutir periodistas, sociedad civil, expertos como se está haciendo en todo el mundo, pero no en el Congreso.  Tenemos que ponernos al servicio de la información porque esto no es para nosotros, es para los ciudadanos.

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