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CRÍTICA| «El juego del calamar»: En el infierno no hay reglas

Por: Elisa Montesinos | Publicado: 11.11.2021
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Una sociedad aplastada por el sistema neoliberal, en que hombres y mujeres adquieren deudas que en toda una vida no podrían pagar, es lo que muestra El juego del calamar, serie surcoreana que ha salpicado de sangre las pantallas de todo el mundo, convirtiéndose en un fenómeno de Netflix al plantear una metáfora sobre cómo sobrevivir en el actual modelo económico. El director ya confirmó que se viene una segunda temporada.

Sin pasado, presente ni futuro 

Tal como en las cajas chinas, al interior de la sociedad surcoreana que muestra la serie existe otra que funciona con sus propias reglas y manipula a un grupo de “desesperados”, dispuestos a todo con tal de obtener dinero. Lo que no saben es que para hacerlo deberán presenciar asesinatos a mansalva y ser aterrorizados constantemente mientras intentan salvar sus vidas. 

Si las series que ocurren en un lugar de encierro han tenido un auge en el último tiempo (Vis a Vis, La casa de papel), El juego del calamar extrema este hecho al situarse en un mundo que funciona por sí mismo, con sus propias leyes y en el que 456 hombres son sometidos a distintos tipos de vejaciones en total impunidad. 

Hay capítulos enteros en que el mundo exterior no aparece y el espectador se acostumbra a las escenografías gigantescas y coloridas que emulan juegos infantiles, con escaleras que no conducen a ninguna parte al estilo de Escher, poniendo la lógica a prueba. Allí, hombres y mujeres deberán batírselas para ganar un gran premio en wones que aumenta cada vez que los perdedores son eliminados. Para esto, están obligados a participar en una serie de juegos infantiles, que los conectan con su infancia y la cultura surcoreana, mientras el ingenio, la unión pero a la vez la traición se hacen presentes.

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Lo mejor y lo peor del género humano quedan en evidencia a medida que los capítulos avanzan y los juegos aumentan en crueldad. Varios lloran al despedirse de sus oponentes, quienes dan la vida para salvarlos. Otros, no sienten remordimiento alguno al llevar a sus semejantes al matadero mediante el engaño o la fuerza, porque “en el infierno no hay reglas”.

El juego se desarrolla en un tiempo detenido, sin presente, pasado ni futuro. La competencia exacerbada que se enseña culturalmente desde la más tierna infancia es uno de los temas desarrollados a través de un rígido esquema totalitario que recuerda a Orwell 1984. Enmascarados, con una identidad que es solo un número, los vigilantes vestidos de rojo y con un triángulo, círculo o cuadrado en el rostro son también víctimas del mismo sistema absurdo, y obedecen las órdenes del líder, quien a la vez obedece a otros: los vips, empresarios o políticos pervertidos que se solazan con el sufrimiento ajeno. 

Aunque se trata de una programación para público adulto la “squidmania” llegó incluso al último Halloween chileno y se vieron algunos niños vestidos como los guardias de la serie. En este carnaval de disparos, manchas rojas y tráfico de órganos pareciera que el director se solazara con la muerte, y también el público. Pero las escenas de sadismo y crueldad se multiplican para cuestionar al sistema económico actual, en que el éxito económico es premiado aunque se logre a costa de sangre derramada. 

Título original: El juego del calamar

País: Corea del sur

Año: 2021

Director: Hwang Dong-hyuk

Reparto: Lee Jung-jae, Park Hae-soo, Jung Ho-yeon

Género: Drama de suspenso

Disponible en: Netflix, primera temporada 9 episodios de 1 hora

Esta crítica fue producida en el Diplomado de Periodismo Cultural, Crítica y Edición de Libros del Instituto de la Comunicación e Imagen, Universidad de Chile
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