Pantalla

“Moonage Daydream”: David Bowie, el hombre que entendió la Tierra

Por: Paula Frederick / Culturizarte | Publicado: 16.09.2022
“Moonage Daydream”: David Bowie, el hombre que entendió la Tierra David Bowie, Moonage Daydream |
El documental de Morgen puede ser que decepcione a algún fanático sabelotodo, en busca de un viaje inédito más allá de las estrellas. Pero lejos de romper un esquema, es un ejercicio de reconocimiento, una experiencia inmersiva que obliga entrar en su dimensión con los sentidos al máximo.

Un 10 de enero de 2016, David Bowie volvió a su planeta. Su figura, la del artista total que une la música con la imagen de manera definitiva, no podía ser de este mundo. Más allá de su Ziggy Stardust, su rostro andrógeno, sus vestimentas vanguardistas, de llamar desde la tierra a Major Tom, preguntarse si hay vida en Marte o dedicarle un himno al “hombre de las estrellas esperando en el cielo”, el Duque Blanco siempre fue interplanetario. Su creación era y sigue siendo galáctica, una suerte de Big Bang artístico que dio vuelta todo a su paso, que marcó nuestras vidas y a la vez, nunca nos perteneció del todo. Quizás siempre nos miró desde una nave espacial suspendida en la estratósfera. Tal vez, más que “el hombre que vendió la Tierra”, Bowie fue el hombre que entendió la Tierra. Que leyó los signos vitales de la humanidad y les puso partitura y letras, en ondas coloridas y psicodélicas cuya profundidad iba mucho más allá de un asunto estético o vanguardista. Un cuerpo orgánico compuesto de polvo de estrellas que nunca dejó de mutar, hasta que se volvió eterno.

Moonage Daydream, del director estadounidense Brett Morgen, es un nuevo intento audiovisual por abarcar la figura en expansión de David Bowie, de la que nunca parecemos tener suficiente. Miles de horas de archivos personal del artista, cedidos por sus herederos al realizador, quien revisó el valioso material por dos años hasta lograr su selección final. Y, al igual que el músico británico, Morgen logra sorprender. Hacer explotar la cabeza, en sentido figurado y casi literal. Como si el mismo Bowie hubiera guiado su creación, el hilo narrativo, las reflexiones que acompañan lo visual, la sucesión de imágenes, a veces de apariencia aleatoria, pero con una coherencia intrínseca que hace percibir el espíritu del artista en cada uno de sus fotogramas.

Llamado como la homónima canción de 1971, Moonage Daydream viaja de manera supersónica por el repertorio y el imaginario del artista, así como por los cambios que experimenta física, emocional y creativamente a través de los años, de los tours, de las exigencias del público y consigo mismo. Un despliegue que Morgen ya había experimentado en sus entregas anteriores, con películas como Kurt Cobain: Montage of Heck o The Rolling Stones: Crossfire huracane,  construyendo su vertiginoso relato entre videoclips, imágenes de archivo , entrevistas, primeros planos y viejas fotografías. Ese material familiar y desconocido que cobra nueva vida gracias al montaje instintivo de Morgen, un collage que, a pesar de seguir una impecable coherencia, evita enmarcar al personaje en cuestión, consciente de su condición expansiva y de su aversión absoluta a ser catalogado con cualquier tipo de etiqueta.

En una de las tantas narraciones en off que unifican el relato, Bowie cuenta que a los 16 años decidió “vivir la aventura más extraordinaria que nadie pudiera tener”. Esa declaración de principios fue una profecía autocumplida, que determinó la grandeza de su camino, desde los tiempos en que iniciaba tímidamente a conquistar el mundo y le costaba darse a entender (como lo muestra la desapercibida gran película Stardust, con un tremendo Johnny Flynn en el rol de Bowie. Búsquela y véala). Por supuesto, ya conocemos el resultado de este viaje galáctico, un salto al vacío que no solo lo transformó en un ser extraordinario, sino que en uno de los artistas más icónicos de la historia de la música. 

Como una suerte de Rey Midas, todo lo que Bowie tocó se transformó en arte. Y quizás, el gran triunfo de la película sea el indagar en aquellos maestros que inspiraron al artista, en el imaginario cultural y pop que él mismo asimiló y deconstruyó, para poder dar vida a su propia obra. Así, descubrimos que es difícil imaginar a Bowie sin Buster Keaton, F.W. Murnau, George Méliès, Pina Bauch y por supuesto, Lindsay Kemp, mimo, bailarín y escenógrafo que inspiró la creación de Ziggy Stardust. La narración de Moonage Daydream se transforma entonces en un péndulo entre la figura de Bowie y el universo creativo que siempre lo rodeó, sus rostros y obras, su interdisciplinaridad inagotable que nunca descansó en una manifestación, sino que tomó distintas formas y se replegó hasta el infinito.

Así como la propia obra de Bowie, la propuesta de Morgen es escurridiza, escapa de lo absoluto, no quiere seguir ningún patrón. Cuando parece que estamos ante un documental biográfico y los eventos se suceden en orden cronológico, el director hace un salto al vacío, va hacia atrás y avanza hacia adelante, cuela una imagen aleatoria que desbarajusta el sistema y hace que todo se reinicie. Sin perder, claro, la presencia constante del espíritu de Bowie. No solo su imagen, sus colores, zapatos estrafalarios o maquillaje corrido, sino su esencia. Esa sustancia errática, inclasificable y expansiva, que nunca descansa, que crea, destruye y vuelve a crear. Cuyo mayor miedo es volverse predecible, obtener el aplauso fácil, dar una sensación de familiaridad, que se caigan las máscaras, el personaje deje de existir y aparezca el hombre terrenal, mostrando sus verdaderos colores.

Entonces, se produce la magia. La conjugación perfecta entre el modus operandi del artista retratado y el del registro audiovisual que busca representarlo. La armonía se alcanza cuando Morgen reconoce lo etéreo del objeto de su afecto, respeta ese espíritu volátil y no intenta definirlo, ni ordenarlo cronológicamente, ni mucho menos encasillarlo. Y cuando el vértigo de la imagen saturada y explosiva amenaza con romper la coherencia del relato, aparece una reflexión de Bowie, con su voz inconfundible, que, aunque siempre tiene que ver con asuntos grandilocuentes, como la muerte o la existencia de Dios, no suenan pretenciosos. Simplemente, parecen observaciones comunes de un alienígena que visita la Tierra por primera vez.

El documental de Morgen, al final de cuentas, no muestra muchas cosas novedosas sobre Bowie. Incluso, puede ser que decepcione a algún fanático sabelotodo, en busca de un viaje inédito más allá de las estrellas. Lejos de romper un esquema, es un ejercicio de reconocimiento, una experiencia inmersiva que obliga entrar en su dimensión con los sentidos al máximo, por si se escapa alguna señal. Además, nos da la posibilidad de conocer sus miedos, sus fantasmas, su fragilidad. Esa que lo volvía humano y que hizo que se quedara entre nosotros un poco más de tiempo, antes de volver a su planeta.

Artículo publicado en alianza con Culturizarte.

Título original: Moonage Daydream
Dirección: Brett Morgen
Guion: Brett Morgen
Productora: Public Road Productions, BMG, Live Nation Productions. Distribuidora: Neon
País: Estados Unidos
Año: 2022
Duración: 140 minutos
Estreno en salas de cine nacionales: 15 de septiembre

Déjanos tus comentarios
La sección de comentarios está abierta a la reflexión y el intercambio de opiniones las cuales no representan precisamente la línea editorial del diario ElDesconcierto.cl.