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Crítica de cine| “Bardo, Falsa Crónica de unas Cuantas Verdades”: Una sátira pretenciosa

Por: Juan Marín/Culturizarte | Publicado: 28.11.2022
Crítica de cine| “Bardo, Falsa Crónica de unas Cuantas Verdades”: Una sátira pretenciosa Una imagen de Bardo, la última película del mexicano Alejandro González Iñárritu |

En los últimos años pareciera ser tendencia que los cineastas realicen películas con temáticas autobiográficas. Tal como lo hizo en 1963 el extraordinario director italiano Federico Fellini con su prestigiosa cinta 8½. El 2018 el compatriota de Iñárritu, Alfonso Cuarón deslumbró a la crítica con su película sobre su infancia Roma, logrando ganar el premio Oscar a mejor película internacional. Este año se estrenaron las películas Armagedon Time de James Gray y The Fabelmans de Steven Spielberg, que fue la ganadora del Festival de Toronto, dos cintas autobiográficas que todavía no tienen fecha de estreno en Chile. El nuevo filme del mexicano Alejandro González Iñárritu también abarca este subgénero, pero se asemeja más al de Fellini. Un artista incomprendido mezclado con una cuota de realismo mágico.

Bardo, Falsa Crónica de unas Cuantas Verdades es la historia de Silvio Gama, un documentalista mexicano que vive en Estados Unidos y tiene que volver a su país natal a recibir un premio sobre su trabajo. Ahí se enfrentará a todo tipo de miedos, sueños y pensamientos, luego de realizar un documental sobre los inmigrantes mexicanos que cruzan la frontera. En el protagonista, se puede ver un claro reflejo del director; es una representación de gran parte de su vida. Ya que González Iñárritu después de su primera película se fue a vivir a Estados Unidos, ha sido galardonado en ese país y hace poco hizo un cortometraje, titulado Carne y Arena, con una nueva tecnología que te lograba poner en los pies de los inmigrantes (lo presentó el 2017 en el Festival de Cannes).

El director regresa con su nueva cinta a su país natal para transformar su autobiografía en un viaje sensorial. Desde hace 22 años, después de su ópera prima Amores Perros, que no filmaba en México. Ahora volvió a lo grande con la obra más personal de toda su carrera y también quizás la más ambiciosa.

La crítica en su estreno en el Festival de Venecia la destrozó. La tildó de ególatra y pretenciosa. El director en la rueda de prensa se defendió de estas acusaciones, diciendo: “Para mi quizás hay una especie de trasfondo racista, en el que por ser mexicano soy pretencioso… si yo fuera de Dinamarca o Suecia sería visto como filosófico”.

Es cierto que la película es bastante pretenciosa, pero está tan consciente de eso que tiende a burlarse de si misma, lo que más bien la hace corrosiva. Hay una escena en la que el protagonista discute con un animador de televisión que refleja bien esta suerte de autoironía. El animador le nombra al protagonista distintas escenas que ya transcurrieron en la cinta alegando de que eran pretenciosas, que lo onírico era fácil de hacer por no tener una línea narrativa y que tenía el ego bastante alto. El director utiliza una especie de meta-sátira que le funciona a la perfección, lo que es un gran mérito en un filme que tiene todos los ingredientes para ser pretencioso y gracias a este recurso al final no lo es tanto. Aplausos para el cineasta.

La cinta es compleja y densa pero a la vez tiene mucho humor e ironía. Toca temas como la identidad y las raíces. Por ejemplo, el protagonista aparece como muy gringo para los mexicanos y muy mexicano para los gringos, como si fuera un apátrida, que no se siente parte de ningún lugar, ni identificado con ninguna nación. La ironía se refleja en el lloriqueo del artista incomprendido, que a través de la miseria de la pobreza genera dinero y gana premios. Una alusión a su propia vida.

Técnicamente la película es espectacular. González Iñárritu sabe lo que hace y lo maneja de una forma increíble. Recomiendo ir a verla al cine, porque el efecto de sonido es magistral. La fotografía es otro punto fuerte de la cinta, se asemeja mucho a un sueño y juega con diversos planos cinematográficos que logran provocar una sensación onírica. La narración de la película es muy poco convencional, cronológicamente no es lineal. Son varias ideas sueltas que se van cruzando entre sí, así va creando una atmósfera surrealista repleta de simbolismos y metáforas. Hay varias escenas dignas de analizar que conllevan una gran profundidad en su planteamiento, aunque, a veces pueden pecar de ser pretenciosas. Por ejemplo, cuando el protagonista fuma un cigarro y discute sobre la colonización con Hernán Cortés en una montaña de indígenas muertos; o también como representan la muerte de un hijo en pleno parto. Es un filme que aparte de ser una sátira de sí misma y del director, se burla de la sociedad en general: de Estados Unidos, de los programas de farándulas sensacionalistas, de la pretenciosidad del arte, de los documentales que representan conflictos sociales y hasta de la propia identidad mexicana.

Una gran película, muy disfrutable. Entiendo por qué divide tanto. No es para todos y cada uno puede sacar su propia conclusión. Es un proyecto ambicioso y muy personal, en el que se muestra el ego del gran director mexicano. No está hecha para la taquilla. Es la representante de México para los Oscar y el 16 de diciembre llega a Netflix, pero recomiendo ir a verla al cine lo antes posible.  Es cierto eso de que “México no es un país, es un pinche estado mental”.

Vea el tráiler acá:

 

Título original: Bardo, falsa crónica de unas cuantas verdades.

Dirección: Alejandro González Iñárritu.

Guion: Alejandro González Iñárritu, Nicolás Giacobone.

Fotografía: Darius Khondji.

Reparto: Daniel Giménez Cacho, Griselda Sicilliani, íker Sánchez Solano.

Productora: Estudios Churubusco, Redrum.

Año: 2022.

Duración: 174 min

País: México

Disponible: en salas de cines y en Netflix desde 16 de diciembre.

Distribución: Arcadia Film (Netflix).

Artículo publicado en alianza con Culturizarte.

 

 

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