Sonidos

De culto: Las místicas noches del Café del cerro

Por: Elisa Montesinos | Publicado: 07.09.2018
Bellavista no estaba de moda, ni era el epicentro del carrete nocturno. La alegría no había llegado. Nelson Shwenke y Payo Grondona estaban vivos y eran de los artistas que se podía escuchar noche a noche en el café, que más que café era un bar con música en vivo y la onda de las peñas que surgieron a fines de los 60, pero donde también cabían el rock, el teatro y la danza. Nito Mestre tomaba desayuno y el Inti Illimani tenía sus oficinas. Ahí se formaron el grupo La Ley y el inolvidable Fulano. Redolés le hizo un poema irrepetible e inolvidable a la señora que cobraba la entrada y que al parecer no perdonaba los $500 pesos que valía oír una amplia gama de música local.

Tan famoso fue el Café del Cerro que apareció recreado en la serie Los 80, y en su tiempo llegó a los medios de comunicación disidentes y también a los oficiales. Hasta Miguel Piñera actuó en el café cuando no era el hermano del presidente sino un cuico botado a hippie que cantaba “La luna llena”. El local era amplio y aunque la mayor parte de los artistas eran continuadores del canto nuevo, todas las tendencias tuvieron cabida: desde el jazz fusión de Fulano, a las payas de Eduardo Peralta, y el rock de Los Prisioneros. Tenían en común el ser contestatarios, por lo que en lo más álgido de la dictadura la CNI tenía al café entre ceja y ceja. Hubo noches de ruedas pinchadas y bombazos. En un tiempo en que los artistas eran vetados o no tenían trabajo, el café les pagaba por sus actuaciones. Cualquier noche se podía oír a Eduardo Gatti, Santiago del Nuevo Extremo, Pablo Herrera, Shwenke y Nilo y Felo, quien con su humor de trasnoche llamaba Mi El al capitán general. Eran tiempos de omisión y ese sinsentido provocaba carcajadas.

Alex Zisis y Sergio Bravo en la inauguración del Café del Cerro el 15 de septiembre de 1982

Mario Navarro y Marjorie Kusch trabajaron juntos en el Kaffé Ulm, al lado del actual Cine Arte Alameda, adonde Navarro hacía de sonidista y productor. Se hicieron pareja y cuando el espacio cerró, se las ingeniaron para abrir su propio local. Inauguraron el 15 de septiembre de 1982 en Ernesto Pinto Lagarrigue 192, en el barrio Bellavista. Ambos hacen memoria desde Punta Arenas, donde residen en la actualidad, continuando en el rubro gastronómico, bohemio y cultural. El día de la apertura estaban nerviosos, él tenía 24 años y ella 20. “Éramos un par de pendejos y estábamos embarcándonos con esa inconsciencia de la juventud en este tremendo barco que con el tiempo hemos dimensionado. Estando dentro del café no lo veíamos. La inauguración fue preparada con mucho cariño, fue echar la casa por la ventana, en ese momento estábamos haciendo una apuesta, invitamos cerca de 200 personas donde se les atendió como en la mejor de las fiestas. Hubo corridas de empanadas, anticuchos, mucho trago a destajo, vino caliente seguro en esa época”, dice Navarro al teléfono, y Maggie le sopla por detrás quiénes actuaron: Peralta, Gatti, Cristina González, el grupo Aleph, entre otros. “Alex Zisis con Sergio Bravo, que eran del grupo Aleph, Los de las Chacras, que se llamaban. El Negro Piñera, estaba en su boom en ese momento. Llegó Gervasio de improviso, dijo “yo tengo que estar acá”, venía de ganar Viña”.

Nito Mestre sentado a la entrada del café

Para el primer año hicieron un cassette con lo mejor que estaba pasando en el canto nuevo. Lo sacó el sello Alerce. “Un amigo me lo regaló hace poco, pues yo solo me había quedado con la caja”. Después vino otro cassette, pero solo con artistas del sello Alerce, y ya en los 90 y con el café cerrado, el mismo sello sacó un CD compilatorio. Pasaron cosas como la presencia del café en Sábados Gigantes, en Martes 13 y en la telenovela Andrea del Canal 13 que se firmó en gran parte ahí. Trajeron por primera vez al uruguayo Leo Maslíah cuando en Chile no lo conocía nadie. Quienes ensayaban en el espacio hablan del contacto con artistas que admiraban, o de un Nito Mestre golpeando modestamente la puerta de sus estudios para ver lo que estaban haciendo en momentos que aquí todos lo conocían por lo que había hecho con Sui Géneris. “Con Nito Mestre se formó una amistad que duró muchos años. Venía varias veces y estaba casi todo el día en el café, llegaba a tomar desayuno, almorzaba, circulaba ahí”, recuerda Navarro.

Felo, el artista que ponía la cuota de humor en el trasnoche del café

Los Prisioneros hicieron el prelanzamiento de Pateando Piedras durante tres jueves “y fueron desbordantes”. Hacían un ranking de los artistas que llevaban más público y lo anotaban en el bar. A la cabeza iba Eduardo Gatti con 370. Los Prisioneros lo rebasaron con creces, fue tanta gente que resultó imposible contar cuántas personas había adentro. Otra noche que actuaba Congreso y no cabía un alma más, se desboradaron las alcantarillas del baño “y la gente decía efectivamente Congreso dejó la cagá (risas)”. Hasta Nicanor Parra estuvo en el café, pues se presentó en el patio la obra El Cristo de Elqui.

“En 10 años imagínate, tantas noches memorables. Por ejemplo el primer aniversario del café hicimos una fiesta con invitados, periodistas, artistas, la gente de los talleres, cantaron muchos artistas de los que habitualmente tocaban en el café y resulta que en la noche con toque de queda el cuidador de autos nos avisa que alguien andaba pinchando neumáticos, salimos a ver y efectivamente en la cuadra de Ernesto Pinto Lagarrigue y el costado de Antonia López de Bello todos los autos estaban con los neumáticos pinchados”. Partieron Marjorie y Mario y encontraron una vulcanización, en varios viajes fueron a dejar los neumáticos para que los arreglaran hasta que se pudieron ir todos. Hasta al director del Canal 13 le picharon los autos. Hubo también avisos de bombas, una de ellas un fin de semana que tocaba Shwenke y Nilo a tablero vuelto. “Se llamó y llegó el Gope, cerró la calle. Nelson Shwenke, con mucho tino, explicó a la gente lo que estaba pasando y los hicieron salir al patio. Revisaron todo el café, no había nada y la gente volvió a entrar. No se fue nadie. Esa era la mística que se vivía”, recuerda Navarro. Tal como los medios opositores a la dictadura, el café no sobrevivió a la democracia y cerró sus puertas en 1992. Hace 4 años se hizo un homenaje de tributo al café, las entradas gratuitas para los 4 días del show en el Montecarmelo se agotaron en 5 horas.

Mario Navarro en una de tantas noches en el café

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