Sonidos

Ángela Lucero, Flor de Rap: Bitácora de un concierto y su larga previa

Por: Rodrigo Hidalgo, escritor y periodista | Publicado: 04.10.2021
Ángela Lucero, Flor de Rap: Bitácora de un concierto y su larga previa |
Me dispongo a escucharla. Caigo en cuenta de que gracias a mis sobrinas la Mica y la Mili, sí había visto y escuchado el videoclip junto a Denise Rosenthal ‘Báilalo mujer’. Busco todo el material suyo que puedo en Youtube y en Google, en la prensa, y me entero de quién es Ángela Lucero. Y quedo pa’dentro.

Día 1. Lunes 6 de septiembre

Recibo una invitación del Teatro Nescafé de Las Artes para asistir al concierto de Flor de Rap que será el 1 de octubre. No sé quién es Flor de Rap, pero acepto.

Cubrir un concierto es algo medio old school, pienso. Había revistas de música en las que se escribía sobre conciertos, en la época de las revistas en papel, en el mundo previo a internet, ChileRock, Rock&Pop, la misma Rockaxis o la Rolling Stone. Lo que sirve es que se escriba antes del concierto, como motivación o como publicidad encubierta. Pero me aceptan la crónica.

Día 2. Lunes 13 de septiembre

Voy en metro y sube un rapero. Improvisa y saluda a los pasajeros. Al finalizar pide dinero. Con acento pana, se despide sincero. Sus rimas ingenuas decírselo quiero. Pero llego a destino y me bajo primero.

Siendo un melómano que comulga con Nietszche (por su célebre frase “la vida sin música sería un error”), me confieso alguien con ciertos límites a la hora de los gustos y preferencias. Nunca me ha resultado grato cierto rock gutural que disfrazado de metal suena como un orco vomitando, ni el punchi punchi de la TV en todos sus formatos, ni como –ya lo dejé claro– el rap del metro. Pero hago esfuerzos por envejecer abriendo y no cerrando mis horizontes y me dispongo siempre amablemente a las nuevas experiencias. Hace diez años me habría retirado de una fiesta al primer reguetón. Hoy sé que el reguetón, tal como el narcotráfico que lava dinero en las más altas esferas, llegó para quedarse. 

Huelga decir entonces que conozco bien la escena del rap porque allá por el año 2 mil, hice mi tesis de grado sobre esa manifestación cultural o contracultural. Entrevistamos a una treintena de cultores del hip hop, bailarines de competición, grafitteros con y sin sponsors, y a los abuelos del hip hop local: al Lalo Pantera y al Chino Mákina fumando un paraguayo arriba del Cerro Renca, al Jimmy Fernández en su casa y al Pedro Foncea en su estudio. En fin. Luego la vida me presentó a otros amigos hiphoperos, como el Giorgo de M-16, o el GuerrillerOkulto. Pienso que con Flor de Rap, tan mal no puede irme.

Me dispongo a escucharla. Caigo en cuenta de que gracias a mis sobrinas la Mica y la Mili, sí había visto y escuchado el videoclip junto a Denise Rosenthal ‘Báilalo mujer’. Busco todo el material suyo que puedo en Youtube y en Google, en la prensa, y me entero de quién es Ángela Lucero. Y quedo pa’dentro.

Día 3. Viernes 15 de septiembre

Me dan su contacto y agendamos una entrevista por teléfono. Pienso en qué preguntarle. Pienso en hablar de un síntoma de larga data para todes les productores musicales, un rasgo extendido más allá del estilo, en varias escenas y tendencias y me refiero a la abundancia de artistas con el mismo problema: canciones musicalmente buenas, proyectos más que interesantes, pero con letras ahí nomás. Pobreza en la lírica. Cómo decirlo. 

Vuelvo a escuchar ‘Inmarchitable’, ‘Resistiré’, ‘Metamorfosis’. Ángela Lucero, una biografía que es una tragedia feroz hecha canción. «Escribir me salvó», dice Flor de Rap. Y se refiere a la situación que vive hoy habiendo superado escollos dignos de conmovedora admiración. Cuando aún es una niña, su padre se suicida quemándose a lo bonzo delante suyo. A la pobreza se le suma como si fuese natural, el abuso sexual a manos de un familiar, en un contexto de marginalidad arquetípico, hecho de violencia, drogas y alcohol. Un derrotero directo a la delincuencia, a la cárcel o a su prescuela, el Sename. Vivir así es casi una condena, entras a un círculo vicioso del que es casi imposible salir. Por eso la resiliencia de Ángela me sorprende, me impacta. Es su signo, su carta de presentación. Es una guerrera dura. Pero además dice algo que me parece destacable, lo dice simple, fuerte y claro: “Escribir me salvó”.

Poder hacer canciones, escribir y componer fue su salida a ese destino que parece escrito para tanta juventud. Entonces no importa que la lírica sea precaria. ¿A quién le importa? Pienso en preguntarle a Ángela, ¿qué lees? ¿leíste algo alguna vez que te emocionara, impresionara, marcara o conmoviera? Pienso en preguntarle ¿por qué cantar tanto a la resiliencia? ¿por qué le cantan a esa persona que necesita fortalecer su autoestima, su autovaloración? De Lady Gaga a Bomba Estereo, el mensaje es más o menos el mismo, o tiene un mismo sentido: que no te importe lo que opine el resto, mujer, tú puedes, si yo pude sobreponerme a todos estos obstáculos, tú también puedes, puedes vencer tus miedos, puedes hacer tus sueños realidad, vamos mujer, lucha por lo que quieres, tú puedes y te mereces obtenerlo. ¿Por qué se necesita tanto cantar ese mensaje de aliento?

Día 4. Martes 21 de septiembre

Hablamos por teléfono. Le confieso mi admiración. «Tu resiliencia me impacta», le digo. Más encima tuvo un accidente hace poco y se fracturó una costilla. Le pregunto por su opinión sobre el aborto, puesto que como ella misma narra, decidió tener a su primera hija teniendo todo en contra, decidió no abortar. Y claro. Obvio que Flor de Rap no podía ser pro-vida como Tere Marinovic. Está a favor de una ley del aborto más allá de las tres causales porque la libertad para las mujeres de decidir sobre el propio cuerpo es una de las banderas que ondearán en el nuevo Chile que ha de parirse. Ángela se sabe una guerrera. Le pregunto de dónde saca tanta fuerza, la base de su fe. No porque nos tratemos de hermanas y hermanos vamos a ser todes evangéliques. Canta un aleluya henchido de fe popular y no es canuta. Tiene su virgencita y sabe que hay una tremenda banda de ángeles que desde el más allá la cuidan. Tiene cualquier sponsor celestial. Aura le llaman también. Acá, llegando a Santiago, se contactó con esos mismos abuelos del hip hop, que obvio la escucharon y le pusieron todas las fichas. Tiene una estrella anaranjada en el brillo de sus ojos.

Día 5. Viernes 1 de octubre

Llega el momento. Me hago acompañar por una amiga sensible a este tipo de música, a la que le gustan las artistas nuevas. El recital es todo un éxito. Las entradas, a precios populares de acceso fácil para un público teenager, se agotaron rápidamente porque además el aforo del teatro está reducido por las medidas de seguridad sanitaria. Tendrán función doble. Un concierto a las 18:30 y otro a las 21:30. El público, a pesar de mi prejuicio, es de lo más variopinto, tanto a las 18:30 cuando llegamos, como a las 21:00 cuando nos vamos. Adultos, jóvenes y mucha mujer, de todas las edades y de todas las apariencias, pobres y ricas, viejas y niñas, ultraproducidas con glamour de pasarela, y en buzo y polerón de hacer el aseo, con pañuelos verdes y con poleras negras, parejas tomadas de la mano y libres solitarias.

El audio del teatro pide antes de levantar el telón, un tradicional “apaguen sus celulares y por favor no saquen fotos ni graben” que son recibidos con una carcajada espontánea. Se encienden las luces. El show comienza arriba, con todo, con una energía elocuente. La arenga de “dónde está mi genteeee” es respondida por un ensordecedor griterío. Atrás mío una pareja de 50 años más o menos comentan: “esta es la Mala Rodríguez chilena”, aludiendo al estilo de voz aguardentosa, ronca, de Flor de Rap, algo muy Ana Gabriel. Serán dos horas intensas, con mucha fusión, mucho rap pero también mucho funk, momentos bolero-baladísticos y momentos de franco reguetón, luciendo una banda de apoyo sólida, con bronces a ratos engolosinados y con un par de coristas dignas de un reconocimiento aparte. Un espectáculo en que no falta ni la denuncia en torno al momento político que vivimos como país, a dos años de un estallido social que no ha terminado; ni la emotiva apelación al cariño del público. Flor de Rap invita al escenario a su hija Roxanita, aquella que no abortó y que la dio nuevos bríos, su compañera y razón de guerra. Y luego sale también la más pequeña, Francisca, hija de su marido, Milo Ruiz. La familia completa es ovacionada. Hay intimidad casi, se proyecta el calor de la cercanía, del hogar. 

Salgo más que agradecido de la experiencia. Mi amiga acompañante también. Se hacen cortas las dos horas; se pasan volando. Pienso que no le pregunté por su paso por Master Chef, qué sacó de ese show, de ese circo. Tampoco le conté que Lucero es un apellido que me hizo pensar en dos cosas, en el cuento de Óscar Castro sobre un caballo, y la película Hola mi nombre es Óscar Lucero. Pienso que son cosas que podría conversar con Ángela Lucero quizá en otra ocasión, si se me da. Y veo que siendo viernes hay tráfico, micros y autos por Providencia, desde y hacia Plaza Dignidad. Tomo una micro, y paso por la Zona Cero. Un centenar de manifestantes con pinta de barra de fútbol intentan encender una barricada en la esquina de Irene Morales y Alameda, ahí donde cayó Mauricio Fredes, donde las fuerzas del orden porfían en extinguir una animita y un memorial que al igual que Flor de Rap, resistirá inmarchitable.

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