Sonidos

Camila y Silvio: güenisura del sur para los Andes

Por: David Ponce | Publicado: 26.08.2023
Camila y Silvio: güenisura del sur para los Andes Camila Soria (voz y bombo) y Silvio Rozzi (voz, guitarras, charango y ronroco) son Camila y Silvio | Felipe Sepúlveda
“Piedra azul” es el segundo disco de este dúo chileno de raíces folclóricas, ganador del Premio Pulsar en 2020, y será estrenado el sábado 26 de agosto en el teatro principal de Matucana 100 en la capital.

Desde el sur vienen Camila y Silvio presentando su disco nuevo. El dúo chileno de raíz folclórica empezó el pasado viernes en Puerto Varas a estrenar “Piedra azul”, su segundo álbum, y este fin de semana llega a Santiago para llevarlo a escena el sábado 26 de agosto a las 20 horas en el teatro principal de Matucana 100.

Formados como grupo en 2014 y ganadores en 2020 del premio Pulsar en la categoría de “mejor artista de música de raíz” por su previo disco “En el borde de la noche” (2019), Camila Soria (voz y percusión) y Silvio Rozzi (voz, guitarras, charango y ronroco) han estrenado tres canciones como anticipo de la nueva grabación, todas muestras de su sonido delicado y acústico: “Cerrito nevado”, “Piedra y chagual” y “Neblina”, que es además su más reciente video.

–Lo que tienen en común estas canciones es que son tres estados de la materia, tres momentos del día, tres paisajes –define Silvio desde la parada del grupo en Puerto Varas–. Y entre las tres configuran muy bien la energía del disco. “Cerrito nevado” traía un poder súper interesante, la gente ya la conocía y eso terminó de construir su relato. “Piedra y chagual” es una despedida, una cacharpaya en agradecimiento a un lugar que habitamos muchos años. Y “Neblina” abre el disco. Es una canción de amanecer.

–Cada una tiene un lugar específico en el río Mapocho –sitúa Camila–. Todo el disco está hecho para el río, dignificando ese río oscuro, serpenteante, que cruza la ciudad. Como se muestra en el videoclip, “Cerrito nevado” es el deshielo, el lugar donde nacen las aguas del Mapocho; “Piedra y chagual” habla del valle, de la orilla del río; y “Neblina” tiene esta apertura al mar, cuando el río se encuentra con las aguas saladas. En ese sentido también hace un círculo. Es algo que nos convoca a todos los chilenos, la montaña, el mar profundo y estas aguas que corren en todos los lugares y son fuente de vida para nosotros.

“Llevo en mis manos una piedra azul” es el verso incluido en “Neblina” que da título al disco.

–Todas estas canciones hablan del agua en alguna forma –dice ella–. También las formas humanas: el llanto, la sangre. La piedra azul simboliza todos los conceptos del agua cristalizados en una piedra que llevo en mis manos y que es como mi secreto, mi güenisura, mi milagro como persona. Llevo conmigo ese misterio que es el agua.

Y güenisura es a su vez la palabra misteriosa de esa última frase.

–Aquí se dice harto esa palabra –sonríe Camila–. Es muy de campo. Es el bienestar. Es una sensación la güenisura, ¿no?

–Sí, es una palabra sureña –explica Silvio–. Es un estado de plenitud la güenisura.

Todo el revuelo posible

Diez composiciones propias, grabadas con gente invitada como el Cuarteto Austral y Nano Stern, integran el nuevo disco, publicado desde este viernes 25 de agosto en las plataformas digitales.

“‘Piedra azul’, más que cualquier otro trabajo que hayamos hecho, es un manifiesto. Hay una configuración desde lo ideológico, lo espiritual, lo ético y lo estético, y hurgamos muy profundo para llegar a ese punto”, destaca Silvio Rozzi, quien echa mano a dos comparaciones para examinar el disco en la perspectiva del álbum previo. “‘En el borde de la noche’ es como un estallido, como una semilla brotando. Esto ya siento que es como una planta, tiene sus hojas. De cierta forma el primer disco era tratar de llegar a un espacio, como subir el cerro. Y ‘Piedra azul’ fue una búsqueda también, pero una búsqueda distinta, bajando del cerro”.

–Fue un proceso de dos años dando forma a una mirada, una perspectiva –agrega Camila–, dentro de la generación donde estamos, desde la música que hacemos, que de alguna manera es un puente para las nuevas generaciones. En general la gente no escucha folclor, entonces queremos dar todo el revuelo posible a “Piedra azul” para dar un espacio a todos los cantores y cantoras de los que hemos venido aprendiendo. Somos personas de treinta años mirando el folclor, pero preguntando qué vamos a hacer con esas tradiciones, a pesar de estar en un departamento o en una casa, en la ciudad, sobre el cemento.

Se despierta una memoria

También hay un giro geográfico entre el primer y el segundo disco de Camila y Silvio. “Antes fuimos mucho más para el lado argentino”, dice él, “y esta vez hay vidalas también, géneros más reconocibles en el norte de Argentina y de Chile, pero ‘Piedra azul’ es mucho más del mundo andino: quechua, aymara, lo que hemos tenido la suerte de heredar de eso”.

La canción “Neblina” corresponde así a una variante del huayno que es la chuscada ancashina.

–Ancash es una región del norte de Perú –explica Silvio–. Y en todo el territorio altiplánico andino, pero sobre todo en Perú, cada localidad tiene una forma distinta de tratar la música. Me atrevería a decir que “huayno” es casi como decir “música” en el mundo andino. El huayno es como la madre cultural. Si hablamos de música puneña, de huaylas, de tunantadas, de hualinas o de chuscadas, son todos huaynos realmente, pero tienen un idioma particular en cada lugar. Por ejemplo la chuscada tiene una forma de acompañarse en la guitarra muy similar a la música folk gringa que escuchamos desde siempre: Bob Dylan, “Blackbird” de los Beatles. Y también hay un guiño nuestro en tratar de “intencionar” esa mezcla.

–Hemos ido a Perú –complementa Camila–, no a estudiar, sí a mirar y a absorber lo increíble que es estar ahí. En esta época tan visual uno puede estudiar mucho desde lejos, a través de discos, de cantores, de videos, de documentales. Bueno, el Silvio tuvo la suerte en plena pandemia de estudiar con un guitarrista muy connotado de Perú, Manuelcha Prado, que le enseñó mucho. Y lo andino es también algo que llevamos. Si uno busca un poquito puede encontrar en el mismo Santiago mucha gente que toca música andina, que celebra fiestas andinas, que sabe sobre las ofrendas andinas, un montón de saberes de los Andes.

–Siento que hay hartas formas de saber –coincide Silvio–. Como pasa con la Cami: en el canto se despierta una memoria que tiene que ver con ese territorio, que está en nosotros, por el linaje, la sangre. Venimos de una cultura híper racional, en la que para validarnos tenemos que tener títulos de que estudiamos algo. En este caso hay un trabajo bien importante de despertar memorias, de validar lo que traemos por el solo hecho de ser individuos que vivimos en este territorio.

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