Sonidos

50 años y 50 canciones: La historia escrita en el sonido popular

Por: David Ponce | Publicado: 12.09.2023
50 años y 50 canciones: La historia escrita en el sonido popular 50 años 50 canciones |
Una sintonía sonora con el período que va desde la UP hasta el fin de la dictadura da forma a “50 años 50 canciones 1973-2023”, antología libre para escuchar, leer y ver en línea. “La música popular nos enseña cosas”, dicen dos de sus realizadores.

Entre el caudal de libros, documentales, muestras, exposiciones, encuentros, podcasts y otras propuestas en torno a la conmemoración de los cincuenta años del golpe de Estado, hay una iniciativa que se distingue por la invitación que formula a apreciar la más breve de esas expresiones creativas. Una invitación a escuchar canciones. Es “50 años 50 canciones 1973-2023”, antología que, en audio, video, gráfica y texto, recurre a la música popular como herramienta de análisis cultural y de divulgación sobre el golpe y sus consecuencias históricas.

“La canción popular en tres minutos y medio puede condensar lo mismo que un libro o que una película de dos horas y media. Como artefacto cultural es poderosísima en tanto portadora de memoria, en tanto generadora de significado, en tanto indicio de su tiempo”, enumera Cristofer Rodríguez, profesor y magíster en historia además de coordinador de esta iniciativa que desde julio ha difundido en sus redes una canción diaria, con un repertorio que incluye desde discos previos al golpe hasta grabaciones hechas en dictadura.

“La canción es la célula de algo”, define Javiera Tapia, periodista y una de las redactoras del equipo, donde trabajan personas provenientes del periodismo, la pedagogía, la sociología, la musicología y la historiografía entre otros quehaceres. “La historia de esas canciones, de cómo y en qué contexto fueron compuestas, es importante para hacer memoria –agrega Javiera–. Todas las personas necesitan socializar la música, ya sea hablando, escribiendo un post en tu Instagram o yendo a conciertos. No es sólo el hecho de tener una playlist con las canciones sino saber algo de ellas, porque nada aparece por generación espontánea”.

Elevar la producción a ritmo de cumbia

En la propuesta de “50 años 50 canciones” conviven creaciones chilenas tan reconocidas como “Todos juntos”, “El pueblo unido jamás será vencido”, “Candombe para José”, “La cueca sola”, “Adiós general”, “A mi ciudad”, “Chile, la alegría ya viene” o “El baile de los que sobran” junto con versiones menos advertidas de “Plegaria a un labrador” (1970) por Cecilia o “Gracias a la vida” (1978) por el Sexteto Hindemith.

Así también coexisten canciones de resistencia a la dictadura grabadas por Capri, Nino García, Cristina González, Transporte Urbano o Raúl Acevedo con otras referencias nítidas de la Unidad Popular, del tenor de “Elevar la producción también es revolución” (1971), de Payo Grondona, y “Canto al trabajo voluntario” (1973), de Osvaldo “Gitano” Rodríguez: ritmos respectivos de cumbia y de rock para dos cantores fieles al compromiso militante.

–Me parece que el mensaje no solo es la letra, sino también el mensaje sonoro –plantea Cristofer Rodríguez–, por ejemplo, en una canción donde el Gitano Rodríguez usa guitarra eléctrica y batería. Hay un público lector que quiere aprender y torcer ciertos prejuicios, y creo que es pega de nosotros, de los investigadores, ofrecer esa mirada y salir del molde preconstruido. El Payo (Grondona) haciendo una cumbia es interesante no sólo por el tema musical, sino por lo que significa históricamente.

Hay documentales que el gobierno de la Unidad Popular movió en las fábricas, donde enseñan que ir a trabajar era hacer la revolución. Fue un esfuerzo de educar a la población obrera en un país donde había alcoholismo y poca producción. Hay muchas canciones interesantes también por qué historia están contando.

Canciones que hablan de ayer y de hoy

Si bien “50 años 50 canciones” traza un relato de sonidos hasta fines de los años ochenta, algunas de esas creaciones también se aplican a situaciones actuales, como la relativización o la negación del golpe y de los crímenes de la dictadura o como el retroceso marcado por el resurgimiento de los discursos ultraderechistas, dicen sus realizadores.

–La canción previa al 11 es “No nos moverán”, de Tiemponuevo –pone por ejemplo Cristofer–, que fue la última en sonar en la radio en democracia, después del discurso de Allende, y habla de la amenaza del fascismo. Hay un mensaje en ella que puede resonarnos hoy día, tanto como la “Canción final” (de la “Cantata popular Santa María de Iquique”, de Quilapayún), que nos dice “Ojo, que cuando vienen se ven así”. La música popular de hace cincuenta años atrás nos enseña cosas. “Yo canto la diferencia”, de Violeta Parra, me parece una canción vigentísima para cualquier dieciocho de septiembre, y tiene más de sesenta años.

–Creo que estas canciones y las que vinieron después sirven para entender –agrega Javiera–. Ahora mismo pienso en el reggaetón o en el trap, que es más mainstream, y que un sector de la sociedad critica. Claro, se puede decir que esto es producto del neoliberalismo, de una sociedad muy individual, pero al mismo tiempo en un concierto de trap se suben veinte amigos traperos porque son una comunidad, graban entre ellos, se producen entre ellos, se invitan a participar. Podría decir que veo conductas súper individualistas en el trap, pero también veo muchas comunitarias. Y la existencia de esas dos cosas es profundamente contemporánea, porque en la sociedad veo lo mismo: lo individualista y lo comunitario. Creo que no importa la época, todo de alguna manera está unido.

Tal vez la diferencia es que en canciones de la utilidad de “Canto al trabajo voluntario” o “Elevar la producción también es revolución” el objetivo es más concreto, pero Rodríguez y Tapia coinciden en que las canciones de cada época tienen complejidades y pliegues propios.

–Creo que siempre ha sido complejo y que no hemos cambiado tanto –considera Cristofer–. La discusión sobre el trap como “música mala” no es muy distinta a que había entre hippies y música militante en los sesenta o los setenta, o entre el Canto Nuevo y el pop en los ochenta, o entre los rockeros y las “superbobas” (nombre peyorativo puesto a trío pop Supernova). Es una cuestión que aparece desde que existe la mediatización de la música. Lo que sí ha cambiado es que los años de la Unidad Popular fueron más politizados que los de hoy, y eso trajo cierta producción cultural específica con esa orientación, pero también estaba el Pollo Fuentes, y sin menospreciarlo sino al contrario, este pop más inmediato siempre ha existido.

–Lo resumo en esta típica imagen de una señora muy mayor con un cartel que dice “Me parece increíble que aún tengo que protestar por esta mierda” –ilustra Javiera–. Esa foto resume los procesos sociales y políticos. Cada vez que reviso algo del siglo veinte, o de fines del 1800, me doy cuenta de que no es tan diferente a lo que vivimos ahora. Quizás por avances tecnológicos o científicos algunos problemas han cambiado, pero los rituales sociales, las expresiones culturales, tienen su base en cosas similares en la época que sea. Cuando leo a feministas de los ochenta o los diarios de las obreras de los años veinte en Chile, pienso que eso lo podrían haber escrito después de la huelga feministas del 2019. Existe una vigencia que habla muy mal de la sociedad en general, pero también siento que nos da una lección de humildad. Nos pone en ese punto ínfimo de la línea de tiempo histórica que estamos viviendo.

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