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«La vigilia»: Regreso en vivo de una obra histórica contra el olvido de fundador de Illapu

Por: David Ponce | Publicado: 23.10.2023
«La vigilia»: Regreso en vivo de una obra histórica contra el olvido de fundador de Illapu Osvaldo Torres | Héctor González
Con parte de su elenco original de 1979 y nuevas voces vuelve la creación del músico Osvaldo Torres sobre la lucha de las mujeres de la Agrupación de Familiares de Detenidos Desaparecidos.

Ha sido conocida y coreada por canciones como “El palomo”, en la voz de la cantante Isabel Aldunate, o “Hasta siempre, amor”, grabada por Illapu en medio de “Tres versos para una historia”. Pero no son piezas aisladas. Esas y otras composiciones integran además una obra extensa cuya versión íntegra será presentada esta semana en Santiago.

La vigilia” es esa creación, escrita y compuesta en 1979 por Osvaldo Torres, fundador de Illapu y prolífico solista desde hace más de cuarenta años. Es un relato musical y poético en torno a las mujeres cuyos familiares fueron secuestrados y hechos desaparecer por la represión de la dictadura de Pinochet.

La nueva versión de “La vigilia” llega a escena con las cantantes Isabel Aldunate, Norma Medina, Cecilia Concha-Laborde, Verónica Calderón y Silvia Balducci, la actriz Camila Chascona, el pianista Ernesto González Greenhill y el cantor Francisco Villa, con el propio Osvaldo Torres en dirección. Será presentada este martes 24 de octubre a las 18.30 horas en la Sala Master, de Miguel Claro 509, Providencia, con boletos en tres mil pesos en el sistema Portaltickets.

Traspaso de memoria

–Pasé por una especie de viaje en el tiempo que me enfrentó a lo que había escrito y compuesto desde una distancia que no había tenido –comenta Osvaldo Torres sobre el regreso de la obra–. Lo que prevalece es que el deber de memoria en la cultura es una necesidad urgente. Cada vez que hacemos la obra reforzamos la idea de que la cultura es el primer paso para cualquier cambio.

“Es un orgullo que Osvaldo me haya invitado a compartir su trabajo, toda vez que no hay, que yo sepa, otra cantata por los desaparecidos, por sus familias”, destaca Norma Medina, quien se inició en los escenarios a comienzos de los años ochenta y ha grabado desde 1991 discos como “Norma Medina canta” y “Producto nacional”. “Me sentí inserta en una historia de la cual participaba mucho desde joven, y me siento realizando un trabajo trascendente, importante, que ojalá a muchos jóvenes les quede, porque a ellos hay que mostrar en estos días la historia”.

Dos presentaciones ha tenido “La vigilia” este mes, en el Parque Cultural de Valparaíso y el Teatro Municipal de Antofagasta, de las que Verónica Calderón guarda una imagen acentuada por la vivencia personal de los años en que su padre estuvo desaparecido en dictadura. “Al momento de cantar en el escenario sólo pensé en mi mamá, en cómo ella se sintió cuando se llevaron al papá detenido”, evoca. “Muy fuerte la obra, caló muy profundo. Fue una experiencia inolvidable”.

–Es para mí un honor –agrega a su vez Camila Chascona, la integrante más joven del elenco–. Mi pequeña carrera en comparación con estas gigantes que tengo al lado siempre ha estado orientada a la lucha por los derechos humanos y la justicia, a esa prole llamada resentida, y cómo no serlo: tenemos todo el derecho a ser resentidos, sobre todo conociendo personajes como los que relata la obra. Es muy simbólico que haya alguien de mi generación como un ejercicio de traspaso de memoria, encarnando una historia que no viví en primera persona, pero que sí vivieron amigos entrañables, compañeros, familiares.

Una forma de lucha

El origen de “La vigilia” se remonta a la convocatoria que hizo en 1979 la Agrupación de Familiares de Detenidos Desaparecidos para que artistas colaboraran en la denuncia de la represión política en Chile por medio de la creación. La obra fue presentada en una gira bajo asedio de la CNI por algunas ciudades, grabada en una versión restringida en cassette, y el elenco original alternó con mujeres de la AFDD como Sola Sierra, Viviana Díaz, Ana González y Gala Torres, primera directora del conjunto folclórico de la Agrupación y autora de la “Cueca sola”.

De hecho también eran parte de la Agrupación las integrantes del coro de la obra, que compartían voces con Isabel Aldunate, cantante original de “La vigilia”: Millaray Brito, Carolina Gajardo, Evelyn Navarrete y María Luisa Ortiz. “Eran todas familiares de detenidos desaparecidos. En ese tiempo no había tantas cantantes como ahora, y no se me ocurrió pedirles que cantaran, entonces ellas hablan los coros”, explica Osvaldo Torres.

–Nunca me alejé mucho de esta obra –comenta Isabel Aldunate–. Osvaldo es uno de mis maestros, así como lo fue Nano Acevedo: seguí las piedrecitas del camino que ellos estaban señalando, y a mí “La vigilia” me marcó. Fue una experiencia muy fuerte tener ese contacto tan directo con las mujeres que se estaban agrupando como familiares de detenidos desaparecidos. Me da mucha pena, no puedo dejar de decirlo ahora, que no esté aquí Anita González, porque ella fue el alma desde el comienzo de esta obra, luchó todos estos años y quería que se volviera a dar.

“Y encontrarme con el Pingo, pucha, la emoción total”, agrega la cantante, a propósito de Ernesto “Pingo” González, quien también actuó en la alineación inaugural, con los instrumentistas Claudio “Pájaro” Araya, Claudio Molina, Leo Cereceda, Patricio Verdugo y Osvaldo Torres.

–En esta pasada, cuarenta y cinco años después, no podía restarme a la solicitud de Osvaldo –dice Pingo–. Se siente un poco de tristeza y desolación al comprobar cómo subsisten condiciones que en ese tiempo ya palpábamos en el país, y es muy frustrante enfrentar situaciones similares, buscando a los detenidos desaparecidos. Nuestra actividad musical en esos tiempos siempre fue una forma de lucha, y así entiendo esta reedición de “La vigilia”.

Terrible pero a la vez amable

Como compañera de vida y escenarios de Osvaldo Torres, la cantante italiana Silvia Balducci tiene la experiencia de haber integrado el montaje previo de “La vigilia”, en 2019 en Buenos Aires.

–Fue recibida por los argentinos muy bien, porque se identificaron con la obra –recuerda Silvia–, a pesar de que ellos hicieron justicia con los asesinos y por eso tienen el alma un poco más en paz. Me quedé con la sensación de que emocionalmente habían sanado esa cicatriz. Al hacerla en Chile me sentí mucho más angustiada, por el hecho de que este país no hizo justicia ni puso a esta gente en la cárcel. Esta herida queda abierta en el alma de los chilenos.

–El nombre de “La vigilia” es justamente con lo que me quedo: estar despiertos incluso en las horas en que toca dormir –agrega Cecilia Concha Laborde, iniciada en los años ochenta en el canto y hacia 2010 como autora–. Creo que eso es lo que nos toca como país en estos cincuenta años. Hemos estado tanto tiempo adormecidos, sabemos poco de nuestra historia y eso influye en cómo resolvemos nuestros problemas.

Mucha gente se está enterando ahora de tantas cosas, y otra gente a lo mejor no tiene el interés ni la motivación para conocer ese pasado. La obra de Osvaldo, junto con el contenido que nos interesa, me parece además hermosa musicalmente y en su poesía, y permite ese acercamiento porque es terrible, pero a la vez amable. Acercarse a la verdad desde esta propuesta es una oportunidad.

La poesía para más tarde

Más allá de una lectura épica sobre la tragedia del terrorismo de Estado, canciones de “La vigilia” incluyen versos como “Tengo veinte años puros que me queman / y me faltan los placeres del amor”, de alcance más cotidiano e íntimo, pero no por eso menos dramáticos.

–Lo de los veinte años para mí tiene nombre: yo tenía amigas cercanas de veintitantos, éramos muy jóvenes cuando ocurrió esto –conecta Isabel Aldunate–. Y sé de la experiencia de esas amigas cuando empezaron a pasar los años y, sin renunciar a la lucha por saber de sus compañeros, se enamoraron nuevamente y decidieron construir otro futuro con esperanza.

–La soledad, el dolor, la ausencia, son condiciones humanas, y una joven no tiene razones para renunciar a eso, que es como hablar, como crecer, es lo natural –coincide Norma Medina–. Es un tema que trata muy bien Osvaldo en esa canción, porque como dice la Isabel no se renuncia a las ideas, y tampoco se renuncia al derecho a amar de nuevo.

–Existen dos versiones de “La vigilia” –precisa Osvaldo Torres a raíz del mismo asunto–. La que estamos haciendo es la primera que escribí, en una noche, cuando estaba casado con María Elena Carrasco Cavieres, y ella fue mi primera crítica. Me dijo “esa obra no sirve para hoy día.

Tienes que hacer una más panfletaria, no puedes decir ‘Y me faltan los placeres del amor’. Cámbiale algunas cosas”. Y fui donde la Anita (González) y la Gala Torres, les mostré las dos versiones y la Anita me dijo “No es un tema que debiéramos tocar aquí; deja la poesía para más tarde. Me quedo con ésta”, que es la que fue grabada. Y esa primera versión es mucho más fuerte que la que estamos cantando ahora. Por eso no está esa parte (“Tengo veinte años puros…”) en la primera versión. Me atreví a sacar esta obra del baúl para hoy día, pero tienen que saber que existe la otra.

Contra el pacto de silencio

El género de cantata popular fue otra prueba para el autor a raíz de este trabajo, recuerda el propio Osvaldo Torres: “Mira, yo como autor compositor he vivido hartos traumas con ‘La vigilia’. En ese momento tenía veinticinco años, tenía muchas influencias y estaba frente a tres cantatas terribles”, dice, y enumera la “Cantata popular Santa María de Iquique” (de Luis Advis, grabada por Quilapayún en 1970), el “Canto para una semilla” (del mismo Advis, grabada por Inti-Illimani con Isabel Parra en 1971) y “La fragua” (de Sergio Ortega, grabada por Quilapayún en 1972).

–Tenía la capacidad musical para hacer una cosa más o menos parecida –continúa Torres–, pero pensé “Qué voy a hacer en ese mundo, yo que no vengo exactamente de ahí”. Y me puse a leer tragedias griegas, todas las que encontré. Y esta relación entre coro y personaje, como monólogo y en primera persona singular, me pareció interesante para contar la historia de una mujer que refleja a cientos de mujeres. Entonces me fui por ahí para separarme de las cantatas. Y otra cosa importante es que en la obra había puros músicos de cuerdas, percusión y flauta, entonces la considero casi como una “cantata de medio pelo” –sonríe–. Pero la acepté porque desde el punto de vista del texto había sido aprobada con la Agrupación.

–Este encuentro es natural para mí –concluye Isabel Aldunate–. Es de las cosas que más he querido, con Sola Sierra, Gala (Torres), Viviana Díaz y todas estas personas que fueron tan cercanas para nosotros. Creo que cuando estábamos cantando esta obra en Lonquén, en los hornos que todavía no habían sido dinamitados (en 1980), no nos dábamos tanta cuenta de lo que estábamos haciendo, y creo que es bueno porque teníamos que hacerlo y punto. Y ahora tenemos que continuar, y ojalá que la gente vaya contando y reviviendo este tema, y que se acabe este pacto del silencio maldito de todos los militares involucrados en los asesinatos, porque ya han pasado cincuenta años, y son más de mil torturados, ejecutados, que siguen sin aparecer. Es volver a empujar un tema que muchos quisieran olvidar. Tanta gente dice “demos vuelta la hoja”, “es hora de la paz”, pero no habrá paz nunca sin que se haga justicia, sin que sepamos la verdad.

“La vigilia” en vivo

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