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VOCES| La turba chovinista: Nunca más tolerar al intolerante

Por: Iván Ávila Pérez, periodista, escritor y guionista. Candidato a senador (RD) por la Región de Antofagasta | Publicado: 28.09.2021
VOCES| La turba chovinista: Nunca más tolerar al intolerante |
No vale la pena recordar a Piñera invitando a Chile a los hermanos y hermanas venezolanos que querían huir de la dictadura de Maduro. No. Porque los fenómenos migratorios son parte del ADN de la especie humana; ocurrieron y ocurrirán por las más diversas razones y mientras no entendamos que esa es la realidad y actuemos desde esa base, ninguna política de Estado servirá para enfrentar estos movimientos que es difícil (si no imposible) detener o controlar, como algunos pretenden que creamos.

La turba chovinista desatada e iracunda es protagonista de imágenes que nos recuerdan lo peor del ser humano en medio de la quema de pertenencias de personas migrantes que se instalaban en el lugar desde hace dos años: hombres, mujeres, niños, jóvenes, provenientes de otros países del continente, atraídos por esa falsa sensación de estabilidad y riqueza que tanto le gusta mostrar a nuestras autoridades hacia el exterior, esa misma que después niegan ante la llegada de migrantes y hasta a sus propios ciudadanos.

No vale la pena recordar a Piñera invitando a Chile a los hermanos y hermanas venezolanos que querían huir de la dictadura de Maduro. No. Porque los fenómenos migratorios son parte del ADN de la especie humana; ocurrieron y ocurrirán por las más diversas razones y mientras no entendamos que esa es la realidad y actuemos desde esa base, ninguna política de Estado servirá para enfrentar estos movimientos que es difícil (sino imposible) detener o controlar, como algunos pretenden que creamos.

Pocos días antes había conversado con Txalo Toloza, artista antofagastino radicado hace más de 20 años en España. Me decía que en Chile estábamos cometiendo los mismos errores que en España, lo que ha llevado a que los ultraderechista de Vox sean la tercera fuerza parlamentaria. Esto es, darle espacio y tribuna al fascismo y la intolerancia, creyendo que no dañarán la convivencia democrática o bien, mirar estos movimientos con condescendencia, creyéndolos inofensivos o peor aún, como parte del normal derecho de las personas a expresarse, aunque sus ideas atenten contra los principios básicos de la convivencia social.

Nada más lejano a la verdad.

Nacionalismo ciego

Llevo la dolorosa y vergonzosa situación ocurrida en Iquique a este punto, pues esa turba tenía muchas de las características invocadas por Umberto Eco en un discurso recogido después en Cinco escritos morales y en Contra el fascismo. A saber: el culto al nacionalismo ciego sujeto a supuestas tradiciones; la acción sin reflexión; el miedo a la diferencia; el uso de la frustración de las personas; el elitismo de masa típico de toda ideología reaccionaria de hacer pensar que se es “el mejor del mundo”, “los mejores ciudadanos” o bien, “superiores” a los demás. Y lo que no podía faltar: un líder (de derecha, por supuesto) dispuesto a utilizar todos estos recursos para generar una movilización violenta bajo la justificación de una supuesta legalidad, azuzando sentimientos de odioso patriotismo y absurdo populismo.

Volver al chileno contra el migrante no es una estrategia nueva en Chile. Es casi tan vieja como el temor instalado en el “chileno de clase media” hacia el “chileno obrero”. Asumir que las desgracias del sistema político y económico son provocados por movimientos migratorios, es un recurso básico pero mediáticamente efectivo. Además, deja al margen de los problemas más profundos y de base, a sus verdaderos causantes que después, salen en los mismos medios ofreciendo palabras de buena crianza con soluciones que distan mucho de ser prácticas o meros parches, para finalmente, justificar veladamente estos hechos. Aunque con mucho cuidado para no terminar siendo catalogados de xenófobos, racistas o aporofobos, actitudes que les son inherentes, pero que tratan de ocultar a toda costa en retruécanos de frases prefabricadas que también usan cuando son encarados por sus dichos, manifestando sobreactuadas reacciones de ofensa y victimización.

“Yo no soy racista, pero…”

La masa estólida, sin embargo, se deja guiar por estos discursos de odio. No piensa demasiado y no es culpa de ellos y ellas: no hay muchas herramientas educativas o de pensamiento crítico a las que puedan recurrir. Un par de explicaciones en un afiche de redes sociales a veces son suficientes para desatar la violencia, la rabia y el odio hacia este enemigo muy bien perfilado por el fascismo intrínseco que muchos disfrazan bajo frases tan manidas como indolentes. Basta recordar cuántas veces hemos escuchado a amigos decir “yo no soy racista, pero…” antes de largar un discurso horrendo al que ponemos mucha atención, tratando de encontrarle sentido o al menos, una respuesta que no sea ofensiva. Y ahí está parte del problema: no hacemos demasiado por rechazar y cortar de raíz esas ideas que se propagan como verdades absolutas en el seno de nuestras familias y amistades.

Creo que esto ocurre porque hemos sido demasiado tolerantes con el intolerante, con el negacionista, con el supremacista. Y es momento de decir basta; no podemos seguir justificando el odio tras la excusa de la libertad de expresión pues esta tiene sus límites y uno de ellos es no dar tribuna al odio, el machismo, los llamados a la violencia, por muy velados que estos sean. No podemos permitirnos como sociedad ni una sola quema de carpas y enseres, pues muy bien sabemos cómo el nazismo convirtió actos de ese tipo en verdaderos carnavales. Debemos exigirle a este y cualquier gobierno que alce la voz con fuerza y aplique el peso de la ley contra cualquier persona que estimule estos comportamientos inhumanos, sin importar cuán alta sea su posición.

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No generar políticas públicas entendiendo que los fenómenos migratorios son constantes e inevitables, pues sus causas son diversas, es un error que se viene cometiendo por muchos años en nuestro país. Y si no comenzamos a actuar pronto, las acciones y reacciones hacia las personas migrantes podrán tornarse mucho más violentas azuzadas por aquel pequeño grupo que simula tener muy buenas intenciones, como proteger el orden público y evitar la pérdida de fuentes de trabajo, entre otras, pero que en realidad está alentando el odio utilizando herramientas que provienen de las mismas fallas y perversiones del sistema para colocar a las personas contra las personas, justificando la vulneración de los derechos humanos más básicos, en especial, los de niños y niñas.

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