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CRÓNICA| Barrio Italia, entre la gentrificación y la resistencia

Por: Texto y fotos: Trinidad Vercellino Ortúzar, periodista y máster en Periodismo de Viajes | Publicado: 28.12.2021
CRÓNICA| Barrio Italia, entre la gentrificación y la resistencia | Creación Junta de Vecinos Barrio Italia
Al googlear, lo primero que se lee es: “pintoresco” barrio con “fachadas coloridas, restaurantes informales, puestos de comida gourmet, tiendas que venden artesanías locales y ropa de diseñadores nacionales”. Pero esta descripción solo sirve de martes a domingo en horario comercial. ¿Qué hay detrás de uno de los sectores turísticos y culinarios más populares de Santiago?

Era sábado, la Región Metropolitana había pasado hacía poco a Fase 4 y el clima primaveral no podía ser más perfecto. Luego de meses de encierro pandémico, parecía que todos y todas habíamos decidido lo mismo: salir a recorrer, almorzar en alguno de los muchos restaurantes que sacaron sus mesas a la calle y detenernos ante los escaparates de las tiendas, librerías y pastelerías, haciendo taco.

De las seis cuadras que componen Avenida Italia, cuatro pertenecen a Providencia y dos a Ñuñoa, divididas únicamente por un límite imaginario marcado por calle Caupolicán/Malaquías Concha. Estas constituyen el eje central del turístico e histórico Barrio Italia. Cada día este territorio expande más sus fronteras y podríamos delimitarlo prácticamente entre Parque Bustamante y las calles Rancagua, Salvador e Irarrázaval.

Caupolicán con Av. Italia

De los inmigrantes italianos a la gentrificación

El espacio se hacía poco, terminamos caminando en hilera para no chocar. Entre el calor, la mascarilla y la poca distancia social, la salida estaba dejando de ser agradable. Una familia con niños pasó en sentido contrario; el papá le explicaba a su hijo de no más de 7 años la situación del barrio: “En este lugar ocurrió lo que se llama gentrificación”. Quise devolverme para hablarle, pero ya se habían perdido entre la gente.

Tal como ilustraba aquel padre, Barrio Italia comenzó como un sector de artesanos e inmigrantes, principalmente italianos. Con los años rápidamente se fueron instalando tiendas y restaurantes. Algunas casonas han sido convertidas en oficinas, otras en galerías comerciales e incluso algunas han sido demolidas para construir «guetos verticales» (el plan regulador de Ñuñoa es otra historia). A causa de esto y de la popularidad de lugares ‘instagrameables’, los precios han subido y actualmente se acercan al 300% en diez años, provocando que vecinos de toda la vida deban dejar sus hogares y emigrar en busca de un lugar que puedan pagar.

Barrio Italia o el infierno para un taxista

“Si solo tiene dos pistas que van en la misma dirección”, dijo mi abuelo, extrañado, una de las primeras veces que vino al barrio porque las avenidas generalmente van en ambos sentidos y son más grandes; eso es justo lo que actualmente hace falta en este lugar. Entre quienes vivimos aquí y quienes vienen de paseo, los fines de semana es mejor no salir. Hay colas en los restaurantes debido a los aforos. Lo mismo pasa para entrar a mirar en las tiendas. Si a eso sumamos la alta circulación de autos, camiones estacionados descargando mercadería, restaurantes con mesas en la calle y ciclistas, estamos describiendo el infierno para un taxista: Barrio Italia.

El nombre de la avenida y barrio proviene de las primeras décadas del siglo XX, con la fundación en 1934 del ahora ex-Teatro Italia, ubicado en la esquina de Francisco Bilbao con Avenida Italia. El edificio fue construido por el arquitecto Héctor Davanzo bajo encargo de la familia Girardi. Actualmente en el lugar se realizan diversas actividades culturales, eventos, seminarios, fiestas y más.

Un poco más abajo comenzó a sonar música, cerraron la calle y se juntó mucha gente. Eran cuatro chinchineros, tres hombres y una mujer, escena jamás antes vista por mí, porque las mujeres suelen no tener cabida entre estos cultores populares. Hacían su espectáculo bailando y girando; con cosas como estas se recuerda que aún queda vida de barrio o tal vez sea solo una ilusión para los turistas.

Antes de llegar a Santa Isabel con Avenida Italia está La Tranquera, pastelería donde venden para llevar y también se puede ir a tomar el té. Al lado está Arte Cultivos, negocio donde venden plantas, flores, macetas y todos los implementos necesarios para hermosear y llenar de naturaleza un balcón. Sí, porque en este sector casi nadie tiene patio

Un barrio muere, otro barrio nace

Además de mezclarse lo antiguo con lo nuevo, y lo artístico con lo culinario, este barrio está en pleno proceso de transformación. Los anticuarios y restauradores de muebles de calle Caupolicán fueron de los primeros en llegar. Ahora comparten con restaurantes, librerías y tiendas de decoración muy exclusivas. Todo en el contexto artístico no sería tan llamativo si no fuera por las demás vecinas del barrio.

Los talleres mecánicos abundan entre Avenida Italia, Condell y Santa Isabel. Incluso en plena esquina de Condell con Santa Isabel hay una vulcanización. Un lugar perfecto para llevar el auto y sentarse, cruzando la calle, en el restaurante In Pasta a tomar un café italiano mientras se espera.

Saliendo de los lugares comunes, en este sector también se encuentra la tienda de juegos de mesa Shivano. El Cachafaz, teatro del comediante argentino Jorge Alís, bares de Stand Up Comedy para todos los gustos. También hay estudios de tatuaje, barberías, tiendas de mascotas e incluso la particular Tulería.

¿Son estos contrastes los que le dan el carácter de barrio? Probablemente, pero el alza del costo de los arriendos está produciendo que muchas tiendas y emprendedores tengan que irse. Esa es la misma razón por la que el sentido del barrio antiguo esté muriendo. En los pueblos, cuando uno va a comprar el pan o a la farmacia, se encuentra con las mismas personas de toda la vida que llevan 30 o más años ahí. Acá, en cosa de meses, tiendas llegan y otras se van, cambian de dueño, de dirección, la vida pasa rápido, se olvida y que venga el siguiente.

“Fachadas coloridas”

En este sector se hacen denuncias diarias en la aplicación de Sosafe para advertir sobre asaltos o prejuicios: algunas veces se delatan carteristas, otras motochorros, un que otro auto mal estacionado y ruidos molestos. Pero lo más preocupante son los portonazos, razón por la que el edificio donde vivo hace más de seis años ha salido hasta en televisión. 

Puede sonar muy alarmante la frase que comentan algunas vecinas cada vez que se anuncia un nuevo robo en el barrio: “llegó la delincuencia”. Porque delincuencia siempre hubo y habrá: quizás con la pandemia y el teletrabajo ahora se nota más. O tal vez junto con el aumento de visitantes, el sector ha subido su interés; las personas andan paseando, es fácil perderse y la calle tiene doble vía en una sola dirección, lo que hace más fácil el escape. Por eso es extraño que se siga llamando Avenida Italia y no calle Italia. Mi abuelo tenía razón.

Otro de los grandes puntos en contra, al menos del sector ñuñoino del barrio, es la proliferación de grandes edificios que han aparecido en cosa de años. El más reciente es Italia 2025, cuya construcción duró al menos cuatro años y que cuenta con tres torres, conectando internamente Irarrázaval con Avenida Italia. Hasta hace cinco años en esa dirección había una casona con techo de tejas que alojaba un negocio de bicicletas.

El recorrido va llegando a su fin. Frente a La Vega Italia una batucada baila y toca melodías alegres por el medio de la calle. El sol empieza a bajar y junto a él comienza a llegar más gente, esta vez los del festejo nocturno. A esta hora es casi imposible encontrar estacionamiento. El barrio recibe a sus últimos visitantes.

Vega Italia

Vecinos unidos dan la pelea

El domingo 23 de octubre se constituyó la Junta de Vecinos Tegualda, anteriormente Unidad Vecinal número 11, que abarca el área entre Vicuña Mackenna, Caupolicán, Salvador e Irarrázaval. La reunión comenzó a las 15:00 horas y se extendió hasta después de las 18:00 en el en el atrio de la parroquia Nuestra Señora de Luján. Un equipo municipal estuvo a cargo de la recolección de firmas, como parte de las actividades en que se estrena la nueva administración de la comuna.

Se cerró el tramo de Colo Colo que va entre Avenida Italia y Girardi, se instalaron toldos con emprendimientos e incluso hubo música en vivo gracias a artistas del barrio que acompañaron el momento. Había gran cantidad de familias y personas jóvenes, pero sorprendentemente también muchos adultos mayores. Un grupo de mujeres de cabello blanco se reunió alrededor de una mesa con sillas de plástico a conversar mientras esperaban su turno.

Mientras la fila se hacía más y más larga, se atestiguaba la conjugación de la historia desde los y las habitantes, quienes confiaban en que “la unión hace la fuerza” y tal como señalaba su afiche llamando a inscribirse, entre los beneficios de la participación destacaban “promover iniciativas de solidaridad, inmobiliarias, reciclaje, seguridad, actividades culturales y emprendimiento”.

Esta muestra de resistencia de la vida de barrio, preocupaciones contingentes y necesidad de hacer comunidad fue escuchada por el municipio: la alcaldesa Emilia Ríos (Revolución Democrática) estuvo presente y dedicó algunas palabras, destacando lo beneficioso de esta instancia y las ganas de trabajar en conjunto desde el nuevo municipio. Ese día se alcanzó la votación, la junta fue constituida, pero lo más importante fue el encuentro de personas que, viviendo tan cerca, nunca se habían visto. 

El papel protagónico de la memoria fue clave y la presencia de la tercera edad validó lo que ocurrió ese día, porque invita a reflexionar que ahí está el valor de una vida cotidiana en retirada. Por eso, ver esta imagen transgeneracional anima a la esperanza.

La fila avanzaba lento y mientras miraba alrededor pensé en el mapa de detenidos desaparecidos en esta zona que vi en Instagram el 11 de septiembre de este año. A cuadras de ese lugar y donde probablemente muchos de quienes estábamos ahí caminamos todos los días; desapareció una persona. Qué fuerte e impactante es pensar en eso mientras el peso de la historia desaparece edificio por edificio, tienda por tienda. Barrio Italia sobrevive a estos tiempos que disputan los sentidos de la vida, entre vecinas y vecinos.

Esta crónica fue producida en el Diplomado de Periodismo Cultural, Crítica y Edición de Libros del Instituto de la Comunicación e Imagen, Universidad de Chile.
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