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Valeria Barbuto, Coordinadora latinoamericana de la red de Sitios de conciencia: «La memoria es un campo en transformación»

Por: Rodrigo Ruiz | Publicado: 06.10.2014
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Fotografía: Constanza Arévalo

¿Cuál es el objetivo de Memoria Abierta?

Memoria abierta es una alianza de los organismos históricos de derechos humanos argentinos. Están familiares, Madres de Plaza de Mayo Línea Fundadora, el Centro de Estudios Legales y Sociales, la Fundación Memoria Histórica, la Comisión de Homenajes a las víctimas del Vesubio. Son organismos que vienen trabajando hace muchos años y en algún momento decidieron reunirse para trabajar específicamente en acciones vinculadas al patrimonio de la memoria. Esto es, acciones para construir un archivo oral, trabajar con el ordenamiento y el acceso a archivos, documentación escrita, producir acciones para visibilizar los sitios donde habían sucedido los crímenes y promover la creación de espacios de memoria. El Parque de la Memoria estaba ya votado por ley pero todavía no estaba instalado, y empezamos demandando la creación de un museo de la memoria en un sitio histórico. Esa también es la característica que formó la coalición internacional cuyo evento estamos haciendo ahora acá, que es reunir instituciones que trabajan en la memoria en torno a sitios históricos.

Entonces Memoria Abierta básicamente se dedica a acciones, construcción y preservación del patrimonio de la memoria, destinado a poder contar con movilización social y políticas públicas de memoria, entendiendo que la memoria en este sentido es una parte fundamental de la garantía de los derechos humanos en el presente. Si no tenemos una activa participación en la recordación del pasado es muy difícil sostener la vigencia de los derechos humanos hoy.

Este encuentro está centrado en los sitios de conciencia, según veo su título. ¿Cómo se definen los sitios de conciencia?¿Son lo mismo que los sitios de memoria?

A nivel internacional se habla de sitios de conciencia, yo creo que la experiencia latinoamericana lo que hizo fue vincular ese significado a lo que nosotros llamamos sitios de memoria. La definición más tradicional de un sitio de conciencia o un sitio de memoria es un lugar donde sucedieron hechos que son relevantes para la sociedad y que hoy se transforma en un espacio público o de uso público para la reflexión, el debate y la promoción de derechos. En general se habla de lugares de horror que son transformados en lugares de promoción de derechos.

En mi opinión, la gran experiencia que puede aportar América latina es que nosotros ampliamos esa definición, incluyendo un sitios de memoria que pueden ser también lugares donde ocurrieron hechos de resistencia social o lugares que la comunidad por cualquier sentido ve como importante.

 

Transformaciones en la memoria

En ese sentido, no estaría solo vinculado a los hechos ocurrido en las dictaduras

Hasta ahora se está trabajando con lugares vinculados a hechos ocurridos en dictadura o periodos extraordinarios por así decirlo. Creo que a medida que avanza el campo de los derechos humanos también avanza el cambio en la gestión cultural de estos sitios, porque de la misma manera que en el campo de los derechos humanos ya no hablamos solo de graves violaciones en periodos excepcionales sino también en nuestras democracias, también vamos ampliando la posibilidad de otras conexiones. Hablo por ejemplo de la ronda de las Madres de Plaza de Mayo, que fue marcado como un sitio de ese estilo. En ese caso no hay una institución que la gestione, pero hay una relevancia de la comunidad hacia esa pirámide y esa ronda, y no es un hecho sucedido en dictadura.

Los derechos humanos han sido criticado en la forma en que se han formulado inicialmente como derechos masculinos, blancos, de los adultos, despolitizados, etcétera. ¿la noción tradicional de derechos humanos, aun siendo muy importante y relevante, debe ser modificada a la luz de esta ampliación de la noción de memoria?

Yo creo que hay que entender el campo de los derechos humanos como un campo de transformación, tal como sucede en las ciencias sociales o en las ciencias exactas. Si hablamos de la primera noción de derechos humanos, que tiene más de 60 años, la propia idea de derechos humanos ya no es la misma, y creo que en esa evolución claro están las perspectivas de derecho. Si uno mira incluso la primera convención, lo que se puede encontrar ahí son los ejes. En 1948 uno puede encontrar el valor de la vida, y eso es un absoluto que aun tiene valor. El resto aun tiene tensiones. Yo creo es que la crítica no solo es válida sino que es positiva y es la forma en la que podemos construir. Eso no invalida el valor en sí del campo de los derechos humanos.

El campo de los derechos humanos, igual que el de la memoria, está formado por normas, pactos, convenciones, pero también por el activismo en cualquier forma y por la transformación de los conceptos. Tomemos un caso: la primera comisión de verdad en América latina es la Argentina, de 1984. Esa comisión obviamente no tenía perspectiva de género ni de pueblos indígenas, pero si uno mira el contexto político en que se desarrolla, el movimiento de mujeres, por lo menos en Argentina, existía, era potente y tenía sus militantes pero no era un campo desarrollado. Si uno mira hoy los juicios penales en Argentina, si incorporan la perspectiva de género, y no es otro que el mismo campo de activismo el que ha incorporado eso, son los mismo organismos de derecho humanos que en 1984 no pudieron ver eso pero que hoy lo ven.

«Las definiciones (de las políticas de memoria) no son solo del Estado, sino también de quien las discute. En Perú, Colombia, Guatemala, por ejemplo, una gran discusión que abre el concepto de reparación colectiva está ubicada en las comunidades.»

¿Cómo ves el tema en la región?

Las comisiones de la verdad en Perú incorporaron la perspectiva de género también en una batalla propia. Lo mismo que el tema indígena, si se toma por ejemplo el proceso en Colombia, que es mucho más complejo y todavía siguen sucediendo los crímenes, se parte de una constitución nacional que reconoce la pluralidad étnica. Las leyes reparatorias en Colombia incorporan la perspectiva colectiva, la perspectiva de género y de etnia, extendiendo la reparación –en muchos casos– no solo al sujeto sino a la comunidad. Volvemos al punto anterior, esto trae otras discusiones, por ejemplo Perú incorporó la idea de que las reparaciones podían ser a las comunidades colectivas y que además debían incorporar una consulta a las comunidades sobre qué creían que debía ser la reparación.

La noción de víctima que se construye desde los gobiernos que tienen que resolver la gobernabilidad posdictatorial está en tensión con estas comunidades y lo está quizás porque la memoria que no es solamente un acto de recuerdo.

Yo diría que no es solo el tema desde una perspectiva legal, es también desde una perspectiva de lo sujetos que pueden entrar en pelea por esas definiciones, quiero decir, esas definiciones no son solo del Estado, sino también de quien las discute. En Perú, Colombia, Guatemala, por ejemplo, una gran discusión que abre el concepto de reparación colectiva está ubicada en las comunidades. Cuando se le consulta, la comunidad dice: queremos caminos, queremos escuelas, queremos hospitales, entonces ahí la tensión se presenta de otro modo: si pero ese es un derecho que vos tenés no por haber sido víctima, ¿por qué el estado va a responder como reparación con algo que tiene que ser garantizado como política de inclusión? Esa es por ejemplo una tensión muy actual en el campo.

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Fotografía: Constanza Arévalo

Eso remite a la necesidad de que la memoria no se limite a los actos de violación de derechos humanos y vincule esos procesos a un contexto de transformación profunda de una sociedad –me refiero a la chilena–, que pasó de una estructura republicana a un modelo neoliberal duro. Fue ahí donde se perdieron los derechos sociales que después se entregan de forma excepcional como reparación a las víctimas. ¿Cómo un sitio de memoria funciona entonces como un lugar no meramente conmemorativo y puede poner en movimiento procesos de activación de la consciencia, desarrollo críticos respecto del presente?

No es nada fácil, pero un eje que une a todos los que estamos en este seminario y que además es la base de la coalición internacional y de la Red Latinoamericana de Sitios de Memoria es que entendemos que a partir del pasado debemos hablar del presente e impulsar transformaciones en el presente, esa es como una consigna que todos tenemos. Hay lugares donde esto no está planteado. Un museo histórico no se plantea esto, un museo histórico no tiene esta función, para nosotros los sitios de memoria tienen que tener esta función.

¿Cómo deben gestionarse estos sitios para que tengan esa capacidad?

Yo creo que un tema fundamental es entender que nuestra misión no es contar la historia sino generar memoria y que allí se debe definir qué contamos y cómo contamos en relación a los debates del presente, eso es fundamental. Por ejemplo nosotros en Argentina como Memoria Abierta nos hemos planteado muy fuertemente tratar con algunos temas, por ejemplo trabajadores. Como Memoria Abierta estamos en Buenos Aires y vivimos en una situación de políticas de memoria extendida, pero en distintas provincias de nuestro país no es la misma situación, los gobiernos siguen siendo de derecha, retiran presupuestos para que estos lugares no funcionen, no dan difusión a las cuestiones judiciales. Para nosotros es fundamental el trabajo en cooperación con las instituciones, los actores, los militantes que están en las provincias.

En el caso del Espacio para la memoria de la ESMA, que es donde Memoria Abierta tiene su sede, hay muchísima actividad con el tema de discriminación, violencia contra la mujer. El ministerio de educación ha decidido que gran parte de sus reuniones se realicen allí, entonces de repente hay encuentro de mil bibliotecarios de toda Latinoamérica que van a hablar sobre los problemas de sus bibliotecas escolares, pero que están en ese lugar y charlan con nosotros, entonces promovemos la inclusión de bibliografía y material sobre el tema de memoria en sus bibliotecas. Yo creo que lo más difícil es proponerse una relación en profundidad entre pasado y presente. Se trabaja obviamente con el conocimiento de lo sucedido, con la emoción y con la empatía que se pueda generar con los jóvenes, pero hay un desafío que es cómo lograr comprensión de los procesos más básicos que cruzan el pasado y el presente, la inclusión o exclusión, la desigualdad, la discriminación, la violencia institucional.

 

Las relaciones con el Estado

¿Cómo se relacionan jóvenes porteños, los estudiantes universitarios por ejemplo, con la memoria, con los sitios? Siempre está el terror de la sociedad adulta al “olvido” de los jóvenes.

Yo creo que ha habido muchos avances. Las escuelas tienen un rol fundamental porque lo tratan, lo abordan, hay un conocimiento mínimo.

¿Está incluido en los programas de estudio?

Claro, hay curricula, hay visitas, hay medios de comunicación que pasan todo el tiempo materiales, documentales. Eso garantiza el mínimo, se sabe que hubo en algún momento dictadores, que no había democracia. ¿Como avanzar de ahí?, ese es el tema. Yo creo que ahí hay disparidades, en ciudad de Buenos Aires depende mucho de los sectores sociales. Por otro lado, depende de la ideología de ciertos sectores, hay ciertas escuelas que no trabajan el tema, en Buenos Aires hay mucha escuela privada, pero la escuela pública es un gran reproductor. Después lo que tenemos es una gran promoción en los últimos 10 años a través de la televisión pública.

¿Tener entonces un Estado fuerte y comprometido con estos procesos es una condición para un buen trabajo de la memoria?

En primer lugar el Estado es un poderoso identificador, marca qué está bien o qué está mal. Discutido, peleado, luchado por nosotros cuando no nos gustaba lo que marcaba, pero marca. Para mucha gente es el lugar que más o menos dice cuales son las líneas comunes, es muy fuerte en términos de los procesos de identidad nacional. Por otro lado, el Estado es el que puede gestionar herramientas a gran escala. Cuando nosotros lanzamos un programa de jóvenes y memoria en la ciudad de Buenos Aires, participan 1.500 chicos al año, eso quiere decir que 1.500 chicos sostienen con sus docentes trabajos de investigación por 6 ó 7 meses. Eso es costosísimo para cualquier organización de la sociedad civil. El Estado argentino está teniendo una política por ejemplo con los canales de televisión y el Instituto Nacional de Cine, de promoción de producciones audiovisuales de sociedad civil.

Creo que hay otro rol que también es importante, que es difícil que se entienda por parte del Estado, pero es muy importante: fortalecer actores sociales, porque el Estado solo, sin la existencia de un movimiento social fuerte no se va a sostener, no podemos depender de que el Estado solo tenga estas políticas: Son necesarias las políticas y es necesario un movimiento social que pueda ser el motor de la demanda de esas políticas. En Argentina contamos con que ese movimiento social fue el motor de la lucha contra la impunidad, de la resistencia en dictadura y la lucha contra la impunidad ahora en democracia.

En relación a eso, ¿cómo ves la vinculación de movimientos como los de 2001 en Argentina y el desarrollo del trabajo de la memoria y los derechos humanos?

Como movimiento social incluyo a los organismos de derechos humanos pero también a los sindicatos, a ciertos partidos políticos, por eso digo que es más grande. Si vos te fijás en 2001 hay un dato interesante, la gente sale a la calle cuando el presidente De la Rua dicta el estado de sitio, el conflicto venía hacía mucho, había 56% de la población bajo la línea de la pobreza, más del 20 bajo la indigencia, habían manifestaciones, protestas. Ahora, la salida masiva a la calle que inician esas dos jornadas se hace un día por la tarde cuando el presidente dicta el estado de sitio, ese es un dato que muestra cierta consciencia y relevancia de actos represivos directos y yo creo que esa es una conciencia ganada a partir de la lucha de los organizamos de los derechos humanos en relación a la dictadura.

«Como argentinos nunca aceptaríamos una propuesta de reconciliación»

Se trata entonces de relaciones móviles. ¿Cuál crees que es la cercanía o lejanía que deben tener estas organizaciones con el Estado y sus instituciones?

Yo creo que la hay, creo que los cuestionamientos a veces tienen poca base.

¿Los cuestionamientos serían más o menos de que tipo?

Que son funcionales o que han bajado ciertas banderas.

¿Te parece que no son cuestionamientos validos?

No. Yo creo que los organismos han mantenido sus banderas. ¿Cuál es el punto? Si uno tiene una bandera ligada por ejemplo a la identificación de personas, de víctimas en la dictadura, de políticas de memoria, es imposible negar el avance de los últimos 10 años en políticas públicas. Te doy un ejemplo, la semana pasada se hizo público un mega programa puesto en funcionamiento por el Ministerio de Seguridad, el Ministerio de Justicia y varios otros, con el aporte de una tecnología que permite cruzar información para el reconocimiento de personas que va a hacer que en los próximos dos años identifiquemos 10 veces más de lo que se identificó en todos estos años. Hasta ahora se tenían los restos pero no se tenía cómo comparar, requirió de un avance tecnológico enorme, requirió de que el ministerio de seguridad pusiera a disposición ciertas fichas y ciertos archivos que tenía, que el Ministerio de Justicia lanzara la campaña latinoamericana de identificación de personas y que se pudieran juntar. Eso sin políticas de Estado lo hubiéramos podido haber hecho igual, pero hubiéramos tardado mucho tiempo, entonces digo, si ese es tu objetivo, es muy difícil hacerlo sin el Estado.

Ahora, eso no obsta que esos mismos organismos son los que cuestionan en el último mes diariamente al secretario de Seguridad por políticas represivas en las protestas. Lo vienen haciendo hace muchos años, lo digo porque este es un debate de estos últimos 2 meses. Si uno mira el CELS por ejemplo, está totalmente alineado con la política de justicia, pero porque es la política de justica que pidió el CELS. Sin embargo, ha cuestionado el ascenso del jefe del Ejército y discute todos los días con la política de represión a la protesta social. Ahora está discutiendo la política de drogas, que también tiene consecuencias en términos de violencia institucional. El enorme impulso para el proceso de justicia depende de que haya presupuesto para que los juzgados y tribunales lleven adelante mega causas, el último tramo de ESMA tenía más 600 ó 700 víctimas, eso requiere presupuesto. Si el Poder Ejecutivo no se lo da al Poder Judicial, si el Poder Judicial no tuviera una política de querer levar a cabo los juicios y si el Congreso no aprobara el presupuesto, nada sería posible. Ahora, la demanda del CELS que se caracteriza por llevar casos judiciales es la misma.

 

Coordinación y diferencia

En una palabra, ¿cuál es el aporte que crees tú que estos encuentros, que esta coordinación de sitios hace al trabajo de la memoria en América latina? ¿Cuál es la importancia de que sigan coordinados y trabajando juntos?

Yo creo que la importancia está en darnos una identidad común, en encontrarnos en lo que tenemos en común y aprender de lo que tenemos de diverso. Y es más, creo que es lo que disfrutamos más todos, ver que podemos charlar y dialogar pero a la vez aprender de lo que no es igual.

¿Eso incluye diferencia en términos de las perspectivas políticas? ¿También hay una pluralidad en ese sentido más allá de las problemáticas específicas de cada pueblo?

También, por ejemplo como argentinos nunca aceptaríamos una propuesta de reconciliación, y tenemos que aprender o entender las opciones que han tomado otros países, como en Guatemala por ejemplo, uno de los representantes de Guatemala me ve y me dice “yo se que no opinamos igual” y yo lo respeto porque entiendo sus razones y sigo diciéndole que en Argentina no funcionó, y que evalúen, porque en Argentina no funcionó.

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